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La Izquierda debate

1870 - 1924
23 de enero de 2004

LENIN SIEMPRE

RAÚL VALDÉS VIVÓ *
Granma/Altercom
El hombre excepcional, sabio, valiente y bueno, que físicamente murió un día como hoy hace 80 años es, ante todo, un revolucionario. De Lenin dijo Gramsci que se había rebelado contra la principal obra teórica de Marx, El Capital, por haber concebido y dirigido la revolución proletaria en un país que de acuerdo con su letra era inconcebible que fuera el primer lugar en que ocurriera. En efecto, Rusia no tenía suficiente desarrollo capitalista y más bien padecía por su insuficiente desarrollo. Lo dijo el propio Lenin en un trabajo juvenil que es la continuación de esa monumental obra de Marx, sin la cual es imposible comprender el mundo actual.
Fidel, antidogmático por genuino marxista-leninista, jefe de una revolución todavía menos previsible a la luz de la teoría tal como la dejaron Marx y Engels, ha dicho que el fundador del Partido de nuevo tipo sustituyó el esquema concebido por sus geniales maestros y, cuando comprobó que no era hacedera la revolución socialista mundial, a comenzar simultáneamente en los países más avanzados, para de ahí abarcar todo el planeta, elaboró la teoría de que la revolución debía comenzar por los eslabones más débiles en la cadena de opresión del imperialismo. De esa forma volcó la lucha de los pueblos de los países subdesarrollados en el torrente al que también pertenecen los pueblos de los países desarrollados. Por similares caminos para las naciones coloniales anduvieron Simón Bolívar y José Martí.
Mejor que nadie, Lenin analizó el imperialismo como fase última y final del capitalismo, y defendió la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, una vez triunfante en aquella sexta parte del planeta dos revoluciones, que se volvieron una sola por la participación de los trabajadores a la vanguardia: la revolución que echó abajo al zar feudal y la que, de inmediato, derrocó al capitalismo. En Rusia, que en su seno unía el Tercer Mundo, sobre todo en la periferia del imperio zarista, y bastiones del desarrollo capitalista en su capital, Petrogrado, se llevó a cabo la insurrección proletaria el 7 de noviembre de 1917.
Lenin dirigió al primer Estado obrero y campesino de la historia en la Guerra Civil contra las clases explotadoras internas y bajo la intervención de 14 países extranjeros, entre ellos Estados Unidos, y antes de morir pudo decir con orgullo que todos sus enemigos habían sido derrotados.
Pensó ir a toda marcha al socialismo, pero como ningún otro pueblo europeo logró que triunfara la revolución socialista, no vaciló en sustituir el comunismo de guerra por la NEP, que mantenía rasgos capitalistas dentro del país amenazado de perecer por el hambre, la incultura y la miseria.
Al cerrar Lenin sus pupilas, insomnes de tanto buscar lo que fuera nuevo en la vida y la ciencia, en 1924, a los 54 años, los soviéticos siguieron adelante, construyeron el socialismo y supieron defenderlo de la agresión de la Alemania nazi, que había fácilmente ocupado casi toda Europa y era aliada de Japón, que le había arrebatado a Francia y Gran Bretaña sus colonias en Asia y poseía parte de China. A la vez, no faltaron errores graves y hasta crímenes, que hacían notar la ausencia del Marx del siglo XX.
El error más grave consistió en que el Partido, renegando en los hechos de los principios leninistas que se repetían hasta el cansancio, devino su propio contrario, una organización burocrática y corrompida, lo mismo que el Estado, que el Partido dirigía con métodos de ordeno y mando y suplantaba a la sociedad civil. Esas tendencias negativas hicieron que el Partido fuera perdiendo terreno en la lucha ideológica. Y un día, sin dispararse un solo tiro, la URSS desapareció y, con ella, el campo socialista europeo, revelando el fracaso de un modelo y la labor de zapa de adversarios implacables.
El imperialismo creyó entonces que de veras estaba Lenin históricamente muerto. Uno de sus corifeos llegó a proclamar el fin de la historia, la eternización del imperialismo neoliberal. En esas condiciones, acicateados por la crisis integral que Lenin precisó y el fantasma de la Gran Depresión de 1929, su prepotencia y desprecio a los demás, su racismo y xenofobia, una parte de la oligarquía financiera yanqui y sus compinches en la extrema derecha del Partido Republicano y la mafia fascista de Miami, llevaron al poder a la camarilla de Bush, violentando el resultado de las elecciones presidenciales. El objetivo es doble: en política exterior aplicar las recetas nazis de las guerras preventivas, y tener de reserva el uso de la mano dura contra el pueblo, de volver este a imponer su voluntad de paz, como durante la guerra de Viet Nam, y acercarse a cambios sociales profundos.
Ignorante es el que no lea a Lenin, les dijo Fidel a los verdugos, ya manchados de sangre joven, que se ufanaron de haber descubierto que los moncadistas tenían libros suyos. Y al triunfar la Revolución apareció él en los millones de cubanas y cubanos que a nada temen, con su Partido martiano y leninista al frente, mientras perfeccionan su obra creadora y se aprestan a la defensa de la revolución con todo el pueblo, siguiendo el principio leninista que tampoco ha perecido.
En la lucha por una cultura general integral, en la Batalla de Ideas, en los niños que juegan en el parque que lleva su nombre, Lenin vive. Está en el recuerdo del Che, que encarna el hombre nuevo que también es Lenin. En los Cinco Héroes, que adelantan el temple y el valor de todo el pueblo. En nuestros ya legendarios médicos internacionalistas, marcha Lenin, como también en las legiones de maestros, combatientes y trabajadores del deporte que han seguido fieles a sus enseñanzas.
Las lecciones de Lenin de que las revoluciones tienen que surgir de las realidades de cada país y que la teoría es solo la luz para encontrar los caminos, se confirman en el despertar colérico de nuestros pueblos, de la Venezuela bolivariana a la Argentina que se yergue, del Brasil que se dignifica a la Bolivia que lucha por su gas y su perdido mar, de Centroamérica sembrada de mártires al Uruguay cuyo pueblo se levanta, dondequiera que se lucha contra los secuaces del ALCA anexionista.
La resistencia del pueblo de Palestina contra los ocupantes israelitas y de los iraquíes contra los invasores, no son ajenas al espíritu leninista. Igual ocurre en África irredenta. En los avances de China, Viet Nam, Laos, y la defensa de Corea de su derecho a reunificarse, está Lenin, dentro de las particularidades en las que insistía como reflejo vivo del proceso histórico general único. En el Foro Social Mundial que sesiona en la India, Lenin grita: ¡Otro mundo es posible!
Por ser padre e hijo de la Revolución, y puesto que nada ni nadie puede detener las revoluciones sociales que salven al género humano de la desaparición que lo amenaza, en nuestra consigna de: ¡Hasta la victoria siempre!, está la convicción de Lenin siempre.
*Raúl Valdés Vivó: escritor y diplomático cubano.