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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 10-06-04

América latina es Venezuela bolivariana

Hoy más que nunca, Venezuela Bolivariana es América latina. Lo que allí suceda o deje de suceder será definitorio para todos los demás pueblos del continente. El destino de los trabajadores hombres y mujeres, campesinos y pequeños pescadores venezolanos, también será, indefectiblemente, el nuestro propio. El aire fresco de la revolución antiimperialista de Venezuela abrió las ventanas cerradas durantes décadas por el proceso neoliberal extendido a nivel planetario. Como antes el alzamiento zapatista, la experiencia bolivariana humedeció el polvo seco en que se habían convertido los caminos de la libertad y la independencia latinoamericanas. Quitó las polillas que agujerearon el tejido popular tras años de genocidio, impunidad y saqueo económico. Sacó a tomar el aire fresco de la tarde, a aquellas viejas y siempre renovadas banderas de todo el poder al pueblo, desmintiendo ese preconcepto sin historia, que dice que el poder corrompe al ser humano cuando en verdad son la miseria y la degradación moral que provoca, quienes devastan a las sociedades. Los cambios insinuados en el continente a partir de la consolidación del proceso bolivariano confirman, una vez más, que todo, todo, es ilusión, menos el poder.
Hasta que la Revolución venezolana no asomó al sol de la tierra arrasada de América latina, Cuba estaba aislada y sola, resistiendo en la inmensidad del mar de las Antillas. Pero, llegó el huracán Hugo Chávez y la rescató de la agresión imperialista, recuperándola para el sentimiento de los demás pueblos del continente. Países como Argentina, cuyos gobiernos lamebotas habían condenado puntualmente a la Revolución Socialista cubana con la excusa de los derechos "y" humanos, cambiaron su voto en Ginebra y, al menos, comenzaron a abstenerse.
Sin el triunfo bolivariano, no podría haberse producido el discurso de Fidel Castro en Buenos Aires. La expectativa sutil de las Madres en el nuevo tiempo abierto en Argentina sería un delirio sin Chávez y sus barcos ebrios de petróleo solidario. Improbable sería la unidad latinoamericana sin la rebeldía de Venezuela y más contenido aún estaría Lula sin el calor que irradia el fuego que desciende de los cerros que rodean la capital Caracas y es respondido con políticas públicas progresistas por parte de la dirección bolivariana.
La negativa de casi todos los gobiernos de América latina, excepto el argentino, en aceptar las presiones norteamericanas e intervenir militarmente en Haití, sería una quimera tan sólo algunos años atrás, exactamente los mismos que separan este presente ilusionado de hoy y aquella irrupción conmovedora de la Revolución Bolivariana.
Por eso, que Chávez obtenga un triunfo en el próximo comicio que plebiscitará su gestión, es vital para todos nuestros pueblos, no sólo el de Venezuela. El destino de grandeza o la continuación de la explotación y la miseria en nuestro continente, dependen, en gran medida, de esa votación. Por lo demás, destacaremos aquí lo que todos los medios de comunicación de masas han obviado olímpicamente: la gran vocación democrática del proceso revolucionario bolivariano, cuya Constitución permite a sus opositores (golpistas en la gran mayoría de los casos) esta posibilidad vetada estrictamente en otras constituciones, justamente las de los países que atacan a Chávez y lo acusan, casualmente, de "dictador". Que lo sepa el mundo entero: en Venezuela bolivariana la Constitución no es letra muerta.
Porque, ¿qué cree la "prensa libre" que votarían los pueblos de los países del Tercer Mundo si pudieran juzgar por sí o por no la seguidilla de gobiernos neoliberales que padecen desde hace décadas? ¿Les darían otra oportunidad? ¿Los dejarían un solo minuto más en el poder? ¿Acaso dirían que sí al escrupuloso pago de la deuda externa? ¿Dirían que sí, acaso, al saqueo de sus riquezas naturales? ¿Dirían que sí a la liquidación de sus empresas públicas, acaso? ¿Permitirían que sigan creciendo la miseria de los millones de pobres y la riqueza de los poquísimos potentados? Si los régmines políticos del continente fueran tan representativos, pluralistas y dinámicos como el que actualmente rige en Venezuela, ¿no sería razón suficiente la impunidad para los más terroristas genocidas de la historia contemporánea, causal de destitución de un gobierno? Si pudieran votar en un referéndum, ¿dejarían los pueblos que las tropas militares de sus países participen en las aventuras bélicas de Estados Unidos? ¿No echarían a patadas "electorales" a los gobernantes que así proceden? ¿Por qué el pueblo de Argentina tuvo que poner más de treinta muertos en sus calles para acabar con un gobierno antipopular y Venezuela, en cambio, concede a sus ciudadanos la posibilidad de votar libremente por la afirmativa a la gestión revolucionaria o todo lo contrario? Si la ley norteamericna permitiera que el pistolero de Texas pudiera ser desplazado de la Casa Blanca con una simple juntada de firmas y una elección, ¿qué piensa Bush que votarían los cientos de miles de chicanos, los negros pobres perseguidos por la violencia racial, los hambrientos sin hospital ni techo, los hijos sin dinero para para pagar una defensa digna, condenados a la silla eléctrica desde mucho tiempo antes que nacer?
La oposición golpista y neoliberal asimila como un triunfo la convocatoria a elecciones. Como la constante campaña de desestabilización que hiciera cima aquel 11 de abril de 2002, los fascistas continúan tratando de desgastar el proceso popular. Pero el gobierno y el pueblo de Venezuela dan al mundo otra lección, al contrastar en los hechos de su propia y concreta realidad la honda voluntad democrática y participativa que distingue a su proceso revolucionario. Como enseñó el Che, una de las más altas virtudes de un revolucionario es la confianza en su pueblo, tal como ahora lo demuestra Chávez en el llamado a votaciones. La revolución bolivariana es una experiencia de poder popular absolutamente novedosa, cruza de misterio y asombro y merecedora de cariño y respeto por parte de todos los luchadores por la igualdad y la sociedad sin patrones ni sufrientes. A tal punto, que es el único caso en que pudo ser restituido un presidente desalojado de facto por los dictadores pronorteamericanos, mediante una estremecedora movilización popular. No hubo convocatoria a elecciones para decidir el secuestro ilegal de Chávez y no fueron los votos populares los que regresaron al presidente bolivariano al frente de la Revolución: fueron sus pasos, fueron sus gritos, fueron su convicción revolucionaria y su fuerza para vencer el estado de sitio y la falsedad de los medios de comunicación. Los fascistas que atacan a Hugo Chávez, injuriándolo y mintiendo sobre él hasta límites jamás vistos por los negociantes de la noticia y la "libre expresión", nunca podrán argumentar la poca disposición del gobierno venezolano en escuchar al pueblo, justamente porque el pueblo es el dueño, el acreedor y el hacedor de las políticas de esa gestión revolucionaria. En América latina negra y mulata, caribe y continental, la transformación de las estructuras de dominación no tiene vuelta. Cuando sea tiempo, en las calles y en las urnas, en las anchas avenidas de Caracas o bajando de sus cerros, dirá el pueblo, otra vez, ¡Sí a Chávez! ¡Abajo el golpismo! ¡Viva América unida y revolucionaria!