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Hugo Alberto de Pedro

Las banderas para el siglo XXI

por Hugo Alberto de Pedro


El título de este artículo tiene relación con la columna de opinión de José Pablo Feinmann, "Una bandera para el siglo XXI", publicada en la contratapa de diario Página/12 del pasado sábado 15 de noviembre

(http://www.pagina12web.com.ar/diario/contratapa/13-28171-2003-11-15.html) , que en su parte final dice: "Aquí, desde estas líneas, tenemos una propuesta que debiera ser casi inapelable. El único símbolo nacional glorioso, universalmente aceptado, honrado e incorporado por otros países como símbolo de la más pura de las luchas, la de lucha por los derechos humanos es el pañuelo de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Para este siglo XXI, para esta lucha de hoy contra la globalización del Uno Imperial, necesitamos otra bandera. Que sea azul y que sea blanca, como la anterior. De acuerdo. Pero le sacamos ese sol de la guerra y ahí, en ese lugar, reemplazándolo, ponemos el pañuelo blanco de las Madres y las Abuelas, el pañuelo de la paz, el de la vida, el de nuestro más genuino, verdadero orgullo."


Más allá que comparto la mayoría de las reflexiones realizadas por Feinmann, por ser las mismas una fiel expresión de mis pensamientos, no creo que la propuesta de poner el "Pañuelo Blanco" de mis queridas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la bandera argentina sea algo que pueda ser relevante o imprescindible para estos y los futuros tiempos.
Es irrelevante un cambio en nuestro pabellón nacional si no tenemos la vocación y la capacidad todos los argentinos de diseñar una nueva República o Nación. Que sea soberana y se autodetermine, y que sea capaz de permitir que todos seamos iguales en ella. Con los mismos derechos en ella. Con los mismas obligaciones en ella.
Es prescindible a nuestra argentinidad, y desde ya a nuestra latinoamericanidad, que la celeste y blanca, o azul y blanca, tengan símbolos, imágenes o inscripciones de cualquier tipo. Aunque nos puedan agradar o desagradar cualquiera de ellos.
Nuestra bandera es un detalle más, un símbolo más. Como lo puede ser nuestro escudo o nuestro himno. Pueden ser muy grandes, bien confeccionados o espléndidamente ejecutados; pero que en sí mismos no son nada. Son un dato más. Una referencia. Y esto lo sostengo desde el debido respeto que los mismos me merecen. En ciento sesenta oportunidades se expresan las palabras Nación, nacional o nacionales en nuestra carta magna. ¿Qué significa si no la respetamos, cumplimos y la hacemos respetar y cumplir a los políticos?. Nada, absolutamente nada.
Los argentinos tenemos desafíos muchísimo más importantes que enfrentar en los tiempos que vienen, es este Siglo XXI. Nuestra Nación ha sido destruida de las formas más perversas y macabras que podamos imaginar: terrorismo de Estado, desaparecidos, privatizaciones, hambre, exclusión social, abandono de la educación, destrucción de la salud pública, condena de nuestros mayores a la desesperación, llevar a nuestros hijos a la indiferencia, pérdida de ideales y de un próspero futuro, destrucción de cualquier forma de justicia, llevar a los más corruptos -de entre los corruptos- a los sitiales del poder, etcétera.
Es decir, el incumplimiento de nuestra Constitución Nacional que establece las garantías suficientes para alcanzar el bienestar y ordena que los cargos públicos sean ocupados con idoneidad por aquellos que tienen el privilegio, ojalá también el honor, de representarnos.
Nuestra lucha de cara a este siglo debe ser únicamente la de barrer todos los vestigios de un sistema, y sus modelos, que nos han arruinado a todos y condenado a las futuras generaciones.
La solidaridad y la equidad la tenemos que lograr entre todos. No hace falta poner nada sobre nuestra bandera, es más, podríamos tener el mejor de los pabellones pero si no tenemos el coraje y valor de diseñar un nuevo país de nada servirá, lo que es obvio nada cambiará. Debemos pensar seriamente en hacer un nuevo país para todos, y terminar con éste de los privilegiados. Un país donde el trabajo, la educación y el esfuerzo sean las herramientas necesarias para el lograr bienestar de todos.
Muchos somos los que tenemos profundas heridas producidas por la dictadura militar genocida, los que tenemos ideales de vida a los que no renunciaremos jamás e irrestricto respeto por los Derechos Humanos, los que hemos acompañado y defendido a nuestras Abuelas y Madres. Somos nosotros, ciudadanos comunes, los que no necesitamos hacer un papel protagónico en ningún foro internacional nombrándolas y diciendo que somos sus hijos. Eso lo hemos sentido ayer, lo sentimos hoy y lo seguiremos sintiendo mañana.
Sencillamente porque quererlas y respetarlas no se declama, sino que se aprende a su lado en las luchas inclaudicables ante los militares y los poderes del Estado que tantas veces le han dado la espalda; o bien, que se permiten darles un abrazo de oso cuando jamás hicieron absolutamente nada por sus luchas y la búsquedas infatigables de nuestros familiares. Mientras ellos detentaban poderes infinitamente superiores a los de los ciudadanos que no las ignoramos, que no les dimos vuelta la cara y que no las dejamos solas.
Es probable que José Pablo Feinmann tenga buenas intenciones y no debería dudarlo. Pero no debemos confundirnos y menos permitir que nos confundan. No debemos subirnos a ninguna ola, debemos seguir siendo las aguas que se movilizan, resisten y luchan. Los que no daremos ni un solo paso atrás.
No deben confundirse más nuestros caminos, no debemos detenernos en pequeños detalles que se convierten en anécdotas. Mientras aquellos que tienen el poder real sigan realizando y ejecutando todo aquello que les plazca a nuestras espaldas y nos condenen al sufrimiento que jamás padecieron ni padecerán. Me refiero a los políticos, aristocracias y burguesías enriquecidas sobre el hambre del pueblo, asesinos, corruptos, narcotraficantes, jerarquías religiosas, sindicalistas engordados, presidentes, gobernadores, intendentes, legisladores, jueces injustos, etc.
El camino hacia la verdad y la justicia no necesita de banderas aggiornadas, simplemente porque así lo han demostrado los "pañuelos blancos" en las cabezas de quienes nunca pensaron en formar parte de la "bandera nacional", sino solamente de la "memoria y el honor nacional".
El desafío del futuro no necesita de nuevas banderas como elemento material y visible para ser ostentadas.
El futuro de nuestro país necesita alzar bien altas las históricas banderas de nuestra dignidad nacional y continental, defenderlas con vehemencia y coraje. Esas banderas de la independencia nacional, la autodeterminación, la libertad, el cambio revolucionario, la dignidad nacional, la resistencia y la lucha para detener a cada uno de los atropellos contra la vida, los derechos humanos de todos, la liberación, el trabajo, el pan, la paz, la educación y la salud públicas, y todas aquellas banderas que más temprano que tarde deberán estar presentes, vigentes y flameando en nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Esas son las banderas para el Siglo XXI y todos los que le sigan.
19 de noviembre del 2003