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La Izquierda debate

6 de febrero del 2004

La demonización de Slodoban Milosevic

Michael Parenti
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Los dirigentes estadounidenses profesan una entrega a la democracia. Si embargo, durante las cinco últimas décadas gobiernos elegidos democráticamente -culpables de introducir programas económicos redistributivos o si no, de reivindicar trayectorias independientes que no encajan bien en el sistema de mercado libre global patrocinado por EEUU- se han visto a sí mismos en el punto de mira del estado de seguridad nacional estadounidense. Así, gobiernos democráticos en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Chipre, la República Dominicana, Grecia, Guatemala, Haití, Siria, Uruguay y de muchas otras naciones, fueron derrocados por sus respectivas fuerzas militares, financiadas y asesoradas por EEUU. Entonces, los dirigentes militares recién instalados deshicieron las reformas igualitarias y abrieron de par en par sus países a los inversores de empresas extranjeras.

El estado de seguridad nacional estadounidense ha participado también en acciones encubiertas desestabilizadoras, guerras de poderes mercenarios o ataques militares directos contra gobiernos revolucionarios o nacionalistas en Afganistán (a mediados de los ochenta), Angola, Camboya, Cuba, Timor Este, Egipto, Etiopía, Islas Fiji, Granada, Haití, Indonesia (bajo Sukarno), Irán, Jamaica, Líbano, Libia, Mozambique, Nicaragua, Panamá, Perú, Portugal, Siria, Yemen del sur, Venezuela, (bajo Hugo Chávez), Sahara occidental e Iraq (bajo el autocrático y apoyado por la CIA Sadam Husein, después de que emergiera como un nacionalista económico y tratara de obtener mejores resultados con los precios del petróleo).

El método propagandístico utilizado para desacreditar a muchos de estos gobiernos no es particularmente original, es más, a estas alturas es transparentemente predecible. Se denuncia a su dirigentes por grandilocuentes, hostiles y psicológicamente fallidos. Son catalogados de demagogos hambrientos de poder, de volubles hombres fuertes y de la peor ralea de dictadores relacionados con el propio Hitler. Los países en cuestión son denominados Estados "terroristas" o "canallas", culpables de ser "anti-estadounidenses" o "anti-occidentales". Una selecta minoría es incluso condenada como miembros de un "eje del mal". Cuando los dirigentes estadounidenses ponen en su punto de mira un país y demonizan a su dirigente, están apoyados por publicistas que ideológicamente sintonizan con ellos, expertos, académicos y ex - funcionarios del gobierno. Juntos crean un clima de opinión que permite a Washington hacer lo que sea necesario para ocasionar un grave daño a la infraestructura y población de la nación designada, todo en nombre de los derechos humanos, la lucha contra el terrorismo y la seguridad nacional.

No hay mejor ejemplo de esto que la infatigable demonización del elegido democráticamente presidente Slodoban Milosevic y las guerras contra Yugoslavia apoyadas por EEUU. Louis Sell -funcionario de Asuntos Exteriores estadounidense- ha escrito un libro ( Slodoban Milosevic and the Destruction of Yugoslavia, Duke University Press, 2002), que es una obra cumbre sobre Milosevic, cargada con las habituales imágenes prefabricadas y las presunciones políticas del estado de seguridad nacional estadounidense. El Milosevic de Sell es una caricatura, una persona astuta ávida de poder y un loco enfurecido que ataca a confiados camaradas y se aprovecha de las divisiones dentro del partido.

Este Milosevic es al mismo tiempo un "socialista ortodoxo" y un " oportunista nacionalista serbio", un demagógico "segundo Tito" hambriento de poder que quiere poder dictatorial sobre toda Yugoslavia y simultáneamente lleva a cabo ansiosamente políticas que "destruyen el Estado que creó Tito ". El autor no demuestra por medio de referencias a políticas y programas específicos que Milosevic es responsable del desmembramiento de Yugoslavia, simplemente nos lo dice una y otra vez. Uno podría pensar que quizá tengan algo que ver en esto los secesionistas eslovenos, croatas, bosnios musulmanes, macedonios y albaneses de Kosovo, y los intervencionistas de EEUU/OTAN .

En mi opinión, el verdadero pecado cometido por Milosevic fue resistirse al desmembramiento de Yugoslavia y oponerse a la imposición de la hegemonía estadounidense. También trato de evitar a Yugoslavia lo peor de las despiadadas privatizaciones y reducciones que habían aquejado a otros antiguos países comunistas. Yugoslavia fue la única nación de Europa que no solicitó entrar en la Unión Europea o en la OTAN o en la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, en sus siglas en inglés).

Para algunos intelectuales de izquierda la antigua Yugoslavia no podía ser calificada de Estado socialista porque había permitido que las corporaciones privadas y el FMI penetraran excesivamente. Pero los políticos estadounidenses son bien conocidos por no ver el mundo de la misma manera que los puristas intelectuales de izquierda. Para ellos, Yugoslavia era suficientemente socialista con su desarrollado sector humano de servicios y una economía que era pública en más de un 75 %. Sell deja bien claro que la propiedad pública de Yugoslavia y la defensa de Milosevic de esta economía fueron una consideración central en la guerra de Washington contra Yugoslavia. Milosevic, se queja Sell, estaba "comprometido con el socialismo ortodoxo". "Describía la propiedad pública de los medios de producción y el continuo énfasis en la producción [estatal] de mercancías como las mejores garantías de prosperidad". Tuvo que irse.

Para exponer sus argumentos en contra de Milosevic, Sell recurre con frecuencia al habitual argumento ad hominem. Así leemos que en su infancia Milosevic era "un tanto mojigato" y, por supuesto, "un solitario por naturaleza", un tipo extraño de niño porque "no le interesaban los deportes ni otras actividades físicas" y "desdeñó las travesuras infantiles a favor de los libros". El autor cita a un anónimo compañero de clase que informa de que la madre de Solodoban "lo vestía de forma graciosa y lo mantuvo blando". Peor aún, Slodoban nunca se unía a ellos cuando los demás niños robaban en los huertos --sin lugar a dudas, un signo indiscutible de patología infantil.

Más adelante Sell describe a Milosevic como "taciturno", "inclinado a la vida recluida" y dado a un "fatalismo tozudo". Pero los propios datos de Sell -cuando hace una pausa en su negativa caracterización y pasa a los detalles- contradicen el estereotipo de inadaptado "solitario taciturno". Reconoce que el joven Milosevic trabajó bien con otros jóvenes cuando empezó la actividad política. Lejos de ser incapaz de formar relaciones estrechas, Slodoban conoció a una chica, su futura mujer, y disfrutaron de un duradero vínculo de por vida. Al principio de su carrera, cuando estaba al frente del Beogradska Banka, se dice que Milosevic era "comunicativo, se preocupaba por el personal del banco y era popular entre su personal".Otros amigos lo describen como una persona que se llevaba bien con la gente, "comunitario y relajado", un fiel esposo para con su mujer, y un orgulloso y devoto padre para con sus hijos. Y Sell admite que Milosevic era a veces "seguro de sí mismo", "extrovertido" y "carismático". Pero el estereotipo negativo está tan firmemente arraigado por las repetitivas aseveraciones (y por años de propagación por parte de los media occidentales y de los círculos oficiales) que Sell puede limitarse a pasar por encima de las pruebas que lo contradicen -aun cuando sea el propio Sell quien las proporciona.

Sell hace referencia a un anónimo "psiquiatra estadounidense que ha estudiado a Milosevic de cerca". Por "de cerca" debe de querer decir de lejos ya que ningún psiquiatra estadounidense ha tratado nunca, ni siquiera entrevistado, a Milosevic. Este psiquiatra no citado y carente de nombre supuestamente diagnosticó al dirigente yugoslavo una personalidad "malignamente narcisista". Sell nos dice que este maligno narcisismo llena a Milosevic de autodecepción y lo deja con una "personalidad tediosa" que es una "farsa". "Las personas con el tipo de personalidad de Milosevic con frecuencia no pueden o no quieren reconocer la realidad de hechos que divergen de su propia percepción de la manera como es el mundo o debería ser". ¿Cómo sabe todo esto en Dr. Sigmund Sell? Parece encontrar la prueba en el hecho de que Milosevic osó haber trazado una trayectoria que difería de la que emanaba de Washington. Sin lugar a dudas sólo una patología personal puede explicar tamaña obstinación "anti-occidental". Además, se nos dijo que Milosevic tenía el "punto flaco" de que no haberse sentido nunca cómodo con la noción de propiedad privada. Si esto no es una prueba de maligno narcisismo, ¿qué es entonces? Sell nunca considera la posibilidad de que él mismo, y los intervensionistas globales que piensan como él, no puedan o no quieran "reconocer la realidad de hechos que divergen de su propia percepción de la manera como es el mundo o debería ser".

Milosevic, se nos dice repetidas veces,, cayo bajó la creciente influencia de su mujer, Mirjana Markovic, "el auténtico poder tras el trono", incluso en una ocasión la llama "Lady Macbeth".La retrata como una verdadera chiflada, entregada a una ira incontrolable; sus ojos "vibraban como un animal asustado"; "padece esquizofrenia profunda" con un "endeble conocimiento de la realidad" y es una "hipocondríaca" incurable. Además, no aparenta "gran cosa" y tiene una personalidad "fantasiosa" y "traumatizada". E igual que su marido, con el que comparte "una relación muy anómala", tiene una "relación autista con el mundo". Peor aun, tiene una "ideología marxista dura". Se nos deja que nos preguntemos cómo el disfuncional y autista Milosevic fue capaz de trabajar como un popular profesor universitario, organizar y dirigir un nuevo partido político y desempeñar un papel activo en la resistencia popular contra el intervencionismo occidental.

En este libro cada vez que se citan las palabras de Milosevic o de cualquiera de su círculo, estos "gruñen", "hablan a borbotones", "hablan entre dientes" o "se cacarean". En cambio los políticos que se han ganado la aprobación de Sell "observan", "exponen", "hacen notar" y "concluyen". Cuando uno de los superiores de Milosevic expresa su inquietud acerca de los "ruidosos serbios de Kosovo" (como los llama Sell) que se manifestaban en contra de los maltratos que sufrieron en manos de los secesionistas albano kosovares, Milosevic "dice entre dientes": "¿Por qué tiene tanto miedo de la calle y del pueblo?". Alguno de nosotros podía pensar que ésta es una muy buena pregunta para hacer entre dientes a un dirigente del gobierno, pero Sell la considera una prueba de la demagogia de Milosevic.

Cada vez que Milosevic hacía algo que ayudara al ciudadano común, como cuando gravó los intereses de las cuentas en moneda extranjera -una política que fue impopular entre las élites serbias pero que fue apreciada por los estratos más pobres de la población- es descalificado como manipulador del favor popular. Así tenemos que aceptar la palabra de Sell de que Milosevic nunca quiso el poder para evitar el hambre sino que simplemente estaba hambriento de poder. Sell opera con un paradigma no falso-fiable. Si el líder en cuestión es irresponsable respecto al pueblo, esto es una prueba de su propensión dictatorial; si es responsable respecto al pueblo, esto demuestra su demagógico oportunismo.

Al mantener la visión del mundo oficial estadounidense, Sell etiqueta a "Milosevic y a sus subalternos" de "partidarios de la línea dura", "conservadores" e "ideólogos"; son "anti- occidentales" y están encerrados en el "dogma socialista". En cambio, los secesionistas croatas, bosnios, y albano kosovares que trabajaron duramente para desmembrar Yugoslavia y entregar a sus respectivas repúblicas a las tiernas bendiciones de la reducción neocapitalista son identificados como "reformistas económicos", "los dirigentes neoliberales" y "pro-occidentales" (léase, capitalistas a favor de las empresas transnacionales). Sell considera la "democracia al estilo occidental" y la " moderna economía de mercado " como correlativos necesarios. No tiene nada que decir acerca de las tremendas dificultades de los países de la Europa del este que abandonaron sus deficientes pero soportables economías planificadas por las despiadadas exacciones del liassez-faire del capitalismo.

La sensibilidad de Sell frente a la demagogia no se extiende a Franco Tudjman, el croata cripto-fascista y anti-semita que dice bondades de Hitler y que impuso su severo gobierno autocrático a la recién independiente Croacia. Trujman descalificó el Holocausto considerándolo una exageración y aclamó abiertamente a la Ustashe nazi croata de la Segunda Guerra Mundial (1). Incluso llegó a incluir en su gobierno a algunos veteranos dirigentes de la Ustashe. Sell no dice ni una palabra de todo esto y considera a Trujman sencillamente como buen veterano nacionalista croata. Del mismo modo tampoco tiene palabras críticas para el dirigente bosnio musulmán Alija Izetbegovic. Comenta lacónicamente que en 1946 Izetbegovic "fue condenado a tres años de cárcel por pertenecer a un grupo llamado los Jóvenes Musulmanes". Uno se queda con la impresión de que el gobierno comunista de Yugoslavia había suprimido a un devoto musulmán. Lo que Sell no menciona es que durante la Segunda Guerra Mundial el joven musulmán reclutó activamente a unidades musulmanas para las SS nazis; estas unidades perpetraron horribles atrocidades contra el movimiento de resistencia y la población judía de Yugoslavia. Izetbegovic se libró con una sentencia de sólo tres años.

En este libro se dice muy poco de la limpieza étnica perpetrada contra los serbios por dirigentes apoyados por EEUU como Trujman e Izetbegovic durante y después de las guerras contra Yugoslavia respaldadas por EEUU. A la inversa, no se hace mención a la tolerancia étnica y diversidad que existía en la Yugoslavia del presidente Milosevic. Todo lo que quedaba de Yugoslavia oara 1999 era Montenegro y Serbia. A los lectores nunca se les dice que esta nación restante era la única sociedad multi-étnica que quedaba de las ex -repúblicas yugoslavas, el único lugar en el que serbios, albanos, croata, goranis, judíos, egipcios, húngaros, gitanos y otros muchos grupos étnicos podían convivir con ciertas medidas de seguridad y tolerancia..

La implacable demonización de Milosevic se extiende al pueblo serbio en general. En el libro de Sell los serbios son enormemente nacionalistas. Los serbios de Kosovo que se manifiestan en contra de los malos tratos recibidos de los nacionalistas albaneses son descritos como personas que tienen "crecientes deseos de sangre". Y los trabajadores serbios que se manifiestan para defender sus derechos y los logros duramente adquiridos son descalificados por Sell como "los instrumentos más bajos de la banda". Los serbios que durante siglos habían vivido en la Krajina y en otras partes de Croacia son descalificados y considerados ocupantes coloniales. En contraste, los secesionistas nacionalistas eslovenos, croatas y bosnios musulmanes, y los irredentistas albano kosovares simplemente buscaban la "independencia", la "autodeterminación" y "la soberanía y la diferenciación cultural". En este libro, los pistoleros albaneses del KLA no son traficantes de primera línea, terrorista y ejecutores de limpiezas étnicas, sino guerrilleros y patriotas.

Las acciones militares supuestamente emprendidas por los serbios, descritas en los términos más vagos, son repetidamente calificadas de "brutales", mientras que los asaltos y atrocidades cometidas contra los serbios por otros grupos nacionales en general son aceptadas como represalias y actos defensivos, o son descalificadas por Sell al considerarlas "falsas", "muy exageradas" e "hiperventiladas". Milosevic, afirma Sell, diseminó "propaganda maliciosa" contra los croatas, pero no nos ofrece ninguna en concreto. Sell ofrece uno o dos ejemplos de cómo pueblos serbios fueron saqueados y sus habitantes violados y asesinados por secesionistas albanos. A partir de esto reconoce a regañadientes que "algunas de las acusaciones serbias...tienen un fondo de verdad". Peor no hace nada más al respecto.

La oportuna y bien urdida historia acerca de la masacre serbia de albaneses desarmados en el pueblo de Racak, promocionada a bombo y platillo por el diplomático estadounidense y veterano desinformador, William Walker, es aceptada incondicionalmente por Sell que ignora todas las pruebas contrarias. Un equipo de TV de Associated Press había filmado la batalla que tuvo lugar en Racak el día antes en que la policía serbia mató a varios miembros del KLA. Un periodista francés que estuvo en Racak más tarde ese mismo día encontró pruebas de una batalla, pero no pruebas de una masacre de civiles desarmados ni tampoco las encontraron los propios observadores de la Misión de Verificación de Kosovo de Walker. Todos los informes de los forenses revelan que prácticamente las cuarenta y cuatro personas asesinadas habían estado usando previamente armas de fuego y que todos habían muerto en combate. Sell ignora simplemente estas pruebas.

La muy mediatizada historia de cómo los serbios supuestamente mataron a 7.000 musulmanes en Srebrenica es aceptada sin ningún tipo de crítica aun cuando las investigaciones más exhaustivas no han desenterrado más de 2000 cuerpos de nacionalidades indeterminadas. Se ignoran las masacres anteriores llevadas a cabo por musulmanes, el que arrasaran unos cincuenta pueblos serbios en torno a Srebrenica, según informaron dos corresponsales de la BBC y otros periodistas. También pasa desapercibida la total incapacidad del equipo de forenses occidentales para localizar los 250.000 ó 100.000 ó 50.000 cuerpos (lo números siguen cambiando) de albaneses supuestamente asesinados por los serbios en Kosovo.

La interpretación de Sell de lo que ocurrió en Rambouillet deja mucho que desear. Bajo [las condiciones de] Rambouillet, Kosovo se habría convertido en una colonia de la OTAN. Milosevic podía haberlo aceptado a regañadientes, desesperado por no poder evitar un ataque total de la OTAN al resto de Yugoslavia. Sin embargo, para asegurarse de que no se pudiera evitar la guerra, la delegación estadounidense añadió una condición sorprendente, pidiendo que las fuerzas y el personal de la OTAN tuvieran acceso libre a toda Yugoslavia, uso sin restricciones de sus aeropuertos, trenes, puertos, servicios de comunicaciones y de radiotelevisión, libres de costos e inmunes a cualquier jurisdicción de las autoridades yugoslavas.

La OTAN también tendría la posibilidad de modificar para su propio uso todas las infraestructuras de Yugoslavia, incluyendo carreteras, puentes, túneles, edificios y sistemas públicos. En efecto, no sólo Kosovo sino toda Yugoslavia se iba a ver sometida a un extraordinario equivalente a una absoluta ocupación colonial.

Sell no menciona estos detalles. En cambio nos asegura que las exigencias de la OTAN de acceso sin restricciones a Yugoslavia no eran más que una forma de protocolo introducida "en gran parte por razones legales". Una similar idea de acuerdo menos radical formaba parte del paquete de Dayton, afirma. Es más, el acuerdo de Dayton reduce a Bosnia a una colonia occidental. Pero si no había nada malo en el ultimátum de Rambouillet, entonces ¿por qué Milosevic lo rechazó? Sell atribuye la resistencia de Milosevic a su perversa "mentalidad de búnker" y a su necesidad de desafiar al mundo.

No hay una sola palabra en este libro que describa los 78 días de bombardeos masivos, durante las 24 horas del día, de la OTAN sobre Yugoslavia; ninguna mención a que estos bombardeos causaran la pérdida de miles de vidas, hirieran y mutilaran a otros miles, contaminaran gran parte de las tierras y del agua con uranio empobrecido, y destruyeran la mayoría del sector industrial público e infraestructuras del país mientras que dejaban todas las estructuras de empresas privadas occidentales perfectamente intactas.

Las fuentes de Sell se basan en compartir la versión oficial estadounidense de la batalla de los Balcanes. Permanecen sin tocar y sin citar observadores que ofrecen una perspectiva crítica más independientes, como Sean Gervassi, Diana Johnstone, Gregory Elich, Nicholas Stavrous, Michel Collon, Raju Thomas y Michel Chossudovsky. Importantes fuentes occidentales que reseño en mi libro sobre Yugoslavia ofrecen pruebas, testimonios y documentación que no encaja con las conclusiones de Sell, incluyendo fuentes del interior de la Unión Europea, la Comisión de la Comunidad Europea sobre Derechos de las Mujeres, la OSCE y su Misión de Verificación de Kosovo; la Comisión de NNUU de Crímenes de Guerra y otras Comisiones de NNUU, varios informes de Departamentos de Estado, informes de los ministerios alemanes de Asuntos Exteriores y de Defensa, y de la Cruz Roja internacional. Sell no toca estas fuentes.

Ignorados también por Sell existen testimonios y declaraciones de congresistas estadounidenses que visitaron los Balcanes, un ex -funcionario del Departamento de Estado bajo la administración Bush, un ex -subcomandante del mando estadounidense europeo, varios generales de NNUU y de la OTAN y negociadores internacionales, pilotos españoles, equipos de forenses de varios países y observadores de NNUU que ofrecen revelaciones que contradicen el cuadro dibujado por Sell y por otros defensores de la versión oficial estadounidense.

En resumen, el libro de Sell está repleto de anacolutos sobre información reservada, acusaciones no fundadas, presunciones sin examinar y estereotipos ideológicamente lastrados. Mientras la desinformación siga siendo la tendencia dominante, es un buen trabajo.



(1) Ustashe: Organización a la que los países del Eje - Alemania, Italia y Japón- encargaron en 1941 la llamada Independencia croata, que en 1945 fue expulsada por los partisanos yugoslavos y por el Ejército Rojo. [N. de la t.]

*Los últimos libros de Michel Parenti son To Kill a Nation: the Attack on Yugoslavia (Verso), y Terrorism Trap: September 11 and Beyond (City Lights). Su último trabajo, The Assesination of Julius Caesar: A People History of Ancient Rome, ha sido nominado para el Premio Pulitzer.

http://www.michaelparenti.org