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Compañeras

16 de octubre del 2003

Artículo de la feminista detenida en Bolivia
Las putas amantes de la vida declaramos que no queremos la guerra
María Galindo
Mujeres Creando (Bolivia)
Se acercó a la ventana de esta vida a recibir la muerte "No te acerques Marlenita a la ventana", le decía su madre a la niña aymara de 8 años habitante de una casucha campesina sin luz, ni agua en Warisata.

Un pueblo sin hospitales, ni universidades, ni tiendas, ni cafés internet, ni cines, un pueblo en medio del altiplano, que es como decir en medio de la nada, en medio del reino del viento y el hambre, un pueblo muy cercano a la ciudad de La Paz, donde hace 70 años ya, se instaló fruto de luchas remotas y ancestrales una normal, un centro de pensamiento, un centro de educación para el mundo andino.

Pero Marlene, Marlene se acercó a la ventana curiosa, desobediente y muerta de miedo a mirar a los soldados como lo hacen los niños y las niñas en Irak, así en Bolivia con la curiosidad universal de los y las inocentes se acercó a la ventana de esta vida a recibir un balazo racista.

El ejército cuando la mató hacía lo que el gobierno denominó "un operativo" de rescate de turistas ingleses y norteamericanos que hacían alpinismo en el Illampu, uno de los nevados más altos del mundo desde donde la injusticia se puede contemplar en toda su esplendorosa crueldad.

Es importante dejar bien claro que ninguno de los turistas rescatados estuvieron en riesgo de vida, que ninguna de sus vidas vale más que la de Marlene, que los y las aymarás alzados no los tuvieron de rehenes y que lo que hacían era cumplir un bloqueo de caminos interpelando al estado boliviano sobre la venta del gas, bloqueo dentro del cual "los turistas" no fueron tomados en cuenta, porque fuera están sus actividades de toda comprensión que pueda tener un pueblo en lucha, simplemente dentro el imaginario de los bloqueadores los turistas nada significaban. Los turistas fueron, son y serán un pretexto para ocupar y matar y fueron, son y serán sus pieles blancas, sus euros y sus pasaportes del norte un pretexto para que el estado boliviano cumpliendo con los estados coloniales del norte haya creado allí la necesidad de la ocupación militar de un pueblo que protestaba pacíficamente.

Los pueblos tienen límites, el nuestro ha llegado

Cuando el sentido de la lucha se nos escapa de las manos, pareciera que la injusticia es todopoderosa y omnipotente y que nada va a cambiar y que no vale la pena salir con un cartel a las calles, ni construir una barricada, ni decir no. Pareciera que todo el horizonte es ceder y conceder que nos pisoteen y maten y mientan y que se jacten de ello todos los corruptos del mundo.

Pero mágico y misterioso es el límite de los pueblos y el nuestro ha llegado. Poco a poco a ritmo accidentado y tentando los caminos la protesta social boliviana crece día a día y los mismos sumisos y sumisas de ayer, hoy han convertido a las calles de la ciudad de La Paz en un foro ininterrumpido de 8 horas diarias de protesta conjunta.

El gentío movilizado está masivamente compuesto de cientos de jóvenes hombres y mujeres desempleados y desempleadas, comerciantes independientes, viejos y viejas que mantienen a sus nietos y nietas. Gentío masivo que sabe a ciencia cierta que no tiene ninguna oportunidad de nada, masa hambrienta y soleada que no ha tenido márgenes para reflexionar, ni discutir. No hay consensos, ni líderes reconocibles. Lo que hay es un entercamiento en rotundos nos, en llantos por los y las muertas, en rabia, bronca y cansancio. Suma de resistencia que ha volcado al país en 10 días a las reflexiones fundamentales de una sociedad, ¿qué somos?, ¿qué queremos?, ¿ cómo queremos organizarnos?, ¿dónde está el fruto de nuestro trabajo?.

Preguntas que no están formuladas a los intelectuales, ni a los partidos políticos ni a los jerarcas de la iglesia, son preguntas vagabundas y obsesivas que estallan su impaciencia en las esquinas de las calles. En ese contexto el gas que se propagandiza como un negocio millonario adquiere un sentido simbólico que nos evoca la larga lista de recursos naturales salidos de estas tierras para nutrir las grandes fortunas mundiales.

La capacidad de responder colectivamente a estas preguntas es la oportunidad que como país buscamos y eso empieza por decir claramente que no queremos, ni buscamos, ni aceptamos la guerra civil. Apostamos a que este proceso, a que este embarazo no sea abortado a patadas, ni a balas, ni a fuerza de angurria de poder.

Los pocos caudillos pequeños y medianos tienen la urgencia de buscar un enfrentamiento violento con el estado porque apuestan a un recambio de poder que sustituya unos con otros, poseedores de consignas saben que su mejor arma es la frustración de la gente y con ella juegan para que se instale la lógica de la guerra.

El estado también desea esa lógica e inventa todo tipo de hipótesis para legitimar la presencia militar, la muerte y la impunidad.

El desafío está en la capacidad que tenga el pueblo de inventar su propia lucha, de decir su palabra, de construir unidad en la resistencia, de mantenerla y hacerla crecer para que podamos tomarnos el tiempo de esclarecimiento que necesitamos y que sabemos que no será corto y que no podemos delegar en ninguna institución de la sociedad.

Así de locos y locas estamos en estos lados de la tierra, donde un gran negocio transnacional desata todas las ataduras y nos devuelve a la terquedad de sentarnos sobre la tierra, testimoniando que es nuestra tierra y por eso nuestra esperanza. Sentados y sentadas sobre ella inamovibles necesitamos tiempo para decidir que cosa queremos.

(*) María Galindo estuvo detenida en estos días y ya ha sido liberada. El artículo es de los días anteriores a su detención