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Economía


Neoliberalismo: hambre y pobreza
Rebelión

El investigador Aurelio Suárez afirma que: (…) “el hambre en el mundo no es causada por la incapacidad tecnológica de la oferta sino por la incapacidad adquisitiva de un grupo considerable de consumidores; es decir, por la pobreza. Aquí también se cumple la máxima: ‘el capitalismo tiene una capacidad infinita de oferta a la que no corresponde una igual de demanda’. Se vive una crisis alimentaría en medio de la superproducción, se está frente a un problema económico y no frente a uno técnico.” (1)

Actualmente existe en el planeta una capacidad productiva para alimentar doce mil millones de personas, el doble de la población existente. Sin embargo, las políticas neoliberales priorizan el comercio internacional por encima de la alimentación de los pueblos; incrementan la dependencia de los pueblos de las importaciones agrícolas; aumentan los déficits comerciales agropecuarios en los países en desarrollo; refuerzan la industrialización de la agricultura, poniendo en peligro el patrimonio genético, cultural y medioambiental de la Humanidad, así como la salud; empujan a millones de campesinos(as) a abandonar sus prácticas agrícolas tradicionales, al éxodo rural o a la emigración.

La reducción del área de siembra, pérdida de empleos; el estancamiento del volumen de la producción, incluso de los alimentos básicos y la reducción de la dotación alimentaria a cada habitante; el abandono de plantaciones por campesinos abandonados por el Estado y tiranizados por el capital; el encarecimiento de los alimentos con la excusa de una supuesta mayor “calidad”, amenazando la subsistencia de millones de campesinos/as pobres que no pueden competir en términos de agregar valor a sus productos con las empresas transnacionales; la conversión de países tradicionalmente exportadores en importadores y con poblaciones hambrientas, son algunas de las evidencias del fracaso del neoliberalismo. Incluso en los casos en los que ha habido crecimiento de la producción, ésta se ha limitado a productos permanentes tropicales, aunque la demanda de esos productos suele ser menor que la oferta, provocando las consiguientes caídas en los precios ante la impotencia de productores supeditados a los vaivenes del comercio bajo las condiciones de control del mercado por un pequeño grupo de empresas transnacionales.

Actualmente algunos pueblos (pequeños productores indígenas o campesinos) que cayeron en la trampa de aceptar el cambio de rubro (sustitución de cultivos tradicionales), han quedado a merced de la voracidad de los compradores, que ponen el precio por tonelada de producto, posición de poder que ejercen al ser los propietarios de las plantas extractoras. La FAO (2002) ha reconocido la inconveniencia de dirigir la agricultura de los trópicos hacia productos agrícolas que no son alimentos básicos y que sólo pueden cultivarse en esas condiciones ecológicas, cuestionando las promocionadas “ventajas arancelarias”, supuestos "estímulos" que en realidad buscan especializar a los países en desarrollo en la producción de algunos rubros demandados en los países desarrollados en detrimento de la producción de los alimentos básicos.

La desaceleración del ritmo para alcanzar las metas trazadas por la ONU para reducir la pobreza y el hambre aunado al hecho de que en la mayoría de los países se ha deteriorado la distribución del ingreso y aumentan las brechas socioeconómicas son tendencias que evidencian que más que resolver el problema el neoliberalismo lo agrava, de hecho, se convierte en la causa estructural de nuevos problemas. América Meridional se ve afectada por el débil crecimiento del ingreso por habitante y su desigual redistribución, la poca producción y productividad agropecuaria dirigida a los mercados internos y problemas de su distribución equitativa, agravando la situación de hambre y pobreza de una población en crecimiento demográfico acelerado.

Las “soluciones” ficticias del capital

Ante la crisis alimentaria generada por el capitalismo y el fracaso del neoliberalismo en resolver el problema del hambre y la pobreza, existen enfoques distintos para enfrentar el problema. Los enfoques tradicionales sostienen que la provisión de alimentos a la población hambrienta tiene respuesta en el “mercado” (neoliberalismo), a través de la liberalización de los grandes circuitos comerciales internacionales de productos alimentarios y agropecuarios. Así, la libre concurrencia en el comercio internacional, supuestamente haría llegar los alimentos a las personas más pobres a bajos precios. Además, sostienen que el problema se resolvería posibilitando una dieta mínima en proteínas y calorías, capaz de garantizar la subsistencia.

Surgen teorías que pretenden “corregir” ese fracaso, a la vez que lo encubren. La escuela institucionalista admite que el mercado por sí solo no es suficiente para garantizar la dieta alimentaría individual y enfatiza en la presencia de instituciones que lo ayuden a brindar la Seguridad Alimentaría. Ante los efectos sociales negativos del comercio global (deterioro del empleo, del ingreso, iniquidad, ect.), plantean limitar ese comercio con políticas públicas que tiendan a atenuar los desequilibrios en el mercado inducidos por los agentes que detentan posiciones dominantes. (2)

En cuanto la creciente sustitución de la producción nacional de alimentos por las importaciones, han diseñado indicadores para establecer márgenes o topes a dichas importaciones, en procura de no provocar lo inevitable en la aplicación ortodoxa del modelo neoliberal: la ruina de la producción agropecuaria de loa países sujetos a las imposiciones imperialistas. En definitiva, la escuela institucionalista pretende corregir las imperfecciones del mercado sin cuestionar su marco macroeconómico (libertad de comercio y flujo de capitales).

El Modelo de desarrollo sosteni