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Compañeras

13 de julio del 2003

Legalizar el aborto: un ejemplo de tolerancia en democracia


La República de las Mujeres
Frances Kissling, la reconocida activista en asuntos vinculados a la religión, las políticas de población y los derechos sexuales y reproductivos, brindó en Montevideo una conferencia sobre la problemática del aborto y su relación con las diferentes formas de intolerancia presentes en la sociedad.

Una conferencia sobre "Aborto: democracia, tolerancia y convivencia en la diversidad" fue la actividad realizada en la Universidad de la República que tuvo como principal disertante a la estadounidense Frances Kissling, presidenta de la organización no gubernamental con sede central en Washington, Católicas por el Derecho a Decidir (CDC). Fue convocada por Mujer y Salud en el Uruguay (MYSU), la Comisión Nacional de Seguimiento de los Compromisos de Pekín (CNS) y el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos Humanos de la Mujer (Cladem).

El encuentro apuntó a clarificar la discusión pública y a tornarla lo más amplia y plural posible, con la idea de construir desde la sociedad civil organizada un debate que permita un ejercicio permanente de profundización de la democracia y de la ciudadanía.

Presentada por la doctora Ana María Ferrari, rectora interina de la Facultad de Medicina y ante una nutrida concurrencia, Kissling destacó el ejercicio democrático que representa una reunión en la que una estadounidense es convocada para hablar sobre un tema que fue y será discutido en nuestro país en el ámbito legislativo. "Vivimos un momento en el que cuestiones como la tolerancia, la democracia y la convivencia parecen ser centrales para la humanidad", afirmó, refiriéndose a su constatación de que en todas partes del mundo cuando se habla de aborto surge la intolerancia y se genera una polarización entre quienes están "apasionadamente a favor y quienes están frontalmente en contra. En Estados Unidos se habla de la guerra del aborto porque es tanta la pasión que desata que a veces se puede comparar ese conflicto con el de Oriente Medio o los que se dan en Irlanda entre católicos y protestantes. Creo que estos conflictos pueden ser más fáciles de resolver que lo que implica ponerse de acuerdo sobre el aborto".

LOS FUNDAMENTALISMOS ACECHAN

Convencida de que hoy el mundo ve surgir con fuerza los fundamentalismos y en especial el religioso, Frances Kissling sostiene que todas las religiones contienen cierto grado de fundamentalismo: "El rol de la religión en la vida política es quizás uno de los temas más importantes de hoy en día. Lo que vemos con las democracias modernas y el crecimiento de los fundamentalismos religiosos, es que en la medida que avanzamos en el siglo XXI, las religiones buscan retomar un rol dominante que les permita influir en las políticas públicas. Detrás de los fundamentalismos existe una ideología conservadora y un temor a que se vengan abajo todos aquellos pilares que ellos defendían como básicos para la existencia de su propio destino". La activista plantea interrogantes en cuanto a la relación entre los fundamentalistas y las políticas públicas: ¿por qué los gobiernos temen más a los fundamentalistas que a los liberales progresistas?, ¿por qué tienden a negociar más con los fundamentalistas y no con quienes tienen una actitud progresista y liberal?, ¿por qué en Latinoamérica tiene más poder el Opus Dei que la Teología de la Liberación?

Otro punto cuestionado es por qué las empresas fundamentalistas desean controlar la vida sexual y reproductiva de las mujeres. Ella asegura que algo que cada vez ocupa más de su tiempo como católica es la conclusión de que la Iglesia Católica Romana en este momento tiene un pensamiento fundamentalista que la lleva a intentar influir en las políticas públicas.

RELIGIONES Y POLITICAS PUBLICAS

Refiriéndose al aborto y al origen de la vida desde su perspectiva católica, Kissling entiende necesario aceptar que todas las religiones tienen sus propias historias y creencias al respecto: "Para el judaísmo el feto no es persona hasta su primera respiración. El cristianismo no sabe cuándo empieza la persona humana. Para el Islam la persona existe a los 120 días de la concepción. Si trasladamos estos datos a los tiempos modernos, democráticos y pluralistas, ¿ qué van a hacer los legisladores?, ¿cómo van a decidir cuál es el momento en que se forma la persona humana habiendo tantas posturas diferentes en la religión y las creencias? ¿Cómo una religión puede abordar al Estado cuando éste tiene que satisfacer tantas creencias y tantas posturas religiosas diferentes entre la ciudadanía? Los musulmanes estarían considerando que el aborto es posible dentro de un determinado período, los judíos pedirían otra cosa, los católicos estarían planteando algo totalmente distinto. Entonces, con creencias tan variadas, ¿ cómo podemos tener políticas públicas que pasen por encima de estas diferencias de creencias y que sirvan al bien común?", cuestiona Kissling al tiempo que aporta respuestas: "Liberalizar el aborto podría ser un ejemplo de lo que se puede hacer con tolerancia dentro de una democracia. Los países que lo han hecho se basaron en el principio de la subsidialidad, que no deja de ser una idea defendida por los católicos más progresistas. El principio de subsidialidad establece que las decisiones deben tomarse mirando al nivel más bajo de la sociedad sin coartar al nivel más alto, y que debería trabajarse a un nivel en donde haya libertad de expresión y de toma de decisiones. Una ley que le permita a una mujer tomar una decisión a nivel individual acerca de cómo o cuándo interrumpir un embarazo, sería la forma más democrática de abordar este tema".