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Compañeras

Mujeres 1 - Hombres 0

Osvaldo Bayer
Página 12

En Berlín se dio a conocer la gran novedad: por primera vez en la historia trabajan más mujeres que hombres. Legalmente, con los seguros de trabajo. Una noticia oficial que hasta hace muy poco hubiera parecido una fantasía. ¿Cómo que hay más mujeres trabajando afuera de su hogar que hombres? No, no puede ser. Si el hombre fue y es el sexo fuerte. Pero... sí. Las mujeres son las que ahora ponen el mundo en marcha.

¿Pero esto es bueno o malo para la mujer? Las feministas dudan. Lo único que faltaba: las mujeres ponen en marcha el hogar, crían los hijos y ahora, además, traen el sustento.

Porque, claro, la pregunta es: ¿qué clase de trabajo hacen? ¿Los de arriba o los de abajo? ¿No será esto un paso más en la explotación de la mujer? Ya hemos visto, ahora es soldada y en Estados Unidos hasta la han empleado como torturadora.
Sí, sin duda alguna: es un paso más en la explotación de la mujer. La mujer sigue siendo sometida, débil, y ahora la mandan al frente de la sociedad. Pero vayamos primero a los números. En Berlín trabajan 516.163 hombres y 549.093 mujeres. Es decir, unas 33 mil mujeres más. Hasta el año 2000, los hombres ganaban fácilmente y luego comenzó a darse vuelta la estadística. A partir de ese momento, las mujeres fueron ocupando trabajos de hombres. También –además de Berlín– en los estados de Meckemburgo, Vorpommern y Sachsen-Anhalt hay más mujeres en el trabajo que hombres.

¿Razones?

Las patronales están proponiendo mujeres en vez de hombres. Lo que se ha notado es que la mujer se inscribe más en los cursos de perfeccionamiento, para ascender o asegurarse un puesto. Después, de acuerdo con otras estadísticas, el hombre abusa más del alcohol por las noches, de manera que en su trabajo, por las mañanas, es menos efectivo. Además, la mujer es más disciplinada y menos discutidora que los hombres en el trabajo. De ahí la preferencia patronal por la mujer. Y, por sobre todo, las tareas de cuidado de niños y ancianos en los institutos respectivos, que aumentan anualmente, se han ido convirtiendo casi exclusivamente en una tarea femenina. Pero, como dice Herbert Buscher, del Instituto de Investigación Económica de Halle: "Las mujeres están obteniendo notas más altas que los hombres en los exámenes, y además no rehuyen la movilidad dentro del empleo. Por ejemplo: aceptan ser trasladadas a otros departamentos de trabajo y a otras ciudades. Los hombres en esto ponen obstáculos, prefieren quedarse en sus domicilios de siempre, alegando el medio que los rodea, familia y amigos".

Dos personalidades se van acentuando: el achatamiento en los hombres y las ganas de nuevos horizontes y relaciones, en las mujeres. En eso está teniendo gran influencia la profusión de revistas y publicaciones para la mujer.

¿Habrá que revisar todo esto? ¿En vez de liberar a la mujer se va modificando su misión por excelencia, la maternidad y el cuidado y educación de los niños y así su influencia en las próximas generaciones? Volvemos a caer en el mismo tema de siempre. Cómo reaccionarán las feministas ante esta nueva perspectiva: ¿además de cumplir su misión de siempre de atender el hogar e hijos, reemplazar al hombre en su trabajo y terminar haciéndolo todo? ¿No sería acaso ése el ideal del hombre?

Por eso, los silbidos con que fue recibido el futuro comisario de Justicia de la Unión Europea, el italiano Rocco Buttiglione, son justos por la forma en que se expresó. Pero sirven para comenzar la polémica. Este político dijo: "La familia es para permitir a la mujer tener hijos y estar protegida por su marido".

Sí, señor Buttiglione, claro, pero a la madre hay que asegurarle libertad, medios y preparación para la crianza y educación del niño. Que ella vea que es mejor dar vida que no ir todos los días a servir café a miles de turistas chinos o europeos, o a lavar camisetas de hinchas de fútbol. Son indispensables esa libertad y esos medios para que la mujer conserve su dignidad en el papel de madre.

La madre tiene derecho a asistir por lo menos a dos horas de cursos sobre la cultura de la maternidad que le permitan la discusión y la respuesta a sus problemas. Y no esperar que todas las noches el marido le conteste desde el sillón del televisor.

Tenemos que avizorar el mundo futuro. En estos días lo estuve observando en Berlín. Lo que nos espera. Paré en el hotel Park Inn. Treintisiete pisos. Centenares de pasajeros que vienen y van por el hall. Colas. Los ascensores que suben, suben y bajan, bajan, atestadas de cabezas con ojos que no saben a dónde van. Chinos, norteamericanos, japoneses, turistas europeos viejos que eligen octubre. Colas y colas para el desayuno. Aquí la taza de café, allá el pancito, por allá la manteca. Y suerte para encontrar un lugarcito en una mesa. El mundo futuro. La industria del turismo. Todo atendido por mujeres que limpian, que fregan, y algún hombre con ojo de guardián. ¿Todo esto como resultado de que por fin las mujeres les ganaron a los hombres? No. Que nos ganen en ternura y ambiente familiar. Junto a nuestras estufas, leyendo catálogos de flores y pájaros, en un hogar lleno de voces infantiles. Pero nada de ojos avizores de jefes de familia. Compartir con la caricia.