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Libros sí, Alpargatas también

2 de diciembre de 2002

Relata que en 67 fue censurado por su afición a los Beatles, ya reivindicados en Cuba
Silvio Rodríguez enfermó de amor durante su ausencia de los escenarios

Blanche Petrich
La Jornada


Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Se rumora que Silvio Rodríguez no ha subido desde hace tres años a un escenario a cantar en público porque padece una grave enfermedad. Silvio reflexiona unos segundos sobre el rumor: "¿Será? Bueno, sí, me enamoré en este periodo, se me cayó el pelo y me ha crecido la panza. Pero, por lo demás, no sé, saliendo de aquí voy corriendo a ver al médico".

En rueda de prensa, el trovador anunció que el lunes 2 hará un paréntesis en esta ausencia voluntaria del escenario para presentarse en concierto con la Orquesta Sinfónica de Cuba, que dirige Leo Brower, en la explanada de la Expo. Ese día cantará en escena por primera vez en tres años. "Este será mi granito de arena para demostrar que la amistad entre México y Cuba es indestructible."

Ya entrado en desmentir rumores rayanos en el absurdo, como el de que se ha convertido en una especie de magnate local, aclaró que no es el único cantautor de Cuba que cuenta con un estudio de grabación en su casa y que tampoco es dueño de la disquera paraestatal Aldala, que acaba de lanzar su disco Expediciones.

Dijo que en esta nueva colección abordó el proceso creativo con un método distinto al que aplicó durante décadas. Esta vez no compuso las canciones a partir de la guitarra, como siempre lo hizo, sino que abordó la composición de manera integral, construyendo todo -letra, música, estructura- de manera simultánea. Trabajó 11 meses en la composición y un año más en la grabación de la música de Expediciones.

Y en eso está, en componer, en aprender nuevos métodos, "en una etapa de superación, en el buen sentido de la palabra".

Como en canciones anteriores, aborda en su nuevo disco temas sobre la cotidianeidad cubana, los problemas de las transformaciones recientes, el periodo especial, la emigración o diáspora, la prostitución. "Cuando entramos al periodo especial y proliferaron las jineteras, creo que fui el primero en cantarle a las prostitutas callejeras. Así le canto a los paladares (pequeñas fondas de propiedad privada), a los aspectos nuevos de nuestra sociedad. Pero quizá no lo hago de manera tan anecdótica como lo hacen otros autores, lo hago conceptualmente, con ideas que reflejan la realidad, retablos."

Explica que nunca fue un compositor programado. "Más que planear temas, hago apuntes de lo que me impresiona. Y de ahí desarrollo."

Así llegó también el tema de la emigración, exilio o diáspora, término aún en disputa, que es hablar también de división en las familias. "No hay familia cubana que no lo esté sufriendo. En mi familia pasa. ¿Verdad, Rojas?", dice y palmea al funcionario del Ministerio de Cultura a su lado, Fernando Rojas. Este asiente. Claro, su hermano Rafael Rojas, radicado en México, es un intelectual de lo que llaman el exilio. Este último dirige la revista Encuentro, uno de los espacios de la disidencia cultural cubana más importantes fuera de Miami.

Este tema de la diáspora, dice Silvio Rodríguez, lo aborda él en su canción Alas de colibrí, en cuya letra propone fundar un partido de los sueños donde quepan todos los desplazados.

Alguien de la prensa le pregunta que si no lo da pena el problema de las jineteras de La Habana:

"¿Y cómo no me va a dar vergüenza?", responde. "Mi padre, que en gloria esté, fue autor de un plan de rehabilitación para prostitutas en los primeros años de la revolución. A través de los comités de defensa de la revolución se concentraba a esas muchachitas, guajiritas que por cientos trabajaban en el malecón empujadas por la pobreza, a talleres. Yo asistía a esos talleres. Ahí se les enseñaba a leer, se les enseñaba a manejar autos para que fueran taxistas, se les integraba al proceso productivo. ¿Cómo no me va a dar vergüenza y a doler que ahora vuelva el problema, generado por el bloqueo y la agresividad de Estados Unidos contra la economía de mi país?"

Otra pregunta indagó si él, en algún momento, había padecido la censura. Dijo que sí y contó una parte de su vida:

"Fue en el 67. Yo estaba en el ejército, terminando mi servicio militar. Además me dedicaba a dibujar caricaturas, hacía una tira cómica para la revista del ejército. Pero me gustaba cantar y componer. Sólo cantaba frente a mis compañeros. Un día un amigo me presentó a una muchacha que también componía. Nos hicimos amigos y nos sentábamos a cantar en la entrada de su casa. Yo no sabía que su papá era director de la orquesta de la televisión. Me escuchó un día y me invitó a tocar en la televisión. Yo no tenía ni idea de lo que era un escenario. Es un poco como la historia de la cenicienta."

La historia terminó poco después. Silvio llegó a conducir un programa de música en la televisión. Pero cierto día le comentó a su jefe que a él le gustaban los Beatles, tabú para la ortodoxia revolucionaria de la época. Fue despedido. Se esfumó el sueño de la cenicienta y empezó sus carrera de cantautor. Años después, concluyó, su afición a los Beatles -la suya y la de toda una generación- fue reivindicada con la instalación de una bella estatua de John Lennon en un parque de El Vedado.