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Cumbre de Monterrey 2002

19 de marzo del 2002
Cumbre de Monterrey
El caso México

Octavio Rodríguez Araujo

Coincido con Luis Hernández Navarro en que "el movimiento contra la globalización neoliberal en México… no ha podido convertirse en fuerza social relevante" (La Jornada, 12/03/02). Luis cita, con gran acierto, los movimientos que pudieron ser y no fueron o que se quedaron en el camino. Y uno queda con la sensación de que tanto los dirigentes (sociales y partidarios) como amplios sectores de la sociedad terminaron por desinflarse o desviarse de sus propósitos. La pregunta que de inmediato surge es ¿por qué?
Una hipótesis que se me ocurre es que los objetivos de las luchas no están claros para todo mundo o, dicho de otra manera, que no son asumidos por todos de igual manera ni con el mismo peso en importancia. Por ejemplo, si partidos y movimientos sociales dicen luchar en contra de la globalización y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dice que ésta conduce al estancamiento y que la pobreza ha llegado a niveles inaceptables, las diferencias no se perciben de inmediato. Pareciera que tanto los globalifóbicos como el BID están en lo mismo.
En el Proyecto de documento final de la Conferencia Internacional sobre la Financiación del Desarrollo (Distribución limitada de Naciones Unidas del 30 de enero de este año) se dice que los Jefes de Estado y de Gobierno reunidos en Monterrey tienen como "meta erradicar la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un desarrollo sostenible al tiempo que avanzamos hacia un sistema económico mundial basado en la equidad y que incluya a todos" (véase http://www.un.org/esa/ffd/aac257L13S.pdf). Si este documento, titulado "Consenso de Monterrey" lo ratifican los jefes de Estado y de Gobierno, quedará claro que, aunque no les creamos nada, el discurso de los gobernantes, el del BID y el de los movimientos contra la globalización neoliberal serán semejantes. Si las metas de conjuntos tan distintos (incluso enfrentados) se parecen, algo debe estar mal en alguno de esos conjuntos. En el terreno de la lógica si un movimiento se opone a lo mismo que sus adversarios, una de dos: o las razones de su oposición no son suficientes o los adversarios han expropiado las metas de la oposición para neutralizarlas. Me inclino, obviamente, por lo segundo, pero de cualquier forma debería trascenderse el planteamiento original de la oposición a la globalización y al neoliberalismo. Cuando el EZLN propuso el Encuentro Internacional contra el Neoliberalismo y por la Humanidad (en 1996) era original. En esos momentos el BID apenas estaba leyendo a Amartya Sen y sus tesis sobre la pobreza y la desigualdad social. Pero ahora el planteamiento no es original, por mucho que movilice a miles y miles de personas desde Seattle hasta Porto Alegre. Falta algo más.
El Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), en cambio, ha crecido a pesar de la elitización del Partido de los Trabajadores (PT) del mismo país. ¿Por qué ha crecido el MST? En primer lugar porque tiene una lucha concreta: por la tierra. En segundo lugar, porque está compuesto por campesinos sin tierra y no como el Barzón, por ejemplo, compuesto por pequeños burgueses endeudados. En tercer lugar, porque es un movimiento que explícitamente se propone el socialismo como objetivo y no sólo lucha en contra de la globalización neoliberal. Y, en cuarto lugar, no menos importante, porque no es un partido pero tiene buenas relaciones con el PT brasileño con el que marcha junto en los puntos en los que hay acuerdos. Esto es, se trata de un movimiento que combina -hasta ahora con éxito- sus demandas inmediatas (tierra) con las mediatas (socialismo), en donde las metas concretas le dan no sólo razón de existencia sino motivos de cohesión, fortalecida ésta con un objetivo mediato (el socialismo) que, además, nunca lo harán propio el BID, Fernando Henrique Cardoso, ni los movimientos pequeñoburgueses de la amorfa "sociedad civil". Esto no pasa en México.
Aquí no hay unidad de movimientos sociales ni ligas entre un partido de izquierda con esos movimientos sociales. Se trata de entidades separadas en las que hay algunos miembros, de ambas partes, que marchan juntos en ciertas coyunturas, pero nada más. No puede ser de izquierda (ni verdaderamente alternativo) un partido que convoca a las organizaciones sociales a exigirle al gobierno de Fox que "hable más fuerte", como si de esto se tratara y como si se desconociera el carácter burgués de este gobierno. Tampoco se puede pensar que el otro partido supuestamente de izquierda de verdad lo sea si en las campañas de quienes aspiran a dirigirlo no hay pronunciamientos que vayan más allá de las declaraciones del BID y del Consenso de Monterrey que muy probablemente ratifiquen los jefes de Estado y de Gobierno.

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