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Compaņeras

Recordando la historia

Red Resistencia

Otro 8 de marzo llega, como un día de flores, regalos, poemas, fiestas, para celebrar el día de las mujeres, recordando a las 129 heroínas que en 1857 perdieron la vida, quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, Washington Square, Nueva York, al declararse en huelga en demanda por el derecho de unirse a los sindicatos, por mejores salarios, para reducir la jornada de trabajo y el rechazo al trabajo infantil. Han pasado 145 años y nuestro mejor homenaje es continuar la lucha por conquistar libertad, justicia social y soberanía para nuestros pueblos. Pero la lucha de las mujeres por conquistar sus derechos se remonta a tiempos más lejanos. En esta ocasión vale la pena recordar a una gran mujer que murió al igual que las textileras en la lucha por sus derechos.
En 1789 se redacta la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Olimpe de Gouges, incansable luchadora en las gestas de la revolución francesa, frente a esto saca a la luz la declaración de los Derechos de la Mujer, pretendía que se reconociera a un sector de la población que en pie de igualdad con los hombres se alzó para luchar contra la tiranía y participó en la formación de la sociedad de las "Calceteras". "Si la mujer tiene derecho al cadalso, también tiene derecho a la tribuna" afirmó Muchas fueron las mujeres revolucionarias que propugnaron por su emancipación en el período comprendido entre 1793 y 1798; reclamaban un orden justo no solo en lo público, en el campo de las libertades políticas y civiles, transfiriéndolo al campo de las relaciones sociales, al ámbito de lo privado, donde también existía un poder absoluto, esclavitud y negación de la negociación.
Al terminar la revolución, se volvió a confinar a las mujeres al ámbito del hogar y a la tiranía doméstica. El Directorio, el Consulado y el Imperio se encargaron de amordazar y censurar estas manifestaciones de libertad. El 7 de Noviembre de 1793, Olimpe de Gouges es guillotinada por su ambición política y por no obedecer las normas sociales sobre lo que debía ser su actividad como mujer. Su obra literaria fue "enterrada".
El reconocimiento del Género, empieza por romper con el concepto de "Derechos del Hombre", tarea en la que las mujeres han estado dispuestas; cuando se pretende incluir en la categoría "hombre" a las mujeres, la especificidad de los géneros desaparece y con ello las necesidades y las condiciones de vida que cada una y uno (mujer y hombre) requiere por su posición en el mundo.
La neutralidad adopta el parámetro de lo masculino para definir que es lo que necesitan, como viven y que requieren para desarrollar su dignidad como personas plenas. La igualdad implica, el reconocimiento de las diferencias entre las mujeres y los hombres en cuanto a sus necesidades como género, y de acuerdo a su papel en el mundo, requiere de condiciones particulares para desarrollarse integralmente, esto es lo que ha venido a configurarse actualmente como la particularización de los derechos humanos.
No es posible seguir hablando de ellos en referencia a sujetos abstractos, sino en cuanto a sujetos de carne y hueso, con proyectos propios de vida, que hace que los derechos se configuren y materialicen de forma distinta. Por ejemplo, la maternidad y el ejercicio de la reproducción biológicamente definida de manera distinta para hombres y mujeres, confiere necesidades particulares para cada uno de ellos. De aquí se desprenden necesidades propias, que tienen que configurarse como necesidades del conjunto de la humanidad. La maternidad definida como elemento básico para la discriminación de las mujeres, debe tener en cuenta para la concreción de los derechos; no como algo que la hace desigual, sino como un factor fundamental para tener en cuenta a la hora de generar las condiciones que garanticen el uso de sus derechos, adjudicando igual importancia a las demandas que cada cual necesita y tanto unas como otras incluirlas en el conjunto de derechos universales.
La defensa real de los derechos humanos debe tener en cuenta las diferencias entre las personas para identificar las necesidades propias de su condición, de acuerdo a la edad, etnia, sexo y opción política entre otras. Igualmente requiere considerar las situaciones que las colocan en desventaja a definir las áreas de intervención, para garantizar el ejercicio de los derechos en igualdad de condiciones.
Al educar de manera diferente a hombres y mujeres y al conceder desigual peso a las características o a lo que se espera de cada uno, se validan unas actitudes humanas y se denigra de otras. Nuestra cultura incita así a la competencia, al dominio y al ejercicio de la fuerza . Por ejemplo la ternura, el tener en cuenta al otro y a la otra, el percatarse de las necesidades de cada cual se consideran características femeninas necesarias para la crianza.
Hombres y mujeres no somos criados en el desarrollo de cualidades que fortalezcan una cultura de derechos humanos, pues a ellos se les niega el desarrollo de estas cualidades y a ellas se les enseñan que no tienen importancia ni valor social; de manera tal que estos valores han impedido que históricamente consideremos a las mujeres como sujetos de derechos y portadoras de ellos, y a sus vulneraciones ser reconocidas como tales. Se necesita el cambio de hombres y mujeres.