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Compañeras

Las mujeres israelíes pagan cara la política antisocial del gobierno de Sharon


Martine Hassoun
Rebanadas de Realidad

Bruselas, 12 de octubre de 2004: Pocos días después de la huelga general que la Histadrut -la poderosa central sindical israelí afiliada a la CIOSL- convocó en el ámbito de los servicios públicos, Noga Butensky explica por qué las trabajadoras acusan de lleno el golpe de la crisis económica y de la política de liberalización a ultranza que preconiza el gobierno de Sharon. Las trabajadoras israelíes, numerosísimas en los empleos precarios, en los menos calificados y a tiempo parcial, sufren a causa de la segmentación discriminatoria del mercado laboral israelí, en una sociedad donde la lucha por la igualdad no está considerada una prioridad.

El 21 de septiembre, la Histadrut convocó a los 400.000 empleados estatales y de los servicios públicos israelíes a una huelga general por el empleo y los salarios, ya que en ocasiones las remuneraciones fueron pagadas con meses de atraso. ¿Cómo se inscribieron las trabajadoras israelíes en ese movimiento?

Con total naturalidad ya que las dos terceras partes de los empleados públicos son mujeres. La reducción de los gastos públicos y los problemas que origina tal política las afecta directamente, tanto más cuando que el actual contexto económico les es muy adverso. En este momento, la crisis golpea de lleno a la mano de obra femenina. El Servicio de Empleo acaba de publicar las últimas cifras del desempleo: hay ahora en Israel 243.517 personas que buscan trabajo, una cifra que representa un 9 por ciento de aumento con respecto al mes de agosto de 2003. No dispongo todavía de estadísticas específicas con respecto a la situación de la mujer pero estas últimas cifras no presagian nada bueno. Ya hace meses que el índice de desempleo de las mujeres es superior al de los hombres: 12,8 por ciento y 10,1 por ciento respectivamente. Esto no solía ser así.

¿Cuál es la causa? ¿Su nivel de formación?

El nivel de formación de las mujeres israelíes es equivalente al de los hombres israelíes. Ése no es un argumento válido, como tampoco puede serlo el nivel de su dedicación al trabajo: hoy en día, el índice femenino y masculino de ausentismo se sitúa en el mismo nivel: un promedio de diez días por año. Si se produjo alguna deterioración ha sido en el sentido de que desde hace ya demasiado tiempo las mujeres están relegadas a seis grandes sectores de actividad, como la docencia, tareas administrativas, de limpieza o de ayuda en el marco familiar: sectores extremadamente frágiles y mucho más sensibles que otros a los efectos de las políticas públicas. Sin lugar a dudas, las mujeres estarían en mucha mejor situación si ocuparan puestos de trabajo de mayores calificaciones. Menos de una de cada diez mujeres ocupa algún cargo directivo en el sector público; solamente la tercera parte desempeña alguna función de gestión. Vivimos todavía en una sociedad extremadamente conservadora, que no siempre considera que el empleo de la mujer debe ser considerado parte de la regla. La organización del sistema educativo es un ejemplo. Aquí no hay clases por la tarde. Las familias tienen entonces que tomar una niñera -lo que cuesta muchísimo- o decidir que la mujer trabaje solamente a tiempo parcial. Por lo tanto, la mayoría de las mujeres israelíes tienen empleos a tiempo parcial para poder ocuparse de los hijos.

¿Está mejor la situación en el sector privado?

Tomemos el sector de alta tecnología, un sector que remunera muy bien a los asalariados. Por supuesto allí trabajan mujeres pero ¿en qué condiciones? Para trabajar en las empresas de ese tipo es necesario ser joven y no tener hijos. Las condiciones de trabajo de esas empresas son muy duras. Los horarios que se deben cumplir obligan a los asalariados a quedarse a veces hasta las 22, por lo que las mujeres de más edad o las madres de familia no pueden ocupar esos puestos. Una vez más, nuestro problema no es el índice de actividad de las mujeres: en ese sentido tenemos un buen promedio en el plano internacional. El problema radica en el tipo de empleo al que pueden acceder las mujeres. En Israel, las mujeres son las que ocupan la mayoría de los empleos precarios, los menos calificados y los empleos a tiempo parcial. Y su remuneración es consecuencia de ello. El salario medio de la mano de obra femenina es un 60 por ciento inferior al de la mano de obra masculina. Por ese motivo hemos considerado inaceptables las medidas que tomó el gobierno el año pasado con las que se buscaba reducir de manera drástica la ayuda financiera que se otorga a las personas más pobres, como por ejemplo las asignaciones para las familias monoparentales. Toda reducción del presupuesto social del Estado afecta en primer lugar a las mujeres, a quienes el mercado laboral ya maltrata mucho.

Sin embargo, se dice que la sociedad israelí proporciona más igualdad que otras entre los hombres y las mujeres, principalmente debido a la contribución de estas últimas al servicio militar. ¿Qué opina usted al respecto?

En el ejército, las jóvenes israelíes estuvieron durante mucho tiempo relegadas a los cargos subalternos, a prestar asistencia a los hombres, que eran quienes portaban las armas. Esa mentalidad impregna toda la vida social israelí. En las empresas se prefiere tomar hombres antes que mujeres debido a que se los considera capaces de comandar batallones. Basta con ver cuántos directores, gerentes o ministros fueron anteriormente oficiales. La mayoría de los ministros fueron generales. Al crearse unidades de combatientes donde las mujeres portan armas en igualdad de condiciones que los hombres quizás las cosas vayan cambiando. No obstante, ese cambio tomará mucho pero mucho tiempo. El ejército sigue siendo un ámbito extremadamente machista. Y no cabe duda de que esa cultura está relacionada con la violencia doméstica, que está muy difundida en la sociedad israelí. A las mujeres les sigue resultando muy difícil oponerse a los hombres.

¿En qué situación están las mujeres migrantes?

Yo haría una distinción entre la inmigración judía y la inmigración temporaria de trabajadoras y trabajadores extranjeros. No hay diferencia entre la situación de las inmigrantes judías -principalmente las rusas- y la de las mujeres israelíes. Lo único que puede señalarse es que en el caso de las primeras a menudo conocen poca gente. Pero trabajan bien y no deberían tener dificultades para integrarse. En cuanto a las extranjeras -muchas de ellas procedentes de Filipinas-, están concentradas fundamentalmente en tareas de limpieza, en empleos de asistentas.

¿Se escucha como es debido en los sindicatos la voz de las mujeres y sus reivindicaciones?

Sí. Cuando reclamamos mejor protección en el trabajo para las embarazadas, mayor reconocimiento de sus calificaciones, que se definan cupos para todos los cargos que impliquen responsabilidad o que se defina mejor la ayuda social, nos hacemos entender. El movimiento sindical obtuvo leyes que nos son favorables. Pero el problema consiste en que se las aplique. Cuando lo reclamamos, cuando pedimos que se mejore esa aplicación, siempre se nos contesta que hay cosas que revisten mayor urgencia... Es decir, ¡prioridades mucho más importantes que mejorar la situación de las mujeres!

¿De qué manera afecta el conflicto entre Israel y Palestina la situación de las trabajadoras israelíes? ¿Cómo se articulan las trabajadoras en esa problemática?

La situación afecta a toda la sociedad y, por supuesto, a los trabajadores y trabajadoras. Cuando los inversores se van de Israel o se muestran reacios a ampliar actividades porque temen la evolución que pueda tener la situación o por razones de seguridad, toda la fuerza laboral sufre las consecuencias. Por el contrario, es necesario reconocer que las mujeres son quienes más se dedican a las organizaciones que luchan por la paz. Tienen asociaciones propias como "Machsomwatch", que desde 2001 interviene en los controles fronterizos para combatir los abusos que cometen los soldados. Es una organización compuesta exclusivamente por mujeres. O "Las mujeres de negro", que desde 1988 lleva a cabo todos los sábados manifestaciones en contra de la ocupación. A escala sindical también intentamos hacer todo lo que está a nuestro alcance por las mujeres palestinas. El pasado mes de noviembre, el departamento de la mujer de Histadrut llevó a cabo un encuentro sobre los medios necesarios para una coexistencia pacífica entre nuestros dos pueblos.