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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 8-04-04

Una sociedad justa es la única seguridad

Estaban esperando la oportunidad. La derecha herida pero agazapada, tocada aunque expectante, ansiaba el momento exacto de salir al ruedo otra vez, a desandar el curso de los hechos, a contrarrestar la expropiación de la ESMA con una movilización vergonzante ante tantos años de impunidad y prepotencia policiales. No querían solamente endurecer las leyes, sino aleccionar al gobierno que la razón la tienen el FMI, los fondos buitres, los "inversionistas" extranjeros, las Fuerzas Armadas derrotadas políticamente y derrumbadas por su baja moral, pero listas para entrar por la ventana a "combatir el delito".
Solamente una sociedad que permitió el genocidio en nombre del orden y la paz, que aplaudió las privatizaciones tragándose el sapo de la eficiencia, que toleró la injusticia, la corrupción, la obscenidad menemistas a cambio del 1 a 1 y los compact importados, podía salir a la calle indignada a clamar seguridad y penas más severas, dejándose manipular libre y groseramente por la derecha fascista enquistada en los medios de comunicación, en los rancios partidos justicialista y radical, en la tilinguería infeliz del inconsciente colectivo oficial argentino.
Los que prendieron la vela los otros días en las calles del Congreso fueron los mismos que escaparon aterrados de la Plaza de Mayo en diciembre de 2001 cuando ingresaron los piqueteros, los pobres, los desocupados, los morochos casi negros, los habitantes del suburbio, eternos habitué del lado exterior de los márgenes sociales. Empleados flexibilizados, ahorristas estafados, oficinistas de contratos basuras que rompen las boleterías del subte para protestar por el paro de los trabajadores y hacen de su falsa conciencia el espectáculo más triste de la crisis argentina. Mentecatos, necios, gansos de Colegiales, Caballito y Martínez cortan las calles para pedir por la policía brava, pero se enfurecen cuando los pobres de Florencio Varela, Ensenada y Lanús cortan los puentes para reclamar por trabajo digno o insumos para la salita médica del barrio.
La continuidad de sus privilegios de clase, eso es lo que piden. Que vuelva el cotillón neoliberal, que viva la muerte. Criaturas irreflexivas, morbosas, nacidas de las relaciones deshonestas entre el miedo y Patti, Rico, Casanovas, Duhalde, Ruckauf, ahora llevadas de las narices a una marcha que intenta volver a fojas cero las inéditas insinuaciones –tímidas algunas, contundentes otras- del gobierno nacional.
Por lo demás, la discusión abierta tras el caso Blumberg explicita el conflicto siempre latente, la lucha nunca acabada entre clases sociales contrapuestas. Para los pobres, la inseguridad es justamente la policía, el desempleo y la indigencia; las cárceles llenas de desesperados condenados a robar para existir y las calles desoladas donde la Bonaerense mete bala todos los días. Seguridad, según los pobres, habrá cuando sepan que podrán llegar vivos hasta el fin de mes; que no se caerá el techo de chapa tras el próximo temporal, que sus hijos volverán a la mañana siguiente, después de la bailanta, sin que ningún vigilante aburrido los haya obligado a tirarse al Riachuelo. Seguridad, según los pobres, es mandar a los chicos a la escuela para que aprendan y no sólo para que almuercen lo que en la mesa familiar escasea o falta. Seguridad es, según los pobres, el empleo en blanco, el hospital a tiempo, el estudio y la formación. Cuando los pobres tengan Justicia y no padezcan la "seguridad" timorata y amenazante de los poderosos, allí habrá la única seguridad posible: una sociedad distinta y nueva, equitativa y profundamente humana, socialista.