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Heinz Dieterich Steffan

¿Ganará Bush en Medio Oriente?

Heinz Dieterich
Rebelión
11/01/04

Para Nestor Kirchner

En el 2004, Bush quiere ganar en tres frentes de guerra: el Medio Oriente, Washington y América Latina. Y una lectura triunfalista de la derecha, desde el comandante de la 82 División Aerotransportada en Irak, hasta el vocero del complejo militar-industrial estadounidense-israelí en el The New York Times, William Safire, le aseguran a Bush que la victoria en los tres campos de batalla es posible.

Hay que reconocer que esa lectura, aunque eufórica, es posible, desde el punto de vista de aquellos que originaron la guerra en Irak, luchan por su perpetuación en el poder en Washington y han iniciado una ofensiva frontal contra la soberanía y dignidad latinoamericana, representada en los gobiernos de Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela.

La camarilla que originó la guerra, está organizada en el Proyecto por el Nuevo Siglo Americano (PNAC), que fue fundado en 1997, en torno a Donald Rumsfeld, Dick Cheney y Paul Wolfowitz. El PNAC fue la expresión organizativa del centro de gravitación socio-económica que determina la política de Bush: el complejo militar-industrial estadounidense, con su base de masas en el fundamentalismo cristiano y su segmento conductor político visible en el Partido Republicano, junto con el complejo militar-industrial de Israel y su cabeza dirigente, la fracción sharonista del Likud.

Ya durante el gobierno de Bill Clinton, la camarilla presionó al Presidente, para que "removiera al régimen de Sadam Hussein del poder", si fuese necesario por la fuerza, y que hiciera una política "más aseverativa" en Medio Oriente. En un reporte preelectoral del 2000, revelaron una premonición tan extraordinaria como sospechosa: afirmaron que esos cambios se darían lentamente, salvo que "hubiese un evento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbour".

Clinton no les hizo caso, pero el fraude electoral de Bush los puso en el poder y los atentados del 11 de septiembre les dieron su evento "catastrófico y catalizador", su "nuevo Pearl Harbour", con el cual iniciaron lo que suelen llamar entre sí, "La Cuarta Guerra Mundial".

La jugada de apertura en ese ajedrez de conquista mundial ---que combina planes programados propios con errores del adversario y coyunturas momentáneas, en una flexible y multifacética estrategia de intervenciones militares, amenazas nucleares, chantajes económicos, presiones políticas y guerras psicológicas--- se dio en Asia del sur, con el golpe militar estadounidense de Pervez Musharraf en Pakistán, en octubre de 1999, que produjo la retaguardia necesaria para la ocupación militar de Afganistán, en octubre del 2001.

Después de Afganistán, el método de la invasión militar fue utilizado nuevamente en Irak, en marzo del 2003, para poner a Ahmed Chalaby, exbanquero criminal, refugiado en Estados Unidos, en el poder en Irak. En Georgia, de central importancia geoestratégica petrolera en la zona, Washington organizó una insurrección popular en noviembre del 2003 contra el corrupto estalinista Edward Shevanadze, para sustituirlo en enero del 2004 con un triunfo electoral del 86 por ciento, del abogado Mikhail Saakashvili, educado en Estados Unidos.

A estos éxitos, la camarilla agrega los siguientes "triunfos". La renuncia de Libia a sus proyectos de armas de destrucción masiva y la invitación a las petroleras estadounidenses, en diciembre del 2003, junto con sus negociaciones con Israel para reanudar las relaciones diplomáticas y su oferta de presionar a Irán, para que desista del desarrollo de armas nucleares. La nueva constitución de Afganistán y el compromiso de la OTAN, de priorizar su intervención en el país en el 2004.

El modus vivendi construido entre Pakistán y la India, que los convierte en líderes nucleares de un Bloque Regional de Poder de Asia suroriental, en una jugada formidable de contención de China. El acercamiento de Siria a Turquía e Israel, y el inevitable retiro de sus tropas de Líbano, a través de un pronto ultimátum del Consejo de Seguridad. La connivencia incondicional del país árabe más importante, Egipto, y de Jordania, con el megaproyecto neofascista de Washington-Tel Aviv. Incipientes reformas educativas en Arabia Saudita y Pakistán y medidas democráticas cosméticas y electorales e varios países de la península arábica.

El avance del programa de terrorismo de Estado y apartheid de Israel, en la destrucción del pueblo y del Estado palestino, tolerado por todas las potencias del G-8. La aceptación de Irán de controles nucleares y la creciente complicidad de los gobiernos ruso, alemán, francés y japonés, en Irak y Afganistán, revelada con ignominiosa claridad en la aceptación de la Misión Baker, conducente a la condonación de la deuda externa de Irak, pese a la exclusión de las primeras tres potencias, de las lucrativas ganancias de reconstrucción en Irak.

Estos son los progresos de Washington en "La Cuarta Guerra Mundial", según la camarilla en el poder, que, junto con un presupuesto electoral superior a los 130 millones de dólares acumulado por Bush y Cheney, el estado deprimente del Partido Demócrata y el férreo control sobre la opinión pública, le hace pensar que puede detentar otros cuatro años el enorme poder del Estado de la Unión Americana, para terminar la agenda de los dos complejos militar- industriales, que representa.

Factores que contradicen la triunfal marcha de la nueva teoría del dominó, son oportunamente excluidos del análisis. Entre ellos, la creciente sofisticación militar de la resistencia iraquí y las fuerzas políticas centrífugas del país; la cada vez más documentada mentira de las armas de destrucción masiva, a través del Hutton-Report en Gran Bretaña y del Carnegie Endowment for Peace, en Estados Unidos.

El deficit fiscal y comercial estadounidense, que representan cada uno alrededor del cinco por ciento del Producto Interno Bruto y que han sido calificados públicamente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como una "amenaza para la estabilidad financiera de la economía global"; la destrucción de tres millones de empleos bajo el gobierno de Bush que ha creado la peor situación del mercado laboral en veinte años, y la depreciación del dólar en un treinta por ciento.

Es la euforia desmesurada de la camarilla en el poder, por una parte, y su encubierta angustia histérica preelectoral, por otra, que le ha motivado a abrir brutalmente un nuevo frente de guerra, con insolentes declaraciones de Colin Powell, Roger Noriega y otros funcionarios menores, contra el naciente Bloque Regional de Poder latinoamericano, representado por los presidentes Hugo Chávez, Fidel Castro, Nestor Kirchner e Inacio "Lula" da Silva.

Todo indica, que este nuevo frente de guerra del imperio no le traerá los laureles esperados, sino más derrotas. No se ha dado cuenta que los cuatro presidentes, más allá de formar un espacio económico sudamericano, están reconstruyendo las murallas de la dignidad y soberanía latinoamericana. Y que, si se mantienen unidos, Washington no puede hacer absolutamente nada, para derrumbar esas murallas.