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Compañeras


15 de april del 2004

¿Y si somos todas las que estamos... atrapadas? [1]

Yuderkys Espinosa Miñoso
Rebelión

"A diferencia de las certezas y de las creencias, la revuelta permanente es ese cuestionamiento de sí mismo, del todo y de la nada que, evidentemente, ya no tiene lugar o razón de ser".
El porvenir de la revuelta. Julia Kristeva,1998.

1.

"E
l género es un performance, una actuación", nos dijo Susana Cook para resumir la primera parte del taller de género "Señoras y señores y nosotros, los demás... ¿Somos todos los que estamos?". A seguidas, sin darnos tiempo para exteriorizar lo que pensábamos al respecto ["¿Una actuación? ¿Qué significado damos a esto? ¿Es tan así?"], rápidamente nos señaló un espejo, material de maquillaje y, tomando de modelo a una amiga dominicana que me visitaba en Buenos Aires, empezó a mostrarnos el arte del pasaje de un género a otro ["…¿Es tan así? ¿Con un buen maquillaje logramos traspasar el género asignado y asumido?"]. Mientras la "transformaba" nos daba explicaciones prácticas: "No necesitan más que pelo humano -que se compra en tiendas o lo obtienes de recortarte el tuyo-, mastick - un pegamento transparente que se usa para pegar el pelo, tijeras - porque el pelo viene largo y lo necesitamos bien cortito para la barba, polvo - no de hornear sino negro para simular la sombra del pelo, y.... un buen traje de saco y corbata. Así, sin más, empezó a apoyarnos en nuestro proceso de "hombrización".

Aquello de que es difícil pensar al tiempo que se actúa demostró ser cierto una vez más... al cabo de una hora, ya no éramos "todas" sino "todos" - al menos en la apariencia- y no sabíamos muy bien cómo habíamos llegado hasta ahí. Yo tan constitutivamente racional, no fue sino recién después de verme ante el espejo ya travestida que pude retomar algo de mi reflexividad habitual. Entonces, me obligué a una mirada atenta ante cada palabra, cada afirmación, cada instrucción de la directora, y ante cada uno de nuestros gestos, pasos y comentarios durante el montaje de la performance. Gracias a esta mirada pude continuar en un diálogo interior, un pensar sobre la acción, ante el cual más que respuestas, muchas veces me encontré muda, perpleja, dubitativa. ["¿pero qué estoy haciendo aquí? ¿cuáles serían las posturas feministas ante ello? ¿Con cuál de estas posturas me identificaría? ¿Estoy haciendo lo correcto?..."]. Vacilante, inmiscuida en una práctica que me era absolutamente nueva y a la vez cautivante: poner el cuerpo allí donde una tiene todo un discurso montado; con más preguntas que certezas, no pude más que ceder a la posibilidad de vivir la experiencia, de atravesarla y desde ahí enfrentarme a los fantasmas (propios y ajenos) que nos asedian en el discurso y la política feminista de la (pos) identidad.

Así, decidida, volvía la mirada hacia la Cook, quien en la segunda parte del taller, intentaba llevar al cuerpo, en formato teatral, lo que ya nos decía la teoría: - "Los hombres son expansivos e invasivos, ocupan todo el espacio, son directos, te miran a los ojos y mantienen la mirada, van a la ofensiva". Sí, porque obviamente "no solo el disfraz hace al monje" y habían otras cosas que teníamos que aprender sobre cómo actuar al "otro género". - "Las mujeres son lo opuesto: cerradas, retraídas, vulnerables, ocupan menos espacio", continuaba, al tiempo que lo escenificaba. Yo, con la mirada y escucha atenta que me había prometido, no podía parar de pensar ["Pero, ¿de qué mujer me habla? ¿qué "mujeres" de las que conozco son así?"]. - "Ponete más barba", le decía a una compañera. ["pero si una gran cantidad de hombres no la llevan y siguen siendo hombres!"]. - "Se tímida, insegura, como que no sabés lo que querés, ni hacia dónde vas", le decía al único chico de la sala travestido de mujer. ["¿de lo que se trata es de representar al estereotipo, la mujer postal, la mujer de la travesti? Y si es así, ¿por qué no puedo representarla yo también? ¿qué efectividad tiene en la subversión del género representar los estereotipos?"]. Entonces nos invitó a subir al escenario y a movernos por el, poniendo en práctica aquello que había estado explicándonos.

- "Decile algunas cosas a la chica, asédiala", le dijo primero a alguna compañera, luego a mi también… cada una tuvo que experimentarlo. Y ya era el asco, la incomodidad, una vacilación interna. ["¿que estoy reproduciendo aquí?, ¿me interesa reproducir este estereotipo?, en todo caso, ¿qué piensa quién me mira? ¿qué efectos produce en la desestabilización del género? ¿produce algún efecto? Y al final, ¿algo de todo esto toca la productividad del poder?]. Con esta vacilación interior y sin experiencia en las artes escénicas, mi representación - a mi entender- no lograba convencer, cumplir la promesa que auguraba mi presentación (grandes patillas a lo Charles Brown, vestimenta formal masculina). Con mucha ineficiencia logré construir un personaje masculino que no llegaba a reproducir al estereotipo que se buscaba ["¿representaba yo al fracaso de la copia o a la distensión de la norma? ¿un hombre feminizado? ¿una mujer masculinizada? ¿qué efecto lograría producir en quien sin saber nada de mi, me viera? ¿Un hombre cualquiera por la calle? ¿Una mujer que intenta parecer varón? ¿un gay maricón? Si era este un fracaso, ¿en qué consistía?"]

Ridiculizar lo masculino, era la consigna. Nos agarrábamos las bolas, ensayábamos a caminar como el típico camionero- esos que colman las revistas gays ["¿por qué el estereotipo está por lo regular asociado a la clase y a la raza? ¿Por qué al pensar en el típico macho pensamos en raperos, mafiosos, camioneros, obreros, policías? ¿serán menos machos los hombres blancos de clase alta? ¿si no lo son, cómo sería representarlos? Cómo sería ridiculizar a la "nueva masculinidad" igualmente androcéntrica?"] Armamos escenas de peleas y bravuconadas entre machos, de acercamiento y conquista de la chica. Fuimos Sandro, Gilberto Santa Rosa, Eminems, Leonardo Fabio, Elvis Presley… y nos moríamos de la risa llenas de un nerviosismo interior (al menos en mi caso). Nos asombrábamos de cómo íbamos construyendo los personajes del macho tipificado. Al final jugamos también al macho romántico a través del montaje de una pieza de Los Plateros (la muy conocida "Only you").

En la euforia, decíamos: - "vamos a hacerlo en público", - "seremos las primeras Drag King de la Argentina". Al tiempo que Susana no dejaba de darnos la "cátedra" necesaria:

- "En nuestra sociedad lo femenino aparece como lo que puede ser apropiado y burlado. Tenemos Drag queen en todas partes mientras que lo varones se creen dueños de la masculinidad, esta aparece como lo que no puede ser parodiado". Recuerdo que en medio de ello dije: - "¿Y si nos presentamos en "La Casa del Encuentro"[2] así como estamos?. Y dije más: - "¿y si vamos al próximo encuentro feministas así pero nombrándonos en femenino?" - […]

Un silencio se armó dentro de mi, un vacío [¿si lo hiciera qué pasaría? ¿me echarían? ¿ me dejarían pasar al decir mi nombre? ¿cualquiera que fuera la reacción, estaría bien o mal? ¿yo misma, en el lugar de ellas, cómo reaccionaría?], que apenas ahora a través de la escritura intento solucionar.

2.

El vacío de respuesta, de convicciones, me dura, se ha instalado. Y es de ello que quiero hablarles - de esta oscuridad sorprendente… a ver si logro espantar los demonios- pues les aseguro que más allá de las preguntas internas que me hice durante el taller (y que he traducido a los corchetes) un pensar y repensar me ha acompañado en la cena, la cama, el desayuno, el baño.... los sueños.

Para empezar, quiero volver sobre la aparente imposibilidad de que en los ambientes de subversión de género yo - nombrada mujer por la normatividad- no pueda representar a "la mujer". Vuelvo a preguntarme: ¿por qué sólo podemos jugar a la representación de lo que la normatividad fija como nuestro opuesto? ¿No es eso ya, asumirnos en el lugar que nos asigna el discurso? Si yo - alguien que se coloca excéntrica respecto de este intento de captura normativa[3]- solo podría "actuar" a un "hombre", no es eso como si ya yo estuviera (auto)condenada a representar eternamente a una "mujer"? Y ello, ¿no estaría negando lo que pretendemos afirmar a través de la práctica paródica? En los contextos de representación paródica del género, al restringir lo que se puede "actuar", parodiar, ¿no estamos restituyendo el estatus de original al género que se supone que no es posible que parodiemos? ¿No se efectúa la misma operación de estabilización identitaria? Porque ¿qué significa que yo no pueda "actuar" una "mujer"?... ¿que yo ya la soy? ¿que yo la represento originalmente, y que por tanto no puedo imitarla, "actuarla"?

He pensado en estos días si la lógica que demarca la posibilidad o imposibilidad de la representación paródica de acuerdo a la posición de género que se ocupe, no es la misma que actúa cuando se personifica a un determinado personaje en el teatro o en el celuloide. Un(a) actor(a) puede encarnar a un sinnúmero de personajes: discapacitado, pobre, narcotraficante, mafioso, lesbiana, madre, ama de casa, inmigrante, cantante... el desafío está en que no siéndolo originalmente logre representarlo a la perfección, esto es, hacer que le creamos que lo "es". Digamos que los mayores lauros se los lleva quien logra convencer al público de que "es lo que no es". En las artes escénicas convencer de que se es lo que no se es, implica que hay un conocimiento previo del público sobre la identidad "original" de quien representa el personaje. Luego hay un efecto de seducción y juego que se atribuye enmarcado en lo "ficcional" y por tanto separado de lo que se considera que es la identidad verdadera. En tanto se mantenga dentro de estos límites el juego es tolerado y parecería no poner en peligro la estabilidad de lo considerado realidad. La gente se maravilla y aplaude a la actriz que representa, supongamos, "maravillosamente bien" a la lesbiana o a la ciega de la película, se maravilla porque "sabe" que es una representación, es decir que ella no lo "es" en la realidad.

Cuando se intenta trabajar con la lesbiana o la ciega misma, se lo piensa para crear un efecto de realidad. Nunca se pensaría que la persona ciega imita o se parodia a si misma, porque se asume que ella ya es lo que "es"; y lo mismo se piensa de la lesbiana. Parecería que hay un plus, un efecto que ya no habría que lograr, porque el personaje es el "original". Las pocas veces que esto ocurre (aunque habría que decir a favor que ocurre cada vez con más frecuencia) el público no se asombra de la "destreza para representar" la identidad del personaje. Generalmente lo que ocurre es un efecto de identificación con "su" historia, que en este caso es lo que pasa a representar lo ficcional (aplaudible) de la ficción A nadie se le ocurre pensar que la lesbiana que representa la lesbiana no es ella misma, que es una representación como cualquier otra. Ella parecería que no actúa sino que es lo que "es".

Lo que me he preguntado es si este efecto de "actuación", visto como el arte por el cual se puede representar lo que no se "es", porque se "es" otra cosa, no se mantiene funcionando aun en nuestros intentos de desestabilización del género. Y ello quizás precisamente porque a la ecuación "el género es un performance", le falta dar cuenta de esta operación mediante la cual si creemos que alguien actúa algo, es porque tenemos la convicción de que es otra cosa. Así, para que opinemos que alguien "actúa" una mujer, tendríamos que estar convencidos de que no lo "es" originalmente. Como no lo estamos, no podemos concebir que una nombrada "mujer" pueda parodiar lo femenino, o que un varón juegue a representar el imaginario de lo masculino, y ver en este juego un intento de "dislocación" del género.

Si como he pensado más arriba "actuar" significa un acto mediante el cual una hace de aquello que no es... y por tanto, se deduce a seguidas que una es otra cosa, es decir, nunca se pierde la idea de que una, al fin, es algo, tiene una identidad original - léase "natural" - lo que tendríamos que cuestionarnos es la operación mediante la cual esto ocurre. ¿Cómo sería mostrar que esto que "originalmente" se supone que yo soy, es también una "actuación"? Esto sería equivalente a decir que eso que "al fin soy" tampoco es "original", el personaje que no represento ser, el que aparece como "original", es también una actuación. Un efecto de disfraces múltiples, uno sobre otro, y sobre otro y así hasta el infinito. Una pesadilla donde nunca se puede develar el "verdadero" rostro, porque no alcanzamos o porque no lo hay.

Si se lo piensa bien, el tema es complejo porque si por un lado, no se puede parodiar lo que ya se parece ser "originalmente", precisamente por ello tampoco se logra el efecto de dislocación cuando se presupone que solo se parodia el género que no se es: así se logra un efecto de captura que permite reinstalar la significación normativa, de manera que al igual que en el cine o en la sala de teatro se logra de antemano "ficcionalizar" el género del que se dice que es una "actuación", y dar carácter de "real" (no actuado) al que se considera original. Pensemos por ejemplo, que no es desconocido socialmente que la mujer, al igual que la travesti, se produce para representar lo que se supone que es (hay un gran mercado dirigido a ello y todo un aprendizaje que inicia desde muy temprano con los juegos infantiles para niñas), sin embargo, que la mujer se produzca es visto como parte de su ser mujer mientras que lo haga la travesti como la muestra de su no serlo. Por demás, insistir en que eso es un efecto del poder y que no hay original ni copia, ergo, la travesti es una mujer, no le veo mucho sentido, puesto que sigo sin lograr ver un triunfo la reivindicación de una identidad femenina, que como ya he expresado en otro lugar[4], es la expresión del efecto de subordinación[5].

Así, en caso de que se lograra evadir el reconocimiento del género al que fuimos adscritos en un principio, a través de una representación y ocultación (o transformación) efectiva de aquello que podría delatarnos (historia de vida, morfología y características sexuales secundarias como la voz, los vellos corporales, etc.), todavía restaría la pregunta por los efectos desestructurantes que tal inversión ejercería sobre los mecanismos de poder que operan a través del género. Esto último es importante porque a veces parecería que nos olvidáramos que el género es solo una tecnología (más) de poder a través de la cuál se producen unos tipos de sujetos y se les oprime a una parte de ellos. Siendo así, que algunos sujetos excepción logren pasar de un género a otro, no cambia en si mismo nada si ha de dejar intacto el sistema binario de representación identitario a través del cual operan los mecanismos de subordinación.

Si al final, al tener sexo, caminar por la calle, ir al teatro, entrar a una fiesta o a una oficina, nuestro sistema de relacionamiento social sigue ateniéndose a las reglas del binarismo de género, es decir, seguimos siendo "mujeres" u "hombres" sin dislocaciones que pongan en riesgo la existencia y la comprensión de las categorías mismas, y así "ser" mujer siga siendo ser de una determinada manera, y "ser" hombre lo contrario; si al final no logramos volver inútiles a estas categorías en su intento de captura normativa, y hay una presión ha mantener y reestablecer su coherencia y a eliminar los "ruidos" e interferencias; si al final reenviamos los efectos paradojales de la subversión del género a categorías más inclusivas de "mujer" y "hombre"; si llegamos a entender, como está sucediendo en los medios pero también en el movimiento social mismo, que una travesti es una mujer, o que un hombre trans, es un hombre con incompatibilidades corporales, corregibles: ¿abremos realmente subvertido la tecnología del género?

3.

Hasta ahora, en los círculos queer, LGTTB y sus acompañantes de otros movimientos (feministas, marxistas, psicoanalistas, etc.), la lucha ha sido por lograr instalar en la sociedad y al interior de los movimientos sociales en general (en los cuales muchos de ellas y ellos "militan"), precisamente esa máxima butleriana de que en el género no hay copias ni originales. Para ello han tomando a la travesti como el sujeto de esta lucha (algo que de algún modo fue también impulsado por el análisis de Butler) Ello ha derivado, en particular en la Argentina, en una preocupación y una discusión respecto de las implicancias institucionales y políticas de este estatuto de originalidad. Mientras una parte del movimiento feminista se agazapa y se niega si quiera a abrir el debate, apelando en muchos casos a los constructos más esencialistas, al mismo tiempo, en ciertos círculos legitimados cuyo voz gana cada vez más espacio a nivel social, se oye decir: "Las travestis al llevar su vida como mujeres sufren las mismas discriminaciones que cualquier mujer, por tanto, ¿por qué no pueden participar en los encuentros feministas?". "Si una travesti es una mujer, cuando sale con mujeres es una lesbiana". "Si al fin el cuerpo es una construcción, las tetas de la travesti que toma hormonas o se pone silicona, es tan falsa o tan original como las de las "mujeres".

La lucha se vuelve una carrera por demostrar la "originalidad" de la verdadera identidad de quien se ha corrido del lugar asignado. Ya no se trata de recordarnos que al final no hay tal "si mismo" original, tal "verdadera naturaleza", sino de mostrarnos cuán verdaderamente mujer - u hombre (aunque por lo regular de los hombres trans se habla muy poco. ¿será porque al ser significados originalmente como mujeres en una lucha por el derecho a devenir su deseo, estos quedan atrapados en el lugar derivado, representable y sustituible de lo femenino?) - se ha sido desde el principio, cuán desdichada (y no desmiento tal desdicha) puede ser un alma atrapada en un cuerpo equivocado o discordante[6] y una cultura cómplice. Lo cierto es, nómbrese como se nombre, que pareceríamos quedar atrapados una y otra vez por la necesidad de congruencia, concordancia, coherencia, estabilidad, en la unidad sexo-género-deseo. Esto explicaría la necesidad y el reclamo de adecuar el nombre, y los pronombres al género que la persona reafirma. También explicaría la necesidad de operaciones "reconstructivas", "adecuadoras", que vienen a traer la certidumbre de quien mira, sobre lo que mira, y de quien es, sobre lo que es: que no quede lugar a dudas en la interpelación.

Con todo esto, quiero volver sobre lo que me trajo hasta aquí, quiero preguntarme una vez más sobre las prácticas que desestabilizarían la normas regulativas del género y si la práctica paródica lo es al fin. Me he vuelvo a preguntar sobre los efectos de tal práctica en la estructura de significación del género. ¿abre la parodización del estereotipo realmente fisuras a esta estructura? ¿cuáles son los riesgos de que esta práctica se vuelva parte de su actualización y propagación? Si el género como estereotipo no es más que una ficción reguladora que demarca el espacio de la inteligibilidad, ¿de qué manera seguir apelando a este, no es contribuir a su readecuación y persistencia?

Finalmente, si estamos de acuerdo en la necesidad de la subversión del género, habrá que volverse a pensar una y otra vez cómo se logra esto: ¿las prácticas que hemos inaugurado como prometedoras de esta subversión, han sido tales? ¿la revolución del género la hallamos en una práctica que promete un futuro de comprensión e inclusión de los géneros actualmente ininteligibles dentro de los parámetros de los géneros ya conocidos y gerenciados? ¿qué efecto tendrá esto sobre la regulación del género, sobre la productividad del poder? ¿en qué cambia ello el futuro de las que seguirán siendo llamadas mujeres? ¿qué efectos tendrá sobre su subordinación?. Son todas estas, preguntas que deberíamos siempre dejar abiertas.

Postdata: Escenas para pensar

Una "mujer" desnuda mirándose al espejo se trasviste de Judy Garlan, mientras habla al público respecto de este trasvestirse de mujer.

Una persona con vestimenta y porte masculino se presenta en un club de hombres de negocios y dice llamarse "Ana". Más tarde le vemos saliendo del consultorio ginecológico. A la noche va a la reunión de "victimas de abuso" en el espacio feminista de su localidad. A la noche en el bar, intenta entrar al baño de mujeres, y se arma un escándalo.

Una actriz representa a un hombre trans que se trasviste de mujer para conseguir a la mujer que ama que es lesbiana. Cuando ella se da cuenta queda atrapada en el enredo de género.

Un grupo de travesti y hombres trans forman una asociación civil de lucha por su reconocimiento. Mientras las travestis repuntan su liderazgo reforzado por la simpatía pública, uno de los hombres trans del grupo lucha por ganar voz dentro de la organización al tiempo que se pregunta a qué se debe su invisibilidad Una lesbiana travestida de varón monta un performance donde interpreta con mímicas una canción de su cantante favorita.

Un encuentro donde se toma una postura crítica de la identidad, se cierra con una performance donde una travesti de pechos y nalgas extraordinarias canta al ritmo de la música "yo soy lo que soy".

Abril 2004, Buenos Aires.




Notas

[1] En este trabajo intento hacer una reflexión sobre la experiencia de un taller sobre actuación de género desde el teatro impartido por Susana Cook del 16 al 18 de marzo del 2004, durante su visa a Buenos Aires. No quiero dejar de decir que además de las reflexiones que aquí intento construir, el taller fue un espacio de juego y diversión inaudita para mi. Ello a pesar de la racionalización que al mismo tiempo experimenté. Atreverme a descentralizar mis prejuicios - lo más que me lo permitiera mi atravesamiento teórico- fue una experiencia que aun hoy -a unos cuantos días del taller- intentó dotar de sentido, construir los puentes que me permitan, desde mis convicciones teóricas pero también desde lo nuevo allí encontrado, significarla desde el discurso.

[2] Espacio de lesbianas feministas en Buenos Aires.

[3] ¿no se supone que como lesbiana, como ya nos ha dicho Wittig, no soy una mujer?

[4] ¿Para que nos sirven las identidades? (1999). Revista Aportes para el Debate No 7. ALAI, Ecuador. En la WEB publicado en:

http://www.creatividadfeminista.org/articulos/identidades.htm.

[5] Y si bien para la travesti esto puede representar un logro, en tanto y cuanto expresa la posición particular del varón que deviene su deseo, me parece que tiene un efecto devastador para "las mujeres", en cuanto reafirma y valida una identidad "femenina" que tiene efectos universalizadores para las consideradas naturalmente mujeres, algo que justamente desde el feminismo intentábamos desestabilizar.

[6] Mauro Cabral en una nota publicada por María Moreno en el suplemento de mujeres "Las 12", de el periódico Pagina 12, recuerda el caso de La Plata donde "el equipo médico interviniente en la cirugía intentó modificar la narrativa usual de los "cambios de sexo"… [y] en su lugar, procuraron respetar a ultranza la identidad de género de la persona intervenida por sobre cualquier "determinación" corporal, modificando el relato decisivamente: se trataba, entonces, de una mujer cuya única "discordancia" eran sus genitales". (26 de marzo, 2004). Aunque, Cabral intenta oponer esta narrativa a la de "mujer encerrada en un cuerpo de varón", yo todavía no veo la diferencia. ¿En todo caso esta consistiría en avanzar más en la idea de "naturalización" de la identidad reclamada? ¿En volver cosa menor el ideal regulativo de la necesidad de adecuación de la identidad de género a la morfología sexual? ¿no se vuelve con ello a intentar estabilizar la unidad regulativa entre sexo-género-deseo?