Lo de Mahoma
Juan Gelman
Página12
La Casa Blanca echa la culpa de las manifestaciones y desmanes a Irán y Siria,
desde luego. Para la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, las caricaturas de
Mahoma nada tienen que ver. "No sé por qué nos odian tanto", se preguntó W. Bush
al comenzar su cruzada por el dominio del mundo.
Las caricaturas de Mahoma –en particular la que lo muestra con una mecha de
bomba encendida en el turbante– siguen provocando indignación, manifestaciones y
muertes en el mundo musulmán. Esa ira no descansa. En Occidente se suele
defender la publicación de esos dibujos con un acérrimo hincapié en la libertad
de expresión, aunque algunos lo entibian con los paños del respeto a la creencia
ajena. En efecto, para el Islam es sacrilegio tomar en solfa la imagen del
Profeta y, encima, representarlo como un amenazante terrorista.
El tema de la libertad de expresión tiene un tratamiento bastante maleable en el
Jyllands-Posten, el diario de Dinamarca que publicó los 12 dibujos el 31 de
septiembre del 2005. En abril del 2003, el ilustrador danés Christopher Zieler
presentó al periódico una serie de caricaturas sobre la resurrección de Cristo y
recibió de Jens Kaiser, director de los números dominicales, el siguiente
e-mail: "No creo que esos dibujos gusten a los lectores de Jyllands-Posten. En
realidad, creo que provocarán muchas protestas. En consecuencia, no los
utilizaré" (The Guardian, 6-2-06). Kaiser no aplicó el mismo criterio a las
caricaturas de Mahoma y véase por qué: "En el caso de los dibujos de Mahoma,
pedimos que los hicieran. Yo no pedí los otros. Esa es la diferencia". Una mera
diferencia editorial, apenas técnica, vaya.
Es imposible desgajar la actitud de Kaiser del racismo occidental y europeo en
general, y del danés en particular, que se agravaron de manera creciente desde
el 11/9, la invención del "eje del mal", la ocupación de Irak, la construcción
del muro en Israel, el terrorismo suicida. El gobierno derechista instalado en
Copenhague desde 2001 y reelecto el año pasado mutiló conquistas sociales y
laborales, participó en la ocupación de Irak y endureció las medidas
antiinmigratorias. Una nueva ley promulgada en septiembre de 2004 limita
específicamente el ingreso de inmigrantes musulmanes. El mismo mes, Pia
Kjaersgaard –dirigente del Partido del Pueblo Danés, oficialista y de extrema
derecha– llamaba a la guerra contra el islamismo, al que comparó con el nazismo
y el marxismo (www.globalresearch.ca,
2-6-06). Una encuesta de principios de 2005 mostró que uno de cada cuatro
daneses teme que algún día haya más musulmanes que no musulmanes en el país. Es
un temor curioso: los 200.000 habitantes de Dinamarca que profesan el Islam son
menos del 2 por ciento de la población total, pero esa creencia refleja el clima
antiárabe imperante.
El debate libertad de expresión versus respeto a los credos religiosos que las
caricaturas desataron en Occidente no carece de rasgos hipócritas. Medios
norteamericanos y europeos que nunca se cansaron de repetir y difundir las
mentiras de la Casa Blanca sobre Irak, o que callaron o autocensuraron
barbaridades como el espionaje interno en EE.UU., hoy lustran esmeradamente el
concepto de la libertad de expresión. No mencionan, claro, que la suya propia
está acotada por las corporaciones a las que pertenecen y los intereses
políticos, no exactamente populares, que defienden. Una cosa es una cosa y otra
cosa es otra cosa.
Afloran también reflexiones autoritarias como la de Roger Koeppel, director del
periódico alemán Die Welt: "Debe quedar claro que gobierna la cultura
mayoritaria y que la cultura minoritaria tiene que acatar sus reglas. Si éstas
no son aceptables, nadie está obligado a vivir bajo ellas" (The Christian
Science Monitor, 8-2-06). Sépanlo los millones de árabes que la miseria ha
empujado a emigrar a Europa. Políticos y gobiernos del Viejo Continente, salvo
alguna excepción, se han lavado las manos: la cuestión es de los medios, dicen,
que tienen derecho a ejercer la libertad de prensa.
El Consejo Francés de Culto Musulmán y diferentes organismos presentaron en los
tribunales varias denuncias contra el parisino France-Soir y otros periódicos
que reprodujeron las caricaturas del diario danés. La Iglesia Católica francesa
logró el año pasado que la Justicia prohibiera la difusión de un aviso de modas
basado en La última cena. "Es un acto gratuito de intrusión en las creencias más
íntimas de las personas", dictaminó el juez de la causa. No estimó lo mismo el
magistrado francés que rechazó el recurso del Consejo fundamentando la medida en
una ley de prensa que data del año 1881. "Los musulmanes quieren ser tratados
como los fieles de otras religiones", explicó Olivier Roy, un especialista
eminente en asuntos islámicos del Centro Nacional de Investigaciones Científicas
de París. Finalmente, en Alemania, Francia y Austria, negar que la Shoa se haya
producido es un delito penado por la ley.
El boicot a los productos de Dinamarca en el Medio Oriente pareciera más eficaz
que las manifestaciones violentas que son violentamente reprimidas. La
alimentaria Arla, de capital sueco-danés y una de las más importantes empresas
de productos lácteos de Europa, ha multiplicado sus avisos en los medios
deslindándose de las caricaturas de Mahoma. Se explica: sus exportaciones a la
región ascienden a 480 millones de dólares anuales y en cinco días sus ventas se
redujeron a cero (BBC News, 31-1-06). Las agencias de viajes de Dubai informaron
que no hay habitante del Emirato que viaje a Dinamarca en estos días.
La Casa Blanca echa la culpa de las manifestaciones y desmanes a Irán y Siria,
desde luego. Para la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, las caricaturas de
Mahoma nada tienen que ver. "No sé por qué nos odian tanto", se preguntó W. Bush
al comenzar su cruzada por el dominio del mundo.
Fuente: lafogata.org