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La Izquierda debate

17 de marzo del 2004

Un seminario de lucha
El del PT de México

Miguel Urbano Rodrigues
Rebelión

El seminario internacional «Los partidos y una nueva sociedad» viene marcando una presencia precisamente por ser diferente de iniciativas del mismo género en las que predomina el carácter académico. Nació volcado para el debate de ideas, pero su objetivo principal es colocar ese debate al servicio de la dinamización de la lucha de los pueblos.

En una época en que los Foruns Sociales subestiman o excluyen a los partidos de izquierda de los grandes eventos, privilegiando los movimientos sociales, y olvidando que la acción de unos y otros debe ser complementaria, el seminario anual del Partido del Trabajo se empeña simultáneamente en debatir grandes problemas de nuestro tiempo y en estimular la acción, conciente de que las organizaciones revolucionarias tienen un papel insustituible que cumplir en la crisis de civilización que vivimos.

No es una casualidad que partidos comunistas como el de China, el de la Federación Rusa y el vietnamita hayan auspiciado este VIII seminario tal como la mayoría de los partidos comunistas de América Latina y del Caribe.

Es positivo que el Partido del Trabajo de México utilice un porcentaje de los subsidios que recibe del estado (lo que es una excepción absoluta en el país) para viabilizar iniciativas orientadas al debate creador de grandes problemas del mundo contemporáneo, resultantes de la estrategia de un sistema de poder que asume ya matices neofascistas, amenazando incluso la continuidad de la vida.

Sería sin embargo un error extraer la conclusión de que el conjunto de intervenciones se caracterizó invariablemente por un alto nivel y expresó un pensamiento uniformemente revolucionario. No. El seminario reflejó la imagen de la izquierda latinoamericana, sus contradicciones, la confusión ideológica que resulta de la complejidad de la crisis internacional y de las peculiaridades del sistema de dominación imperial.

La lucidez predominó. La comunicación presentada por Alberto Anaya, el destacado dirigente del Partido del Trabajo, marcó de alguna manera el espíritu del seminario, iluminando bien la crisis del sistema capitalista -- simultáneamente cíclica y estructural--, sugiriendo el camino de la lucha de los pueblos como el único que puede conducir a la derrota del engranaje de dominación.

La delegación cubana, la más numerosa, llevo a México la imagen de su país, condensada en intervenciones diversificadas sobre la historia, la educación, la cultura, la juventud, los trabajadores, la solidaridad internacionalista, etc. De una docena de intervenciones se destacó por el rigor y profundidad ideológica, la de Roberto Regalado Álvarez, un amplio panel de los desafíos que las naciones al sur del río Bravo enfrentan, insertos en la crisis global del sistema de poder.

La presencia de América Latina fue, naturalmente, masiva. Las intervenciones de la delegación venezolana -sobre todo la del embajador Lino y la de Rafael Uzcátegui--, reflejaron la firmeza con que el pueblo de Bolívar y Chávez defiende su revolución y, luchando por profundizarla, avanza con la historia.

Entre docenas de ponencias se hace difícil recordar lo más importante y original que fue transmitido a un plenario en el cual predominaron dirigentes políticos y sindicales e intelectuales de izquierda llegados de 26 países de América, Europa, Asia y África.

Escuché con especial interés las del dominicano Isa Conde, del chileno Julio Uga, del peruano Renan Muñoz, de la argentina Emilia Segotta, de la salvadoreña Blanca Flor, del brasileño Geraldo Barbosa, de la estadounidense Katleen Chandler.

Llamó mucho la atención la ponencia presentada por He Jun, del CC del Partido Comunista de China, sobre «La teoría y la práctica del socialismo con las peculiaridades chinas». Con franqueza poco habitual en conferencias internacionales, Jun subrayó que «China se encuentra y se encontrará, en la etapa primaria del socialismo». Alejándose de posiciones maximalistas, comunes en Europa y América Latina en trabajos sobre China, criticó a los que toman deseos por realidades y señaló como tarea central del Partido en la etapa primaria del socialismo -pues China no es aún un país socialista- el desarrollo de las fuerzas productivas sociales .

China -dijo- realizó extraordinarios progresos, el crecimiento de su PIB es el más elevado del mundo, «sin embargo, quedan a la zaga los proyectos sociales en materia de cultura, educación, asistencia médica, salud, entre otros». Comentando debilidades del proceso y grandes retos del presente, lamentó que más de 110 millones de chinos enfrenten problemas tales como carencias en la asistencia social o alimentarias, o sobrevivan gracias a subsidios del estado.

Fue una de las ponencias más aplaudida y que más impacto tuvo.

CONTRADICCIONES

A lo largo del seminario se hizo evidente la contradicción entre dos perspectivas cuyo distanciamiento refleja no sólo visiones diferentes sino opciones ideológicas también diferenciadas, lo que tiene efectos importantes en las estrategias y formas de lucha.

La vieja antinomia reforma-revolución apareció con mayor o menor nitidez en muchas ponencias, aunque algunos oradores no demostraron conciencia plena de sus opciones reformadoras del capitalismo. Igual de significativo fue el contraste entre el posicionamiento de los que priorizan el trabajo de elaboración teórica de proyectos de construcción del futuro, subvalorando las luchas del presente, y los que se plantean como tarea primera la movilización de los partidos y organizaciones revolucionarios y movimientos sociales para el combate contra el sistema de poder que amenaza a la humanidad.

Tales contradicciones se manifestaron obviamente en la calidad de las intervenciones en el transcurso de los debates.

Recuerdo, por ejemplo, la confusión resultante de la ponencia de un profesor universitario mexicano que, al disertar sobre la temática fundamental del petróleo y su escasez creciente, habló como un charlatán. Su hambre de palco era tal que, más allá de citar estadísticas no rigorosas sobre reservas y costos de producción y precios hipotéticos no vaciló en afirmar que México ya era la séptima economía del mundo. Siendo formalmente de izquierda, discursos de puro exhibicionismo como ese solo sirven a la derecha.

Por una casualidad feliz, el orador siguiente fue uno de los más talentosos profesores de economía de la UNAM, Arturo Huerta -autor de «La economía política del estancamiento»- que insertó en una crítica global al neoliberalismo el análisis científico de las consecuencias de las políticas de ajuste y del TLCAN en la devastadora crisis mexicana.

En lo que concierne al petróleo, un ecuatoriano, Víctor Hugo Jijón, hizo una presentación de alto nivel sobre «La dimensión energética militar del ALCA y los desafíos de la integración latinoamericana». Recurriendo a proyecciones, esbozó el cuadro mundial del agotamiento muy rápido de las reservas comprobadas de petróleo, situación con implicaciones conocidas en la política de las guerras preventivas de los EE UU, el saqueo de recursos naturales y la irracionalidad de su estrategia de dominio mundial.

Mientras transcurría el seminario, concluía en Haití la intervención militar de los EEUU, con la complicidad activa de Francia y el aval del Consejo de Seguridad de la ONU.

La ausencia de una delegación de aquel país caribeño fue suplida en la medida posible por una intervención del dominicano Narciso Isa Conde quien expuso los antecedentes históricos de la situación que sirvió de pretexto al desembarco de los marines.

La solidaridad con el pueblo haitiano quedó bien expresada en una de las resoluciones más aclamadas del seminario. Al condenar la intervención imperial, y exigir su fin inmediato, identificó en ella una amenaza global a los pueblos de América Latina y del Caribe, de modo especial a la Venezuela bolivariana, a la Revolución cubana y a la insurgencia colombiana.

El conjunto de resoluciones aprobadas sobre luchas en desarrollo -Palestina, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Argentina, Iraq, Bolivia, El Salvador, Ecuador, entre otras- y un saludo cálido a Gladys Marín surgieron como expresión del espíritu internacionalista de un seminario en el que, a lo largo de tres días, fue permanente y conmovedora la solidaridad con los pueblos que luchan contra el imperialismo, que son víctimas de agresiones directas o indirectas de su sistema de poder.

La Habana, 13 de marzo de 2004
Traducción de Marla Muñoz