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Heinz Dieterich Steffan

28 de junio del 2003

Capital y Masas en el Bloque de Poder Sudamericano

Heinz Dieterich

La formación del Bloque de Poder Sudamericano (BPS) ---impulsado por Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba--- obliga a todas las fuerzas políticas latinoamericanas a posicionarse ante esta coyuntura de liberación regional. Y su respuesta tiene que resolver un desafío particular: la exigencia de actuar simultáneamente en dos tiempos.

La creación de lo que Hugo Chávez llama la "Unión del Sur", es decir la ampliación, profundización y democratización del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), abre los caminos hacia la Segunda Independencia. Pero, al mismo tiempo, regresa los actores latinoamericanos a las trascendentales disyuntivas de los años cincuenta y sesenta.

La relación entre los dos tiempos es obvia: la construcción del futuro pasa por el dominio del pasado. Y dominio del pasado significa no repetir los catastróficos errores de aquella época, sino entender adecuadamente las posibilidades del Estado, de las masas y del capital, en esta coyuntura.

La posición del capital frente al segundo gran intento de liberación del "pequeño genero humano" (Simón Bolívar), desde la independencia formal de 1825, se define por sus intereses de acumulación. Sin embargo, las célebres determinaciones de Lenin, de que el verdadero enemigo de la revolución socialista es la pequeña burguesía, y de Gramsci, de que el gran capital "no tiene Patria, tiene bolsillos", no son suficientes para trazar una política de alianzas capaz de derrotar al imperialismo estadounidense y europeo.

Para consumar exitosamente la construcción del Bloque de Poder Sudamericano (BPS), se requieren cuatro sujetos económicos: 1. las pequeñas y medianas empresas (PYMES); 2. las corporaciones transnacionales nacionales (CTN) o Complejos de Investigación-Producción- Comercialización (CIPC), tal como existen en Cuba en las ciencias biomédicas; 3. las cooperativas y 4. las empresas estratégicas del Estado.

De estos cuatro sujetos económicos, tres son aliados objetivos del Bloque Regional de Poder: las pequeñas y medianas empresas, las cooperativas y las empresas estratégicas del Estado. Son aliados objetivos, por el simple hecho, de que ninguno de los tres tiene futuro dentro del proyecto de acumulación neoliberal del gran capital. Convertir esta condición objetiva en subjetiva es, por lo tanto, un problema de tipo ideológico, de convencerlos del hecho irrefutable de que su existencia económica sólo puede garantizarse en un Bloque Regional de Poder (BRP) proteccionista.

Una economía moderna en América Latina sólo es viable y defendible ante los embates del imperialismo, si se sustenta sobre esos polos de crecimiento, dentro de una estrategia desarrollista regional coherente, en la cual los CIPCs o corporaciones latinoamericanas transnacionales juegen, también, un papel vital. żEn qué consiste ese papel?

La función de las empresas con alcance transnacional es evidente. Son los vehículos que permiten accesar el plusproducto mundial. Quien no dispone de empresas transnacionales, está separado de la tecnología, del surplus y del poder global y tiene que resignarse a vivir en la miseria y la dependencia.

Las CTN accesan el surplus mundial a través de su poder económico-político y las tecnologías de punta, las que, a su vez, se nutren de la ciencia de excelencia. De tal manera que empresas transnacionales, tecnología de punta y excelencia científica, son inseparables. La nación que no tenga CTN, tampoco necesita tecnología ni ciencia avanzada, porque está condenada al subdesarrollo y al mandato externo. Por eso, la sistemática destrucción neoliberal de nuestras universidades públicas va mano con mano con la destrucción de las CTN latinoamericanas.

A diferencia de África, América Latina dispone de todos los elementos necesarios para desarrollar sus propias CTN a corto plazo dentro del Bloque Regional de Poder, para, de esta manera, revertir la descapitalización y el retroceso de las ultimas décadas. El complejo biotecnológico-farmacéutico-medico de Cuba es comparable, en su capacidad investigativa, productiva y productos en pipeline (prospectivos), a las más grandes transnacionales de Occidente.

La investigación genómica en Brasil y Argentina, a su vez, se encuentra en un nivel muy avanzado, al igual que sus industrias farmacéuticas. Si se unieran esas capacidades de alta tecnología en una o dos grandes holding, podría competir exitosamente por una parte considerable del surplus global.

La empresa aeronáutica brasileña Embraer, a su vez, tiene todo el potencial para competir exitosamente con Airbus y Boeing por el mercado mundial de la aviación y, mas temprano que tarde, de la industria espacial, aprovechándose al Ecuador como el lugar geográfico de mayor ventaja comparativa para el lanzamiento de cohetes al espacio.

Venezuela y Argentina han perdido sus líneas aéreas nacionales a raíz de la criminal rapiña del subimperialismo español (Iberia). Muchas compañías brasileñas, a su vez, están en bancarrota. Sería sólo lógico, que los Presidentes Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Inacio Lula da Silva aprovechen esa situación para fundar una sola línea venezolana-brasileña- argentina ---probablemente con capital privado y público--- que podría competir en condiciones iguales con los europeos y estadounidenses y que sería un mercado natural para la industria aeroespacial criolla.

Las gigantescas exportaciones latinoamericanas de materia prima ---petróleo, ferro, bauxita, granos, madera, etc.--- garantizarían, por otra parte, la viabilidad de grandes industrias navales en el subcontinente. En el sector energético una transnacional latinoamericana, creada a través de la unión entre PdVSA de Venezuela, Petrobras de Brasil, la reestatizada YPF de Argentina y, adheriéndose las petroleras de Ecuador, Perú y Bolivia, sería un poder mundial. Dificultaría también, las maniobras desestabilizadoras de los caballos de Troya imperiales, como la petrocrácia venezolana.

El reciente comentario de Hugo Chávez, de que Venezuela tiene quince mil gasolineras en Estados Unidos y, agregamos, muchas refinerías en Estados Unidos y Europa, pero ninguna en Argentina, ilustra el problema y el casi ilimitado potencial, para superarlo. En el mismo sector de energéticos, la física nuclear argentina y brasileña mantienen todavía, pese a los destructivos sabotajes de los gobiernos neoliberales, un alto nivel de competencia que podría ser el germen de una transnacional capaz de competir con la Westinghouse y Siemens en la producción de energía.

En Brasil, donde el Carlos Saúl Menem del Coloso del Sur, Fernando Henrique Cardoso, hizo todo lo posible para destruir la base económica de la independencia brasileña, al privatizar en condiciones oscuras la enorme banca estatal, las empresas públicas de energía y el gran sistema de telecomunicaciones, la recuperación de esos activos para el capital público y privado del BPS, sería otro impulso enorme a la consolidación del proyecto regional de liberación. Del sector financiero recuperado, por ejemplo, podría nacer el necesario referente y la institucionalidad monetaria de la Unión del Sur, con circuitos financieros propios, con tarjetas de crédito latinoamericanos, por ejemplo, a través de bancos cooperativos, como se hizo exitosamente en Argentina.

Las alianzas posibles con las corporaciones transnacionales latinoamericanas tienen que decidirse caso por caso. Hay ejemplos de transnacionales criollas, cuyos intereses y políticas coinciden cien por ciento con los de las transnacionales imperiales y otras, que pugnan por una estrategia desarrollista.

Las tareas del Estado en el Bloque de Poder Sudamericano son evidentes: implementar un modelo de desarrollo, cuyo mercado interno es regional; con una política proteccionista hacia los otros Bloques de Poder Regionales ---Estados Unidos, la Unión Europea, China y Japón--- , subsidiaria hacia su aparato productivo interno y autónoma frente a los abusivos aparatos del Estado Global, el FMI, la OMC y el BM; con una decidida política de sustitución de importaciones y el consecuente uso del poder político, económico, cultural y militar del Estado regional en la implementación y defensa de los intereses de la nación latinoamericana, incluyendo un proyecto hemisférico cultural, basado en la identidad latinoamericana, y un pacto militar de defensa mutua, ante posibles agresiones externas.

Pero, żeste programa no es el desarrollismo de Perón, Vargas y Cárdenas? Sí, lo es, con dos diferencias fundamentales: 1. se trata de un desarrollismo democrático, no corporativo, y con elementos de la Democracia Participativa postburguesa; 2. no es un desarrollismo nacional, sino regional.

Y, żno es populista y anacrónica esa política? Bueno, si es populista y anacrónica, estamos en buena compañía, porque es exactamente la política económica de Estados Unidos, la Unión Europea, China, Taiwán y Japón, es decir, de las potencias económicas más exitosas del mundo.

Ese Desarrollismo Regional Democrático (DRD) es, de por sí, antiimperialista, porque le disputa los espacios de generación, apropiación, valorización y expatriación del plusproducto latinoamericano, a las corporaciones transnacionales estadounidenses y europeas. Es por eso, que la destrucción del Bloque de Poder Sudamericano constituye, hoy día, la prioridad política número uno de la Casa Blanca y del imperialismo europeo en América Latina, tal como se manifiesta en sus agresiones contra Cuba, el movimiento popular colombiano, y Venezuela.

Y en este contexto, el papel de las mayorías, de los sindicatos, estudiantes, intelectuales, ecologistas, campesinos, indígenas y trabajadores latinoamericanos, se vuelve decisivo. El Bloque de Poder Regional solo puede triunfar, si logra cerrar las cuatro venas abiertas de América Latina: la deuda externa, el proteccionismo, la fuga de capitales y el intercambio desigual. El enfrentamiento que implica ese imperativo, requiere la intervención de las masas, al lado de los sectores progresistas gubernamentales, para evitar claudicaciones de estos y proporcionar la fuerza numérica necesaria para derrotar a balcanizadores y monroeistas.

La historia se repite. La primera independencia se inició en la mayoría de los países latinoamericanos como un conflicto entre los sectores imperiales españoles y las elites criollas de la clase colonial dominante. Y este segundo intento de la independencia definitiva tampoco nace de la insurrección generalizada de la "América Morena" y, mucho menos, del proletariado revolucionario. Pero, hoy como ayer, su desenlace será decidido por la intervención conciente de las masas y sus líderes.

Esta es la titánica responsabilidad que pesa sobre las fuerzas democratizadoras y latinoamericanistas en este momento bolivariano.