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Operación Masacre en Avellaneda

OPINION
Los más peligrosos

Por Eduardo Aliverti

Es un espanto escribir sobre la crónica de una muerte anunciada cuando efectivamente hay dos asesinatos de por medio. Pero no cabe otra posibilidad porque, además, es desde allí donde hay que pararse para juzgar lo que rodea a los trágicos hechos de la semana pasada.
Desde las operaciones de prensa que crearon el clima de necesidad de mano dura hasta las advertencias de Alfredo Atanasof, pasando por la barbarie verbal de Ruckauf, sólo un imberbe podía no estar al tanto de que en cualquier momento tirarían uno o varios muertos sobre la parrilla. Da asco que tanto canalla periodístico haya manifestado su asombro por lo burdo de la represión, a la par de aguardar que una secuencia fotográfica "revelara" que los mató la policía como si no fuera siempre así. Da asco que haya que decir otra vez que no hubo errores ni hubo excesos. Dan asco los que en medio de la sangre de un sistema atroz se pusieron a sacar las cuentas de la interna piquetera. Dan asco los que siguen pidiéndoles a los manifestantes que salgan a cara descubierta, como si esto fuese la península escandinava y después no se usasen las identificaciones para entrar en los barrios y las casas y molerlos a palos. Dan asco los buchones que denuncian las piedras de los piqueteros como si encima de morirse de hambre tuviesen que defenderse con una imagen de la Virgen.
Dan asco quienes ni siquiera son capaces de asociar la masacre, y el operativo de prensa que la preparó, con la siembra del terreno para atender "el caos". Da asco esa chusma periodística que, aun después de ver el retrato de dos chicos fusilados, insiste en decir "muertos" en vez de "asesinados" y "disparate" en lugar de "emboscada".
Es asqueroso que vivir a mate cocido y ser morocho con pasamontaña impida el derecho de reventar de furia en un puente o una ruta, pero que sí se pueda comprender a un ahorrista en dólares que incendia el frente de los bancos. Si se es de la Verón espera la muerte a la vuelta de la esquina, pero si se aplaude a Nito Artaza es probable que espere una nota en la televisión.
Son todos ascos que no deben llamar a la sorpresa, sino a la ratificación de quién la va con qué. Es conveniente tenerlo en cuenta por parte de aquellos capaces de registrar que han declarado la guerra de manera oficial. Porque a las causas, a los asesinos y a los operadores se los puede tener claros. Pero, a veces, no lo están tanto los tilingos y los idiotas útiles.

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