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La Fogata con las Madres

Editorial de "¡Ni un paso atrás!" Programa del 22-05-03
Nada iguala a los revolucionarios y a los genocidas

No somos iguales ni en el minuto final previo a la muerte. A los revolucionarios y a los genocidas explotadores no nos hace comparables ni siquiera el modo o manera de cerrar los ojos por última vez. Nada. Menos que menos la libertad.
Mil veces preferimos el error más grosero de nuestros compañeros al crimen más velado de nuestros enemigos. Porque en los errores de los nuestros van la tragedia, la ventura, la pasión, el sueño, la malasangre de todos nosotros, de la conmovedora clase obrera, de las familias trabajadoras con empleo y no, de los piqueteros y las costureras, de los albañiles y los ceramistas, de los poetas y las cantantes populares, de los adolescentes varones y niñas que sobreviven juntando cartones de la basura, maldecidos puntualmente por las siete pestes, el hambre y la inundación.
Ellos matan para servir la muerte diaria de la miseria, la superexplotación, la enfermedad a destajo. Nosotros morimos luchando por la honda libertad del pan y los libros para todos. Ellos tienen el poder y nosotros las calles. Ellos tienen el corto presente, pero es nuestro el largo futuro. Nosotros hacemos la terca solidaridad; ellos gastan en ejércitos, comisarías, guardianes. Son nuestras la valentía y el coraje civil, y de ellos la soberbia. La verdad profunda de la revolución tiene razón aunque ellos paguen encuestas y compren periodistas.
Jamás permitiremos que un miserable decreto de indulto presidencial, ni las justificaciones oportunistas por derecha o izquierda, empaten nuestra lucha por la revolución y el socialismo, con los referentes de la represión y el antipueblo. No importa cómo se llame el compañero o ex compañero que resulte beneficiado, ni si tiene o no un largo currículum vitae de persecuciones y cárcel. Los desaparecidos, los fusilados el 19 y 20 de diciembre, Kosteki y Santillán, nuestros muertos queridos de ayer y de hoy, nos miran desde el horizonte, señalándonos en el sol del pañuelo blanco de las Madres el duro camino de la rebelión o nada, de no negociar ni un poquito así las convicciones, los sueños, la sangre.
Hoy más fuerte que nunca: ¡Al enemigo de clase, combate!