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Compañeras

6 de noviembre del 2003

Mirar desde afuera... y ver
Margarita Pisano
www.mpisano.cl
¿Qué haremos con tantos dioses e iglesias y tantos héroes
y regimientos vacíos de su contenido? El ser humana y el
ser humano en sí mismos no cambiarán, cambiarán sus
deseos, sus ideas, sus lógicas, sus costumbres, sus
verdades y sus libertades... sólo por mencionar algunas utopías."

La macrocultura vigente ha encubierto todo, tramposamente, en una aparente neutralidad amorosa. El lugar desde dónde me sitúo para ver es el AFUERA. Hablar desde el sistema es fácil. Desde allí se apela a lo instalado, se reafirma la idea de que el sistema es modificable y válido, en toda su extensión y profundidad. Por lo tanto, un planteamiento que va más allá, no está en igualdad de condiciones; provoca una cierta sordera y una gran incomodidad.

En el mundo intelectual se han elaborado críticas, más conocedoras, hasta más implacables, que las críticas que se han hecho desde el feminismo. Quién sabe, el poder del "pertenecer" haga posible esta visión. La "timidez" del feminismo es consecuencia, por un lado, de lo descalificadora que es la masculinidad contra las mujeres, y más aún, si son pensantes; deslegitimándolas peyorativamente, con los costos que esto ha implicado, históricamente, en sus vidas cotidianas y en sus cuerpos.

Por otro lado, la ambigüedad y las contradicciones profundas de estar y no estar en el patriarcado (una especie de extranjería), y sin embargo combatirlo, proponiendo "igualdades" y "diferencias". Esta pérdida de radicalidad es producto de no contar con "cierto desparpajo" para situarse AFUERA y, por esto, no haber avanzado en la desconstrucción, con la misma velocidad con que la masculinidad hace sus acomodaciones. La "timidez" del feminismo masculinista negocia como cualquier arribismo que quiera "pertenecer" al poder de estas estructuras de dominio.

Al plantear este AFUERA, me refiero a la posibilidad de desprendernos para desmontar el orden simbólico existente, no a estar fuera del mundo. Porque el mundo nos interesa y nos interesan los que lo habitan, consideramos urgente el derrumbe de este sistema de relaciones violentas y la construcción, a su vez, de "otra" cultura macro, a la que no debemos "bautizar", pues se inventará a través de un intercambio humano entre nosotras y luego -no antes- con otros seres humanos que no serán los tramposos patriarcas modernos masculinistas.

¿Qué haremos con tantos dioses e iglesias y tantos héroes y regimientos vacíos de su contenido? El ser humana y el ser humano en sí mismos no cambiarán, cambiarán sus deseos, sus ideas, sus lógicas, sus costumbres, sus creencias, sus verdades y sus libertades... sólo por mencionar algunas utopías.

Desde la Institución, el análisis de género se legitimó y neutralizó, "despolitizando" el desequilibrio perverso -entre mujeres y varones- en el que el sistema se sostiene y que nos está conduciendo, vertiginosamente, hacia la deshumanización. El género pone lo femenino y lo masculino en una relación "asimétrica", pero sin traspasar la línea crítica del desmontaje de sus valores y privilegios.

Esta macrocultura se queda inmodificada en las demandas de igualdad dentro de sí misma o en la exaltación de las "diferencias", atrapadas en una lógica de superioridades/discriminaciones y en la ceguera del orgullo por su Historia.

Las reivindicaciones no generan ideas distintas a las permanentemente remozadas por la masculinidad: la igualdad, el respeto, la tolerancia, la libertad, son conceptos elaborados desde el cuerpo histórico varón; las reivindicaciones de los varones parten desde esta historia legitimada, las de las mujeres, no. La libertad vivenciada por un cuerpo mujer -tan domesticado- que posee potencialidades reproductivas, es radicalmente distinta a la del varón.

Las mujeres han ido accediendo a la masculinidad -"como femeninas"- y esto se confunde con "cambios culturales". Pienso que la libertad, la igualdad, incluso el amor, son buenas ideas, pero envueltas en papel de cumpleaños son las más eficientes para pervertir el deseo de autonomía y de verdadera libertad de cada ser humana.

Desde este otro lugar político-simbólico en el que me sitúo, no creo en este sistema y en su capacidad de cambio civilizatorio, al contrario, lo creo capaz de generar cada vez más violencia, como consecuencia de su lógica, encarnada en un solo cuerpo sexuado histórico válido, pensante y hablante; es cuestión de mirar... y ver... dónde estamos y lo que hacemos.

Para mí, la masculinidad contiene la feminidad, es una sola ideología, un único constructo cultural. Pienso que esta mirada es crucial para entender la macrocultura vigente desde un lugar no contaminado ni enganchado en ella.

En esta masculinidad/feminidad, la que piensa, hace y ordena es la masculinidad. El colectivo de varones pensó e instaló a las mujeres dentro de la feminidad. Sin embargo, LO FEMENINO NO SOMOS LAS MUJERES, a pesar de que sólo nosotras tengamos la experiencia sometida de la feminidad, se trata de una construcción social, política, económica y emocional, desde un cuerpo ajeno. La feminidad no tiene autonomía ni un cuerpo pensado-pensante y valorado desde sí mismo, más bien, obedece a quien la piensa y asume la cultura masculinista como propia, de forma aberrante para sí misma.

Entendido así este MONOMIO simbiótico de lo masculino-femenil, no es extraño que hoy los varones quieran recuperar para sí mismos lo que van encontrando deseable de la feminidad, creada por ellos y para ellos. De esta manera, transitan desde un patriarcado fuerte y duro hacia una masculinidad más plena y suavizadora de sus exigencias y responsabilidades. Yo llamo a esto: "el triunfo de la masculinidad".

Si se analiza, desde el AFUERA, la última película de Almodóvar Hable con ella (premio Óscar), se ve esta proyección; en ella, los hombres lloran, cuidan, sienten. Mientras, las mujeres se des-cerebran, sus cuerpos aparecen mudos, manipulables y violables; máxima realización de la masculinidad/feminidad, en el fondo es su gran fantasía.

Reivindicar la capacidad de emocionarse y llorar, como si fuese lo femenino en un cuerpo varón, me parece contaminado de la contralectura de que una mujer inteligente, activa y pensante tiene más desarrollada su parte masculina (la cabeza). O sea, pensar, crear y hacer política, QUE ES PARTE DE LO HUMANO, está tomado por la masculinidad. Por lo tanto, la operación de descalificación y de sumisión contra las mujeres ya está en marcha, y es más profunda de lo que aparenta, aun cuando la masculinidad esté reivindicando parte de la feminidad para sí (el metrosexual); de este lugar simbólico, saca y pone lo que le conviene social, política y economicamente.

La operación que hizo la masculinidad patriarcal -y que continúa re-significando la masculinidad moderna- fue dejar el cuerpo cíclico de las mujeres atrapado en la simbólica naturaleza-animalidad, despojándolo de la creatividad intelectual HUMANA, pero enfatizando su intuición, su amor-entrega y emocionalidad (descerebrándolo). En cambio, al cuerpo varón, el cual también es naturaleza, lo transformó en pensante, hablante y capaz de crear símbolos y valores, instalándolo en un protegido y ventajoso orgullo.

Por eso, es muy distinto, desear parte de la feminidad desde el lugar del poder (poder elegir feminidades), a resistirse a ella desde el lugar del dominado , como lo han hecho muchas mujeres durante siglos, las cuales han servido a los hombres y han sido la fuerza de reposición y de reserva de su sistema cultural. No rescato NADA de la feminidad. El llorar no es un privilegio. La "comodidad" de lo femenino, para las mujeres, esconde esclavitud; para los varones, representa libertades.

Una cosa es la resistencia, y otra, la verdadera rebeldía; plantearse la desconstrucción de la masculinidad/feminidad es urgente. Sin una historia hablada, construida e interpretada desde el Afuera, seguiremos nuestra existencia en la ajenidad de lo femenino e insertas en la deshumanización.

Una de las plataformas de la masculinidad/feminidad para mantenerse vigente es su concepto de AMOR; salvador, incondicional y eterno, que traspasa los espacios íntimo, privado y público. "Por amor" se aprende la propiedad y la fidelidad "sobre" las personas y su sexualidad. Se tiene fidelidad sexual, fidelidad a un apellido o a la iglesia; se tiene amor a la familia, a la patria, a la pareja, a los amigos o a los pobres. "Por amor" se debe dominar el cuerpo y el cuerpo reproductivo con mayor razón; los varones siempre han envidiado nuestra seguridad de saber quiénes son nuestros hijos.

¿Qué clase de libertad se arrastra en este oscurantismo? ¿Cómo podremos salir de este T O D O despedazado?

Las mujeres, dentro de la feminidad, son significadas por el orden maternal, desapareciendo como personas pensantes, creadoras, autónomas y gozosas de la vida. Su lugar social reconocido es el de la MADRE, cuyo "amor" es "el bueno", absoluto, sacrificado, "sin razones", "ciego" y "para siempre", paradigma del resto de las relaciones. A partir de esta propuesta masculinista de la "buena madre", las mujeres, persiguiendo este modelo inalcanzable, caen en un continuo proceso de autoinculpación, causante, en gran parte, de su esclavitud simbólica, y se relacionan entre ellas, con ELLOS y el mundo, a través de un sistemático MADRERISMO FEMENIL (tengan o no, hijos).

El "madrerismo" encubre el gran sistema de traiciones contra las mujeres , negándoles sus condiciones de lo humano y sosteniendo la misoginia, ejercida por el patriarcado/masculinista y las mujeres "femeninas". De esta manera, la "buena madre" es la gran reproductora del mismo sistema que las esclaviza y las desaparece, en una aparente des-ideologización y naturalización. Ésta es la feminidad contra las mujeres, donde se cultiva y ejerce la desconfianza hacia ellas y entre ellas.

"Porque el fundamento de la violencia simbólica no reside en unas consciencias engañadas a las que bastaría con ilustrar, sino en disposiciones que se ajustan a las estructuras de dominación de las que son producto; no puede esperarse una ruptura de la complicidad que la víctima de la dominación simbólica concede al dominante, más que a través de una transformación radical de las condiciones sociales de producción de esas disposiciones, que induce a los dominados a adoptar respecto a los dominantes y respecto a sí mismos un punto de vista que no es otro que el de los dominantes.", citando a Bourdieu.

El discurso de esta cultura es "salvador": en nombre del "bien" de los hombres, de la familia, de los animales y la naturaleza, etc., hacen lo que hacen y de verdad se lo creen. Salvo algunos pocos "malos de verdad", la mayoría actúa "en nombre del bien de la humanidad y de su historia", de esta manera, impregnan todo su discurso de una "dulzura" que apela, por supuesto, al "sentido común-corazón chorreante" tan bien instalados.

Éste es el BUENISMO institucional: las leyes, la cruz roja, las iglesias, los partidos, los ejércitos, los DDHH, etc., son buenistas. El buenismo afirma un sistema de relaciones de dependencia y de orgullo, funcional a la dinámica de dominio. Si queremos construir una ética realmente distinta, creo imprescindible desmontar este chorreo sensiblero y jamás recuperar esta "sin razón" amorosa.

Entonces, ¿en qué "zapatos" queremos estar? ¿Desde dónde discutiremos cómo es esta macrocultura? ¿Desde el lugar de los poderosos, los creyentes y obedientes? El sistema, con sus poderes, críticos e instituciones, SABE LO QUE HACE, y los movimientos de resistencia le son favorables. Lo mueven para que actualice sus discursos, modernizándose y provocando la idea y sensación de falsos avances.

Pienso que para generar una nueva propuesta de mundo y de vida que valga la pena - sin repetirnos en los sucesivos fracasos de derecha e izquierda, de religiones antiguas o modernas, de ciencias y tecnologías-, necesitamos situarnos AFUERA de este orgullo histórico, para poder ver que la cultura vigente es desechable, incluidos sus productos más preciados, guardados en museos y bibliotecas.

Las seres humanas, realmente rebeldes, deberían profundizar y trascender las "volteretas" críticas de las y los INTELECTUALES institucionalizados mentalmente, con la radical diferencia de que nuestros cuestionamientos provendrían desde "otro" lugar des-prendido y des-aprendido. Por esta misma razón, rechazo rotundamente la idea de transformarme, al hacer política, en la CONSCIENCIA de todos ellos que saben, en las penumbras de sus pensamientos, qué nos están haciendo.

Para reconocer nuestra historia de deshumanización, debemos enfatizar el análisis crítico de la construcción de los deseos, marcados, con marcas de fuego, en los cuerpos. Pasar a entender el sistema parejil no como un instinto, sino como un mal producto cultural del deseo y sus diferentes variantes modélicas. Sin ver que la masculinidad contiene la feminidad, no podremos situarnos en la desconstrucción del orden simbólico parejil y familista, y construir seres humanos sexuados, completos y en sí mismos, legitimados y respetados en todas sus dimensiones y capacidades.

En el mundo homosexual las relaciones están perturbadas por el sistema cultural parejil-familista, tanto como en la heterosexualidad. Es un mundo fronterizo en el que es posible la mirada desde el Afuera, por su desplazamiento de lo establecido. Sin embargo, este desplazamiento llega a ser funcional y conservador de la propia tiranía parejil heterosexual, pues repite el sistema de dominación/dependencia de lo masculino-femenil, introyectando y reproduciendo estereotipos; basta ver la representación de lo femenino y la misoginia en el mundo gay; demandando, además, patéticamente, tolerancia e igualdad.

La potencialidad para un cambio civilizatorio radica en desmontar el sistema canónico, inscrito en el amor romántico, el cual sostiene al espacio parejil de sexo- amor, diseñado especialmente para el dominio y la reproducción, estructurando las represiones sobre el cuerpo pensante y hablante, único instrumento con el que tocamos la vida.

La gran aventura de nuestros tiempos, pienso, es ensayar otras formas y otros códigos para relacionarnos y así desmontar esta cultura y sus dinámicas guerreras, permeadas de orgullo. Sin esta experiencia, sólo daremos vueltas, volteretas y revueltas, cual saltimbanquis.

* Movimiento Rebelde del Afuera. Coloquio "Utopía(s) 1970-2003", Universidad Arcis, Chile, Septiembre de 2003