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Operación Masacre en Avellaneda

Ninguna autoridad dio hasta ahora una explicación sobre el asalto policial al local de Izquierda Unida en Avellaneda

Mariano Benítez, el militante herido en su cabeza por un disparo de balas de goma a quemarropa, relata lo ocurrido durante ese breve revival de la dictadura.

Mariano Benítez llegó al local huyendo de la represión desatada cerca del Puente Pueyrredón. "Allí había refugiadas unas 150 personas. Algunas heridas, otras golpeadas, muchas llorando."

Por Adriana Meyer

"Me estoy tirando al piso, veo dos botas y ahí me disparan a la cabeza", relató Mariano Benítez a Página/12. Tuvo más suerte que su amigo y compañero de militancia Carlos "Petete" Almirón, que murió asesinado durante la represión del 20 de diciembre cuando lo balearon con una Itaka cargada con munición de plomo. Los médicos del Hospital Fiorito contaron nueve impactos de bala de goma en la cabeza de Benítez. El miércoles 26 quedó atrapado dentro del local de Izquierda Unida en Avellaneda y vio cómo la Infantería también disparaba plomo a mansalva.

Tiene 24 años y estudia Sociología en la UBA. Se define como un militante social e integra el Movimiento de Desocupados Teresa Rodríguez y la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi). "Quisiera que esa organización desaparezca, que ya no tenga razón de existir." Trabajaba en una empresa de reparación de ascensores pero lo echaron por reclamar que dejaran de pagarle en negro. "Yo era amigo de la infancia de Petete, nos conocimos en la primaria. Antes del 20 de diciembre estaba quebrado, sin laburo, sin estudiar, deprimido. A partir de ahí me decidí a mantener el compromiso que tengo ahora. Había militado con él en Chingolo, en un colegio secundario. Creamos apoyo escolar, después empezamos a hacer roperos comunitarios, panaderías como proyectos productivos. No es asistencialismo. En la villa de Escalada la gente se muere de hambre, los pibes ni aspiran a ir al colegio."

–¿Cómo fue la mañana y el mediodía del 26?

–Nuestra postura no era ir a confontar a las fuerzas policiales. Nos preguntan por qué fuimos si sabíamos que iba a haber represión. Porque no podemos ceder más. No fuimos a un enfrentamiento sino a reclamar comida y planes Trabajar. ¿Quién puede confrontar con un palo? Sólo diez tipos los llevan, son los que murieron... Petete, por ejemplo. Lamentablemente los mejores compañeros tienen que hacer la seguridad porque son los más fríos. Estábamos del lado de Plaza Alsina y nunca llegamos al puente. No te podés imaginar que van a terminar tirando a mansalva a cualquier persona que se agacha a ayudar a otra. Tres compañeros fueron heridos así, como mataron a Santillán. Héctor Alvarez se acercó a ayudar a una compañera herida en la ingle con bala de plomo y le dispararon. Está en terapia intensiva del Fiorito, baleado en el pulmón. Empezamos a desconcentrarnos, a sacarnos los pañuelos que nos identifican como piqueteros, las mujeres a refugiarse en la iglesia.

–¿Cómo llegan al local de Izquierda Unida?

–Llevando heridos al Fiorito pasamos de casualidad por la puerta. Adentro había unas 150 personas que se habían refugiado allí, llorando, golpeadas. Había un pibe con una herida en el tobillo. Todos afectados por el gas. Llamamos a los abogados de la Correpi y a los diputados. Fue tan brutal la represión que pensábamos que los demás compañeros podían estar muertos. Habían pasado cuatro horas desde la represión en el puente. Coordinamos las listas de gente que faltaba, viendo quiénes eran los detenidos y los heridos. Y ya nos íbamos cuando sentimos estallidos en la esquina. Era impresionante ver a los compañeros tratando de trabar la puerta con unas tablas, mientras los policías las pateaban y disparaban. Estaba todo oscuro, el gas entraba, los golpes, los gritos y los disparos que venían de la cacería de afuera... Y 150 personas en la otra habitación, parados, gritando, sudados, llorando, llamando desesperados a celulares que no enganchaban.

–¿Estaban atrapados?

–Claro. Rompimos una puerta de atrás, vidrios y todo lo que estaba ahí adentro para poder escapar. Cuando entraron empezaron a disparar adentro del local, a la gente enloquecida que estaba subiendo a la terraza o tratando de saltar a otra casa. Quedamos unos veinte atrapados en un pequeño patio. No se veía nada por los gases. Se escuchan los gritos de "al suelo, al suelo". Cuando me estoy tirando veo dos botas que entran, seme va la campera de jean para adelante y ahí me disparan en la cabeza. Yo estaba en el piso y el tipo a un metro y medio, más o menos. Nueve impactos de bala de goma en la cabeza (se levanta el gorro de lana rojo y muestra las heridas). Cuando me quiero levantar el mismo tipo me patea. Empecé a los gritos, sentí calor y pensé que era un gas. Ya estábamos entregados. Entonces, otro policía más joven, que se hacía el bueno, me tira agua fría en la cabeza. Perdí mucha sangre y no le creí cuando me dijo que no me preocupara, que eran balas de goma. En el local, después, encontraron municiones de plomo. Vi cómo pateó a otro compañero. Me separó del grupo, empecé a tener convulsiones por los nervios y el frío. Finalmente me llevaron al Fiorito. Me trataron muy bien. Nos enteramos muchas cosas gracias a los médicos y las enfermeras.

–¿Qué cosas?

–Fue el único hospital que recibió insumos unos días antes, cuando en el resto de la zona todos carecían de materiales. Dos días antes recibió un cargamento de medicamentos e insumos para traumatismos. Eso ya lo están investigando. Pero poné, por favor, que no tienen tomógrafo

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