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Libros sí, Alpargatas también

15 de agosto del 2003

Mario Benedetti: La realidad a través del fútbol

Carlos Meneses
Babel 69
En América Latina y especialmente en los países del Río de la Plata, existe un ya tradicional acercamiento de la literatura al deporte y sobre todo al fútbol. La cantidad de poetas y novelistas que han escrito versos y relatos, o simplemente párrafos sobre este deporte es enorme. En Uruguay como en Argentina se han elaborado sendas antologías con narraciones breves y poemas que enfocan el deporte del balompié desde diferentes ángulos. Y esta tendencia deportiva de los escritores tiene su inicio en años muy pasados. Cuando aún el fútbol era amateur en todo el mundo de habla castellana e incluso en muchos otros países europeos con lengua no procedente de Castilla. Dos de esos célebres escritores que se acercaron al fútbol atraídos no sólo por la emoción que este juego despierta, sino por su condición de fenómeno social son: Horacio Quiroga y Mario Benedetti.

Las épocas en que publicaron sus trabajos están bastante distanciadas unas de otras. Quiroga escribió su: "Juan Poldi, halfback", antes de los años veinte. O sea, cuando el fútbol se jugaba en terrenos baldíos. Los jugadores recibían como recompensa a su actuación una merienda o una cena, y en el mejor de los casos alguna breve retribución pecuniaria otorgada por un emocionado directivo que vio ganar a su equipo. Mario Benedetti es autor de dos relatos sobre fútbol, el primero titulado "Puntero izquierdo", publicado dentro de un conjunto de cuentos que llevó por título Montevideanos, data de 1954. Han de pasar treinta y seis años para que escriba el otro: "El césped", que se publica en el libro Despistes y franquezas, y que casi se podría considerar como una novela corta, más que por su extensión por su estructura.

Benedetti, al igual que Quiroga, demuestra un gran conocimiento del balompié, no sólo en cuanto a sus reglas y su historia, sino especialmente en lo tocante a la psicología del futbolista y de los demás personajes que se hallan en ese mundillo. Los dos escritores no se encierran en la anécdota deportiva sino que van bastante más allá.

Buscan aparte de la pasión que despierta el fútbol, el aspecto socio-deportivo, y no descartan nunca la situación económica.

En "Puntero izquierdo", Benedetti ofrece la visión del futbolista abrumado por su situación laboral y por tanto enfrentado a una grave inestabilidad económica. Un hombre joven, perteneciente a un club menor, que justamente ha de jugar contra un equipo de prestigio. Los directivos de este club poderoso se acercan a él para convencerlo de que su equipo no debe ganar el partido, que significaría el ascenso a la categoría inmediatamente superior, porque no está en condiciones de mejorar de nivel. Y que por lo tanto lo que corresponde es colaborar para que quien gane el encuentro sea el equipo rival. Hay naturalmente una recompensa : un trabajo superior al que tiene, y en el que no está nada seguro por haber intervenido anteriormente en alguna huelga. El joven futbolista se deja tentar por ese premio tan apetecible que lo alejará de la angustia de no poder ver claro su futuro y acepta el trato.

Es desde ese momento un corrupto vencido más que por los argumentos de los corruptores, por su propia miseria económica, y la necesidad de ofrecerle una mejor vida a su madre y, por qué no, también conseguirla él. El propio jugador es quien va relatando todos los acontecimientos de esta historia. Narra el lugar de encuentro con los directivos del otro club.

La forma de proposición. Su «sí» si no rotundo no condicional y sin posibilidad de retroceso, e incluso recibe con oídos muy abiertos los consejos de esos señores sobre la forma como debe comportarse en la cancha, para no causar problemas al equipo rival, pero tampoco despertar sospechas. Le han dicho que tire a puerta pero que lo haga desviado. Que en algunos casos finja una lesión, un error que lo lleva a patear el suelo y no la pelota.

La personalidad del puntero izquierdo está muy bien definida. Es un joven sin grandes ambiciones, solamente con el deseo de abandonar la pobreza humillante y limitadora. Un muchacho sin estudios, ni criterio suficiente como para medir posibilidades y vislumbrar consecuencias.

Sabe que puede cumplir con lo que le han pedido pero aunque se ha comprometido a hacerlo siente vergüenza por esa conducta, y pena por su equipo y sus compañeros. Está muy distante de imaginar que el destino puede jugar malas pasadas y hay que estar atento para saber cómo salir de la situación.

Durante el partido un compañero le hace un pase tan preciso, tan oportuno, que lo deja solo frente al guardavallas rival, y no le queda más alternativa que tirar y marcar el tanto. Pero previamente, ha quedado demostrado que este hombre tiene un gran amor propio. Cuando en oportunidad anterior lo han dejado en condiciones de marcar y ha tenido que tirar desviado como para que no se produzca la hecatombe. Y a consecuencia de ese error su entrenador lo insulta : "¿Qué tienes en la cabeza, moco?", le grita. Y el puntero izquierdo a partir de ese momento quiere demostrar que él es un jugador inteligente como muchos de su hinchas se lo han dicho siempre.

La desgracia para este futbolista se produce a partir del momento que marca el gol, pues el equipo contrario no atina a lograr el empate y pierde el partido. La emoción recorre a los diez compañeros del puntero izquierdo, quienes lo abrazan, felicitan y aplauden. Y él envuelto en esa atmósfera festiva olvida su compromiso, está convencido de que quienes quisieron sobornarlo comprenderán que no le ha sido posible cumplir, porque las circunstancias jugaron en su contra. E, incluso, su inocencia lo lleva a pensar que el doctor Urrutia, quien le ofreció la recompensa de un buen trabajo, entenderá que durante todo el tiempo anterior al gol él había hecho todo lo que le dijeron, en consecuencia perdonarán el gol que ha significado el triunfo para el equipo pequeño y la derrota para el club de prestigio.

Muy ufano sale del campo de fútbol y va al encuentro de este magnate que podría aún darle el nuevo trabajo. Se encuentra con los directivos del club derrotado y como avance de lo que luego vendrá recibe dicterios, ofensas, gritos soeces que lo dejan anonadado. Pero inmediatamente después aparecen los secuaces o los allegados al club pero sin cargos destacados, y la paliza que le propinan es impresionante al punto de que va directo al hospital.

La anécdota futbolística termina ahí, pero tiene una secuela. El pobre joven futbolista ha perdido el trabajo. En la fábrica donde cumple tareas ya no lo quieren, no pueden esperar a que se recupere físicamente y le mandan decir con su madre que se busque otro trabajo. El futbolista, el de hace cuarenta o cincuenta años, que es el que retrata Benedetti, está a la triste altura del obrero, del sirviente, del ciudadano que no tiene defensas, que se halla distante de los estudios, que lo único que quiere es vivir un poco mejor y que todo lo basa en el deporte.

En el lenguaje utilizado por Benedetti no hay ninguna fisura, desde el principio hasta el final mantiene el argot popular, si no el léxico propio de las canchas del fútbol. En este relato hace hablar al puntero izquierdo, con lo que consigue mostrarlos mucho mejor. Se trata de un muchacho dominado por los desconocimientos. Ciego para hallar los polos opuestos que son el bien y el mal. Sin la agudeza mental como para descifrar los ardides del complejo mundo socio-económico. De ahí su ingenuidad al aceptar la oferta de soborno, que no le parece un delito, simplemente una oportunidad que le brinda la vida. Y también, la forma tan inocente como va al encuentro de sus furiosos sobornadores, sin dar cabida a la violencia que se cerniría sobre él.

En el segundo cuento futbolístico, Benedetti se muestra mucho más avezado. Al igual que en el primero utiliza el argot popular, aunque tal vez no de forma tan notoria. Sí el léxico futbolístico, y también trabaja con habilidad todo lo relacionado con el reglamento de este deporte. "El césped", pasa de lo dramático que fue "Puntero izquierdo" a lo trágico. Ya el futbolista no es un desamparado, pero tampoco es un millonario. Es menester señalar que el escenario tanto de este relato como del anterior es Montevideo, y que la capacidad económica del fútbol uruguayo no es la que priva en la Europa Occidental.

Si en el relato de 1954 el motivo central de la historia es un soborno fallido, en este cuento escrito en 1990, el desenlace es mucho más triste: un suicidio. Pero tanto en "El césped" como en el primer relato, lo que desencadena el dolor es el gol. O sea un hecho estrictamente futbolístico. Si en "Puntero izquierdo", el gol determina que el jugador no pueda recibir la recompensa que deseaba. En "El césped", el gol marcado por Benja al portero Martín, su mejor amigo, causa tal desaliento y vergüenza en este último, que se quita la vida.

Lo que determina que se considere este cuento, "El césped" como más organizado y trabajado que el anterior, en una palabra hecho por un escritor de mayor experiencia, es la forma hábil de conjurar cancha de fútbol con diario vivir. Goles y aspiraciones netamente deportivas con actividades alejadas del deporte. También destaca la forma mucho más nítida como capta la pasión que envuelve a los hinchas. Esos grandes aficionados que alientan a sus jugadores no sólo desde las tribunas sino en plena calle, sobre todo en el bar, en el café. El relato es mucho más extenso y su estructura lo acerca a la condición de novela breve.

Los personajes centrales son: Benja; Martín y Alejandra, más conocida por "Ale". Benja y Martín son grandes amigos pero juegan en equipos diferentes. El portero saboreaba la posibilidad de ser contratado por un equipo español o italiano. A Benja parece no interesarle abandonar su equipo uruguayo. El azar enfrenta a los dos amigos. Y el motivo es un partido de fútbol decisivo para ambos. Como buenos amigos que son se han estado reuniendo previamente al encuentro. Cambiando opiniones, Benja alienta a su amigo para que vaya a Europa. Martín sabe que de este partido dependerá que lo contraten o no, y le pide al delantero nº 8 que tire fuerte a la portería como siempre lo hace, que eso le dará oportunidad a lucirse.

"Ale", es la novia de Benja, a la que ha conocido de manera fortuita en un viaje en avión. Las escenas idílicas van paralelas a las futbolísticas. Es nuevamente el gol la causa de la tragedia. El nº 8 marca un gol que deja humillado al portero Martín. Es un tiro que le pasa por entre las piernas.

Que lo hace despreciable ante su hinchada y ante sí mismo. A partir de ese momento, y aunque no hay más goles, el guardameta está hundido. Sabe que ya no habrá contrato para ir a Europa. Sabe que los críticos deportivos se burlarán de su actuación, y que su público lo abucheará y no querrá verlo más en la portería del equipo.

Los consuelos y estímulos de Benja para su amigo no son suficientes para alejarlo del inmenso pesar que lo abate. Ve todo perdido. Es la imagen de la derrota. La representación del fracaso. Un joven futbolista que ha estado a un paso del gran éxito no puede soportar esa caída y termina suicidándose. La tragedia arrastra a Benja que se siente culpable de lo que ha sucedido a su amigo. Desanimado, pesimista, no atina sino a decirle a su novia "Ale", que dejará el fútbol. Nunca podrá marcar un gol sin recordar el que le hizo a su mejor amigo.

En "El césped" hay otro elemento que no contaba en el cuento anterior: el sueño, como un agregado mágico que modifica o engalana la realidad.

Benja sueña continuamente con partidos de fútbol en los que se ve al lado de estrellas de tiempos anteriores al suyo. Es a "Ale" a quien le cuenta lo que sueña y con ella hace deducciones acerca de este misterio, porque en sueños esos futbolistas que triunfaron en otras épocas le van marcando la forma como debe de jugar. Recibe consejos de ellos y se siente muy satisfecho. Llega a producirse una amalgama de sueño y realidad, y Benja en pleno partido ve a esos jugadores de antaño que corren junto a él y hacen jugadas que le posibilitan marcar goles.

Después del suicidio de Martín, el nº 8 vuelve a soñar. Ve a dos famosos de ayer diciéndole: "No tienes ninguna culpa pero no tires más al arco.

Siempre te acordarás de Martín y así no es posible meter goles". Son estas palabras las que percuten sobre él en la realidad y lo conducen a tomar la decisión de alejarse del fútbol.

El futbolista de "El césped" es un muchacho que ha evolucionado favorablemente. Ya no es el chico ingenuo, desesperado por un trabajo, sin estudios. Ahora se trata de un joven que si bien no posee un nivel cultural alto, sí es capaz de discernir sobre su vida. Puede tener cambio de opiniones con una chica como "Ale" que se dedica a la publicidad. Y su situación económica sin ser excelente no resulta agobiante. Ha cambiado la figura del jugador. Es más, en este segundo cuento Benedetti le concede una sensibilidad superior al nº 8 que la mostrada por el puntero izquierdo.

El conocimiento a fondo del lenguaje popular y en especial el futbolístico, y la perfecta visión de lo que el fútbol representa dentro de la sociedad moderna, son elementos fundamentales para la construcción de estos dos relatos, que no son estrictamente futbolísticos, es especial el segundo, y que resultan totalmente coherentes con la línea filosófico- literaria de Mario Benedetti.