VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
La Izquierda debate

8 de febrero del 2004

Clase obrera y partido político. Experiencias históricas a escala internacional

Antoni Puig, Ferran Fullà
Rebelión

El siguiente texto es el contenido de una ponencia, presentado por los autores, para la II Conferencia Internacional La Obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI.

1. Seguramente, éste no es el momento idóneo para debatir sobre las características de la organización política de la clase obrera: la opinión dominante infravalora las organizaciones tipo partido asignándoles únicamente tareas electorales e institucionales y da por desaparecida a la clase obrera. Paralelamente, muchas personas críticas con el sistema capitalista han dictaminado (esperemos que provisionalmente) que este tema no debe incluirse dentro de las prioridades de la lucha. Otros, en cambio, vemos la necesidad de persistir en la construcción de las organizaciones y los instrumentos políticos de la clase obrera teniendo en cuenta los precedentes históricos.

2. Cada situación histórica exige formas distintas de actuación política e, incluso, hay partidos que sólo duran un momento corto en la vida de un país. No obstante, mientras existan las clases y la lucha entre ellas, ocurre que cada clase social precisa un instrumento político e ideológico propio para defender sus intereses, sea cual sea la situación por la que atraviesa la sociedad.

1.-EL MOVIMIENTO MARXISTA INTERNACIONAL Y LA CONCEPCIÓN DEL PARTIDO DIRIGENTE

3. El desarrollo desigual de la revolución en el mundo ha dado lugar a que cierto número de partidos obreros realicen contribuciones decisivas a la teoría marxista y que en algunos momentos de la historia tengan un papel determinante en el progreso de la lucha de clases a escala internacional.

4. Tal fue el caso del Partido Socialdemócrata Alemán, a finales del siglo XIX. A pesar de ello, Marx y Engels no le atribuyeron un papel de guía en el ámbito internacional: se interesaron por sus avances en Alemania, a la vez que pusieron al descubierto sus limitaciones teóricas. En cuanto a la II Internacional, durante la vida de Engels, no fue concebida como una organización centralizada, sino como lugar donde los partidos marxistas nacionales y los dirigentes socialistas más prestigiosos tenían la posibilidad de manifestarse a través de los congresos y tratar a la vez algunos conflictos de interés general. Hubo un cambio más adelante, cuando se empezaron a aprobar resoluciones sobre temas que antes se resolvían en el seno de los distintos partidos nacionales, pero la unidad no pasó de ser superficial y saltó hecha pedazos al estallar la Primera Guerra Mundial.

5. Más decisivo fue el papel que adquirió el Partido Bolchevique en la época de Lenin, especialmente, a partir de 1917, con el triunfo de la Revolución de Octubre. En este caso, ocurrió algo desconocido hasta entonces: por una parte, desde 1919 hasta principios de los años 20, una tambaleante Rusia Soviética estuvo sometida al ataque convergente de varios ejércitos imperialistas. Por la otra, durante este tiempo, pareció darse la posibilidad de revoluciones victoriosas en varios países, con lo cual la lucha directa por el poder en estos países era la mejor forma de solidaridad con la naciente república soviética.

De ahí que apareciesen como un mismo proceso la defensa del primer Estado socialista y la lucha por la toma de poder en otros lugares. Esa identidad momentánea fue determinante para el surgimiento de la III Internacional como organización centralizada, en la que el puesto dirigente recayó lógicamente en el Partido Bolchevique.

6. Sin embargo, la situación cambió muy pronto: la oleada revolucionaria queda reducida a Rusia después de la derrota de la República Húngara de los Consejos y de otros movimientos posteriores en Europa central; y a lo largo de los años 20 y 30, la rivalidad entre las potencias imperialistas irá relegando progresivamente a un segundo plano el conflicto inicial entre ellas y la URSS.

7. A pesar de este cambio, se sigue manteniendo la III Internacional como sistema centralizado de relaciones entre partidos durante 24 años. Y semejante sistema se asentó en dos concepciones que no respondían a la realidad: a) la creencia en que la contradicción entre el imperialismo y el socialismo, materializado en la URSS, estaba constantemente en primer plano (teoría de los dos campos) y b) la identidad de intereses entre la URSS y el resto del movimiento proletario mundial.

8. Esta falta de adecuación a la realidad de la III Internacional explica por qué no pudo dirigir la lucha revolucionaria de los distintos pueblos, a pesar de su contribución decisiva a la extensión del marxismo, y por qué tuvo que disolverse en 1943.

9. No obstante, a finales de los años 40 y en la primera mitad de los 50, se persistió en la misma idea de un centro dirigente mundial -el PCUS- y de una organización centralizada -la Kominform- aunque reducida, esta vez, a Europa.

10. Además, un sistema de organización como éste favoreció que se cayera en una práctica tan extendida como fue elevar a rango de teoría general cualquier concepción elaborada por el PC de la URSS.

11. Siendo indudable que el PCUS hizo aportaciones al marxismo, hay que tener presente que una parte de estas contribuciones no tenían naturaleza de ley general, aplicable a cualquier país y momento.

Pero, además, el PCUS dio una respuesta equivocada a varios problemas de índole general, y tanto estos errores como varias directrices válidas solamente bajo ciertas condiciones se convirtieron en norma para todo el movimiento comunista.

12. En cuanto a las concepciones del PCUS que otros partidos generalizaron abusivamente, cabe destacar, por ejemplo, las dos siguientes:

13. a) la transposición de la política de frente único por la base, empleada durante la revolución rusa, a una situación europea y americana totalmente distinta, o sea, la aplicación mecánica de la indicación de Lenin según la cual para hundir a los oportunistas hay que movilizar contra ellos a las grandes masas trabajadoras, normalmente ajenas a la vida política y sindical;

14. b) la generalización de la táctica bolchevique entre marzo y noviembre de 1917, consistente en dirigir el golpe principal contra las fuerzas intermedias (eseristas y mencheviques, que entonces actuaron como agentes de la burguesía imperialista). Esta táctica fue utilizada por los PP.CC. durante la crisis económica de 1929 para atacar sin tregua a los socialistas y, en especial, al ala izquierda socialista, a la que se atribuía el papel de último dique contra la revolucionarización de las masas.

15. La persistencia de estos errores causó daños considerables al movimiento comunista: daños directos, por los disparates que cometieron muchos partidos; daños indirectos, por el blanco que se sirvió en bandeja a los anticomunistas, permitiéndoles caricaturizar el marxismo como dogma que prescinde de la realidad y a los comunistas como agentes de la URSS.

16. Es imprescindible, pues, que saquemos partido de esta lección. Debemos reconocer que el movimiento marxista es internacional: los trabajadores, los países oprimidos y los países ya liberados comparten una serie de intereses, y por ello la victoria en cada país puede ser deudora en alguna medida del apoyo y la solidaridad exterior; y nuestro arsenal teórico es fruto también de experiencias y reflexiones lejanas en el tiempo y el espacio. Pero, al mismo tiempo, los marxistas actuamos por la plena independencia de nuestro propio país y por la emancipación de su pueblo. Y ésta es la mayor contribución que podemos hacer al movimiento internacional.

17. Por ser internacionalistas y por actuar en nuestro propio país, debemos estudiar la experiencia teórica y práctica de los demás partidos marxistas; debemos someter sus ideas una y otra vez a prueba en nuestras condiciones concretas; y debemos evitar que sus éxitos (y fracasos) grandes o pequeños nos lleven a adoptar una actitud incorrecta respecto a ellos y sus experiencias.

2.-LA RUPTURA DEL MOVIMIENTO COMUNISTA INTERNACIONAL

18. Para argumentar este conjunto de conclusiones puede ser útil recordar algunos aspectos de la experiencia de los grupos "maoístas":

19. Podemos situar su origen alrededor de 1963, cuando se produjo la ruptura del Movimiento Comunista Internacional. En la raíz del conflicto se encontraba el rechazo de los PP.CC. chino, albanés y otros a los puntos de vista que intentó imponer la URSS y que no concordaban con los acuerdos a los que se había llegado en las conferencias internacionales de 1957 y 1960. La inmensa mayoría de los PP.CC. europeooccidentales, se alinearon con el PCUS y expulsaron a los disconformes.

20. En la ruptura de 1963 se enfrentaron dos concepciones opuestas sobre la situación mundial y sobre las tareas revolucionarias.

Los soviéticos y sus seguidores de entonces argumentaron que si se centraban los esfuerzos en garantizar la coexistencia pacífica entre EE.UU. y la URSS, el poderío de esta última y sus aliados creaba "condiciones nuevas" para el paso gradual y pacífico al socialismo. Por el contrario, para los PP.CC. de China y otros países, los comunistas debían apoyar decididamente las luchas democráticas de liberación nacional del Tercer Mundo, que representaban el factor decisivo para contener al imperialismo de EE.UU. y para preservar la paz mundial.

21. Los grupos que se alinearon con las posiciones chinas y albanesas, y que por regla general pasaron a denominarse partidos u organizaciones comunistas marxistas-leninistas, se vieron favorecidos inicialmente por sucesivas victorias revolucionarias en el Tercer Mundo (Cuba, Argelia, Vietnam...), por las acciones huelguísticas de los trabajadores europeos en una situación de pleno empleo y por la irrupción de los movimientos juveniles en el Occidente capitalista, gracias al auge de natalidad de los años 50 y la tendencia a alargar la escolarización.

22. Sin embargo, estos grupos tuvieron una serie de deficiencias, entre las que, junto al esquematismo en el análisis y la sobrevaloración del aspecto subjetivo en los cambios revolucionarios, hay una comprensión deficiente de la historia del movimiento comunista en cada país y en el mundo. De ahí que se impusiera la idea que la ruptura de 1963 era la simple repetición de lo que ocurrió en 1917 al separarse comunistas y socialdemócratas y que, en consecuencia, se cayera a menudo en el simple mimetismo respecto a otros partidos a los que de nuevo se otorga el papel de "guía": PC de China, PT de Albania.

23. El análisis histórico indicaba que el PC de China, después de varios reveses, había logrado adoptar una concepción justa sobre la cuestión del partido dirigente y que, en consecuencia, desde los años 30 se esforzó, tal como hicieron otros pocos partidos, por asentar sus relaciones con el PCUS en los principios de igualdad, mutuo apoyo y aprendizaje y no injerencia interna, una posición que le ayudaría a culminar con éxito su revolución democrática y popular.

24. En cambio, los llamados partidos y grupos marxistas-leninistas cayeron en el error de dar por buena cualquier idea emanada del PC de China o del PT de Albania.

25. Así, se dio el caso de que durante los años 60 y 70 tales partidos consideraron la "teoría sobre la continuación de la revolución en el socialismo", que fue la base teórica de la Revolución Cultural China como una gran aportación de validez general, perfectamente corroborada por la práctica, y que permitía catalogar como degeneración el modelo soviético y prevenir tal fenómeno en el futuro.

Pero la experiencia llevó posteriormente a los propios chinos a afirmar que la Revolución Cultural, cuyo objetivo declarado era fortalecer el socialismo, se había saldado con un desastre ideológico, político y económico.

3.-OPOSICIÓN AL OPORTUNISMO DE DERECHA Y DE IZQUIERDA. LA FUNCIÓN DIALÉCTICA DEL ERROR

26. La crítica, además de un derecho de los militantes, es una necesidad: permite erradicar los efectos destructores de una política incorrecta. Y errar es fácil.

27. La experiencia demuestra que en determinadas coyunturas se suele caer en el oportunismo de derecha o de izquierda. Hay que oponerse a ambos porque son perjudiciales; es lo que Lenin llamó "luchar en dos frentes".

28. Al tratar este tema, llama la atención la incapacidad que han demostrado muchos marxistas de asimilar que las personas (y los partidos marxistas), en ciertos momentos, cometemos errores de este tipo. Esta incomprensión ha generado muchos problemas a lo largo de la historia y sigue provocándolos hoy.

29. De ahí que sea importante subrayar una y otra vez que el análisis de las causas y de las consecuencias negativas del error es el método que los marxistas adoptan para corregirlo. Para aplicar este método es necesaria la discusión franca y abierta entre militantes. Los marxistas nos organizamos con el fin de contribuir a transformar el proletariado en clase consciente de sus intereses, pero al mismo tiempo nos transformarnos nosotros mismos: fortaleciendo la actitud colectiva y el antiindividualismo que nos empuja a militar y dotándonos de un grado de comprensión del que careceríamos sin estar organizados, es decir, elevando nuestra inicial toma de posición de clase.

4.- LA UNIDAD INTERNA

30. En el tratamiento de la unidad del partido, durante años se impuso la idea de que era necesaria una altísima cohesión, fuese cual fuese la situación política y social.

31. Si bien es cierto que la experiencia propia y ajena y la práctica sincera de la crítica y la autocrítica ayudan a la cohesión, en las condiciones del capitalismo desarrollado no es posible crear el tipo de partido como el que pretendió tanto la III Internacional como la mayoría de los comunistas en todas partes.

32. Hay que tener presente, en primer lugar, que en el seno del movimiento marxista internacional existen muchos temas en los que aún no se ha alcanzado la unanimidad. Esto también se refleja en lo interno de cada país. Puede ser interesante lograr que esta diversidad no ocasione una pluralidad de organizaciones políticas marxistas, aunque si esto último ocurre no debe considerarse como una catástrofe; incluso en ciertas condiciones la pluralidad organizativa podría ser lo más adecuado y constituir un factor positivo si todas estas organizaciones coincidiesen en un mismo frente político. El trabajo conjunto (sea en un mismo partido o en un mismo frente político) no sólo crea lazos de camaradería entre militantes, sino que permite unificar puntos de vista y objetivos en la acción concreta. Y como las ideas suelen venir de la práctica, unificando ésta, es más fácil ponerse de acuerdo en las ideas, midiéndolas por el rasero de la práctica conjunta.

33. En segundo lugar, en algunos países, especialmente en los de dimensiones considerables, es corriente que exista una dispersión territorial de los militantes que no concuerda con la distribución de los cuadros con experiencia en la dirección del trabajo. La lucha de los trabajadores también se desarrolla de manera desigual. Por otra parte, hay países en los que convive más de una realidad nacional o diferentes grupos indígenas, lo que da lugar a una variedad en cuanto a reivindicaciones y formas de organización y de lucha. A esto debe añadirse la presencia considerable de trabajadores inmigrantes en todos los países industrializados o en vías de industrialización, aportando nuevas tradiciones, culturas, demandas y maneras de llevar acabo el combate.

34. En tercer lugar, la diversificación interna de la clase obrera se ha acentuado bajo el capitalismo desarrollado, y esto tiene que ver, en esencia, con los cambios en las condiciones de trabajo y vida impuestos por la acelerada transformación de la base productiva, y no, con la repercusión en las ideas y costumbres de las concepciones de la burguesía.

35. Y en cuarto lugar, en muchos países capitalistas desarrollados, donde existen regímenes parlamentarios consolidados, el socialismo aún aparece como una meta lejana y el débil desarrollo de la lucha de clases impide un rápido enriquecimiento de la experiencia de los marxistas.

36. Así, pues, por razones, tanto coyunturales como duraderas, los marxistas debemos ser capaces de ajustar nuestra concepción del partido a la realidad.

5.-LA LINEA DE MASAS

37. En el activo de los partidos y organizaciones marxistas-leninistas se pone – denominándolo "línea de masas"- su activismo en la creación y desarrollo de las organizaciones populares.

38. Sin embargo, el activismo (y el vanguardismo) no es monopolio de los marxistas, ni tan sólo es un requisito imprescindible para que una persona pueda ser considerada como tal. De hecho, en todo tipo de organización suele haber personas más activas que el resto, ya sea porque tienen ciertas habilidades en el terreno organizativo, ya sea porque están más motivadas, ya sea porque tienen dones para desarrollar un papel dirigente, etc.

39. En ocasiones, detrás del activismo partidista ha habido actos manipuladores y deseos de protagonismo. Esto ha dañado tanto las organizaciones populares y los partidos que lo han impulsado como a los militantes activistas, que, al desfallecer, frecuentemente se han dado voluntariamente de baja de su partido.

40. Se debe concebir la línea de masas como un método y no como la práctica del activismo, aunque para poder emplearlo sea necesaria una labor persistente de los militantes en las organizaciones populares.

41. Este método consiste en recoger los conocimientos avanzados pero dispersos de las masas, en interpretar las aspiraciones y necesidades expresadas en cada momento según el punto de vista proletario, y en darles cuerpo en tácticas y políticas correctas que puedan ser comprobadas en la práctica por la gente. Una y otra vez, hasta el infinito, hay que aplicar este método, corrigiendo en cada nueva ocasión lo que era erróneo, poco ajustado a la realidad. Con ello la actividad política se volverá más conforme a la realidad.

42. Las dos garantías para aplicar este método son el estudio y la valoración permanentes de cada situación concreta en conjunto y de los resultados de nuestra política, y el conocimiento del marxismo.

6.- UN PARTIDO MARXISTA NO ES LO MISMO QUE UN PARTIDO OBRERISTA

43. La tesis marxista, según la cual el despliegue progresivo de la economía capitalista va dividiendo la sociedad, cada vez más, en dos campos enemigos, en dos grandes clases sociales que se enfrentan directamente (la burguesía y el proletariado), frecuentemente ha sido mal interpretada.

44. Entre las interpretaciones erróneas están aquellas que, alegando esta polarización, no ven necesario que la clase obrera teja alianzas con otras clases sociales o fracciones de clase. Estas ideas, aplicadas a la política internacional, son las que se escondieron detrás de la "teoría de los dos campos" (el capitalista y el socialista), de la que ya se ha hablado más arriba.

45. La clase obrera y la burguesía no viven en el vacío, a su alrededor hay otras clases y capas sociales distintas según el país y la época, del mismo modo que el desarrollo del capitalismo provoca la diferenciación de la burguesía en varias fracciones y hace que una de ellas concentre el poder en lo esencial.

46. Hoy día los movimientos juvenil y feminista y, en particular, el ecologista y el de oposición a la mundialización neoliberal son de composición interclasista y defienden desde programas reivindicativos concretos hasta proyectos de emancipación social.

47. Sin embargo, sería absurdo esperar que la emancipación se alcance separadamente de la realidad económica de la sociedad, es decir, sin modificar las actuales relaciones de producción. Sería tan absurdo como lo fue en otro momento el esperar que el proletariado cumpliese con su papel emancipador encerrándose en la fábrica, limitándose a la lucha contra cada patrón y olvidándose de lo que ocurre en el exterior.

48. La clase obrera debe incorporar todo lo progresivo que existe en estos movimientos y oponerse con ellos al actual orden burgués.

49. Esto puede hacerse desde un mismo partido, pero no siempre tiene que ser así. Antes se ha visto que dado el actual nivel de unificación ideológica, no debe sorprender que en un mismo país exista más de un partido marxista. La pluralidad no tiene por qué ocasionar que entre ellos se estén tirando constantemente los trastos por la cabeza. Los ecologistas y otros grupos pueden igualmente considerar oportuno agruparse aparte del (o los) partido (s) marxista (s). Cuando así lo hagan, hay que respetar su decisión y ver si es factible formar con ellos un mismo frente político o si solamente se acuerda colaborar dentro de un amplio movimiento social progresista de carácter interclasista.

50. Se da un hecho que puede sorprender: hay hoy en día muchos movimientos sociales encabezados por ex militantes marxistas.

Algunos llegaron a la conclusión de que su actividad se llevaba a cabo mejor sin el lastre del partido, al estar limitadas las tareas de los militantes al activismo; otros llegaron a la misma conclusión, pero al darse cuenta de que los nuevos fenómenos sociales no encajaban en los esquemas dogmáticos que manejaban.

7.-LA LÍNEA DIVISORIA

51. Citando textos de Lenin de cuando la división entre comunistas y socialdemócratas, se dice a veces que existe un núcleo esencial del marxismo que permite diferenciar los marxistas con pedigrí de aquellos que no lo tienen: éste consistiría en la concepción de la lucha de clases como motor de la historia y en la necesidad de la dictadura del proletariado en la transición del capitalismo al comunismo.

52. Es innegable que tales conceptos son dos aportaciones de Marx y que hoy, además, se podrían enriquecer basándose en la experiencia de más de medio siglo de avances y retrocesos en la construcción del socialismo. Ahora bien, lo que preocupaba entonces a Lenin no era buscar una definición de lo que en general es el marxismo, sino el defender su puesta en práctica en la evolución rusa frente a una socialdemocracia que la atacaba y descalificaba.

53. Oponiendo la lucha de clases y la dictadura del proletariado a la supeditación de los trabajadores a la propia burguesía y a la defensa de los regímenes parlamentarios burgueses, que fueron los dos ejes de la práctica de los socialdemócratas de las potencias beligerantes en la Primera Guerra Mundial, Lenin trazó una línea divisoria entre marxismo y antimarxismo adecuada a aquel momento. Pero Lenin también se opuso a las corrientes izquierdistas por su concepción abstracta de la revolución, su desconocimiento de las etapas, su sectarismo, su concepción esquemática de la burocracia y su olvido de la dialéctica.

8.- A QUE CLASE SE SIRVE

54. La causa de las divisiones históricas de los marxistas es otro problema ligado al anterior y al que se le suele dar una respuesta simple: "las divisiones las provocan los que abandonan o tergiversan los principio marxistas". Esa tergiversación ha sido motivo, repetidas veces, de agrias polémicas y de la aparición de tendencias en el movimiento marxista internacional que han debilitado su unidad. Pero las divisiones irreconciliables y los máximos estragos en las filas de los marxistas han venido siempre de la subordinación de ciertas corrientes y partidos a los peores enemigos de los trabajadores y los pueblos.

Está claro que, en los primeros años del siglo XX, la corriente llamada revisionista sembró las ideas que llevaron a que gran parte de la II Internacional claudicara ante la burguesía imperialista durante la guerra de 1914-18. No obstante, el revisionismo coexistió con las corrientes revolucionarias dentro de la II Internacional y, en este sentido, podía ser tratada como una posición errónea en el campo proletario justo hasta 1914, en que pasó a ser ya un apéndice directo de los imperialistas, un ejecutor de la política de éstos entre los trabajadores.

55. En 1935, en cambio, el VII Congreso de la III Internacional, viendo que la situación empujaba la socialdemocracia a dejar de ser un sostén directo de la burguesía más reaccionaria, propuso a la II Internacional la unidad de acción contra el fascismo y la amenaza de guerra e, incluso, planteó la posibilidad de avanzar en algunos países hacia un partido único de clase. En este caso, la III Internacional, sin ignorar sus divergencias con la socialdemocracia, intentó cooperar con ella porque el curso de los acontecimientos políticos obligaba a trazar otra línea divisoria principal: la que separaba a comunistas y un sector de los socialistas, por un lado, de todos aquellos que no eran capaces de combatir adecuadamente al fascismo.

56. La experiencia del movimiento marxista internacional durante el siglo XX parece avalar, pues, esta conclusión: la aparición de divergencias de principio en su seno es totalmente inevitable, pero estas pueden ser superadas paulatinamente, siempre que una parte de las fuerzas marxistas no degeneren y se conviertan en auxiliares directos o indirectos de los enemigos de los trabajadores y los pueblos.

9.-ANTAGONISMO, ERROR Y ASPECTOS UNITARIOS

57. Un manejo deficiente de los principios, por muy justos que estos sean, tiene efectos nefastos. Un ejemplo corriente de ese manejo defectuoso nos lo da la cuestión del antagonismo.

58. En el terreno político y social, el antagonismo se utiliza en dos sentidos distintos. En el primero, viene a significar que hay unas contradicciones entre clases que, por estar basadas en la explotación de una clase por otra, no pueden ser resueltas dentro del sistema capitalista y requieren, por tanto, un cambio social. En el segundo, el antagonismo se refiere a un momento del desarrollo de una contradicción cualquiera, cuando estalla un conflicto abierto entre las dos partes de la misma, lo cual, en una sociedad dividida en clases, entraña normalmente el intento de destrucción política, militar, económica, etc. de una parte por la otra.

59. Así, por ejemplo, los marxistas afirmamos que para poner fin al dominio que la burguesía monopolista ejerce sobre el pueblo es necesario un cambio social, y que cualquier otra solución sería un apaño que no zanjaría este conflicto. Esta contradicción es de tipo antagónico por la naturaleza de esas dos fuerzas, por el papel que desempeñan en la sociedad. Pero, en ocasiones, este antagonismo se ha interpretado mal, como si significase que ambas fuerzas estuvieran en lucha a muerte constantemente; y esto ha justificado más de una política precipitada, aventurera. En la realidad este conflicto de clases no permanece quieto, toma distintas formas según la situación de la burguesía monopolista y la del pueblo, y dependiendo también de la influencia que ejerzan otros factores. Incluso llega a ocurrir que, por un tiempo más o menos largo, no exista antagonismo abierto entre ambos.

60. El sectarismo de los marxistas tiene, asimismo, su raíz en una comprensión equivocada del antagonismo. No existe nada en la sociedad que esté hecho de una sola pieza, y las relaciones mutuas entre clases sociales, partidos o ideologías tampoco tienen una sola cara. Aquellos burgueses demócratas que en diferentes países se opusieron durante la Segunda Guerra Mundial al fascismo eran aliados coyunturales del movimiento obrero y, sin embargo, seguían siendo explotadores. Su relación con la clase obrera tenía, pues, dos caras y la primera, la democrática, era entonces más importante que la segunda, la explotadora.

61. Y entre fuerzas proletarias, el aspecto unitario es todavía más amplio. Si varias corrientes marxistas presentan divergencias en sus concepciones, esto puede significar que alguna de ellas refleja puntos de vista o ideas de las clases dominantes y que, por tanto, no sirve realmente para dirigir todo el cambio revolucionario. En este sentido podemos hablar de un aspecto antagónico entre concepciones.

62. Ahora bien, si los partidos (o corrientes) que encarnan esas concepciones defienden en lo esencial los intereses del proletariado y del pueblo frente a su enemigo directo en una situación concreta, entonces no hay duda de que estos partidos (o corrientes) comparten una misma posición de clase, tienen un terreno común, y sus eventuales discrepancias en algunos principios pueden irse resolviendo sobre la base de una práctica conjunta mediante la crítica entre camaradas.

63. De esta manera, partiendo de una misma posición concreta de clase, el aspecto antagónico entre concepciones puede y debe ser tratado como una simple contradicción entre ideas justas e ideas erróneas.

10.-CORRIENTES INTERNACIONALES Y PARTIDOS

64. Se debe analizar siempre lo que representan en concreto y no sólo en abstracto las ideas y las fuerzas políticas, atendiendo a la situación real. Este es un principio fundamental, al que raramente se le presta suficiente atención.

65. Los puntos anteriores sobre la línea divisoria, la clase a qué se sirve, y el antagonismo abordan esta cuestión desde distintos ángulos.

Aquí se toca otra faceta de este mismo problema:

¿A quién representan las distintas corrientes ideológicas y políticas en el plano mundial? ¿Hay que tratar por igual a una de esas corrientes que a un partido vinculado a ellas?

66. Las corrientes de pensamiento traducen los intereses de clase existentes en el mundo, con toda la complejidad con que éstos se manifiestan en cada momento. En nuestra época el desarrollo del imperialismo, al mismo tiempo que somete a grupos enteros de países bajo la dependencia de las clases dominantes de unos pocos Estados, también pone algunas corrientes ideológicas y políticas al servicio de los intereses de estos Estados. Por otro lado, el desarrollo desigual del imperialismo, con sus agudos conflictos militares, políticos y económicos, con el desplazamiento de viejos imperios por otros nuevos, con la extensión de los movimientos revolucionarios a todos los rincones del globo, provoca constantes cambios en el mapa de las corrientes políticas.

67. La socialdemocracia europea, por ejemplo, que ahora se opone a la ocupación de Irak por los EE.UU., hace tan sólo cincuenta años actuó como una tendencia netamente pronorteamericana. El marxismo, que en el siglo XIX o a principios del XX únicamente encuadraba el ala más avanzada de los trabajadores de un puñado de países industrializados, pasó a englobar a los países socialistas y a ejercer influencia en otros movimientos revolucionarios. Y en 1914, 1939, 1963 o en los últimos años del siglo XX, el marxismo tampoco escapó a la influencia de las sucesivas luchas por el reparto del mundo entre las grandes potencias.

68. Así, vemos cómo hay que atribuir uno u otro carácter de clase a las corrientes políticas mundiales, según cual sea su actitud práctica ante las principales fuerzas opresoras existentes en cada circunstancia histórica.

69. Pero al abordar la actuación de cada partido vinculado a una corriente internacional, hay que ver hasta dónde llega tal vinculación.

Por ejemplo, el laborismo británico, a pesar de pertenecer al mismo grupo socialista europeo que franceses o alemanes, se implicó a fondo en la invasión de Irak; de ahí que su comportamiento mereciera ser calificado de socialimperialista. La mayoría de la derecha francesa, por el contrario, después de algunas vacilaciones acabó por oponerse formalmente a la invasión.

70. En general, la adhesión a una tendencia que favorece unos intereses determinados en la política internacional, puede estar en contradicción con algunos de los planteamientos que un partido defiende en el propio país. Y en tal caso, para tratar correctamente a este partido se debe analizar cuál de los dos aspectos prevalece.

Resumen:

Cada situación exige formas distintas de actuación política. No obstante, mientras existan clases y lucha entre ellas, cada clase social precisa un instrumento político e ideológico propio para defender sus intereses.

El desarrollo desigual de la revolución en el mundo ha dado lugar a que cierto número de partidos obreros realicen contribuciones decisivas a la teoría marxista. Sólo algunas tienen carácter universal; las otras únicamente tienen validez coyuntural o local. Pero, sea cual sea la contribución que haga una partido político, nunca debe atribuírsele el papel de guía en el terreno internacional.


La mayor contribución que los marxistas podemos hacer al movimiento obrero mundial es actuar por la plena independencia de nuestro propio país y por la emancipación de su pueblo.

La crítica en el interior del partido, además de ser un derecho de los militantes, es una necesidad: Permite erradicar los efectos destructores de una política incorrecta.


Por razones tanto coyunturales como duraderas, los marxistas debemos ser capaces de ajustar nuestra concepción del partido a la realidad. En la coyuntura actual existen hechos que imposibilitan crear, en la mayoría de los países, un partido unificado como el que pretendió la III Internacional.

Por otra parte, la clase obrera puede y debe incorporar todo lo progresivo que existe en los nuevos (y viejos) movimientos sociales y oponerse con ellos al actual orden burgués.

No debe confundirse la línea de masas con el activismo militante en el seno de las organizaciones populares. La línea de masas debe ser concebida como el procedimiento consistente en recoger las ideas dispersas de la gente y las experiencias provenientes de las prácticas sociales inicialmente aisladas, para enriquecer constantemente la política aplicada.


Para tratar correctamente las situaciones de pluralidad que actualmente y de manera inevitable se dan en el seno de los partidos marxistas, es imprescindible entender que, a pesar de las divergencias que el día a día pone en evidencia, el aspecto unitario es mucho más amplio.