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La Izquierda debate

25 de diciembre del 2003

Polémica con Marta Harnecker - Ideas para la lucha (7)
El creciente escepticismo popular

Malime
Rebelión

Marta Harnecker a través de sus 14 puntos, aunque nos anuncia un nuevo trabajo dando soluciones a esos puntos que nos expone, por el contenido y forma de estos, me temo que la solución que nos propondrá, no contribuirá a acabar con el escepticismo popular. En la exposición de esos puntos parte de una premisa: acepta en la lucha política el marco institucional del sistema. Del conjunto de sus puntos no se vislumbra una crítica al marco en que debe plantearse la alternativa de lucha política. En el punto 9 dice: "La gente común y corriente está harta del sistema político tradicional y quiere cosas nuevas, quiere cambios, quiere nuevas formas de hacer política, quiere una política sana, quiere transparencia y participación, quiere recuperar la confianza." Podría inducir a que se planteen otras alternativas de lucha políticas desarrolladas por los denostados teóricos marxistas, sobre todo la forma revolucionaria más desarrollada por Lenin.

Bastaría con que desarrollase críticamente estos puntos para que los demás no fuera necesario enumerarlos. No tendría necesidad de plantearse esta comparación: "... las grandes limitaciones que hoy tienen nuestros sistemas democráticos, muy diferentes a los que existían a antes de las dictaduras militares." Comprendería que no es cuestión de añorar la vuelta a las formas del liberalismo anteriores al de las dictaduras militares para recuperar la "democracia". Aquellas formas nos trajeron estas formas. Samin Amir en ponencia presentada en la conferencia de CLACSO en La Habana, noviembre 2003 Geopolítica del imperialismo contemporáneo, (publicada en Rebelión) explica como algo propio de la naturaleza del capitalismo lo que estamos viviendo, aludiendo a su vez a lo que ya descubrió Marx en su crítica del capitalismo.

"Nuestros sistemas democráticos", no son nuestros sistemas, si se refiere a los de la clase social que pretende defender, tampoco nos vale esa expresión genérica que implícitamente es contradictoria, esos sistemas "democráticos", (es necesario repertirnolo constantemente) no son los nuestros, son los de ellos, los de la clase social en el poder. Ni antes, ni ahora esas formas de democracia fueron transparentes, ni participativas de forma permanente para el conjunto del pueblo trabajador. Eran y son formas donde la democracia participativa se delega en la clase política constituida por los diferentes partidos políticos integrados en el sistema dominante. No vale quejarse de cómo se toman las decisiones cuando nos dice: "Grupos de profesionales y no de políticos son los que hoy adoptan las decisiones ... Sus decisiones se adoptan al margen de los partidos". Esas decisiones siempre se han tomado en los estados mayores del capitalismo, en cerrados despachos sin luz ni taquígrafos. Los partidos en el parlamento son parte del sistema, por muy de izquierda que se consideren. Sus programas, sus estatutos que hablan del socialismo y del comunismo, son frases hueras que nunca se podrán implantar a través de ese sistema de democracia.

Las grandes decisiones, ya lo denunció Lenin en donde se adoptaban cuando realizó su crítica a la democracia burguesa, al parlamentarismo "banal", cuyo único fin era el de confundir y embaucar "al vulgo". Pero su crítica iba más allá de la que nos refleja Marta con su mención de los partidos, criticaba la forma de democracia delegada, la falta de democracia directa, no de los partidos sino del propio pueblo, impedido del control y de la revocación en todo momento de los mandatarios elegidos a los diferentes niveles de gestión administrativa. Él, sí ofreció una forma alternativa que cuestionaba el fondo del sistema capitalista y que serviría como forma de poder del nuevo orden económico socialista.

No tengo más remedio que reproducir a continuación íntegramente el siguiente punto, ya que en él se manifiesta el escepticismo de las masas, que aunque siendo cierto lo que dice no apunta la causa que lo provoca e impide la verdadera solución. De su enunciado se desprende un reproche más moralista que dialéctico materialista.

"8. Tenemos que tener muy presente que cada vez más la gente rechaza las prácticas partidarias clientelistas, poco transparentes y corruptas, de aquellos que sólo se acercan al pueblo en momentos electorales, que pierden energías en luchas intestinas, de fracciones y pequeñas ambiciones; donde las decisiones son adoptadas por las cúpulas partidarias sin una real consulta con las bases y prima el liderazgo unipersonal sobre el colectivo. Repudia crecientemente los mensajes que se quedan en meras palabras, que no se traducen en actos."

La estructura organizativa y los vicios de los partidos son fruto del medio en que se desenvuelven, de la forma en que se condiciona la participación del pueblo en la acción política. Todo partido, por muy ambiciosa que sea su meta, es absorbido por la dinámica corrupta que en sí encierra el propio sistema. La falsa división impuesta a la sociedad, asumida por el conjunto de los partidos y el conjunto de la ciudadanía, esa falsa división entre clase política y sociedad civil, como si esa sociedad civil no fuera capaz, con la necesaria formación y medio organizativo adecuado, poder actuar políticamente de forma permanente y directa. Como si fuera una subclase a la que se la considera válida para hacer política, sólo cuando deposita el papelillo en la urna cada cuatro años. Al pueblo no hay que acercársele como nos dice, sino contribuir a que recupere el protagonismo que le corresponde en el proceso revolucionario. Y eso solo es posible conseguirlo con una estructura organizativa de participación política que se adecue a la realidad, a la necesidad en que se ubica el pueblo trabajador.

El pueblo en situaciones de agudización de crisis del sistema, históricamente ha respondido de forma espontánea con formas propias de organización politica, Marx lo resaltó con la experiencia de la Comuna de París y Lenin con el surgimiento del Soviet en 1905, y en España también durante la dictadura franquista surgieron esas formas alternativas que partían de los centros de producción, de los barrios, como fueron las formas que se articularon en torno a las Comisiones Obreras y el Movimiento Vecinal, por el movimiento estudiantil e intelectual e incluso con la Unión Democrática Militar. Formas que fueron arropadas por el Partido Comunista de España. Y no podemos olvidar que si lo pudo hacer fue porque el partido disponía de una estructura organizativa revolucionaria, donde los militantes podían vincularse directamente a las masas trabajadoras en los centros de producción y en los barrios. El partido bolchevique aun siendo minoritario en el soviet, llegada la gran contradicción que se produjo en febrero de 1917, si pudo orientar e influir para que aquella crisis del sistema no se recompusiera mediante la Duma burguesa, sino que el poder desde abajo, desde la calle que estaba en el pueblo organizado a través del soviet pasara a esta forma de poder verdaderamente democrático. Si los partidos de izquierda en algo se deben diferenciar del espontaneismo de las masas, es precisamente en su supuesto conocimiento de la teoría alternativa al capitalismo que no puede ser otra que la marxista y leninista, lo cual les capacitaría para trasmitir y educar al pueblo para que pueda recuperar el protagonista histórico del proceso revolucionario que le correspone, y que los espontaneismos autodisolventes de masas dejen de serlo y se conviertan en organización permanente de lucha y de poder.

Las luchas intestinas partidarias son el reflejo interno de lo que se da en el entorno general del sistema político, de ese tipo de democracia impuesta que penetra hasta en los partidos con estatutos y programas que hablan de socialismo y comunismo. El maquiavelismo burgués, individualista del poder sobre el poder del pueblo, también se refleja en los partidos integrados en el juego político impuesto. El poder del que se considera superior y lo justifica todo para imponer al pueblo su creencia liberadora. Lo acabamos de ver en la propia IU, en todo su proceso preasambleario hasta la VII Asamblea Federal y en ella misma. De esos barros vienen los mensajes que se quedan en meras palabras y que no se traducen en acción revolucionaria. Todo se justifica en el intento de conseguir mejores resultados electorales a las instituciones burguesas. El planteamiento crítico revolucionario es considerado izquierdista y fuera de la realidad. Para ellos lo que impera es la realidad burguesa.

De los puntos que nos ofrece Marta Harnecker en ninguno se desprende una alternativa revolucionaria, sí un reproche moralista hacia los partidos de izquierda para que se acerquen más a los movimientos sociales, no solo en los procesos electorales. No comprende la interrelación dialéctica existente entre partido-masa organizados a través de los diversos movimientos sociales. Los partidos revolucionarios no son cosa aparte, los militantes de los partidos revolucionarios tienen que ser parte fundamental, organizativa y educadora de los movimientos sociales, para que estos se eduquen y funcionen revolucionariamente, para coordinados todos, los diversos movimientos sociales alternativos, llegada la gran contradicción provocada durante el proceso de lucha, poder conquistar, asumir y administrar el poder al día siguiente de la revolución. Marta pretende que los partidos sean más democráticos internamente, sin la menor crítica a la forma orgánica de funcionamiento, a la democracia burguesa que lo pervierte todo, incluso la organización interna de los partidos. Pretende que los partidos de izquierdas sean más respetuosos desde el concepto abstracto de democracia, más respetuosos con el pueblo pero sin el pueblo.

Desgraciadamente ella y no solo ella, ya no se plantean aquella pregunta que siempre estaba en la mente de Lenin: ¿Democracia para que clase? Porque evidentemente, simplemente por la forma, lo que es democracia proletaria, es dictadura para la burguesía, reducida a la simple condición de ciudadano, sin posibilidad de instrumentalizar a la clase política en el ejercicio político de la democracia delegada por parte del pueblo, para que sirva a sus intereses. Sin democracia delegada la burguesía no tiene poder, es minoritaria, no puede corromper, ni pervertir. Los ciudadanos burgueses no podrían convencer como ahora lo consiguen con la colaboración de la clase política para que se recorten los gastos sociales, para justificar se invierta en presupuestos militares en vez de en mejoras sociales, para que del desarrollo tecnológico se beneficien los trabajadores reduciéndose las jornadas laborales, en vez de despedir a la mano de obra sobrante, no podrían argumentar la prepotencia del mercado sobre los consumidores. La planificación de los presupuestos no podrían plantearse desde la perspectiva de las leyes del mercado, sino desde los intereses prioritarios de todos los ciudadanos.

Marta Harnecker - Ideas para la lucha (7): Rebelión
http://www.rebelion.org/harnecker/031222harnecker.htm