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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 9/10/2003
El Che y las Madres: Lo único importante es la Revolución

Treinta y seis años sin el Che, pero veintisiete años –casi- con las Madres de Plaza de Mayo. Un cuarto y pico de siglo persiguiendo con los ojos primero y el cuerpo entero detrás, el gran deseo, el hondo desafío de transformarlo todo.
"La Revolución es lo importante y cada uno de nosotros, solo, no vale nada", les dijo el Che a sus hijitos en aquella triste y conmovedora carta de despedida, conocida cuando aquél ya se encontraba en la niebla de la clandestinidad, oculto tras un rostro de ocasión, indescifrable hasta para los suyos más íntimos. ¿Será por eso que las Madres decidieron socializar su singular maternidad, blindando con rosas combativas su útero de aguas profundas, endureciéndose como piedras aunque sin perder su ternura de polen, jamás?
Los hijos, constantemente los hijos. América latina y su bendita costumbre de parir, de crear, de siempre estar volviendo de la muerte. El Che y las Madres representan una continuidad histórica, la infinitud de una misma rebeldía, la milagrosa gestación que crece de la cruza entre desamparo y esperanza, amor y dolor, circunstancias del propio corazón y otras más generales, externas.
"La única lucha que se pierde es la que se abandona", nos dicen las Madres respecto de aquella confianza indestructible y única del Che en que los pueblos no podrán ser vencidos, nunca.
Para uno: la montaña, la selva, los tiros; para las otras: la Plaza, los pasos. Para ambos: la palabra, el pensamiento y la historia. Señaló el Che: "La real capacidad de un revolucionario se mide por el saber encontrar tácticas revolucionarias adecuadas en cada cambio de la situación, en tener presente todas las tácticas y en explorarlas al máximo". Punto.
Hoy mismo, en el país del altiplano donde brillara por penúltima vez su estrella encendida, los campesinos y obreros, maestros y doctores, albañiles y choferes de colectivo, vuelven a las calles para honrar el mismo sueño revolucionario de Ernesto Che Guevara, para continuarlo, para abrigarlo de la muerte, la enajenación y el olvido simulado y cómplice que decreta la tiranía oficial. Antes, el ejército guerrillero; hoy, el bloqueo de caminos; de aquella cobarde ejecución en La Higuera a la masacre de Warisata: la misma desobediencia popular, similares balas asesinas de pólvora eficaz, un único ejército fusilador al servicio del gran interés imperialista.
Sin detenimiento, la ética con dignidad del Che sigue haciendo historia en las costuras del pañuelo blanco de las Madres. La rebeldía del Che sigue construyendo poder popular en los pasos de cada jueves alrededor de la pirámide, carcomiendo por dentro, desde abajo, las estructuras del infame capitalismo. La lucidez del Che da clases de acción y pensamiento en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. La cualidad de sentir cualquier injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier parte del mundo sigue alumbrando de sol en la solidaridad infinita de las Madres. La entrega desinteresada del Che a la causa de la revolución permanece en la negativa de las Madres a cobrar plata sucia del Estado a cambio de la vida de sus hijos desaparecidos. Del internacionalismo del Che, las Madres resuelven poner el cuerpo en todos los conflictos de todos los pueblos en lucha contra el imperialismo. El ejemplo del Che al cambiar la tranquilidad de su cargo directivo en la revolución cubana por los riesgos de nuevos proyectos guerrilleros en el continente, sopla en el rechazo de las Madres a los monumentos y homenajes fallutos que los cómplices del genocidio quieren fraguar para lavar allí sus culpas en la inmunda impunidad que dejaron sembrada como maldición para el resto de los días.
La historia sigue. Los enemigos duran y el pueblo también. El Che nació un día como hoy, peleó como hoy otros luchan, y lo mataron tal como se seguirá asesinando en los países donde el poder lo tenga la burguesía y no el pueblo. Otros son él ahora, salen al mundo con nuevos sueños bajo el brazo, siempre el mismo. Continúan la hermosa descendencia del deseo y la revolución. Ejemplo, nuestras Madres de Plaza de Mayo, todos los días, cada vez que cae jueves en las siestas del sur.