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Economía

 

Un gran desafío regional para el 2007
TLC o Integración Sudamericana

Víctor Ego Ducrot
Desde Buenos Aires

Se achican los espacios para posiciones intermedias. Se impone la estrategia de EE.UU o nuestros países construyen su futuro. Sin justicia social y sin un nuevo modelo político la tarea será en vano.....................................................................................................................
El año que termina fue de relativos buenos resultados para quienes se ubican dentro del proyecto integrador de nuestro continente. La tendencia general apuntó a obstaculizar el paso de la estrategia "libre comercio" de Estados Unidos y a encontrar puntos de afinidad entre los sujetos más activos del tablero sudamericano.
Sin embargo, no todo fue color de rosas. Con una dosis preocupante de oportunismo político y tergiversaciones discursivas -cuando no con actitudes abiertamente hostiles-, en el seno del escenario latinoamericano sobrevivió y actúa un tejido de intereses y propuestas que apuntan a minar o por lo menos desnaturalizar el proceso transformador.
En este último sentido, la posición más peligrosa es la encarnada por el gobierno colombiano de Alvaro Uribe, quien finaliza el 2006 casi sin careta que le cubra el rostro: atrapado en forma pública como socio de los paramilitares -herramientas de Washington en el Plan Colombia- y atentando contra el Estado de Derecho (el caso de la detención ilegal del corresponsal de Telesur en Bogotá, Fredy Muñoz, es un ejemplo contundente de ello).
Con mucho cuidado, pues difícilmente sus respectivas bases sociales y políticas les den luz verde para tomar distancia definitiva de sus vecinos inmediatos y regionales, los gobiernos de Michele Bachelet en Chile y Alan García en Perú se asocian cada vez a Bogota, a través de una defensa activa de los Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. En ese mismo escenario se acaban de ubicar casi todos los países de América Central.
Mientras esa dicotomía no se resuelva será apenas una expresión de deseos la conformación de una Confederación Sudamericana de Naciones (CSN) como unidad política propiciadora de un modelo de desarrollo económico y social independiente.
Algunos de los mejores resultados surgieron de la firmeza del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) en rechazar los TLC con Estados Unidos. Esa posición quedó ya constatada en la Cumbre de Mar del Plata, en diciembre de 2005, pero desde dentro del bloque siguen registrándose señales preocupantes.
Entre ellas se destacan el predominio del concepto integrador comercial y financiero de las grandes corporaciones dentro del esquema Brasil-Argentina, la falta de políticas compensatorias activas de los socios mayores respecto de los menores (Uruguay y Paraguay) y las amenazas "separatistas" de estos últimos, que no quieren dejar de coquetear con Washington y sus propuestas de "libre comercio" por fuera del bloque, pese al supuesto tinte progresista de gobiernos como el que encabeza Tabaré Vázquez.
En ese sentido cabe señalar que buena parte de las baterías comunicacionales oxigenadas por Estados Unidos y las respectivas derechas vernáculas se esfuerzan por distinguir en la región dos supuestos tipos de izquierda. Una, que sería la "seria" porque no rompe del molde neoliberal y encarnada por Vázquez, Bachelet y el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, y la segunda o "populista", representada por el líder venezolano Hugo Chávez y el jefe de Estado de Bolivia, Evo Morales.
Dentro de ese esquema difundido por los comunicadores enemigos de un proceso de integración de nuevo tipo, el presidente argentino Néstor Kirchner se ubicaría de uno u otro lado de la divisoria según sus decisiones expresen las tendencias reaccionarias o reformistas que conviven en su gobierno y en su matriz de acumulación política.
Quien redondeó el sentido último de este confusionismo deliberado fue el presidente de Perú, Alan García, quien se autodenominó "de izquierda democrática y seria", tras haber llegado al gobierno como representante de los sectores mas reaccionarios de su país y defender contra viento y marea la estrategia del TLC de Estados Unidos.
Ese galimatías semántico político pretende encubrir un dato ya esbozado en párrafos anteriores y anticipado en otros análisis del escenario regional publicados por APM: la estrategia de Washington para la región pretende la consolidación de un eje integrado por Colombia, Perú y Chile, con Bogotá como avanzadilla más agresiva, tanto en lo político como en lo militar.
Mientras tanto, y durante la reciente Cumbre de Cochabamba, el MERCOSUR y la CSN perdieron una inmejorable oportunidad de dejar establecido el principio de soberanía y solidaridad regional al no pronunciarse a favor de la integridad territorial y del Estado de Derecho en Bolivia, amenazados por la negativa de la oposición y de las fuerzas empresarias y políticas de la derecha a respetar la legalidad de la Asamblea Constituyente que sesiona en Sucre.
Por otro lado, y como quedó registrado en varias oportunidades -muy especialmente en Cochabamba y el la Cumbre del MERCOSUR en Córdoba, a mediados de 2006- , son el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, y Evo Morales, de Bolivia, los sujetos más decididos a favor de una América Latina de nuevo tipo.
Chávez reiteró en la última cita regional que los protagonistas principales del proceso de integración deben ser los pueblos y que la CSN y el MERCOSUR deben ser "reformateados", porque sólo benefician el comercio y no a al conjunto de la sociedad.
En ese sentido, Chávez y Morales, asociados con Cuba, avanzan con propuestas concretas: la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), Petrocaribe, Gasoducto del Sur, proyectos de solidaridad financiera como la compra de títulos de la deuda argentina por parte de Venezuela y el ya esbozado Bono del Sur y otros de desarrollo social como la Operación Milagro.
Pese a las innegables tomas de posiciones en relativa consonancia con ese contexto, los roles de Brasil y Argentina aun son deficitarios, puesto que tanto hacia el interior o como por fuera de sus respectivos gobiernos las fuerzas y los modelos conservadores del diseño neoliberal cuentan con poder y más que capacidad de influencia y decisión.
Por último, el 2006 se despide con dos hechos políticos de enorme envergadura a la hora de avanzar en el trazado de una América Latina integrada, justa y soberana.
Ellos fueron la consagración de Rafael Correa como nuevo presidente de Ecuador - asumirá el cargo el mes próximo - y, sobre todo, la contundente nueva victoria en las urnas de ese especialista en ganar elecciones y construir democracia de nuevo tipo, Hugo Chávez.
La irrupción de Correa modificará la correlación de fuerzas en un sentido favorable a los sectores más avanzados del proceso de integración, tanto por fuera como por dentro de la Comunidad Andina de Naciones (CAN).
Correa se reconoce bolivariano, anunció su negativa al TLC y a la continuidad de la base militar de Manta, en poder de Estados Unidos, y explora un claro acercamiento al MERCOSUR. Bolivia, por su parte ya manifestó su decisión de sumarse a ese bloque.
El nuevo triunfo de Chávez, el 3 de diciembre pasado, permitirá a éste contar con un nuevo mandato de seis años para avanzar en su proyecto transformador hacia el interior de Venezuela y hacia el conjunto de la región.
Sin lugar a dudas, Chávez dará un verdadero salto cualitativo en su programa revolucionario, salto que se expresará en la unificación de sus fuerzas políticas mediante la creación de un partido único, en el perfeccionamiento de la Constitución Bolivariana y en la piedra angular de su concepción de democracia real, la profundización y consolidación institucional de los mecanismos de poder popular, como los Consejos Vecinales y otras instancias participativas.
Quizá esa sea la clave del éxito histórico de una América Latina para el siglo XXI, integrada, soberana y motor de una nueva democracia ampliada: que observantes de sus realidades particulares, los países de la región sean capaces de construir poder popular, sin el cual la integración será un ilusión, y viceversa.
La propuesta deberá ser, en definitiva, la conformación colectiva de un proyecto que podríamos denominar "democracia revolucionaria latinoamericana". 

Fuente: lafogata.org