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Opiniones


19 de noviembre de 2003

La Izquierda en cuestión

Juanjo Llorente (Reencuentro Comunista. areabs@ono.com)
Rebelión

Desde hace tiempo, distintos autores y colectivos vienen incidiendo en la necesidad de "repensar la izquierda" en función de varios tipos de consideraciones. Por un lado, ante la actual ofensiva para forjar un orden mundial unipolar, mantenido a sangre y fuego y con la ayuda no sólo del "pensamiento único", sino también de lo que podemos llamar universalización de una política igualmente única. Es decir, ejercida muy similarmente desde unas u otras siglas por los gobiernos de casi cualquier país y estado "democrático". Y junto con los gobiernos, también por los demás partidos en esas instituciones que, aun ejerciendo de oposición y reclamándose de la "izquierda", a medida que avanzan la desregulación y la conculcación de derechos y libertades giran su discurso y propuestas hacia la defensa sin fisuras del estatus quo. Lo que, por otro lado, acrecienta la preocupación y el desconcierto de las bases sociales y afiliación de estas organizaciones "de izquierdas", al constatarse una vez tras otra las amplias divergencias entre el discurso y la práctica de los dirigentes, así como su "desprecio" de los programas políticos que se habían comprometido a defender.

Esto mismo ocurre en nuestro país, donde las movilizaciones masivas contra la guerra, la reforma laboral, la desregulación o las privatizaciones, contra la política del PP en muchos ámbitos, siguen sin incidir significativamente en los resultados electorales, debido principalmente a la falta de un referente político claro de los trabajadores y la juventud, de un referente de clase y por tanto independiente de las instituciones públicas y régimen postfranquista que padecemos.

Pero la crispación y los intentos de cambio desde el interior los partidos que se reclaman de la izquierda o sus herederos chocan con un doble obstáculo, consustancial a "la política única" a la que se supeditan tales organizaciones: su acelerada reconversión de partidos de militantes en partidos de electores (de modo que las cúpulas y aparatos dirigentes puedan soslayar mejor las presiones internas y evitar el control democrático sobre su gestión), y la confusión política y desideologización internas, en buena medida apuntaladas por un empleo del referente "izquierda" bajo el que pueden cobijarse tanto las cúpulas como los sectores críticos.

Diego Guerrero (Laberintos) señalaba, no hace mucho, el error teórico y práctico de, en un contexto ideológico general y no sólo español, asimilar implícitamente y con demasiada alegría el planteamiento de clase con la posición de "izquierda" (lo que resulta aun más chocante cuando quienes los hacen se autocalifican marxistas o comunistas). Para Marx, la izquierda era la mitad de la misma naranja ideológica que, junto a la otra media formada por la derecha, constituyó siempre objeto de su crítica. Marx planteó que la naranja de las ideas burguesas - como ocurría también con la de las relaciones económicas capitalistas- se estaba pudriendo, y que no se podía esperar a la putrefacción final para llegar al socialismo, tal como siempre han postulado los reformistas. Igualmente Lenin (y otros comunistas), en sus análisis concretos del desarrollo imperialista en los países más "avanzados", no duda en combatir lo que llama "partidos obreros burgueses", definiéndolos como subproducto de la democracia parlamentaria que tratan de articular bajo palabrería radical los intereses y ambiciones de sectores y capas de la pequeño-burguesía y de la "aristocracia obrera" que buscan su propia supervivencia y privilegios.

Con "izquierda" sucede lo mismo que con otros referentes de amplio uso, como "antiglobalización", ahora recalificada como "alter-mundialización". En ambos casos la trampa consiste en postular una opción que forma parte del mismo continuo, ya sean las instituciones políticas del estado o el capitalismo imperialista, y por tanto no puede cuestionarlo de raíz ni suponer una alternativa real al mismo. Bajo la excusa del "realismo" y la "adaptación a nuevas realidades" lo que se realiza es un maquillaje de la sociedad y el estado capitalistas, cuya naturaleza de clase, permanente en lo esencial, aunque en constante evolución, tratan de ocultar. De ahí que quienes así operan recurran a la novedad: "nuevo sujeto político", "nuevo capitalismo", nuevo "Imperio", "nuevo movimiento obrero", "nuevo bloque histórico", "nueva izquierda", "nuevo comienzo"...

Sin embargo, para asumir el punto de vista de la clase obrera, es decir de los asalariados, hemos de situarnos en una perspectiva distinta a la marcada por el sistema dominante y toda esta fraseología. Y hay que hacerlo necesariamente para cambiar la sociedad porque la lucha de clases y la contradicción capital-trabajo, lejos de desaparecer o disolverse bajo otras contradicciones, cada vez ocupa un lugar más central en el devenir concreto y cotidiano de nuestras sociedades.

Sustituir la perspectiva de la lucha de clases por la de la "izquierda", lo estamos constatando una vez tras otra, sólo conduce a la desilusión y al abstencionismo de amplios sectores de la clase trabajadora y de la juventud, que no se ven atraídos por esta mala traducción de la ideología dominante, dirigida a desdibujar aquellos aspectos de la lucha de clases y elementos de fractura que permitan avanzar hacia el socialismo.

Frente a esta "izquierda" que vende humo - coloreado, eso sí, por publicistas subvencionados- hay que mantener el punto de vista de los comunistas, los mejores y más decididos elementos del pueblo trabajador, cuyos intereses defienden en lo concreto y sin concesiones. El punto de vista de los que defienden las conquistas arrancadas por la lucha de los trabajadores y hoy amenazadas por la Unión Europea (cuyo proyecto de Constitución Europea condensa todos los ataques), por la política de enfrentamiento antivasco de Aznar, por la amenaza de un nueva Reforma Laboral, anunciada por Rajoy, por la política de guerra de Bush.