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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 10/02/05
LA BUENOS AIRES DEL CODIGO CONTRAVENCIONAL

Prohibido ser feliz

De Gilberto Gil a Lenine, pasando por Luiz Gonzaga, el rey del baiao. El ex tropicalista es tan conocido en Argentina como Caetano Veloso, ex tropicalista también. Yo no habría llegado hasta la música de Luiz Gonzaga sin la popularidad de Gilberto Gil. La circulación de la obra del bahiano de San Salvador hizo florecer en mí la belleza de las canciones del sanfonero Luiz.
Sucedió así: yo había comprado a siete pesos solamente, el disco que Gilberto Gil, ahora ministro de Cultura del gobierno de Lula, dedicó al prócer de los nordestinos, Luiz Gonzaga. "Viva Sao Joao", se llama el disco. Y me cautivó. El compacto original salía 38 pesos en cualquier disquería que todavía dispusiera de capital para importar CD’s de Brasil, pero en la feria de Parque Centenario de todos los domingos al mediodía, entre el mate tardío y el primer hervor de los ravioles con tuco, una grabación perfecta de aquel trabajo de Gil se conseguía a menos de la mitad. Y con fotocopia láser de la tapa y la cubierta del disco incluida. Qué digo la mitad: a menos de un cuarto de su valor "legal". Porque la legalidad en Argentina es para quienes disponen de 38 pesos de más a fin de mes y todavía pueden gastarlo en un compact. Para los demás, el atajo al derecho a la felicidad, el ocio y el placer de la música, es (era) Parque Centenario.
Durante este recorrido, había yo comprendido la realidad que aqueja el pueblo del sertao brasileño, al que le canta Luiz Gonzaga. Y había conocido sus vivencias, sufrimientos, esperanzas, anhelos (tan iguales a los de por aquí nomás), a través de las canciones de sus músicos populares. Debido a Luiz Gonzaga, me interesé por los trabajos de Jackson do Pandeiro, Trio Nordestino, Dominguinhos, Chico Cesar, Tom Zé. Y Lenine. El disfrute de aquella música logró agrandar en mí la noción de humanidad y confirmó mi pertenencia a una identidad más vasta y extensa que mi concreta geografía. Por caso, comprendí que el nordeste brasileño bien podría quedar en los desérticos paisajes de Santiago del Estero, con su cuota de terratenientes que sojuzgan a los campesinos, prostitución infantil y señores feudales enquistados en los gobiernos de turno. Esquinas de Pernambuco o Paraiba en la mismísima La Banda. Estrategias que permiten contrarrestar la globalización cultural del capitalismo, que uniforma una estética determinada, imponiendo a Shakira o Madonna en todo el mundo sin ponderar la diversidad cultural que enriquece el presente de los seres humanos. Y todo gracias al Parque Centenario y sus siete pesos por disco y la democrática grabadora de CD’s, que no hace diferencias en la calidad de sonido de un original y uno copiado (la única democracia conocida que funciona, por otra parte). El sistema republicano no calma el hambre de los hambrientos, no da trabajo a los desocupados, no asegura la libertad de los que luchan, pero el desarrollo de la tecnología alcanzó, al menos, a democratizar el acceso a la música. Menos en la ciudad de Buenos Aires.
Es que desde el comienzo del año, la aplicación de Código Contravencional, que "de convivencia" tiene poco, impide rigurosamente el funcionamiento de las ferias de todo tipo que abundan en la ciudad y que componen un mosaico de actividades comerciales paralelas a la vedada ecuación de oferta y demanda del mercado oficial. Yo me veo ahora injustamente privado de música de nula circulación y precios desorbitados, pero peor es para mi vecina, que no dispone ni siquiera de siete pesos para el CD y que ya tampoco puede vestirse con ropa usada adquirida en el mismo parque, en otra feria de antigüedades, objetos de vida ya inútil y prendas percudidas por el uso. Señores legisladores porteños: las ferias y mercados populares que florecieron durante los últimos tiempos por toda la ciudad, son indicadores de una problemática social muy profunda y arraigada, que tiene que ver con la creciente desocupación y la devastación económica y que no puede resolverse escondiendo bajo el felpudo a las prostitutas o persiguiendo a los vendedores ambulantes del Once. A ver si nos entendemos: Buenos Aires se parece más a La Paz que a París, pero no por los puestos de choripanes de Constitución.
La escena es demoledora: un ramillete de agentes de policía se esconde entre los árboles del parque para censurar cualquier actividad comercial que no tribute impuestos. Los feriantes de música que resisten la represión del flamante Código, los enfrentan ofreciendo sus discos sin acomodarlos en el suelo ni en una mesa, sino mientras caminan. Uno pasa y se detiene frente al feriante que abre su bolso, o pega un ojazo a la cajita de cartón sostenida entre las manos del que vende, donde se acomodan uno a uno los lomos coloridos de los diferentes compactos. Excepto para mí, que no encuentro al muchacho que trae música brasileña. Quizás ya esté demorado en la comisaría, pienso, o tenga secuestrada la mercadería...
Los oficiales, por su parte, descansan evitando el calor bajo la sombra espesa de los árboles, vigilando puntillosamente que nadie acomode sus discos en el suelo. En Recife, en Juazeiro del Norte, en Alagoas, los mercados y ferias populares son un lugar destacado de reunión, dan identidad a la vida que viven sus pobladores; el pueblo se politiza allí, crece y se cría allí, y es un ritual de sociabilidad. Lo aprendí escuchando a Luiz Gonzaga. En la Ciudad de Buenos Aires, reputada internacionalmente por incorporar un circuito turístico gay, todo aquello está prohibido, quizás, entre otras razones, porque la comunidad homosexual europea que pasea por aquí, deja sus buenos dólares en discos originales de tango que les resultan regalados en la ecuación Euro-Peso argentino. Al Estado se le "escapó" Cromañón, pero no la mujer que vende corpiños descosidos sobre un mantel en el pasto de los parques Centenario o Avellaneda, y que otra mujer tan pobre y marginada como ella, o quizás más, comprará reuniendo monedas de diez centavos.
A la noche de ese domingo comenzarán los corsos de carnaval. Habrá murgas, comparsas y trajes de lentejuelas brillantes por los casi cien barrios porteños. Para el lunes y martes, el Gobierno de la Ciudad ha decretado feriado, para contradecir a la dictadura militar, que los prohibió apenas comenzada la larga noche de marzo de 1976... Ya es de madrugada, Buenos Aires arde de sirenas. ¿Cuándo saldrá el sol?