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Opiniones

Una izquierda sin rumbo. Revolución o reformismo (parte V).
EL ESTADO SAGRADO EN AMERICA LATINA

Por:Luis Arce Borja


Esta parte final del artículo que hemos entregado en cinco partes y que titulamos: "América Latina: Una izquierda sin rumbo. Revolución o reformismo", debe concluir con el análisis de ciertos aspectos fundamentales inherentes al carácter de clase del Estado y los diferentes sistemas de gobiernos. Dejamos para más adelante otros temas no menos importantes que éstos, como por ejemplo el problema de las clases sociales, las fuerzas armadas, la iglesia y los partidos políticos.
Frente a la profunda crisis y descomposición del Estado, los líderes de la mayor parte de la izquierda latinoamericana no se han ahorrado un hermoso discurso para proclamar sus propósitos políticos de establecer órganos de poder popular "desde las bases" como alternativa a la inoperancia de las clases sociales en el poder. En apariencia, esta propuesta parece un extraordinario planteamiento para resolver de un tajo y para siempre todos los males que aquejan a los oprimidos, pero si se observa con rigor y seriedad, se verá que esta consigna, por razones de concepción estratégica propia de una revolución socialista, no corresponde a las verdaderas intenciones políticas de estos dirigentes. Se dice también en rebuscada prosa que una "salida revolucionaria a la crisis del sistema", implica un gobierno provisional de los trabajadores salido del vientre de una asamblea constituyente. Como parte de esto, exigen "democratizar el Estado", "cambios de "estructura" del sistema de poder, o en forma más audaz reclaman la movilización popular para construir un "nuevo" Estado. Pero lo que parece hermoso en la consigna panfletaria, no es tan lógico en los hechos concretos de la política en tanto no se plantean ni por asomo cuestiones fundamentales de la lucha social por el poder.
En la situación de explosión social que atraviesa América Latina, estas fórmulas para resolver el problema de los pobres, en apariencia revolucionarios, son simples fantasías políticas cuyo propósito principal es engatusar a las masas oprimidas y dar un "soplo divino" al Estado que tiene graves dificultades para mantenerse en pie por si mismo. Por ejemplo, Evo Morales, el líder del Movimiento al Socialismo (MAS), cuando estalló la rebelión popular en octubre pasado en Bolivia, se encontraba en Europa (Suiza), participando en una conferencia internacional. Regresó apresuradamente a su país, pero no para fortalecer la lucha popular, sino para desviarla de su camino y conducirla al matadero de burgueses y terratenientes de este país. Morales se puso a la cabeza de la propuesta de una "Asamblea Constituyente" para resolver la crisis boliviana.
En diciembre del 2001, la Argentina fue convulsionada por una espectacular movilización popular. Ahí en el calor de la lucha las masas levantaron la consigna "que se vayan todos…que no quede ni uno sólo", y como hongos se multiplicaron las Asambleas Populares que algunos grupos de izquierda identificaron con un poder popular de base que hacia parte de una "situación revolucionaria" que concluiría en la toma del poder como en octubre de 1917 en Rusia. Sin embargo, nadie de los que debieron irse se fueron, y ahora en forma renovada todos los causantes de la ira popular siguen ahí prendidos de la ubre del Estado. El cambio de gobierno no ha significado nada positivo para las masas populares. En Ecuador (enero 2000) en los momentos más extremos de la crisis social, los trabajadores dieron origen al gobierno de "Salvación Nacional" con participación popular y militares "patrióticos y progresistas". Se organizaron los "Parlamentos Populares", y se hizo creer a las masas que ya estaban gobernando el país. Sin embargo, el gobierno de "salvación nacional", no sirvió para salvar del hambre y la miseria a los pobres, sino más bien para reflotar el Estado opresor que se venía abajo. En Bolivia, en pleno desarrollo de las magnificas luchas populares de octubre (2003), algunos vaticinaron una "salida revolucionaria" a la crisis mediante un "gobierno provisional" de los trabajadores. Cayó el gobierno y algunos dirigentes sindicales exigieron un "co-gobierno", con los nuevos administradores del Estado. Al final fueron los mismos dirigentes que habían hablado de poder popular y que anunciaron el "fin del neoliberalismo" en Bolivia, los que hicieron virar a las masas hacia una solución negociada con el Estado. Finalmente se impuso una salida "constitucional" a través de la convocatoria a una Asamblea Constituyente (ofrecimiento del actual presidente), y como en el cuento que ya conocemos hasta el cansancio, en Bolivia nada ha cambiado para masas hambrientas.
¿Qué es eso de plantear las consignas al margen de cuestiones fundamentales de la lucha de clases y del Estado?.
El pretender un "gobierno de todo el pueblo", sin antes liquidar el Estado y los instrumentos de opresión (fuerzas armadas, fuerzas policiales, grupos paramilitares, etc.) no es solamente un planteamiento subjetivo sin ningún fundamento teórico, sino más bien una táctica configurada en beneficio de la burguesía y el imperialismo. En todo caso, y en esos no hay dudas, esta forma de ver el cambio social sirve objetivamente a los grupos de poder y a las potenciales mundiales. No es posible seguir creyendo ingenuamente que estos líderes y organizaciones políticas que hacen gárgaras matinales con la palabra revolución, pero que su esfuerzo mayor es boicotear desde dentro las rebeliones populares, no actúan concientemente en contra de una salida revolucionaria a la profunda crisis latinoamericana. Esta forma de actuar bastante efectiva para detener o hacer fracasar las explosiones sociales tiene por lo menos tres objetivos concretos: 1) Desviar la atención de las masas respecto a cuestiones fundamentales de la revolución y la lucha de clases. Se oculta por ejemplo, que en América Latina o en cualquier otro país del mundo (pobre o rico) si en verdad se quiere cambiar la actual situación de oprobio y explotación se tiene que contar (a decir de la ciencia marxista) con los tres instrumentos fundamentales de la revolución: partido, ejército y frente único de clase, además de una correcta línea política y una clara y científica estrategia de poder. 2) Conducir a las masas a una derrota política segura, y apartarlas de una verdadera movilización popular que culmine en la destrucción del Estado, y del sistema de opresión. 3) Oxigenar, no importa que sea por poco tiempo, el sistema y el Estado que sobreviven dentro de un proceso de crisis y descomposición general. Un ejemplo actual de esto último se ha podido observar en las recientes rebeliones populares en América Latina (Ecuador, Argentina, Bolivia, etc.). Ahí los estados y las clases opresoras se encontraban en el nivel más agudo de la crisis económica, social y política y que gracias a la salida electoral (recambio en el gobierno y el ofrecimiento de una asamblea constituyente) les dio el respiro necesario para planificar un reacomodo en el poder del Estado, y hacer retroceder las movilizaciones populares.
En la etapa actual, cuando América Latina, es una bomba de tiempo, y que en cualquier momento la "chispa puede encender la pradera", hablar demagógicamente de revolución, poder popular, y de socialismo sin afectar el poder central de burgueses y terratenientes, resulta una eficiente catarsis social dirigida a desactivar las cargas explosivas en el terreno social. Pretender liquidar el hambre y la miseria de los pobres sin tocar ni con "un pétalo de rosa" al Estado, es algo parecido a las plegaria de los curas que piden paz en la tierra y concordia entre ricos y pobre. Decirles a las masas que pueden lograr una vida mejor sin arrasar los intereses de las clases opresoras, es con toda seguridad un discurso bíblico que amolda la conciencia de las masas al gusto e intereses de los grupos de poder y del imperialismo. Es inimaginable, un "poder popular" si antes no se derrota, tanto en el terreno político como en el militar, a las clases opresoras del país, y sus aliados internacionales (potencias imperialistas). Al margen de esta verdad, cualquier planteamiento que se refiere a luchar para liberar a las masas sin tener en cuenta el rol del Estado en la sociedad dividida en clases sociales, bien habría tenido valides hace 3 mil años (1) cuando el Estado no existía y los pueblos se autogobernaban en Asambleas del Pueblo o en Consejos de Ancianos, pero no ahora que los Estados son maquinas infernales de aplastar, oprimir y reprimir violentamente cualquier expresión de voluntad popular surgida libremente de la sociedad.
Que nadie piense que la gran burguesía y los terratenientes, además del imperialismo, van a ceder voluntariamente y en forma pacifica el poder político y económico a las masas populares. Ninguna clase social opresora, así lo confirma la historia social, abandona el poder si antes no es derrotada completamente en el terreno militar y político. El cambio histórico de una sociedad a otra, no se realiza por cuestiones de carácter moral, ético, humanista o religioso, sino más bien por la contienda en torno a intereses económicos, sociales y políticos propios de las clases que componen una sociedad determinada. El marxismo enseña con precisión, que la historia de la humanidad, desde la destrucción del régimen de la comunidad primitiva, es la historia de la lucha de clases. El esclavismo fue sepultado sólo cuando los esclavos se levantaron en armas contra los grandes imperios esclavistas. La feudalidad sólo fue liquidada como sistema cuando los siervos armados lucharon por su libertad. El sistema capitalista, solo será reemplazado por el socialismo cuando la clase obrera, como en Rusia en 1917 y en China en 1949, se organice en su propio partido revolucionario y se plantee decididamente dirigir una guerra de clases (en alianza con otras clases oprimidas) que culmine en la derrota definitiva de los grupos de poder y del imperialismo.
Pensar que un Estado opresor y reaccionario, puede modificar su esencia y naturaleza de clase y girar hacia posiciones del bien popular, es una propuesta política bastante de moda en los ambientes de la izquierda ligada a las grandes organizaciones no gubernamentales (ONG), en las organizaciones políticas de la socialdemocracia europea, y en los partidos que falsamente se consideran "marxistas-leninistas". Esta idea, como error político (ir a la derecha por problemas de conocimiento) o por convicción ideológica (posición de derecha disfrazada de izquierda) resulta uno de los planteamiento más reaccionario de la época actual en el seno de las masas pobres de América Latina y de otras partes del mundo. Este planteamiento, divide con una simplicidad aberrante el sistema imperialista mundial entre potencias "buenas y potencias "malas", o que plantean "relaciones e intercambio económicos de igualdad entre los países del sur y del norte" (igualdad entre pobres y ricos), o que piensan que es una disyuntiva revolucionaria y antiimperialista favorecer el MERCOSUR o el Pacto Andino (organismos comerciales de los grupos de poder latinoamericanos), o que plantean la unidad de los pueblos de América Latina en base a la reunión de gobernantes sátrapas y proimperialistas sin considerar para nada el problema político de clase. Y que creen además que los estados en bancarrota pueden "hacer reformas" (cambios "estructurales") que conlleve a una equitativa distribución de las riquezas de un país.
El Estado y sus formas de organización
La campaña que se hace en los países pobres (con espectacular rebote en las matrices imperialistas) para resolver los problemas de los pobres dejando intangible el Estado y las clases que detentan el poder, es en si mismo, una estafa a las masas y un estrategia moderna para retrazar el curso ascendente del proceso revolucionario. En base a esta propaganda, cargada de ideología burguesa, se han interpretado incorrectamente algunos acontecimientos políticos en América Latina, los mismos que han sido presentados como avances en la lucha de liberación y antiimperialista. Por ejemplo, Lula ganó las elecciones en Brasil y ahora es presidente de este país. Muchos pensaron que un dirigente sindical en el poder era suficiente para llevar este país por el camino de los cambios y de la lucha antiimperialista, y por que no socialista. Algunos dijeron, que con Lula América Latina dada un giro histórico y definitivo en la lucha de liberación. Desde su campaña electoral ofreció eliminar el hambre y la miseria en este país y esbozó su programa denominado "hambre cero’ pero sin embargo las masas siguen muriendo de hambre como en el pasado. Lula se declara antiimperialista, pero sin embargo paga religiosamente la ilegal deuda externa y permite que las grandes transnacionales sigan saqueando las inmensas riquezas de Brasil. Se autoproclama contra el neoliberalismo, pero sin embargo la clase obrera y el campesinado siguen sometidos a un brutal sistema de explotación capitalista y semifeudal. Declara ser partidario de la democracia, pero sin embargo desde que asumió el gobierno las fuerzas policiales y militares (de los cuales Lula es el jefe supremo) han asesinando a más de 50 trabajadores (la mayoría campesinos) por el hecho de protestar contra la injusticia en este país. Lula dijo que resolvería el problema de la violencia contra las masas pobres, pero sin embargo los grupos paramilitares de los terratenientes y propietarios de tierras siguen controlando cientos de grupos paramilitares que en complicidad con la policía y las autoridades del Estado han asesinado a decenas de pobladores y campesinos sin tierra. La misma comparación es válida para los gobiernos de Argentina y Bolivia, que sin ningún razón válida han sido rodeados de una aureola de antiimperialistas, democráticos y antineoliberales.
Tomar Brasil como ejemplo facilita una breve explicación sobre el problema del Estado y las formas de su organización. Lenin decía que la comprensión del Estado, era una "cuestión básica y fundamental de toda la política de clase", (2) y que la posición que se adopte frente a este problema define en gran parte la cuestión de la revolución proletaria. ¿Y qué es lo que determina el contenido de clase de un Estado?. El marxismo enseña "que la clase dominante en el terreno económico es también la fuerza dominante en el terreno político". Entonces lo determinante en el contenido de clase de un Estado, no son las cuestiones raciales, culturales o los rasgos personales de los lideres políticos. Que sea presidente un obrero, un campesino, un indio o un rubio, resulta un factor sin ninguna validez en la formación y naturaleza clasista del Estado. Lo determinante y fundamental es el lugar que ocupan las clases dentro del proceso de producción de bienes materiales. En otras palabras, el Estado pertenece a la clase o a las clases sociales que son propietarias de las fábricas, los bancos, los grandes comercios, las mejores tierras de cultivo, y otras riquezas de un país y que imponen a la sociedad un modo de producción determinado por sus intereses. Así para la teoría marxista el Estado es ante que nada una categoría histórica social, cuya esencia y naturaleza de clase esta determinada por la base económica en el que se constituye y se desarrolla. Además, como dijo Lenin, el ‘Estado es una maquina para mantener el dominio de una clase sobre otra" (3). Volviendo al caso de Brasil, habría que preguntarse ¿quiénes son las clases que controlan actualmente el Estado de Brasil?. ¿Serán los trabajadores del Partido de los Trabajadores (PT) que apoyaron la candidatura electoral de Lula, o tal vez los campesinos del movimiento sin tierra, que también votaron por el actual presidente?. Para acertar en la respuesta y buscar una solución simple a este problema, lo más conveniente es recurrir a la regla (ley del desarrollo histórico del Estado) respecto a quien controla la economía controla el Estado. En resumen, los dueños de las riquezas son también los dueños del Estado. Entonces, por deducción lógica, no cabe la menor duda que los propietarios del Estado que ahora administra Lula, son los mismos grandes burgueses y terratenientes que desde centenas de años controlan este país. Lula y su supuesto gobierno popular no ha cambiado absolutamente nada en este terreno. El Estado en Brasil sigue bajo el control absoluto de los grupos de poder y del imperialismo. Que Lula hable de revolución, de antiimperialismo, o de antineoliberalismo, es parte del juego político que le conviene ahora a la burguesía, y que en lo inmediato sirve como elemento de una estrategia de largo alcance para manipular y confundir a las masas pobres de este país.
Sistema de gobierno: la misma "chola con diferente pollera"
El marxismo enseña también, que una cosa es el tipo de Estado y otra el sistema de gobierno en el que se organiza la clase que controla el poder del Estado. No hay que creer que la esencia de clase de un Estado se define por el tipo de gobierno (republicano, democrático, tiránico, militar o civil) o por los discursos de los gobernantes. Un gobierno puede autocalificarse de socialista, populista, democrático, o como quiera, pero no por eso el Estado cambia su contenido de clase. Para mencionar algunos ejemplos: El régimen actual de China se llama socialista y comunista, pero el Estado chino es tan capitalista y reaccionario como cualquier país asiático de la orbita imperialista. Un poco antes, la Unión Soviética (URSS) se llamaba socialista después de 1956, pero su política nacional e internacional, era tan reaccionaria como la de los Estados Unidos. Así también en 1968 la dictadura militar en Perú, encabezada por el general Velasco Alvarado le gustaba llamarse un gobierno "de participación plena", "socialista", "no comunista ni capitalista" (ni hembra ni macho), pero sin embargo el Estado peruano (clasista y represivo) nunca dejo de pertenecer a los grandes burgueses y terratenientes de este país. Si se quiere ir más lejos, se puede ver que desde hace más de 190 años los gobiernos de América Latina se llaman "democráticos" y se dicen representantes de un "Estado de Derecho", que nunca ha existido.
El Estado, cualquiera sea la forma que adopte (república democrática, monarquía parlamentaria, dictadura militar, o dictadura civil, etc.) no pierde se naturaleza de clase y su carácter de maquinaria al servicio de la clase que controla el poder. El Estado puede adoptar diversas formas de gobierno, pero lo que no cambia es su esencia de clase. Este fenómeno viene desde la antigüedad. En el Estado esclavista ya se encuentran diferentes formas organizativas de gobierno. Dependiendo de los países y de la época había gobiernos monárquicos, república, y otros. Lo mismo fue en la época feudal y lo mismo sigue siendo en la actualidad. Según el marxismo, las formas de gobierno dependen de las condiciones sociales y políticas propias de cada país, pero lo más importante es no perder de vista el carácter de clase del Estado y a quién sirve este Estado. Veamos un ejemplo. En los primeros años de la década del 90 Augusto Pinochet (que se apoderó violentamente del poder en 1973), entrega el gobierno a Patricio Alwin representante de la Democracia Cristiana. En este "traspaso del poder" (vía elecciones) hay un cambio en la forma del gobierno, pero no así en el carácter de clase del Estado. Con Pinochet o con cualquier otro gobernante civil, el Estado chileno sigue en manos de los grupos de poder de este país que recurriran una y mil veces a la dictadura militar (con Pinochet o cualquier otro) para proteger sus intereses. El mismo ejemplo se puede ver en Perú. Con Alberto Fujimori (1990-2000) se implanta una dictadura militar y mafiosa. En el 2000 Fujimori (por decisión de los americanos) es reemplazado por Alejandro Toledo quien propagandiza que en el Perú se retomaba el Estado de Derecho y el sistema democrático. ¿Toledo trajo algún cambio al Perú?. Absolutamente ninguno. Los que detentan el poder del Estado ahora, y que decidieron la presidencia de Toledo, son los mismos que sostuvieron el gobierno de Fujimori. El Estado peruano, puede organizar su gobierno como quiera (civil o militar), pero su esencia de clase está determinada por el poder y la ubicación social y económica de los grandes burgueses y los terratenientes.
Bruselas, 29 de noviembre 2003.

Notas:
La Asamblea del Pueblo (Ágora, en griego), era el sistema de gobierno de los antiguos griegos de los periodos ateniense (Atenas) cuando aún no existía el Estado. En esa época el poder supremo de los ciudadanos era la Asamblea del Pueblo donde la población elegía libremente sus asuntos internos y el tipo de gobierno que requería. Esta Asamblea, juntos con los órganos de gobierno (el Consejo) no podían de ninguna manera actuar contra la voluntad soberana y el derecho de los ciudadanos. No había Estado y el poder del pueblo recaía en el pueblo en armas. A esto Federico Engels lo denominó, "democracia guerrera".

2. (Lenin Acerca del Estado, julio 1919 Obras Escogidas N° 3).
3. (Lenin Acerca del Estado, julio 1919 Obras Escogidas N° 3).