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Compañeras

30 de octubre de 2003

Che ¿vos te diste cuenta que sos una mujer?

Fabiana Tron
Rebelión
En primer lugar quiero agradecer a la Red Trans por haberme invitado a participar de este foro. En segundo a la Luisa, mi compañera desde hace siete años porque ella ha traducido la mayor parte de los textos que se citan en esta presentación y finalmente, a las personas con las que estoy en amor en la vida, porque ellas me han apoyado y me sostienen en el difícil camino de encontrarme a mi misma.

INTRODUCCIÓN

El género es un concepto crucial para las ciencias sociales y es una aportación importantísima del feminismo a la cultura. La noción de género, aunque no lo llamó de esa manera, aparece esbozada por primera vez en 1949 por Simone de Beauvoir en "El Segundo Sexo". En su célebre frase que aparece en el prólogo afirma:

"Una no nace mujer. Ningún destino biológico, psicológico o económico determina la figura que presenta la hembra humana en la sociedad: es la civilización como un todo la que produce esa criatura, intermedia entre hombre y eunuco, que se describe como femenina".

Creo, sin temor a equivocarme, que esta frase ha constituido el andamiaje sobre el cual se construyó toda la teoría feminista.

Sin embargo, el género esbozado como tal aparece años después y lo utiliza por primera vez la antropóloga feminista norteamericana Gayle Rubin, que lo define como:
"el conjunto de convenciones mediante las cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en la que se satisfacen esas necesidades sexuales transformadas" Por tanto, a partir del hecho biológico de nuestra composición cromosómica o anatómica se ha levantado una impresionante construcción cultural que desde el principio de los tiempos ha distinguido lo masculino de lo femenino. Y lo más importante de esto es que lo ha hecho siempre de una manera jerárquica. Todas las sociedades han convertido la diferencia anatómica en desigualdad social y política. Rubin dice también que "parte del aprendizaje de los seres humanos en cuanto a su sexualidad no es solo la adscripción a un género u otro, sino también la canalización del deseo sexual exclusivamente hacia miembros del género contrario" .
Con lo cual la heterosexualidad aparece no como una de la múltiples formas de expresión de la sexualidad sino como la única alternativa posible. Muchas teóricas feministas y sobre todo feministas lesbianas han planteado el tema de la heteronormatividad como esencial para el funcionamiento del patriarcado, han mantenido un debate de décadas acerca de cómo salirse de ella. Debate que voy a pasar por alto y solo me quiero referir a la posición que me ha servido para entender mi vida y para pensar y actuar mi activismo. Esta posición es la que ha desarrollado Monique Wittig a lo largo de una extensa obra pero fundamentalmente en "La Mente Hetero" y en "No se nace mujer" Wittig afirma que "Si el discurso de los modernos sistemas teóricos ejerce poder sobre nosotras, es porque trabaja con conceptos que nos tocan muy de cerca. Pese al surgimiento histórico del movimiento de lesbianas, del feminismo y del de liberación gay, cuya actuación ya ha sacudido las categorías filosóficas y políticas de los discursos de las ciencias sociales, esas categorías siguen siendo sin embargo utilizadas para la ciencia contemporánea sin mayor análisis. Funcionan como conceptos primitivos dentro de un conglomerado de disciplinas, teorías e ideas actuales que llamaré la mente hetero. Si bien Sigo nomben los últimos años se ha aceptado que no existe nada a lo que se pueda llamar 'naturaleza', que todo es cultura, sigue habiendo dentro de esa cultura un núcleo de naturaleza que resiste a todo examen, una relación excluida de lo social en el análisis, una relación cuya característica es ser ineludible en la cultura así como en la naturaleza y que es la relación heterosexual. A esto lo llamo relación social obligatoria entre "hombre" y "mujer" . La mente hetero desarrolla una interpretación totalizadora de la historia, de la realidad social, de la cultura, del lenguaje y de todos los fenómenos subjetivos al mismo tiempo. La consecuencia de esta tendencia a la universalidad, para esta autora, es que "la mente hetero no puede concebir una cultura, una sociedad donde la heterosexualidad no ordene no solo todas las relaciones humanas sino también la misma producción de conceptos e inclusive los procesos que escapan a la conciencia."

Culmina diciendo:
"Los discursos de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido que nos impiden hablar a menos que hablemos en sus términos. Todo lo que los cuestiona es inmediatamente descalificado como elemental. Esos discursos nos niegan toda la posibilidad de crear nuestras propias categorías. 'Hombre' y 'mujer' son conceptos políticos de oposición y la cópula que dialécticamente los une es, a la vez, la que los hace desaparecer. Para nosotras y para nosotros, esto significa que ya no puede haber mujeres y hombres, y que como clases y categorías de pensamiento o lenguajes tienen que desaparecer política, económica e ideológicamente. Si nosotras como lesbianas y ustedes como homosexuales seguimos hablándonos y pensándonos como mujeres y como hombres, estaremos preservando la heterosexualidad. Los conceptos hetero se van socavando: ¿qué es una mujer? Pánico, alarma general para una defensa activa. Francamente, es un problema que las lesbianas no tenemos porque hemos hecho un cambio de perspectiva y sería incorrecto decir que las lesbianas nos asociamos, hacemos el amor, o vivimos con mujeres, porque el término 'mujer' tiene sentido solo en los sistemas de pensamiento y económicos heterosexuales. Las lesbianas no somos mujeres (como no lo es tampoco ninguna mujer que no esté en relación de dependencia personal con un hombre)" .

Siguiendo a Wittig, yo no me considero una mujer, no puedo nombrarme mujer porque "mujer" es parte de los discursos y prácticas sobre nuestros cuerpos, identidad de género y sexualidad que nos limitan, nos oprimen y no son suficientes para describir la vasta y rica diversidad de la experiencia de las lesbianas. Porque no podemos con "mujer" abarcar a todas las que podemos comprender dentro de "lesbianas" desde las lipstick (carmín o lápiz de labios) ultrafemeninas, a las stone butch (las más masculinas) pasando por las femme, las butch, marimachas o machonas, las andróginas, las que están en algún punto entre los extremos o se desplazan por muchas posibilidades, las que jamás se acostaron con un hombre, las que tuvieron o tienen alguna relación amorosa y/o sexual con un hombre (hetero, bi, gay) y/o con una persona transgénero o transexual (V/M, M/V, con o sin cirugía) travestis, drag queens, drag kings o con una persona intersex, las sadomasoquistas, las que prefieren el sexo vainilla, las que utilizan juguetes sexuales incluyendo dildos las leather, las tortas, las gays, las homosexuales, las que tiene cromosomas XY (vM) con o sin reasignación, las que tienen roles fijos, las que tienen roles simétricos, las que están en pareja con mujeres bisexuales o heterosexuales, las que toman testosterona, las célibes. Hay lesbianas que prefieren seguir identificándose como "mujeres que aman a mujeres", entendiendo por tales sólo a las que nacieron con cromosomas XX, con ciertos genitales y que están dentro de una cierta expresión de género, dejando fuera de lo que es ser lesbiana a mucha gente. Están en su derecho y lo respeto, pero no es mi opción, no es suficiente para mí.

No me considero una mujer, pero uno de los mayores prejuicios acerca de las lesbianas y el que sostiene la lesbofobia y está basado en el miedo a la confusión de género, es que queremos ser hombres. Puede ser que algunas lesbianas quieran serlo, de hecho muchas personas a las cuales se les ha asignado el género mujer al nacer, viven algún tiempo como lesbianas antes de convertirse en transexuales de mujer a varón, pero la mayoría de nosotras no queremos ser hombres Ahora bien, si no soy mujer, pero tampoco soy un hombre, ¿qué soy? Yo me considero una persona transgenérica de mujer a lesbiana y es por eso que estoy hablando hoy en este panel sobre transgeneridades. En algunos casos, transexuales y transgénero saltan de un cajón a otro y refuerzan lo binario. Pero muchas personas transgénero tenemos otra cosa para decir y siguiendo a Kate Bornstein lo que muchas y muchos de nosotras y nosotros estamos diciendo es: "No soy un hombre, no soy una mujer, soy otra cosa bajo el sol". En este sentido somos, como dice Bornstein, "una ola de personas transgénero que llevamos la misma pancarta de "la biología no es destino" que han venido llevando las feministas desde hace años".

Después de esta larga introducción , quisiera hablarles ahora de mi identificación como lesbiana butch. Para esta aproximación me he basado mayormente en un artículo de Gayle Rubin que se llama: "De Catamitas y Reyes: reflexiones sobre butch, género y fronteras" porque comparto gran parte de lo que ella señala en ese artículo .

¿QUÉ ES UNA BUTCH?

Butch, que en su acepción común es viril o varonil, es un término tomado de las comunidades lésbicas norteamericanas, que comenzó a ser usado en la década del '50. Creo que el término local que más se adecúa es el que se utiliza socialmente en sentido despectivo: marimacho. Es utilizado para designar a lesbianas que se sienten más cómodas con códigos de género, estilos o identidades masculinas que con estilos femeninos. Butch, y su contraparte femme, son categorías importantes dentro de la experiencia lesbiana, y como tales han acumulado múltiples capas de significación.

Lilian Faderman, en un libro muy interesante que da cuenta de la historia del lesbianismo en EEUU hasta la década de los '90, que se llama "Chicas raras y amantes a media luz", menciona que de repente comienza a haber un gran número de mujeres que se estaban juntando y lo que ellas habían observado antes de decidir vivir como lesbianas no era otra cosa que la heterosexualidad. Si bien las primeras relaciones de profesionales podían ver las ventajas de un "matrimonio" (las comillas son mías) de iguales, el mundo en el que vivían las mujeres de clase trabajadora no les proporcionaba ningún indicio de tales beneficios. Para ellas una pareja funcional estaba compuesta por individuos dicotómicos que si no eran mujer y varón tenían que ser femme y butch o, como se las llamó en otras zonas, "orders y mason" (la que da órdenes y la abeja obrera) o "Marge y butch". Relata, en ese libro, el testimonio de una butch que dice lo siguiente: "El problema era que los únicos modelos que teníamos para nuestras relaciones eran los tradicionales masculino-femenino y estábamos demasiado ocupadas tratando de sobrevivir como para tener tiempo de crear roles nuevos para nosotras".

Elizabeth Kenedy y Madeline David, describiendo la comunidad lésbica de Búfalo entre los años '30 y '50, comentan al respecto que "estos roles tenían dos dimensiones: primero constituían un código de comportamiento personal, particularmente en las áreas de imagen y sexualidad. Las butch afectaban un estilo masculino, mientras que las femme aparecían como característicamente femeninas. Butch y Femme también se complementaban el uno al otro en un sistema erótico en el cual se esperaba que la butch fuera tanto la que hacía como la que daba, la pasión de la femme era la plenitud de la butch".

Algunas historiadoras, como Joan Nestle y Judy Grahn, al referirse a los '50 y '60 han sugerido que los roles y relaciones butch-femme no eran una imitación de la heterosexualidad, sino algo único en sí mismos, basados no en los modelos sociales y sexuales con los que todas las lesbianas habían sido educadas, sino en impulsos "naturales" (tales como la sexualidad butch y la sexualidad femme) o en conductas específicamente lésbicas. Judy ha sugerido que las butch no copiaban a los hombres sino que estaban diciendo: "esta es otra manera de ser mujer" y "lo que se aprendía en las subculturas lésbicas era a imitar a las tortas, no a los hombres".

Siguiendo a Rubin, yo considero que butch y femme son formas de codificar identidades y comportamientos que a la vez están conectados con y son distintos de los roles sociales standard para hombres y mujeres, por eso para mí no perpetúan la heterosexualidad obligatoria.

En este punto intuyo que no les ha quedado muy claro qué es una butch. Categorizar implica limitar, cerrar, excluir, nada más alejado de mi intención. Así que al respecto diré, siguiendo a Rubin, que "el término incluye a personas con diferente rango de carga de 'masculinidad?" . Incluye por ejemplo a: lesbianas que no están interesadas para nada en las identidades de género de varón, pero que usan rasgos asociados con la masculinidad para indicar su lesbianismo o para comunicar su deseo de involucrarse en los tipos de comportamiento sexual activo o iniciador que en esta sociedad están permitidos para o son esperados de los hombres; incluye a mujeres que adoptan modas y maneras de "varón" como una forma de reclamar los privilegios o la deferencia usualmente reservada para los hombres.

Hay muchas maneras de ser masculina. Hay al menos tantas maneras de ser butch como maneras de ser masculinos para los hombres. En realidad, hay más maneras de ser butch, porque cuando las mujeres se apropian de estilos masculinos, el elemento del travestismo produce nuevos sentidos y significados. Las butches adoptamos y trasmutamos los muchos códigos disponibles de masculinidad.

A veces las lesbianas usan el término butch para designar solo a las mujeres más varoniles, pero igualar butch con mujer hipermasculina alimenta un estereotipo. Las butch diferimos ampliamente en cuán masculinas nos sentimos y, en consecuencia, en cómo nos presentamos. Algunas butch somos levemente masculinas, otras butch somos muy varoniles y algunos "drag kings" pasan como hombres. También diferimos en cómo nos relacionamos con nuestros cuerpos de "mujer". Algunas nos sentimos cómodas estando embarazadas y teniendo hijos, mientras que para otras el sólo pensar en el componente femenino subyacente de la reproducción mamífera es totalmente repugnante. Algunas disfrutamos con nuestros pechos mientras que otras los desprecian. Algunas butches ocultan sus genitales y otras rechazan la penetración. Hay butches que aborrecen los tampones, debido a sus resonancias de coito, otras butches adoran ser cogidas. Algunas butches están perfectamente contentas en sus cuerpos femeninos, mientras que otras pueden estar en el límite de convertirse en transexuales.

Además, en cada cultura las formas de masculinidad son moldeadas por las experiencias y expectativas de clase, raza, religión, ocupación, edad, subcultura, y personalidad individual. En algunas culturas, la fuerza física y la agresión son las señales privilegiadas de masculinidad. En otras culturas, la masculinidad es expresada por la alfabetización y la capacidad de manipular números o textos. A algunas butches nos encanta adoptar las imágenes más idealizadas de varones que vemos en la sociedad: corteses, protectores, que encienden los cigarrillos, abren las puertas de los autos o apartan las sillas para que las mujeres se sienten. Esas imágenes que se ven solo en las películas. La mayoría de nosotras disfrutamos combinando expresiones de masculinidad con un cuerpo femenino. Comparto con Rubin que "la coexistencia de caracteres masculinos con una anatomía femenina es una característica fundamental de butch y es una señal lésbica altamente cargada, erotizada y llena de consecuencias" .

Decir que muchas lesbianas se identifican con lo masculino tampoco significa que estamos "identificadas con los hombres" en el sentido político. Cuando el término "identificadas con los hombres" empezó a ser usado originalmente por el feminismo de comienzos de los setenta, no denotaba nada sobre la identidad de género. Describía una actitud política en la cual miembros de una categoría de personas generalmente oprimidas (mujeres) no son capaces de identificarse con su propio interés como mujeres y en cambio se identifican con las metas, políticas y actitudes beneficiosas para un grupo de generalmente privilegiados opresores (hombres). Aunque esas mujeres eran a veces butch o masculinas en su estilo, también podían, con igual facilidad, ser femme o femeninas. Una manifestación típica de la identificación con los hombres en este sentido consistía en el apoyo a los privilegios masculinos tradicionales por parte de mujeres heterosexuales muy femeninas. Algunas de las femeninas mujeres de derecha cuyos objetivos políticos incluyen el reforzamiento de la autoridad masculina en las familias convencionalmente constituidas, podrían ser llamadas "identificadas con los hombres". (en Argentina conocemos varios de estos casos).

Lo que quiero remarcar aquí es como algunas terminologías han servido a confundir posiciones políticas con identidades de género. Una butch fuertemente masculina no necesariamente va a identificarse políticamente con los hombres. Judith Halberstam aporta algo más en este sentido cuando dice que el efecto del término "identificadas con los varones" se formó para castigar a la mujeres gays más visibles y fuera del closet por su masculinidad y condujo a que el feminismo fuera el estudio de la "femineidad".

En el contexto local (quisiera aclarar que lo que voy a decir son impresiones personales que no gozan de ningún estudio "científico" que las avale, porque desgraciadamente en Argentina no tenemos la riqueza de producción teórica que existe en los EEUU. Existen trabajos al respecto yo los desconozco , así que si estoy mencionando a autoras norteamericanas es porque son las únicas que nos han sido accesibles, al menos para las militantes), en los años '80, década en la que me asumí como lesbiana, era común ver en el ambiente lésbico estas expresiones de butch y femme. Entiendo que, en parte porque resultaba la forma más fácil de pasar desapercibidas, o sea de pasar como una pareja hetero. Progresivamente esas identidades se fueron desdibujando y hoy por hoy las lesbianas butch, somos mayoritariamente mayores de 35 años. Hemos asistido a una uniformización de la expresión de género de las lesbianas, que se están asimilando al modelo de femineidad que les presenta el sistema, situación que me resulta preocupante. Entiendo que en parte tiene que ver con la propia lesbofobia internalizada de las lesbianas, en parte a la falta de discusión sobre estos temas en las comunidades lésbicas locales y también a la falta de conciencia de la opresión que el sistema patriarcal y capitalista ejerce sobre nosotras.

A modo de conclusión

Los roles butch-femme de los '50 en EEUU y de los '70-'80 en la Argentina tuvieron sus costos, como por ejemplo la obligación para cada lesbiana de elegir un rol, las formas en que estos roles reforzaban el estatus binario de las femme y las frustraciones sexuales a menudo experimentadas por las butch. Sin embargo, creo como Rubin que las condenas a las identidades butch o femme han empobrecido y empobrecen todavía en nuestro contexto local la comprensión de las experiencias y modelos de género lésbico. También han producido mucha intolerancia. A la discriminación que sufrimos por parte de la sociedad las lesbianas butch hemos tenido que sumarle la de nuestras propias compañeras lesbianas, muchas de las cuales, debido a que nuestro aspecto es leído inmediatamente como torta, no quieren salir a la calle con nosotras por temor a que se las identifique como lesbianas; otras no quieren saber nada con nosotras porque dicen que a ellas "les gustan las mujeres, si quisieran estar con un hombre buscarían uno de verdad". También hemos sido discriminadas por algunas feministas que nos consideran traidoras a la causa, residuos nocivos de la opresión patriarcal, que pretenden tener la certeza de lo que una lesbiana es o no es sosteniendo muchas veces posiciones esencialistas y cuasifascistas.

Creo al igual que Rubin que "Nuestras categorías son importantes. No podemos organizar una vida social, un movimiento político ni nuestras identidades y deseos individuales sin ellas. El hecho de que las categorías invariablemente tengan filtraciones y que nunca puedan contener todas las "cosas existentes" relevantes no las hace inútiles, solo limitadas. Categorías como butch, lesbiana o transexual son todas imperfectas, históricas, temporarias y arbitrarias. Las usamos y ellas nos usan. Las usamos para construir vidas con significados y ellas nos moldean en formas históricamente específicas de ser personas. En vez de pelear por clasificaciones inmaculadas y límites impenetrables, creo que deberíamos esforzarnos por construir una comunidad que entienda la diversidad como un regalo, que vea las anomalías como preciosas y que trate a todos los principios básicos con una robusta dosis de escepticismo .

Sigo nombrándome lesbiana, aunque siento que esa categoría no me abarca totalmente, porque entiendo que el concepto lesbiana es un término que consiste en concebir al sujeto social de modo que exceda, que sea otro, que sea autónomo de las categorías de género hombre y mujer. Esa concepción tiene para mí una carga política muy fuerte. Aquí en la Argentina la categoría lesbiana sigue siendo peligrosa y tiene una función poderosa que cumplir en la subversión de las estructuras sociales del patriarcado; la cuestión no es solamente demostrar que las lesbianas existen como identidad, sino más bien que las lesbianas tienen una lucha en común con otras personas que son subversivas porque perturban el sistema de géneros monolítico.

Lesbiana, torta, marimacho es también cómo soy leída, cada día cuando abro la puerta de mi casa, por eso es el lugar desde donde resisto cotidianamente, pero mi concepción de lesbiana butch transgenérica significa posicionarme en el lugar que Teresa de Lauretis denominó "sujetos excéntricos" .

Es una posición de resistencia y de acción que debe ser aprehendida conceptual y experimentalmente desde afuera o superando el aporte sociocultural de la heterosexualidad, una posición que implica "un desplazamiento, una des-identificación con un grupo, una familia, el propio yo, un _hogar_ que implica la exclusión y la represión de cualquier ideología de lo mismo, e implica un corrimiento de los puntos de comprensión y de articulación y un autodesplazamiento: dejar o renunciar al lugar que es seguro, es decir al _hogar_, física, emocional, lingüística y epistemológicamente, por otro lugar que es desconocido, riesgoso, desde el cual el hablar o el pensar, [la vivencia del cuerpo], son tentativos, inseguros y no están garantizados . Es un cruce permanente de los límites.

Creo que lo que todas las personas transgénero compartimos es el sentimiento de extranjería, por eso quiero terminar con un poema de Gloria Anzaldúa, que expresa maravillosamente lo que significa este cruzamiento de los límites, esta extranjería.

Borderlands/La Frontera: la nueva mestiza

Vivir en la Frontera significa que tú
no eres ni hispana india negra española
ni gabacha, eres mestiza, mulata, híbrida
atrapada en el fuego cruzado entre los bandos
mientras llevas las cinco razas sobre tu espalda
sin saber para qué lado volverte, de cuál correr;


Vivir en la Frontera significa saber
que la india en ti, traicionada por 500 años,
ya no te está hablando,
que las mexicanas te llaman rajetas,
que negar a la Anglo dentro tuyo
es tan malo como haber negado a la India o a la Negra;


Cuando vives en la frontera
la gente camina a través tuyo, el viento roba tu voz,
eres una burra, buey, un chivo expiatorio,
anunciadora de una nueva raza,
mitad y mitad -tanto mujer como hombre, ninguno-
un nuevo género;


Vivir en la Frontera significa
poner chile en el borscht,
comer tortillas de maíz integral,
hablar Tex-Mex con acento de Brooklyn ;
ser detenida por be la migra en los puntos de control fronterizos;


Vivir en la Frontera significa
que luchas duramente para
resistir el elixir de oro que te llama desde la botella,
el tirón del cañón de la pistola,
la soga aplastando el hueco de tu garganta;


En la Frontera
tú eres el campo de batalla
donde los enemigos están emparentados entre sí;
tú estás en casa, una extraña,
las disputas de límites han sido dirimidas
el estampido de los disparos ha hecho trizas la tregua
estás herida, perdida en acción
muerta, resistiendo;


Vivir en la Frontera significa


el molino con los blancos dientes de navaja quiere arrancar en tiras
tu piel rojo-oliva, exprimir la pulpa, tu corazón
pulverizarte apretarte alisarte
oliendo como pan blanco pero muerta;


Para sobrevivir en la Frontera


debes vivir sin fronteras
ser un cruce de caminos.



BIBLIOGRAFIA

ß Anzaldúa, Gloria: La Frontera / Borderlands. Gloria Anzaldua, Consortium Book Sales and Distribution, 1999.

ß Bornstein, Kate: "Gender Outlaw: On men, women, an the rest of us", Routledge, New York, 1996.

ß Cangrano, María Cecilia - Dubois, Ludsay: "De mujer a género; teoría interpretación y práctica feminista en las ciencias sociales", Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1993, 160pp.

ß Halberstam, Judith "Masculinidad sin hombres" Revista de Género en la Red. Annamarie Jagose entrevista a Judith Halberstam sobre su último libro.

ß Nafaf, Zachary I. "Lesbians talk Transgender". Scarltet Press. 1996.

ß Rubin, Gayle. "Of Catamites and Kings: Reflections on Butch, Gender, and Boundaries." The Persistent Desire: A Femme-Butch Reader. ed. Joan Nestle. Boston: Alyson, 1992. 466-482.

ß Rubin, Gayle: "The traffic in women. Notes on the political economy of sex", pág. 157-210 en Reitre, Rayna (ed): "Toward an Antropology of women, N.Y, Monthly Review Press, 1975.

ß Wittig Monique: The Straight Mind and other Essays, Boston: Beacon, 1992.