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Compañeras

24 de abril del 2003

Feminismo - entre el irracionalismo y el marxismo

Francisco Montero Garcia
Rebelión .

El pensamiento feminista (en que pese la diversidad de orientaciones, creemos que hay una temática común que autoriza la utilización de la expresión más arriba) se ha constituido como desafío a las visiones de mundo establecidas, tanto a la derecha como a la izquierda en el espectro político..
Ni el circunspecto edificio de las así llamadas "ciencias duras" ha escapado a la mirada inquisidora del feminismo, y representantes consagrados de muy bien establecidos universos teóricos han recibido con chismorreo mal humorado la llegada de ese advenedizo que pone en jaque convenciones tradicionales..
De ese modo, el feminismo hace sentir su presencia en las ciencias, en el arte, en la filosofía etc. Pero el feminismo, en ese diálogo, necesita considerar el hecho de que sus interlocutores abrigan, por lo general, divisiones, divergencias y contradicciones frente a las cuales el propio pensamiento feminista será llamado a tomar posición..
A título de ejemplo, y en una enumeración incompleta, podemos mencionar la polarización en torno al tema de la razón, la polarización en torno a la cuestión de totalidad articulada/fragmentación, la polarización entre lo real como objetivo y concreto ó como discurso e interpretación, materialismo/ idealismo, racionalismo/irracionalismo etc..
Básicamente, podemos considerar como polarización fundamental que recoge a todas las otras aquella que se establece en torno a la cuestión ontológica..
Defender una postura ontológica significa considerar al ser social y sus conexiones con la naturaleza como un proceso con posibilidades de desenvolvimiento causal-teleológico abiertas dentro de ciertos límites; como un proceso objetivo-concreto, es decir, con existencia y realidad autónomas, que contiene una conciencia auto reflexiva cuyo desenvolvimiento también es histórico, y vinculado al proceso de elaboración y reelaboración del ser social como universalidad a través del mecanismo de posición y superación dialéctica de momentos históricos particulares determinados, en lo fundamental, por las formas históricas de la categoría "trabajo"..
La postura antiontológica consiste, simplemente, en la negación de la concepción arriba diseñada, negación que puede darse en variadas formas pero que, en lo general, contiene siempre una o varias de las siguientes características: negación del proceso, es decir, de la historia; negación de la autonomía de la realidad; independencia/distanciamiento entre conciencia y objetividad; negación del ser social como totalidad abierta etc..
Ejemplificando: el distanciamiento de la conciencia (racionalismo abstracto) conduce, si se elimina la referencia a una potencia sobrenatural, al relativismo, el cual, a su vez, es una de las vías para el irracionalismo (en un camino que va de Kant a Nietzsche); el irracionalismo imposibilita pensar la ontología como referida a una totalidad concreta y dinámica, puesto que introduce un irremediable subjetivismo a través de la remisión a la existencia - una existencia inefable, a la que se subordinaría la realidad..
La ontología supone la preeminencia del ser frente al conocimiento del ser; la actitud antiontológica se detiene en el análisis del conocer..
El feminismo, al presentarse en el terreno teórico, encuentra esquemas teóricos preexistentes en los que busca subsidios para su propia producción teórica..
Pero esos esquemas no existen al acaso. Al contrario, dependen de ligazones estrechas con sujetos sociales y, por lo tanto, con posiciones políticas. Esto indica que tales esquemas teóricos son, en lo fundamental, mutuamente excluyentes, puesto que existen en función de lo político, que se define siempre como conflictivo. Y si de un conflicto se trata, podemos concluir que al surgir un nuevo campo de análisis social, como es el feminismo, también este habrá de configurarse en campo de enfrentamiento entre los diversos paradigmas..
Se quiere subrayar que la utilización, por parte de pensadoras feministas, de elementos de uno u otro universo teórico implica la adhesión, no siempre clara y consciente, a una determinada posición política preexistente y predeterminada (se presupone, aquí, que la inversa también puede ser el caso: la adhesión a determinadas posiciones políticas determina el haz de elecciones teóricas). Hay tendencias teóricas que subrayan la relación de toda y cualquier dominación con el modo como se organiza la sociedad con vistas a la producción y reproducción de las condiciones necesarias a la manutención de la vida. Y hay tendencias teóricas en las que la crítica de la dominación no implica el cuestionar la estructura social..
Entonces, se pregunta: ¿adherirse a la posición de la totalidad es una cuestión teórica? Por cierto que no. Se trata de una cuestión política, y que depende de que el grupo político-social al que se adhiere se sitúe o no como revolucionario..
No se trata de cuestiones meramente retóricas, pero sí directamente enlazadas con la consecuencia y efectividad de la lucha contra la dominación..
Tomemos ejemplos ilustrativos de filiaciones en la teoría y, por lo tanto, en la política, empezando por la muy conocida y citada pensadora feminista Joan Wallach Scout..
Esta autora, a nuestro juicio, se clasifica en el campo antiontológico, como queda claro al hacer referencia a una obra suya, Gender and the Politics of History (1988), de la que comentaremos la Introducción y la Parte I, "Toward a Feminist History"..
Pasemos la palabra a la autora:.
"Mi definición del género tiene dos partes y varias subpartes. Ellas se interrelacionan, pero deben diferenciarse en el análisis. El núcleo de la definición consiste en la relación fundamental entre dos proposiciones: género es un elemento constitutivo de relaciones sociales fundadas sobre las diferencias percibidas entre los sexos, y el género es un modo primordial de atribuir significado a las relaciones de poder." (1988, p. 42)..
"El conocimiento es un modo de ordenar el mundo." (1988, p. 2)..
" 'interés' no es inherente a los actores ó sus posiciones estructurales pero es producido discursivamente. Los objetos de estudio son, de este modo, fenómenos epistemológicos, en los que se incluyen la economía, la industrialización, las fábricas, la familia, las clases, los géneros, las acciones colectivas y las ideas colectivas, y asimismo nuestras propias categorías interpretativas." (1988, p. 5)..
"Disputas en torno al significado conllevan la introducción de nuevas oposiciones, la reversión de jerarquías, el intento de exponer términos reprimidos, de desafiar el estado natural de pares aparentemente dicotómicos y de exponer su interdependencia y su inestabilidad interna. Ese tipo de análisis, teorizado por Jacques Derrida como 'desconstrucción', hace posible estudiar de manera sistemática (aunque no definitivamente o totalmente) los procesos conflictivos que producen los significados." (1988, p. 7)..
". tengo conciencia de los resultados necesariamente parciales que produce este enfoque. No intento una visión totalizadora, ni haber encontrado aquella categoría que, por fin, explicará toda desigualdad, toda opresión, toda la historia. (.) Esta admisión de parcialidad, me parece, no es reconocer la derrota de la busca de explicaciones universales; sugiere, más bien, que explicaciones universales no son posibles, y nunca lo fueron." (1988, p. 10)..
Como vemos, en la disputa de paradigmas que se reproduce en el enfoque de la temática de género, esta autora adopta, sin ambages, el cuadro posestructuralista..
Se hace necesario apuntar las consecuencias problemáticas de esta elección tanto en teoría como en política. De lo primero se puede decir que .
". a nuestro juicio, la autora no puede escapar del subjetivismo en sus formulaciones teóricas, pues si los símbolos culturales permiten múltiples interpretaciones es porque no presentan sentido intrínseco y necesario, y lo único que se puede hacer se reduce a proponer una interpretación más, otro discurso organizador de los hechos, y se presenta el riesgo de que el discurso venga a ser la única realidad.". (Montero, 1999, p. 20.) .
De hecho, el posestructuralismo tiene como base exactamente la negación de la totalidad, de la universalidad, constituyéndose como corriente teórica que aboga por el fragmentarismo. Como dice la misma Scott, su análisis es asumidamente epistemológico, tomando la "realidad" como construcción discursiva elaborada por los agentes, negando, por tanto, cualquier objetividad, asumiendo el relativismo inherente a esa posición..
En lo que a lo político se refiere, la adhesión a tan extremado relativismo acaba por implicar un irracionalismo siempre comprometido con la manutención del status quo, aunque por la vía de su negación romántica. Es típica del posmodernismo (del que el posestructuralismo es una de las expresiones teóricas "rigurosas") la adhesión al fragmentarismo radical, la defensa de intereses particularistas, la negación de intereses universales, de modo que cada agente está por si mismo, en una especie de regreso a la hobbesiana guerra de todos contra todos. Con razón, entonces se podría decir que los "negros" defenderán sus intereses, ídem los "chicanos", los homosexuales, los heterosexuales, los obesos, los famélicos, los anoréxicos etc., las más abigarradas e inesperadas "minorías", todos los grupos insatisfechos con sus respectivas posiciones sociales defenderán sus intereses, luchando ciegamente contra molinos de viento, sin comprensión de la realidad y, por tanto, sin poder conocer su verdadero enemigo, aquél que se beneficia de ese estado de cosas..
Así se configura una visión egoísta y cínica de la historia, ciñendo el potencial del género humano a la mediocridad de los señores de una época histórica..
Para los fines de este artículo, es suficiente lo que expusimos de la obra de Scott, autora resolutamente inmersa en el universo posmoderno. Pero el antiontologismo no se ciñe al posmodernismo..
Examinamos, adelante, obra de una autora que comprende los callejones sin salida implícitos en la posición posestructuralista y que examina otras alternativas en búsqueda de mayor consistencia teórica para el pensamiento feminista. Es interesante observar cómo, en este caso, la imposibilidad de adoptar una posición ontológica conduce a que la autora no pueda rebasar determinados limites..
La autora a que hacemos referencia es Sandra Harding, y la obra que nos proponemos a examinar es "La inestabilidad de las categorías analíticas en la teoría feminista", traducida del inglés al portugués y publicada en la revista Estudos Feministas, vol. 1, n. 1, 1993, CIEC/ECO/UFRJ, Rio de Janeiro (The Instability of the Analytical Categories of Feminist Theory. Signs, Journal of Women in Culture and Society, vol. II, n. 4, Summer, 1986, pp. 645-664)..
La autora realiza una sucinta exposición de las posiciones teóricas más utilizadas en la producción del pensamiento feminista, con algunas conclusiones interesantes, como veremos..
Veamos la introducción del artículo:.
"El esfuerzo inicial de la teoría feminista buscó extender y reinterpretar las categorías de diversos discursos teóricos de modo a hacer visibles las actividades y las relaciones sociales de las mujeres en el ámbito de las diversas tradiciones intelectuales. (.) Creíamos, entonces, que nos sería posible hacer objetivas y exactas las categorías y los conceptos de los enfoques tradicionales, allí donde todavía no lo fueran. (.) .
Esos intentos nos hicieron entender que ni las actividades de las mujeres, ni las relaciones de género (dentro de los géneros y entre los géneros) pueden simplemente acrecentarse a los discursos sin destorcerlos y sin destorcer nuestros propios temas. El problema no es simple, pues la teoría política liberal y su epistemología empirista, el marxismo, la teoría crítica, el psicoanálisis, el funcionalismo, el estructuralismo, el desconstructivismo, la hermenéutica, bien como otros modelos teóricos a los que recurrimos, al mismo tiempo se aplican y no se aplican a las mujeres y a las relaciones de género. (p. 7-8)..
Estos comentarios retratan adecuadamente el impacto del establecimiento del feminismo como un fenómeno social significativo, con reflejos necesarios e inevitables en el ámbito de la elaboración teórica. Sin embargo, la autora justifica ese impacto del feminismo atándolo a la experiencia diferenciada de las mujeres, posición discutible por ser una equivocación de raíz, y que indica el fragmentarismo al que adhiere la autora, desechando, por tanto, una postura apoyada en la universalidad y la totalidad:.
"Ciertamente, no fueron las experiencias de las mujeres los fundamentos de cualquiera de las teorías a las que recurrimos." (p. 8)..
En esta fórmula, la "experiencia" o la "vivencia" de un grupo social es el factor determinante para la constitución de teorías explicativas, las que, por lo tanto, tienen siempre y necesariamente un carácter particularista, inmediatista y (auto)limitado. Aunque sea legítimo afirmarse que la experiencia juega un papel importante en la elaboración de teorías explicativas o de "visiones de mundo", el argumento se vuelve engañoso al no considerar, al excluir, la intervención de otros elementos. Básicamente, lo que se desecha, lo que no llega a percibirse, es una visión procesal e histórica de la sociedad humana, acarreando el absolutizarse de lo que no es sino un momento histórico. Y a más de esto, sale perjudicada la percepción de la sociedad en sus aspectos más específicamente estructurales, con la condena ya ahora inevitable del mínimo tilde universalizador:.
"Una vez comprendido el carácter arrasadoramente mítico del 'hombre' universal y esencial que fue sujeto y objeto paradigmático de las teorías no feministas, empezamos a poner en duda la utilidad de un análisis que toma como sujeto o objeto una mujer universal - como agente o materia de pensamiento. Todo aquello que se había considerado útil sobre la base de la experiencia social de mujeres blancas, occidentales, burguesas y heterosexuales acaba por parecernos particularmente sospechoso en el momento que analizamos la experiencia de cualquier otro tipo de mujer. (.) .
En la búsqueda de teorías que formulen la única y verdadera versión feminista de la experiencia humana, el feminismo se arriesga a reproducir, en la teoría y en la práctica política, la tendencia de las explicaciones patriarcales para guardar el pensamiento, presumiendo que tan solo los problemas de algunas mujeres son problemas humanos, y que son racionales apenas las soluciones de esos problemas." (p. 8-9)..
He aquí como el atribuir a la experiencia el papel preponderante conduce a una concepción fragmentaria de la realidad..
Pero sigue la autora - y vemos aqui un serio problema de coherencia: "Las teorías patriarcales que intentamos ampliar y reinterpretar no se crearon para explicar la experiencia de los hombres en general, pero si la experiencia de hombres heterosexuales, blancos, burgueses y occidentales. Las feministas teóricas proceden de esas mismas capas sociales - no por conspiración, pero en virtud del patrón histórico que hace con que solamente individuos de esas capas dispongan de tiempo y recursos para elaborar teoría y que únicamente mujeres con ese origen social puedan tener voz." (p. 9, subrayados míos)..
En efecto, "no por conspiración" es una afirmación muy fuerte y cargada de significados, implicaciones e insinuaciones que debieran ser explicadas por la autora, a la par con la despropositada indicación de un "patrón histórico", concepto que no encuentra lugar en los marcos de la concepción de realidad con la que trabaja la autora..
Todo esto considerado, es inevitable que la crítica al posestructuralismo abrazada por la autora y en si misma bastante justa, aparezca como falsedad, en el contexto:.
"... en su desconfortable filiación al posmodernismo no-feminista, la tendencia posmoderna dentro del feminismo parece prestar su apoyo a una posición relativista inadecuada por parte de grupos dominados, posición que está en conflicto con la percepción de que la realidad de la política sexual exige una lucha política activa. (...) Recuérdese que la formulación del relativismo como postura intelectual aparece en la historia nada más que como un intento por diluir los desafíos a la legitimidad de las creencias y los modos de vida considerados universales. El relativismo es un problema objetivo, o la solución de un problema, solamente de la perspectiva de los grupos dominantes." (p. 9, subrayados de la autora)..
Entre el relativismo inherente a la entronización de la experiencia como elemento clave de la teoría, y la condena del relativismo posmoderno se queda Harding. A nuestro ver, la imposibilidad de trabajar con la noción de proceso bloquea las posibilidades creativas de la autora y le impone un sincretismo teórico que promueve la unión acrítica y a menudo imposible e incorrecta de campos teóricos diversos. Arrojando críticas en lo general justas a varios universos teóricos, pero no poseyendo elementos para elaborar una alternativa plausible, la autora tiene que limitarse a proponer una convivencia forzada entre elementos pinzados de esos mismos universos teóricos, elaborando categorías analíticas "inestables" (¡porque son "sacos de gatos"!) y trasformando esa deficiencia en virtud:.
"Las categorías analíticas feministas deben ser inestables - teorías coherentes y consistentes en un mundo inestable e incoherente son obstáculos tato para el conocimiento cuanto para las prácticas sociales." (p. 11)..
De este modo, también Harding se adhiere al fragmentarismo (o mejor dicho, de este no puede escaparse), tomando por absoluto un momento de la historia y perdiendo la posibilidad de trabajar con su superación e integración en la totalidad procesal. Esta es la causa de la pequeñez de sus conclusiones y la razón por la cual se integra en el campo antiontológico..
Hablamos de dos tendencias teóricas importantes en el interior del feminismo, representadas por Scott y Harding, la primera defendiendo resolutamente una postura posmoderna y la segunda intentando una unión sincrética entre categorías abigarradas, resultando en la aseveración de lo que debiera ser un truismo, pero no por las razones indicadas por la autora: las categorías analíticas deben ser inestables porque son históricas y procesales, es decir, que acompañan el movimiento y la dinámica de la realidad concreta. Y no se puede negar que la afirmación de la "incoherencia del mundo" es una formulación claramente antiontológica, configurando la negación de la sociedad como totalidad estructurada e histórica. Acrecentemos que el adherirse a una de esas vertientes teóricas automáticamente dispensa de situar la temática del género en el interior de la totalidad social..
Por último, proponemos examinar una tendencia del pensamiento feminista que intenta un diálogo con el marxismo. Comentemos con brevedad la recolección organizada por Lydia Sargent intitulada Women and Revolution, empezando por la contribución de Hartmann, que lanza el tema de la obra:.
"El casamiento entre el marxismo y el feminismo ha sido como el casamiento entre marido y mujer en la ley inglesa: marxismo y feminismo son uno solo, y ese uno es el marxismo. Intentos recientes de integrar marxismo y feminismo son insatisfactorios para las feministas, porque subordinan la lucha feminista a la lucha 'más amplia' contra el capital. Continuando con el paralelo, necesitamos o bien un casamiento mas satisfactorio o bien el divorcio". (Hartmann, in Sargent, 1981, p. 2)..
La autora nos informa sobre las intenciones de la recolección:.
"Este libro trata de ese infeliz casamiento entre el marxismo y el feminismo. Nosotras, feministas radicales, marxistas, lesbianas, anarquistas y negras,¿ podremos encontrar ecuanimidad al interior de un movimiento progresista de izquierda cuya ideología dominante es el marxismo, y podremos encontrar ecuanimidad en una sociedad futura organizada de acuerdo a la teoría y a la práctica marxista?" (p. xii)..
Contra este telón de fondo, esta obra presenta una serie de artículos representando las corrientes que menciona la autora, y de modo general tratando de las relaciones con el marxismo. A causa de eso, nos encontramos con varias opiniones sobre el marxismo, algunas de ellas bastante disparatadas, como esta:.
".defender que las relaciones económicas agotan la lista de las relaciones sociales causales es un viejo error de la corriente predominante en la teoría marxista. En verdad, la base material no se reduce a las relaciones económicas. El pensamiento marxista ha deslizado con frecuencia hacia un materialismo estrecho que para algunos marxistas es inaceptable. Esta tendencia dualista ha conducido a los marxistas a la división de las relaciones sociales en dos categorías mutuamente excluyentes: relaciones económicas y todas las demás relaciones, las que se describen usualmente como relaciones psicológicas." (Harding, in Sargent, p. 144-145)..
En cambio, hay quien use de lucidez:.
"Al contrario de Hartmann, defiendo que el problema de la opresión femenina, como todos los fenómenos sociales, puede ser planteado en los términos de la teoría marxista. No se necesita ninguna nueva síntesis entre el marxismo, o socialismo, y el feminismo. Lo que se necesita es desarrollar la teoría marxista, y trasformar la práctica socialista." (Vogel, in Sargent, p. 197-198)..
La fundamental lucidez de Vogel consiste en señalar que si se debe pensar la realidad como totalidad concreta, articulada y procesal, se exige para eso una traducción teórica de esa realidad necesariamente univoca, es decir, una sola teoría, la cual, de manera igualmente necesaria, debe ser continuamente revisada, alterada, desarrollada y enriquecida, en el sentido de poder ajustarse a las categorías concretas presentadas por la historia (como lo es el género)..
A parte la feliz excepción de Vogel, el diálogo con el marxismo se tiñe de un tono epistemológico que deja entrever el problema principal: la profusión de sistemas analíticos que deben completarse, juntarse, oponerse etc., indica que o bien no se hallaron las conexiones entre las diversas categorías concretas - y, por lo tanto, no se llega a un análisis totalizante - o bien no se piensa en términos de categorías concretas, no avanzando ni siquiera un milímetro relativo al posmodernismo. En lugar de alardear revolucionarismo y al mismo tiempo renunciar a una teoría unitaria, ciertas corrientes del feminismo debían aprender algo del hecho de haberse el capital refugiado ideológicamente en el fragmentarismo, abandonando la posición de totalidad al trabajo..
Pero en relación con la postura ontológica, aquí defendida como la correcta para el desarrollo del pensamiento feminista, ¿en que situación se encuentran las pensadoras y pensadores feministas que se autoproclaman como marxistas? .
Generalizando, y cometiendo así las proverbiales injusticias asociadas con esta actitud, dicha situación no puede ser vista con optimismo. El cuadro más común consiste en que las autoras y autores adoptan una visión economicista del marxismo, combinada, con frecuencia, con elementos de la tradición positivista-utilitarista-empirista y del posmodernismo oficializado por Lyotard. Son comunes las definiciones del marxismo como un método que postula una "explicación material" para todos los fenómenos sociales, conduciendo a la fabulosa interpretación del marxismo como una "teoría monocausal", en la mejor tradición weberiana. Cuando no se adopta una posición ontológica, es cierto que el marxismo solo puede aparecer por un ángulo epistemológico, como un método más, a disposición del albedrío del investigador que busca categorías analíticas con que abordar un problema..
Entendido como un método fundado en "lo económico", feministas inadvertidas del aspecto ontológico del marxismo esperaron que un acurado examen de las categorías económicas del marxismo revelase la posibilidad de explicar la situación de la mujer en la sociedad. Entendido, aún, como un instrumento para el análisis del capitalismo, esperó cierto feminismo obtener de las categorías como "trabajo productivo", "división del trabajo" etc. una explicación para la cuestión del género. Pero cuando esto no se concretizó, las reacciones fueron diversas: desde el rechazo total del marxismo hasta los intentos de "completarlo" con categorías que permitieran superar la "ceguera de género" o el "sexismo" (afirmaciones correctas, pero no par las razones imaginadas por Hartmann y Harding, entre otras) que le sería inherente, pasando por las propuestas de asociación con paradigmas teóricos orientados específicamente hacia la comprensión de la situación de la mujer, como el patriarcado, configurando los "sistemas duales"..
En el fondo, lo que estas tendencias del pensamiento feminista tenían esperanzas de encontrar en el marxismo era la confirmación de que el tema tratado por el feminismo tendría el mismo rango teórico-político que la comprensión-crítica del capitalismo..
Todo esto demuestra que estas vertientes del pensamiento feminista interesadas en el diálogo con el marxismo no le comprendieron en su dimensión más importante, es decir, la dimensión ontológica. El marxismo no es (no es solamente) un instrumento metodológico para el análisis del capitalismo, pero una traducción teórica del proceso histórico del ser y del ser social en particular..
Pero no se pretende afirmar aquí que la incomprensión del carácter ontológico del marxismo es exclusiva del feminismo. Al contrario, consideramos que esa incomprensión es fuertemente mayoritaria entre los marxistas, de una manera general..
Si se puede aprender algo de esta esperanzada pero al fin frustrada aproximación entre el marxismo y el feminismo, la lección sería que el género no tiene lugar entre las grandes explicaciones estructurales, los grandes mecanismos con los que el marxismo analiza-critica el capitalismo, con la conclusión de que el género no es estructural en la sociedad capitalista o, dicho de otra manera, que el análisis de la sociedad capitalista no nos da la clave para la comprensión del género..
Pero hay otra lección, que no se hizo notar y que enseña tanto sobre el marxismo cuanto sobre el género. Se pudo aprender que el marxismo es mucho más que una herramienta para el análisis y la comprensión-crítica de la sociedad capitalista, es una explicación comprensiva de la trayectoria humana. Para el feminismo, las implicaciones son auspiciosas: en el marxismo, así comprendido, las cuestiones reciben la importancia y el rango que tienen en el proceso histórico. El análisis del capitalismo es un capítulo importante pero no único y exclusivo en la comprensión de la historia humana. Y las categorías consagradas en ese capítulo no son, ni mucho menos, las únicas merecedoras de consideración. Todo lo contrario: la importancia real de cada categoría solo puede ser establecida a la luz de la totalidad, incompleta y abierta, del proceso histórico..
Para el marxismo, una certeza propiciada por la historia consiste en que "el ser determina la conciencia", derivándose de esto que tanto los modos del ser cuanto las conciencias que sobre ellos se yerguen son siempre históricos..
Para la temática del género, cuya legitimidad la impone la realidad concreta misma, esto apunta la cuestión: si existe el género, ¿como, cuando, sobre que modo del ser, en que momento histórico hizo su aparición, que papel representó en aquél entonces y que papeles le fueron asignados por las transformaciones del ser, o sea, por las transformaciones del modo de producción? Con base en este enfoque, podemos dedicarnos con confianza a la investigación marxista sobre el género..
¿Implicará todo esto desvalorizar el pensamiento y la lucha feministas, implicará afirmar y defender la subordinación del feminismo frente a algún otro movimiento teórico-político? Este planteamiento carece de todo sentido considerando el enfoque de la totalidad. Pues el feminismo pertenece al nivel de lo particular, y su sentido se basa en el hecho de apuntar para la construcción del universal. Afirmar que el género no es un estructurante básico de la sociedad actual no tiene la implicación de desvalorizar, pues, del punto de vista ontológico, las cuestiones no son meramente epistemológicas; por tanto, su importancia relativa no depende del método, sino del propio ser, de lo concreto, del lugar que ocupa y del papel que juega en la totalidad histórico-social..
El marxismo, porque tiene como objetivo el establecer de relaciones transparentes entre la humanidad y los medios de trabajo - y, por lo tanto, transparencia en las relaciones sociales - debe combatir todo y cualquier esquema de dominación- explotación (como el de género, el de raza/etnia etc.) puesto por la historia (es decir, que es propiamente ontológico), con la misma intensidad que combate la dominación-explotación de clase..
Los diversos esquemas de dominación-explotación se articulan no solamente entre si pero, y sobretodo, también con el esquema de dominación-explotación de clase, de modo a ocultarle a este, y así ocultando al trabajo y al capital. Este ha ascendido a un grado de generalización al que el trabajo no ha llegado todavía. De manera que el capital puede ser blanco, negro, protestante, católico, musulmán, oriental, occidental, masculino, femenino etc., puede serlo todo sin que por eso pierda su "esencia"; puede ser todo y, por tanto, no es más que capital, una relación social por la que un grupo social se adueña del trabajo de otro grupo a causa de la separación de este último grupo de los medios e instrumentos de trabajo..
El trabajo, aunque sobredeterminado por el esquema de dominación de clase, conlleva además otras determinaciones, todas reales, todas concretas, como el género y las raza/etnia. Parcelas enteras de la humanidad tienen su relación con los medios de trabajo, con el producto del trabajo, y todas otras relaciones sociales que de ella derivan, reguladas por el hecho de ser hombres, mujeres, negros, blancos, orientales etc. Esas determinaciones concretas deben superarse objetivamente para que el trabajo pueda, por fin, presentarse en igualdad de condiciones frente al capital..
La percepción (y, por tanto, el enfrentamiento) del capitalismo como el gran obstáculo a la humanización de la humanidad depende de la resolución de las luchas en torno a las discriminaciones, las jerarquizaciones, los esquemas de dominación no capitalistas (como el género, la raza/etnia etc.), que se prestan con éxito a camuflar el gran esquema de dominación verdaderamente estructurante de este momento histórico, el esquema social que opone, aleja, aliena, trabajo y capital, creador y criatura, ser humano y humanidad..
Las categorías sociales que caracterizan cada época histórica son resultado del efectivar de las relaciones posibles en el complejo naturaleza-sociedad que compone la realidad. Por esa razón misma las categorías sociales son plenas de objetividad, son, por lo tanto, ontológicas. Y aún por esto exigen, para su justa comprensión una adecuada reconstrucción de los movimientos, de las causas y de los efectos que las constituyeron. La sucesión de momentos históricos produce una enorme riqueza categorial que pone los supuestos necesarios al acaecer de las categorías máximamente concretas, es decir, aquellas que son la síntesis de lo diverso y que, por ello, contienen la máxima riqueza de categorías particulares. De este modo, la categoría "ser humano" es la que contiene en si todos los predicados que históricamente se desarrollaron para desvelar-producir la síntesis. En ella están el griego y el bárbaro, el siervo y el señor, el súbdito y el soberano, el proletario y el burgués, el hombre y la mujer etc. Categorías estas siempre definidoras, por eso mismo excluyentes, por eso mismo jerarquizantes, por eso mismo categorías de dominación-explotación..
En este movimiento se ubican las relaciones de género y las categorías que pertenecen. Son parte de la historia de la constitución de la categoría social "ser humano". Son uno de sus momentos. También ellas ocultan el sujeto humano pleno, definido por la irreducible característica de auto constituirse por el trabajo. Son productos del movimiento de la realidad, se constituyen como objetividad - y por esa misma razón quedan sometidas a las leyes que emanan de esa misma objetividad y la rigen. En ese sentido, la lucha del feminismo para exponer, para denunciar y hacer visibles las contradicciones que en el capitalismo constriñen el momento predominante del ser social. La superación de un determinado momento histórico del ser social exige la superación de las categorías que lo constituyen en cuanto momento. Adelantar el actual periodo histórico depende del desaparecimiento de las categorías que exprimen los diversos tipos de dominación. Esto conlleva la necesidad de reconstitución de las identidades ya no en torno a determinadas categorías particulares denotativas de la dominación, pero si en torno a categorías que, por fin, expresan la universalidad del sujeto humano - universalidad que, debemos recordarlo, solamente se pude manifestar a través de la máxima diferenciación del sujeto..
Las luchas del feminismo se orientan hacia la propia constitución ontológica del ser social y, por tanto, se refieren a su núcleo central. Esas luchas encuentran legitimidad en la medida que sus objetivos se confunden con los objetivos de emancipar a la entera humanidad. La lucha de las mujeres por la emancipación es necesariamente la lucha por la abolición de la categoría social "mujer" en tanto que categoría del esquema de dominación de género. Como se suele decir de otra categoría social, tampoco las mujeres se pueden liberar sin liberar a la humanidad..
El feminismo exige el punto de vista de la totalidad y lo necesita. Por consecuencia, debe rechazar las proposiciones que pretenden confinarlo al interior de una pretensa historia congelada por el irracionalismo y el relativismo. Este punto tiene importancia no solamente científica y metodológica, pero también política. Cuando el proceso histórico al fin se sabe consciente de si, se debe hacer responsable no solamente por el futuro, pero también por el pasado. Únicamente desarrollando con claridad los aspectos mencionados podrá el feminismo definir los objetivos de la lucha, las armas que utilizar y las alianzas que establecer.


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Bibliografia consultada .
ANTUNES, Ricardo. RÊGO, Walquiria Leão. Lukács: um Galileu no século XX. São Paulo: Editorial Boitempo, 1996..
HARDING, Sandra. A instabilidade das categorias analíticas na teoria feminista. Estudos Feministas, vol. 1, n.1, 1993..
LUKÁCS, Georg. Ontologia dell'Essere Sociale. Roma: Editori Riuniti, 1981..
LYOTARD, Jean-François. A condição pós-moderna. Lisboa: Gradiva Publicações, 1989..
MONTERO, Maria Ap. A. da Silva. O gênero na construção do fracasso escolar. Projeto de tese para doutoramento, Ciências Sociais, PUC-SP, São Paulo, 1996..
MONTERO GARCIA, Francisco. Ser social, dominação e violência. Tese de doutorado, Ciências Sociais, PUC-SP, São Paulo, 1999..
SARGENT, Lydia (ed.). Women and Revolution. Boston: South End Press, 1981..
SCOTT, Joan Wallach. Gender and the Politics of History. New York: Columbia University Press, 1988..
La traducción de las citas de SARGENT y SCOTT es de nuestra autoría..