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La Fogata con las Madres

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 07-11-02
Tribunales de cartón

"Ellos no se bancan el pañuelo porque es el único símbolo de justicia", había dicho Hebe de Bonafini para explicar por qué las Madres de Plaza de Mayo habían sido impedidas de ingresar a la sala adonde estaban siendo juzgados Diego Quintero y Carlos Bértola. Cuatro veces fueron las Madres a los juzgados de Comodoro Py y otras tantas fueron retenidas en la puerta, la última vez tras empujones y pisoteadas de la federal.
Indudablemente, Hebe tenía razón. Otro pañuelo blanco de las Madres encontrado en la casa de uno de los chicos, había sido –también- una afrenta para el juez de la causa. Tanto, que fue presentado como prueba acusatoria en el juicio oral contra los dos militantes populares. Ese pañuelo, más fotos del Che, más volantes de HIJOS y las Madres, más una gorrita de los Sin Tierra de Brasil, fueron las únicas evidencias que el juez servilletero Canicoba Corral encontró para cambiar la carátula de la causa y confinarlos a la prisión preventiva y el encierro hasta la hora cero del juicio.
Sin embargo, tan lamentable como la actuación de Canicoba Corral en la etapa de instrucción fue la decisión del Tribunal Oral Federal Nº 5, que a pesar de no haber hallado intencionalidad en el accidente de aquel 12 de abril de 2001, igualmente condenó a los compañeros a cumplir tres años y medio de prisión, justo lo mínimo indispensable para impedir su inmediata excarcelación. Hubiera sido muy estrepitosa la cachetada popular a la justicia del sistema si Diego y Carlos salían libres tras el fallo, encabezando junto a sus familiares y las Madres una marcha hasta la Plaza de Mayo, secundados por los miles de compañeros y piqueteros que se movilizaron durante los seis días de audiencias.
¿Será que el Tribunal falló así para justificar la tarea arbitraria e irregular del juez de primera instancia? ¿Para evitarle a Canicoba Corral sanciones por parte de sus superiores de los tribunales de alzada? ¿Para no quemarse firmando sus mentiras, pero sí convalidando su aberrante y persecutoria labor procesal? ¿Es acaso el Poder Judicial de la Nación una oscura corporación de jueces, camaristas y fiscales que se protegen entre sí, se justifican, se cuidan las espaldas, como una mafia? ¿Por qué omiten sus errores, callan sus calamidades, condenan a sus enemigos de clase con el rigor que ellos no aplican en sus funciones también de clase? ¿Por qué la constitución burguesa otorga al corrompido, putrefacto y maldito Congreso la función de juzgar a los jueces, y no al pueblo?
El proceso a Diego Quintero y Carlos Bértola es una entera vergüenza desde su detención hasta el fallo final, pasando el abandono de persona que cometió Canicoba Corral al enviar a Diego a la cárcel de Devoto, con un brazo menos, dolorido hasta el grito y la desesperación, a curarse las heridas con azúcar.
Por eso, está dicho: no serán los jueces de la clase que detenta el poder político quienes hagan justicia en el país. Sólo los pueblos con sus tribunales de rebeldía y solidaridad, luchas y sueños, condenarán a los asesinos, explotadores y corrompidos funcionarios, y liberarán para siempre a las mujeres y hombres dignos, trabajadores, bellos de belleza y de coraje, como Diego y Carlos.