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Hugo Alberto de Pedro


¿Perdón? Perdón las pelotas

Hugo Alberto de Pedro

El secretario de Finanzas de la Nación Argentina, Lic. Guillermo E. Nielsen, ha tenido la osadía de pedir disculpas, entiéndase perdón, a los ahorristas italianos que invirtieron en bonos actualmente en cesación de pagos. Textualmente '...quiero pedir disculpas en nombre del gobierno y pueblo argentinos a las personas que en Italia están sufriendo por los bonos impagos'.

Vergonzosamente el pedido hecho en nuestro nombre, vaya que sin autorización ni permiso alguno, lo realizó durante un programa de televisión en Italia y cuando se encontraban presentes una veintena de especuladores ahorristas italianos y que según las informaciones poseen bonos por un total de 14.500 millones de dólares repartidos entre unas 450.000 personas.

En lo personal Nielsen no me representa y repudio con total vehemencia y energía que se arrogue el derecho de pedir disculpas en mi nombre y en el de mis hijos a cualquier acreedor externo.

Cabe señalar que estos bonos fueron colocados por la República Argentina en las instituciones bancarias italianas y no fueron vendidos directamente a las personas que hoy reclaman el pago total de sus acreencias. Allí estaban los buitres con sus fondos y sus bancos comprando lo impagable a precios irrisorios y son ellos los que deben hacer frente al pago por su estafa realizada.

Nielsen no solamente ha pedido perdón sino que se ha atrevido a decirles a los ahorristas que de todas formas, y aún cobrando en base a la propuesta del Gobierno Nacional, quedan libres de proseguir con los juicios entablados o bien iniciar nuevos. Textualmente '...ningún pequeño inversor debe sentirse con las manos atadas para cualquier acción legal que quiera comenzar a posteriori, o que ya haya iniciado'.

Sí a confesión de parte relevo de pruebas, acá está la verdadera situación que el Ejecutivo Nacional oculta con total impudicia. No será ésta etapa del canje la que pondrá fin al tema de las deudas por bonos impagos. Tampoco la actual oferta es aquella informada en Dubai por el ministro de Economía Roberto Lavagna y el mismísimo Nielsen en setiembre del 2003, y que establecía una reducción del 75% del valor nominal y el no devengamiento de intereses a partir de diciembre del 2001.

El secretario Nielsen debería ahorrarse los tiempos de pedir perdón porque los ciudadanos argentinos no tenemos ningún motivo para ser perdonados. Todos sabemos, y el mundo entero también, que la deuda externa que posee la Argentina ha sido tomada por los diferentes gobiernos a nuestras espaldas y para beneficio exclusivo de los grupúsculos económicos y financieros que hicieron con ella una fiesta a la cual ningún jubilado, trabajador, estudiante o niño fue invitado.

El Gobierno Nacional actual y los anteriores desde 1983 a la fecha han prohibido terminantemente que sea el pueblo argentino quien se pronuncie sobre el pago o no pago de la deuda externa odiosa. Y ahora parecería ser que los únicos que tienen derechos son los supuestos acreedores que no quieren reconocer que se trataba de unos bonos de difícil cobro. Sin embargo pagaban en los mercados internacionales un poco menos de la cuarta parte de su valor nominal al momento de su adquisición.

El tratamiento legislativo de la deuda externa fue sistemáticamente boicoteado por radicales y peronistas que desde hace más de 21 años se pasan el poder de mano en mano, pero que no dudan en colocar sus trastes en las bancas para votar urgentemente las leyes que envía el Ejecutivo para aumentar sus poderes y traicionar la voluntad ciudadana. Asimismo han sido los senadores y diputados nacionales los que no han permitido que las denuncias efectuadas por Alejandro Olmos sobre la deuda externa -contraída en las épocas de la tortura y la desaparición de personas- y que posee un fallo judicial sobre su ilegitimidad e ilegalidad no haya tenido investigación y tratamiento parlamentario.

Cualquier funcionario antes de serlo y de jurar en nombre de cuanto libro le pongan por delante debe ser un ciudadano respetable, y su gestión en el cargo público solamente puede ser llevada adelante sin incurrir en mendacidades y corrupciones que lo coloquen en la situación de infame traidor a la Patria.

¿Cómo pudo suponer un ahorrista que el país de la corrupción endémica iba a pagar sus deudas?

¿Cómo pueden haber sido de ciegos para no haber comprendido que los gobiernos de Carlos Saúl Menen y Fernando de la Rúa emitían bonos imposibles de pagar?

¿Cómo pretendían cobrar cuatro veces más que los fondos colocados, y con intereses muy superiores a los vigentes en cualquier plaza financiera del mundo?

¿Cómo esperaban que un país con desempleo y marginalidad social tendría la capacidad de generar riquezas para pagar su endeudamiento?

¿Cómo podría Argentina pagar si fue saqueada y robada a través de los años de dictaduras y democracias?

¿Cómo íbamos a pagar si habían regalado las empresas nacionales que mayor ingreso y riqueza producían en el país?

Podríamos seguir con infinidad de preguntas y nos llevarían solamente a la reiterada confirmación de que la deuda externa es una mentira. Fomentada por los democráticos cipayos argentinos para el negocio rápido y la renta usuraria de los bancos y las multinacionales, que contó con la complicidad de los gendarmes financieros como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Ellos, FMI, BM y BID, avalaban cada uno de los inventos económicos, las refinanciaciones y planes de endeudamiento como el Brady, Blindaje, Déficit Cero, Megacanje, Reprogramaciones, etc.; junto con la emisión de los bonos que fueron basura desde su nacimiento. Es el turno ahora del Gobierno Nacional del presidente Néstor Carlos Kirchner -el de la transversalidad, el progresismo y los supuestos históricamente defendidos derechos humanos- el que coloca a éstos organismos como acreedores privilegiados.

En consecuencia, que sean Kirchner, Lavagna y Nielsen quienes pidan perdón, ya no por la renegociación de la deuda, sino por ser más de lo mismo de lo que han sido todos sus antecesores.

Sepan disculparme, pero debo decirlo con todas las letras.

Perdón las pelotas.