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Opiniones


29 de noviembre del 2003

Acerca del partido y el movimiento antiglobalización

Malime

Interesante trabajo de Cyntia Marín en Cádiz Rebelde, donde refleja de forma clara y detallada la realidad en que se encuentran los llamados partidos de izquierda. Entiendo que en su crítica aunque no se cita, implícitamente se incluye al histórico PCE. Nada podemos añadir a esa exposición, pero si realizar algún comentario crítico ante la conclusión final que nos ofrece como alternativa. Dice: "las nuevas generaciones con su desafecto, pero también con sus movilizaciones antiglobalización al margen de las estructuras organizativas de siempre, nos estén enseñando que se terminó una etapa, un ciclo, que no ven en este instrumento la herramienta imprescindible para cambiar el mundo, y que ni quieren ni pueden perder el tiempo".

Debemos entender de esa interpretación que nos da sobre la forma de organización revolucionaria, que el modelo clásico de los partidos revolucionarios ya no son válidos y que son otras nuevas experiencias organizativas como las del movimiento antiglobalización las que son correctas y auto-excluyentes de los partidos "de siempre". De su argumentación se desprende que compara, o mejor dicho hace equivalencia de la organización que tenía el partido Bolchevique con la que tiene el actual PCE, para justificar el modelo y el caos de los partidos comunistas, aunque ambos en nada se parecieran en la forma y fondo de concebir la vía revolucionaria hacia el socialismo y el comunismo.

De su cita a Lenin, es de temer que la interpretación leninista que realiza dista mucho de corresponderse con su obra y su verdadera interpretación de los procesos revolucionarios, dice: "que sólo hagan falta quince hombres pertrechados de valores revolucionarios para asaltar el Palacio de Invierno, aunque no sea en Octubre ni los dirija el siempre joven y preclaro Vladimir illich Ulianov".

De su interpretación de las nuevas generaciones manifiesta la eterna duda sobre el sujeto histórico llamado a ser el protagonista del proceso revolucionario. Además, del conjunto de su exposición se desprende la confusión en que caen los militantes de izquierda, incluidos los que se consideran marxistas y leninistas. La confusión existente entre partido y organización de masas. Por hacer un paralelismo acogiéndonos a su cita de Lenin confunde lo que es el Partido Bolchevique con el Soviet. Y al referirnos a esa cita no tenemos más remedio que resaltar su tono burlesco o confuso, ya que Lenin nunca consideró que el proceso revolucionario fuera obra de "quince pertrechados de valores revolucionarios".

Las nuevas generaciones, los nuevos sujetos históricos a pesar de los cambios operados en los procesos productivos y en la situación social y económica, son los mismos de siempre, los que entonces eran llamados proletarios, y ahora son llamados trabajadores. En concreto, de todos los que su supervivencia depende de la venta de su fuerza de trabajo, de todos los que generan plusvalía que se apropia el capitalista. Lo que sucede es que también se confunden las situaciones de los procesos productivos que facilitaban o como ahora sucede dificultan la organización del proceso revolucionario. El desarrollo tecnológico de entonces daba un mayor protagonismo a la mano de obra, lo que permitía grandes aglomeraciones trabajadoras y salariales, que facilitaban la solidaridad de clase y la unidad de lucha. Hoy el desarrollo tecnológico dispersa la mano de obra, aunque al mismo tiempo da lugar a que desaparezcan las diferencias proletarias de entonces, ahora, ya, por la alienación impuesta y la aproximación que provoca el desarrollo tecnológico entre el trabajador clásico y el técnico, la concepción de aristocracia obrera que contribuía a la división entre los propios trabajadores no es la misma. Ahora podemos considerar que la mayoría de los trabajadores, ateniéndonos a la interpretación del viejo concepto, son aristocracia obrera, sobre todo si se les compara con los trabajadores emigrantes, llamados a realizar los trabajos más duros y peor remunerados.

Ello ha permitido que el sindicalismo se integre en el sistema capitalista y se convierta en colaborador eficaz del capitalismo. En amortiguador de los choques de clases, limitados a abordar las cuestiones economicistas y sociales puntuales, dentro de un marco soportable para el sistema, sin cuestionarlo y renunciando al proceso revolucionario emancipador de los trabajadores como alternativa superadora final de todos los problemas que padecen los trabajadores.

Los partidos comunistas no se cuestionan el trabajo político en las fábricas, no disponen de estructura organizativa para realizar ese trabajo político en las empresas y delegan en el mundo sindical la resolución de los problemas. Que las contradicciones de clase en sus lugares de origen, en los centros de producción, su resolución la protagonice el reformismo sindicalista, con lo cual los partidos comunistas también se convierten en reformistas. La denuncia ideológica que nos permite el marxismo y el leninismo ya no se ejerce ni se desarrolla por los comunistas. La mano oculta del PCE penetrante en las Comisiones Obrera durante la época franquista ya no existe, el PCE ni quiere ni puede realizar ese trabajo político e ideológico directamente en el movimiento obrero, ni en el movimiento vecinal, ni en el estudiantil y cultural como la hacia en aquellos difíciles años.

Las condiciones de entonces para la comprensión de las diferencias ideológicas, para constatar las contradicciones de clase eran mejores que ahora, pero por difícil que sea ahora no podemos renunciar y abandonar esa batalla, ya que dejar de realizarla imposibilitará objetivamente que pueda plantearse un verdadero proyecto político y organizativo revolucionario.

La gran confusión antes señalada y que se da en la propia solución crítica de Cyntia se produce en dos aspectos fundamentales. En primer lugar en no saber diferenciar entre el papel de los partidos revolucionarios eminente formativa, con una militancia comprometida capaz de trasmitirla al conjunto de los trabajadores y la organización revolucionaria de las masas. Y en segundo lugar el confundir democracia y estado burgués con democracia y estado de los trabajadores. Creer que desde la democracia burguesa, sin autoorganización leninista es posible llegar al estado socialista.

En su trabajo crítico aunque se atreve a citar a Lenin no realiza un solo comentario crítico sobre la democracia delegada en la clase política, tan criticada por Lenin en su polémica con los reformistas de su época fundamentalmente a través de sus obras "El Estado y la Revolución" y en "La Revolución Proletaria y el renegado Kautsky".

Nunca Lenin se planteó que el partido suplantara el protagonismo de las masas trabajadoras, sino que el papel del partido consistía fundamentalmente en ser el educador y propiciador de la autoorganización revolucionaria de las masas, en vez de cómo se interpreta, de suplantador de las masas pidiéndoles el voto delegado en los funcionarios políticos para que estos desde las instituciones del estado burgués y a través de su democracia burguesa conseguir mediante la vía pacífica, el socialismo y el comunismo, todo ello sin necesidad de revolución.

En el movimiento soviético antes de la revolución, el partido bolchevique era minoritario, lo mismo que el PCE de la época franquista lo era en Comisiones Obreras. Consiguieron con su mano oculta educadora contribuir política y organizativamente a que se desarrollasen aquellos movimientos revolucionarios que acabaron con el zarismo y que en España pusieran en jaque a la dictadura franquista, hasta que la claudicación reformista mediante la transición sin ruptura como vía hacia el socialismo aportara su valiosísima contribución al advenimiento de la democracia burguesa.

Prueba evidente de la falsedad de la nueva vía al socialismo a través de las vanguardias antiglobalización como sustitutivo del papel de los partidos comunistas, lo vemos en sus propios hechos y resultados. El movimiento antiglobalización no se plantea implantarse y desarrollarse en los centros de producción. Son vanguardias comprometidas "de más de quince" que viajan a las ciudades donde el imperialismo se reúne para tratar sus asuntos y en donde con mayor o menor algarada manifiestan su repulsa. Pero solo para eso, para una repulsa que incluso la televisión nos muestra con mayor o menor dramatismo y espectacularidad como fue la muerte del muchacho de Génova. Vanguardias que son detenidas y que por no representar a nadie tienen casi que inmolarse en huelga de hambre porque nada hay detrás que obligue a los imperialistas a ponerlas en libertad sin cargos.

Según Cyntia, antes eran "quince hombres", ahora son muchos más los que nos enseñan por televisión en Génova o Salónica, y ese es el camino que nos señala, nos viene a decir que no se necesita del papel que tienen que desempeñar los partidos marxistas y leninistas. Basta con confiar en el vanguardista movimiento antiglobalización, en el espontaneismo que siempre las masas han practicado en situaciones de crisis del sistema, para sin mayor profundización ideológica y política pretender que ese espontaneismo se desarrolle cuantitativamente hasta la revolución.

Si existiesen los partidos clásicos revolucionarios educadores y ayudadores a la autoorganización de las masas explotadas, -que no debemos nunca olvidar son los protagonistas históricos llamados a la revolución-, se conseguiría cuajar un proceso verdaderamente revolucionario y emancipador. El movimiento antiglobalización no tendría necesidad de ir a Génova o Salónica, porque los tendrían en cada país, en cada ciudad, en cada pueblo, en cada barrio, en cada fábrica.

Los movimientos de masas y los partidos no son auto-excluyentes. Los partidos se constituyen atendiendo las necesidades de los diferentes sectores sociales que componen una sociedad dividida social y económicamente, tratan de defender los intereses de esos grupos. Ignorarlo es ignorar la realidad social, económica y política. El que los partidos comunistas no hayan realizado bien su trabajo, no quiere decir que tengan que desaparecer, sino corregir sus errores y actuar verdaderamente como comunistas, para lo cual tienen que profundizar y desarrollar la verdadera teoría comunista: la marxista y leninista.

Debemos aprender de los otros partidos, de los partidos que defienden los intereses de la burguesía. Lo bien que hacen su trabajo, siendo minoritaria la clase social a la que representan consiguen que sus intereses sean los que prevalezcan sobre el conjunto de los mayoritarios sectores sociales, sobre los intereses del conjunto de los sectores populares. Además dicen que lo hacen democráticamente, y les aceptamos esa afirmación como si fuera democrático admitir la explotación del hombre por el hombre, siendo el origen de todas las contradicciones económicas, sociales, culturales y políticas.

Olvidamos que cuando su formalismo democrático no les viene bien se lo saltan, y los gobernantes de turno sin tener en cuenta la constitución y el parlamento actúan al margen de estos. Lo pudimos comprobar con los gobiernos del PSOE y ahora con el del PP. Y en último extremo cuando la situación se agudiza, el formalismo democrático da lugar a la forma de dominio dictatorial, da paso a los elementos de su estado burgués más represivos como es el propio ejército, que son los que actúan e imponen una forma directa de poder, sin subterfugios democráticos, en tanto se recompone la situación y las cosas vuelven a los cauces normales de dominio. Es decir a la "democracia" donde los dominados sumisamente colaboran en el proceso productivo. Lo vimos también como actuaron en España en 1936 o en Chile en 1973, pero lo olvidamos, nos dijeron que esos golpes fueron actos dictatoriales de Franco y de Pinochet, no asociamos a que intereses respondían. Y ese es el gran error de los comunistas "democráticos" de entonces, que nos plantearon la transición sin ruptura y de sus herederos de ahora empecinados en esa vía "democrática" hacia el socialismo.

Empezar de nuevo nos dijeron y nos dicen, olvidar el pasado, aceptar que desde el estado burgués con su democracia burguesa nos conducirán al socialismo cuando les demos la mayoría de votos a esa parte de la clase política, a la clase política comunista. Se olvida la instrumentalización que se debe realizar, para desde posiciones leninistas utilizar las tribunas de las instituciones burguesas para hacer agitación en vez de integrase en ellas, para denunciar la falacia de la democracia parlamentaria burguesa, para contribuir a que desde abajo las masas explotadas se autoorganicen y como clase dominante finalmente conquiste el poder. Ellas no el partido, e impongan la verdadera forma democrática, esa que les permitió llegar al poder: la organización desde abajo, desde los centros de producción, desde los barrios, desde los lugares de formación y cultura, etc., desde los lugares naturales donde el pueblo convive con sus compañeros de clase. Desde los lugares donde la minoritaria clase burguesa por ser minoritaria la es imposible participar en todos ellos para imponer sus privilegios. El ejercicio político ya no lo realiza la clase política, los funcionarios políticos mejor o peor pagados, son los propios ciudadanos los que lo ejercen directamente.

Hoy día el sistema dominante, nos tiene ganada la batalla ideológica, nos impone su forma de pensar, de hacer política, e incluso estimulan en cierta medida movimientos espontáneos sin mayor profundización, que justifiquen la no necesidad de los partidos comunistas firmemente pertrechados de la ideología marxista y leninista, como nos refleja con su trabajo la compañera Cyntia al señalarnos como sustitutivo revolucionario y excluyente antipartidos al movimiento antiglobalización.

Si se dieran cuenta las vanguardias antiglobalización, verían que de hecho piensan de la misma forma que lo hacen los partidos de izquierda. No se plantean el necesario trabajo educador, -porque ellas mismas creen saberlo todo-, contribuir a que desde bases firmes se consiga la autoorganización de las masas populares, una organización que parta desde los lugares donde tienen origen las contradicciones de clase. Ese trabajo les resulta demasiado pesado y lento. Confían en que sin mayor profundización, las masas les sigan y algún día tomen las calles y desde ellas el poder, sin plantearse el día siguiente. No se preguntan, ży luego quien administra el poder, si previamente no se ha forjado la organización popular?. Evidentemente, ya con su actuación nos trasmiten la solución, "ellas", las vanguardias que a través de mítines multitudinarios serán elevadas a los "Palacios de Invierno". En ellas las masas delegarán su responsabilidad política para que administren el poder, la sociedad será gobernada al margen de ella, pero eso sí, desde la honradez. Como si el poder sin control directo no condujera al burocratismo y a la corrupción. La caída del llamado socialismo real no nos ha servido como ejemplo de lo que no se debe hacer. Cómo pueblos no educados, ni preparados para la autoorganización del poder, confiados en ser gobernados por la clase política permitieron que la clase política más asalvajada les retornara al capitalismo más duro.