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Derrota del Nazi-Fascismo



Detrás de la Segunda Guerra

Octavio Rodríguez Araujo
La Jornada

Mientras Vladimir Putin y George W. Bush conmemoraban en Moscú la derrota del nazismo el 9 de mayo de 1945, yo recordaba lo ajenos que estuvieron los soldados soviéticos y sus aliados a lo que ocurría en las alturas de la política y de los grandes intereses económicos. Los más de 20 millones de soldados rusos que ofrendaron su vida para defender a su país de las amenazas de Hitler, más otros tantos que también murieron, no tuvieron la oportunidad de consultar diversas fuentes que hicieron referencia a los negocios de grandes capitalistas estadunidenses con los nazis, comenzando con los antepasados del actual presidente de Estados Unidos. Y este pasado no puede ignorarlo Putin, pues Ria Novosti y Vladimir Simonov (de International Press Institute), entre otros muchos, han escrito al respecto.
Según mis fuentes consultadas para un libro que estoy escribiendo, el abuelo de George W. Bush, de nombre Prescott, estuvo casado con una hija de George Herbert Walter, ligado a la Union Banking Corporation. Esta institución bancaria financió, a través de Fritz Thyssen, el rey del acero en Alemania, a Hitler, y no sólo durante los años de fabricación de armamento para los planes de invasión de este demente a Europa, sino desde antes, desde que se perfiló como un futuro líder de la Alemania en crisis. Otras fuentes dicen que Prescott Bush financió los uniformes de los soldados alemanes antes de la invasión de Hitler a Polonia. Vale decir que era tal la relación de Prescott Bush con su suegro, que a su hijo, anterior Bush en la presidencia de Estados Unidos, le puso Georg Herbert Walter Bush.
Por si no fuera suficiente lo anterior, el historiador estadunidense Higham, en su libro Transacciones concertadas con el adversario (Desenmascaramiento del complot monetario nazi-estadunidense de 1939-1945) ha mencionado que Standard Oil of New Jersey, Chase Manhattan Bank, Texas Company, International Telephone and Telegraph Corporation, Ford, Sterling Products y otras muchas empresas también citadas por Novosti y Simonov cooperaron con los nazis proveyéndoles petróleo, motores, equipos de comunicación y dinero con la colaboración del titular de Comercio, Jesse H. Jones, y del de Hacienda, Henry Morgenthau, en aquellos años.
La Standard Oil es la familia Rockefeller, Chase Manhattan Bank es la familia J. P. Morgan, Texas Co se asoció con la Standard en 1936, ITT fue Sosthenes Behn y ahora sus herederos asociados a los Morgan. La ITT controlaba las compañías de teléfonos en Alemania y a través de sus subsidiarias transfirieron millones de dólares a Himmler a finales de los 30 y durante la Segunda Guerra. Uno de los enlaces de la ITT para estar en el círculo interno de los nazis fue Kurt von Schröder, un banquero muy importante que representó a la industria armamentista de los nazis y montó un banco en Inglaterra. Todos esos empresarios y banqueros estadunidenses o sus herederos están ligados en la actualidad a Richard Perle y Paul Wolfowitz, a Donald Rumsfeld y Dick Cheney, los "grandes" hombres atrás de George H. W. Bush y de George W. Bush y que forman un club, con otros más que largo sería mencionar, que se reúne muy discretamente cada año, antes de las juntas del Grupo de los Siete (G-7), ahora G-8 con Rusia. En ese club, dicho sea de paso, se escogen candidatos a los gobiernos de los países más de-sarrollados del planeta, o por lo menos así parece por la coincidencia de quienes son invitados y lo que resulta después.
Son los mismos que fundaron la Comisión Trilateral, comenzando por Rockefeller, junto con Madeleine Albright, Agnelli (el de la Fiat recientemente fallecido, que financió a Mussolini), los herederos de Thyssen asociados a Krupp, Cheney ya mencionado, General Electric, Peugeot-Citroën, Exxon, Fernández-Cuesta de Repsol, Bill Emmot de The Economist, Kissinger, Zbigniew Brzezinski y muchos más. No debe pasarse por alto a Huntington entre los cerebros de este grupo, y últimamente a Natan (Anatoly) Sharansky, el reciente gurú de Bush Jr., presentado por Cheney, y colaborador de Ariel Sharon y de su política ultraderechista.
Hay mucho más por decir, pero la idea de estas líneas es sólo subrayar que la Segunda Guerra Mundial no fue sólo una locura de Hitler y sus siniestros colaboradores. Hubo mucha más gente involucrada, como la hay ahora con las locuras de los Bush y su política de expansión mundial. Los Bush no están solos tampoco; cuentan con los dueños de la economía del mundo ubicados principalmente en el G-7. Son la misma cosa, sólo han cambiado las hojas del calendario.