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La Izquierda debate
 

La contra-cumbre, o la impotencia de la vieja política

Raúl J. Cerdeiras *

Nuestro país parece condenado a vivir sus anhelos de políticas emancipativas bajo la obligación de tener que optar entre un populismo trasnochado o un purismo ideológico marxista-leninista que hoy es un cadáver.

La reciente cumbre dejó un par de pinceladas que merecen ser reflexionadas. Fue una foto que puede situarnos para seguir convencidos que hay una historia que ya no va más y que sobran razones, ideas y prácticas novedosas que ya son de otro palo y no de ese tronco podrido. Ensayemos una radiografía geográfica, puramente distributiva, de lo que hoy hace ruido en la política nacional.

Digamos que en el Hotel Hermitage se concentraba el centro-derecha, el poder real del Estado y los intereses económicos en danza. En las calles y frente a las vallas, nuestra izquierda radical, el purismo doctrinario e intransigente. No quiero poner el calificativo de "violentos" porque ese término es siempre una acusación de la derecha, y de lo que se trata es de abrir otra vía política y no de ser un alcahuete del poder. Y, en tercer lugar, en el estadio mundialista, la contra cumbre, hegemonizada por la presencia y el discurso de Chávez, al que voy a llamar el populismo del siglo XXI.

A decir verdad, estoy convencido que estas dos alternativas al poder político y económico del capitalismo para nada han modificado sustancialmente lo que eran hace 30 años. La real novedad -y de ninguna manera es un mérito de ellas- es que ahora podemos detectar su total impotencia y eso es un merito de nosotros, de un nosotros aún incipiente del que creemos formar parte y que debemos seguir inventando. Una de las claves de esta esterilidad contestataria consiste en que el andamiaje discursivo del que se valen se acopla perfectamente al objetivo central de las políticas subordinadas al Estado y a la economía que consiste en borrar de un plumazo y para siempre la idea de que la política es una invención colectiva de los pueblos y no una respuesta subordinada a las necesidades -por más apremiantes y justas que sean- de la gente.

En efecto, esencialmente encadenada al Estado y a la economía el socialismo y el populismo crecieron al amparo del anticapitalismo y el antiimperialismo. Para el marxismo ortodoxo el capitalismo era el enemigo principal, y para el populismo lo era el imperialismo. Sus diferencias fueron tomando cuerpo en el conjunto de estrategias que se derivaban de esa jerarquía de importancia para señalar al "enemigo principal". Pero eso ya es historia pasada, y su incapacidad para implementar políticas emancipatorias es reconocida de manera indirecta por ellos mismos cada vez que declaran que el imperialismo, el imperio o lo que sea, es cada vez más poderoso y hegemónico.

Lo que quiero destacar es que esa impotencia tiene el único poder del gozan los impotentes que es el de reproducirse y repetir siempre lo mismo con algún que otro maquillaje. Esa reproducción se vio escenificada en el montaje de la llamada contra-cumbre. Y de ésta sólo quiero ocuparme de la manifestación organizada para desembocar en el acto central llevado a cabo en el estadio y el discurso político que lo sostuvo, el de Hugo Chávez. En consecuencia, de la vieja, ortodoxa y cadavérica izquierda vernácula no me voy a ocupar. Sólo quiero remarcar que ésta, para diferenciarse, se alimenta de la critica al populismo y que el populismo, a su vez, siempre se empecina de encasillar a quienes lo combaten de pertenecer o utilizar los argumentos de la izquierda doctrinaria. Es necesario romper este círculo a partir de un pensamiento y una acción, este nosotros oscuro del que hacía mención al comienzo, que tenga la capacidad de trazar una nueva línea divisoria, que ponga de un lado a todo el pensamiento político dominante de la derecha junto con sus oponentes contradictorios que no hacen otra cosa que obedecer a las mismas reglas del juego que le propone el enemigo que dicen combatir.

También voy a dejar de lado el acceso por la vía del humor. Porque el tren del Alba, sus pasajeros y los personajes de la escenografía mundialista dan para eso. Soy un convencido que un humor severo y desplegado con rigor, tiene una efectividad vital sobre la subjetividad política de la gente. Pero no manejo ese arte y sospecho que si me aventuro caería en lugares comunes. Pero ¡es necesario que otros mejor dotados lo intenten!

Mi estrategia se desplegará en tres tiempos: 1. El discurso de Hugo Chávez; 2. El silencio sintomático y 3. El alba del nosotros.

1.- El discurso de Hugo Chávez.

Una de las características del discurso populista de esta época es la mezcla indiferenciada. Es cierto que la mezcla y la falta de rigor teórico siempre lo acompañó como un ingrediente propio, pero antes era necesario un cierto cuidado en la mención de los "mezclados" porque eso podría traer problemas en la constitución de su identidad, vital para distinguirse de otros populismos y de su archienemiga la izquierda "teoricista" a la que se la acusaba de estar "fuera de la realidad" y ser orgánica al sistema. No sólo al comienzo, lleno de algarabía y festejos, sino en su desarrollo y conclusión, Chávez abrió la bolsa del populismo del siglo XXI y de allí salieron en una mágica unión personajes tales como Marx, Evo Morales, Mao-tse-Tung, Jesucristo, Bonasso, Tupac-Amaru, D’elía, el niño Lazarito, Perón, Fidel Castro, San Martín, Eva Perón, Rosa Luxemburgo, ex combatientes de Malvinas, Pérez Esquivel, José Martí, Hebe Bonafini, Bolívar, Martin Luther King, Chomsky, Miranda, Artigas, Che Guevara, y siguen los nombres. Nada hay de malo en rendirle homenaje a personas que uno cree han sido luchadores por alguna causa ligada a la liberación de los pueblos. Pero este no era el caso, aquí el llamado a estos nombres, algunos vivos, otros muertos, muchos incompatibles entre sí, estaba destinado a sostener un discurso en el que entraban todos para disimular que nada nuevo se estaba en condiciones de decir. Porque eso es lo que desplegó Chávez, el museo del pasado, de las políticas muertas, apelando al golpe bajo y cautivante del prestigio que en su momento tuvieron esas políticas sostenidas, por ejemplo, por una Rosa Luxemburgo, un Che Guevara o un Mao. Muchas políticas de extrema derecha han usado y usan ese método que consiste en tomar nombres prestigiosos entre los pueblos para neutralizarlos y disfrazar así el carácter reaccionario de su política. Sin ir más lejos el partido nazismo en Alemania se llamaba Nacional Socialismo.

Confundir todo, para de esa manera siempre caer bien parado en cualquier situación, oportunismo que le dicen, es el horizonte general en el que se va a depositar el populismo del siglo XXI. Y después, lo que desgraciadamente ya conocemos. Como buen populismo hay que adorar al pueblo, aparecer como un interprete fiel de sus necesidades, ser comprensivo con su sufrimiento, un humanismo revolucionario. ¿Y quién mejor que nadie ha entregado el amor a la humanidad, nos ha redimido, hasta convertirse en el primer socialista? Escuchemos a Chávez: "Yo, cristiano como soy, siempre he dicho que el primer gran capitalista de nuestra era fue Judas Iscariote, que vendió a Cristo por unas monedas, y el primer gran socialista de nuestra era se llamó Jesús, el redentor, el Nazareno crucificado…" (aclaro que todas las citas de Chávez se extraen de la Trascripción del Ministerio de Comunicación e Información -de Venezuela- difundida por el Congreso Bolivariano de los Pueblos). Entonces, por debajo de los gestos ampulosos del venezolano, aparecen los contenidos reales de este populismo: la religión. ¿Esto es lo nuevo? Ese horizonte de mezclas exóticas empieza a rendir sus frutos, puesto que si D’elía y Bonazzo comparten el cartel con Marx y el Che, ¿por qué no llamarlo a Jesús para que se tome su revancha contra Judas derrotando al capitalismo? Chávez subestima, como todo Amo bueno, a la gente.

El otro ingrediente de todo populismo son las Fuerzas Armadas. Siempre el mismo argumento: nuestros ejércitos tienen un origen popular porque se formaron en la lucha por la independencia de los pueblos de América, pero después, dice Chávez: "el imperialismo norteamericano penetró las Fuerzas Armadas de nuestros pueblos, y formaron dictadores y enseñaron a nuestros soldados a torturar, a desaparecer y a arremeter a nuestros propios pueblos…". Pero Hugo Chávez nos da una luz de esperanza, porque parece que algunos ejércitos que habían sido penetrados por los yanquis no les ha gustado esa penetración y se han rebelado, por ejemplo el de Venezuela. Dice su presidente: "…yo pertenezco al ejército venezolano que retomó las banderas de Bolívar y se unió al pueblo para hacer una revolución". Además, está confiado, porque así la pudo ver "en los ojos de ese soldado el brillo de la conciencia", esa conciencia que se despertó cuando se le acercó y le dijo: "no te olvides que ese fusil que tienes en el pecho es para defender al pueblo argentino…" está confiado, decía, que en la medida en que los pueblos sigan avanzando en el camino de la liberación definitiva de América "seremos cada día más acompañados de nuestros soldados que son y deben ser siempre parte del alma de un pueblo".

Por supuesto que el tercer elemento infaltable de este "novísimo" populismo será la patria. Al respecto diremos que la invocación a los valores de la patria tenían que ser llevados a la unión de las patrias. La patria grande. Los Europeos han abierto con su unión aduanera primero y luego la Comunidad Europea, el camino que siempre los americanos, con Bolívar a la cabeza, habían aspirado. Por supuesto que esto tampoco implica agregar nada nuevo a la vieja retórica del nacionalismo vernáculo sobre el tema. Lo que sí desorienta es que el discurso termine con la muy recordada consigna de los años 60/70: "Patria o Muerte, venceremos". Y desorienta porque si, como lo vamos a ver enseguida, el objetivo de la Revolución Bolivariana es enterrar al capitalismo en nombre del socialismo del Siglo XXI, no se entiende que la alternativa sea la patria o la muerte. Pero no hay que ser demasiado profundo para percatarse que el populismo de este hombre no tiene escala ni medida de ningún tipo y puede decir cualquier cosa, puesto que ya abonó el campo con una mezcolanza de personajes, ideas y estilos digna de la posmodernidad más audaz. Basta fecundar el confuso imaginario de la patria con el socialismo para engendrar al capitalismo nacional y popular, o de Estado, como también se lo llama.

Veamos entonces con qué se teje realmente este neo-populismo del Presidente Chávez, aplaudido y ovacionado a rabiar por el público que fue en busca del espectáculo y del discurso que quería escuchar. Y lo escuchó. Ese populismo es un rejuntado reaccionario de una esencia inmaculada llamada pueblo, anudado con la religión, articulado profundamente con las Fuerzas Armadas y envuelto en el manto sagrado de la patria. Que anuncia finalmente un destino: la muerte, la muerte de toda posibilidad de que los pueblos inventen ellos, sin tutelas, las ideas y las acciones de nuevas políticas de emancipación en una ruptura profunda con todo ese cementerio.

Sin embargo hay algo que inquieta a los poderosos, al capitalismo imperialista. Algo que según Chávez ha hecho que los EE.UU ya estén preparando alguna forma de eliminarlo personalmente o erradicarlo del poder y, realmente, ya lo intentaron sin éxito hace dos años. Es que la Revolución Bolivariana ha proclamado enterrar al capitalismo en nombre del socialismo del Siglo XXI, coronando de esa manera la tarea que empezó Jesús hace exactamente 2005 años.

A decir verdad, la oposición -realmente mesurada- de EE.UU, sumada a la palabra socialismo con la que adorna su discurso, son las únicas cartas de triunfo que exhibe a su favor el presidente de Venezuela para que se lo tome en serio. Por eso quiero aquí ser muy cuidadoso.

Debemos recordar que una de las características del populismo es la de ser atacado simultáneamente por dos frentes: la derecha marcadamente liberal y "democrática" y la izquierda ortodoxa organizada bajo la forma de partidos. Incluso -y el peronismo fue en este caso emblemático- llegan a formar alianzas para combatirlo. Asimismo, la derecha "totalitaria" y nacionalista, siempre exhibe una pata en común con el populismo, lo mismo que la izquierda que, a falta de obreros en sus filas, concede "aflojarse" un poco e ir a buscarlos al nido populista. Esto siempre provoca, en el seno e la vieja política, una serie de de alianzas y configuraciones estratégicas para la conquista del poder o para "acumular poder", bastantes conocidas por todos. Esto se ve en especial en los países llamados subdesarrollados, que son los lugares típicos en donde se gestan los populismos en razón de la existencia de una burguesía "nacional" impedida de desplegarse en libertad por la acción del imperialismo y da lugar a que la cuestión nacional y de las patrias, presten un marco de cierta unidad para una alianza táctica con los obreros y el pueblo explotado. De allí la formación de los Frentes de Liberación Nacional y Social.

¿Por qué recordar todo esto? Justamente porque se recuerda lo que ya pasó. Lo que se dijo en el párrafo anterior es un típico análisis basado en una concepción de la política que nosotros declaramos muerta. Muerta para involucrar a los pueblos en una nueva subjetividad rebelde y emancipadora, pero bien viva para seguir funcionando como la alternativa del sistema para conservar al sistema. Es un análisis típicamente "clasista" que sostiene que la política es una simple expresión de la lucha de clases, de la economía, y hace de los partidos y los movimientos que dirigen los partidos los lugares exclusivos de la política, a la que se la dota de un solo objetivo: conquistar el poder del Estado para luego "cambiar el mundo". ¿Habrá que recordar nuevamente que todo eso se cayó estrepitosamente? ¿Tendremos que repetir una vez más que esa gran invención política ya dejó su traza extraordinaria, y también sus desastres, en el siglo XX, porque fue la subjetividad política con la que se plasmaron las luchas emancipatorias de los pueblos? Pero ¡ya basta!

Llegó la hora de recordar a Marx cuando él, recordando a su vez a Hegel, decía que la historia se da una primera vez como tragedia pero se repite como farsa. La contra-cumbre del Alba: la farsa. Pero tengamos cuidado porque las políticas de derecha, cuando se repiten, suelen ser más sutiles que las de izquierda puesto que transforman a sus contendientes del pasado en la mano ejecutora de su presente. Y todos sabemos que los socialismos en Europa y los populismos en los países emergentes han llegado al poder para realizar la más despiadada tarea de integrar y subordinar a sus países al reino unificado del neoliberalismo mundial, tanto económica como militarmente.

Entonces, el colmo de la ingenuidad (¿ingenuidad?) es creer que vociferar la palabra socialismo o contar con la oposición de los EE.UU, basta para prestigiar a una política o a un gobernante con las virtudes de una nueva aurora o de un venturoso porvenir. Hoy la palabra socialismo no significa nada, incluso para Marx, Lenin y Mao el socialismo fue siempre una figura oscura y difusa, una "transición" siempre resbalosa, puesto que lo que ellos fundaron fue el comunismo, palabra, por otra parte, sintomáticamente sacada de circulación por estos personajes y del lenguaje político contemporáneo ¿Por qué?: porque fue el comunismo y no el socialismo la figura subjetiva de la política de los revolucionarios desde el 1848. Lo que hoy sí podemos constatar es que el Partido Socialista Obrero Español, con Felipe González a la cabeza, cuando llegó al poder en España, produjo una verdadera revolución capitalista en su país y, entre otros obsequios le regaló a EE.UU el ingreso de España a la OTAN. Por supuesto que todos recordarán la preocupación y alarma que mostraban los yanquis en aquella época ante la posibilidad de una España…socialista. ¡Por favor! Nadie puede ignorar que desde hace 25 años lo que hizo Felipillo se repitió en todos los lugares en donde un socialista o un populista agarraron el poder.

Por otra parte, que EE.UU esté a favor o en contra de un gobierno tiene aún menor entidad para calificar a una política o a un gobierno, que el desgastado rótulo "socialista". Baste recordar que Hussein, que se declara laico y socialista en medio del poder religioso de los fundamentalistas árabes, no es un obstáculo para contar con el apoyo de EE.UU en su disputa contra Siria, e incluso lo surte de pertrechos militares. Pero cuando los intereses estratégicos o coyunturales de Norteamérica así lo exigieron no vaciló en acusar al mismo personaje de ser su enemigo principal.

Pero Chávez tiene un problema adicional que, por ejemplo, no lo tiene en este momento la izquierda principista. Y es que Chávez tiene el poder del Estado en Venezuela y, además, se jacta que cuenta con unas fuerzas armadas totalmente fundidas con su proyecto y no se cansa de repetir que el pueblo lo ha confirmado con su voto nueve veces en los últimos siete años y que ha reducido a escombros a la vieja rosca oligárquica de los partidos del sistema. ¿Entonces? En vez de venir a gritar a Mar del Plata que hay que enterrar al capitalismo ¿Por qué no lo hace en su país? Es que el socialismo para Chávez no es otra cosa que un programa "progresista" de asistencialismo a las necesidades perentorias de la gente más castigada, y el desarrollo de un capitalismo de Estado fuertemente entrelazado con algunas multinacionales -REPSOL, por ejemplo- y sustentado en una coyuntura internacional muy favorable derivada del conflicto en Medio Oriente y que pone a Venezuela, cuyas reservas de petróleo son enormes, en una posición estratégica importante frente a los tradicionales países dominantes.

Inútil esperar que del extenso discurso de Chávez en la contra-cumbre pudiera salir algo que anuncie un nuevo comienzo, un Alba, una aurora, para las políticas de emancipación. ¿Pero existe lo nuevo?

2. El silencio sintomático.

El 1 de enero de 1994, el mismo día en que México firmaba el NAFTA, que es el ALCA para los países de EE.UU., Canadá y México, irrumpe en el Estado de Chiapas, México, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Conmoción en los centros del poder de esos países, y la confesión oficial de los gobernantes de ese entonces fue que los Zapatista les aguaron el festejo.

Sin embargo han sido los grandes ausentes en el circo que armó Chávez y en sus muchas horas de oratoria, ni una mención, ni una salutación, nada de nada. Silencio, ese silencio que dicen "habla más que mil palabras". ¿Por qué ese silencio? ¿Habrá pensado que bastaba con la parte de su discurso en el que ensalzaba a Evo Morales (considerado por las organizaciones populares no partidistas de los Altos de la Paz como un entregador de las luchas del pueblo de Bolivia a cambio de la Presidencia vía las elecciones) que termina diciendo "¡qué vivan los indios de América!"? No. Hay profundas causas para sostener ese silencio, y es que la experiencia política en el pensamiento y la acción que lleva delante de manera colectiva el movimiento zapatista está abriendo, trabajosamente, ese nosotros que se instala a una distancia insalvable de la "política" del populismo del siglo XXI. Es lo nuevo a distancia de lo viejo. Es una apuesta al borde del abismo frente a las viejas certezas del orden constituido. Los zapatistas han logrado trazar desde la particularidad de su lucha una línea divisoria frente a la cual los tres escenarios de la Cumbre de las Américas: el poder en el Hermitage, la vieja izquierda dogmática de los partidos frente a las vallas y el populismo de Chávez en el estadio, quedan sólidamente unidos y atravesados por una misma lógica.

Esta es la profunda razón del silencio: la impotencia no puede nombrar a aquello que denuncia su esterilidad cadavérica.

También existió otra manera de silenciar mucho más sutil. Porque en Mar del Plata también se dieron experiencias minoritarias de un número muy grande de actividades y desenvolvimientos políticos alternativos. Pero Chávez, que del poder del Estado y sus vericuetos sabe mucho, ya venía preparando el acto desde hacía tiempo, con Maradona y su entrevista con Fidel Castro, y fue el encargado, con la complicidad de todo el aparato mediático, de aplastar todo lo que se dio por fuera del formato de "su" acto.

Pero ¿qué dicen los ignorados en el discurso de Hugo Chávez? Marcos, hablando del Zapatismo dice: "Nuestra propuesta política es la más radical que hay en México (y tal vez en el mundo, pero es pronto para decirlo). Es tan radical que todo el espectro político tradicional (derecha, centro, izquierda y los otros de uno y otro extremos) nos critican y nos deslindan de nuestro ‘delirio’". Afirman que "no son las armas las que nos dan radicalidad; es la nueva práctica política que proponemos y en la que estamos empeñados con miles de hombres y mujeres…". Se proponen ser "una fuerza política cuyos integrantes no desempeñen ni aspiren a desempeñar cargos de elección popular o puestos gubernamentales en cualquiera de sus niveles. Una fuerza política que no aspire a la toma del poder. Una fuerza que no sea un partido político".

Basta esto solamente para entender que el Zapatismo no podía estar en la bolsa de los personajes y organizaciones que desparramó Chávez. Esta manera de pensar-hacer la política trae consecuencias inéditas al momento de ser fieles a su puesta en marcha. Trae también una riqueza de incertidumbre sobre sus propios efectos. Despierta la inventiva de la gente. La del populismo es una política del Estado, del Amo, del que viene a salvar al pueblo de su sufrimiento, el que lo interpreta en sus anhelos y necesidades. De los partidos y movimiento que ordenan, que bajan línea, que "conducen". En cambio, para el Zapatismo, "nunca más apostaríamos nada a una institución del Estado ni a los partidos políticos que se disputan su conducción" La nueva política no viene a decirnos qué hay que hacer. Dicen los zapatistas: "El objetivo de la otra campaña es escuchar a todas las personas" […] "no es ir a tirar línea, ni promover la lucha armada. Es preguntar a la gente qué piensa" […] "un espacio de escucha, uno nuevo, sin precedentes, muy otro como decimos los zapatistas; un espacio que es lugar donde la palabra del otro nace, donde agarra su modo, la manera de nombrar la injusticia, la explotación, el desprecio, la represión, la discriminación, el dolor y también su manera de nombrar la lucha, la resistencia, el no dejarse, no rendirse, volver una y otra vez sobre lo que nos pertenece legítimamente: la democracia, la libertad y la justicia".

¿Podemos ver aquí una variante más de lo mismo o es la irrupción de algo radicalmente distinto? El trío de posturas que describí en la geografía de Mar del Plata ¿estaría dispuesto a construir su política a partir de lo que piensa (¡ojo, leer bien, lo que piensa no lo que opina!) la gente? ¿Estaría dispuesto Chávez, en vez de hablar horas y horas para no decir nada nuevo ni sustancial, a escuchar la manera en que la gente nombra la injusticia, la explotación, la resistencia, la libertad, etc.? ¿Se enteró su política de lo que piensa la gente? Seguro que tampoco se enteró que hay una nueva consigna que recorre el mundo y que está destinada a personajes como él y como Bush y que dice sencillamente: "no en nuestro nombre".

Este silencio sobre el Zapatismo, nada más y nada menos que en una cumbre de los pueblos contra el ALCA, es sin duda el signo de lo viejo y de la impotencia. Podríamos decir que el Chavismo es la política entendida como la quiere el capitalismo: pura gestión del Estado, un programa de gobierno legitimado por el voto de la gente cautiva de esta "democracia"; mientras que el Zapatismo es una posibilidad que busca inventar con el pensamiento de la gente nuevas formas políticas de emancipación.

Hay una incompatibilidad de fondo entre pensar la política como gestión de las necesidades o pensarla como una invención colectiva en cada momento histórico de la idea misma de emancipación. Ahora bien, en el discurso de Hugo Chávez hay una perla que sirve para comprender esta distancia insalvable. Chávez cita una frase que John Kennedy dijo en vísperas de lanzarse la Alianza para el Progreso hace 44 años atrás y que decía: "Hay una revolución en el Sur, y la causa de esa revolución es el hambre, es la pobreza, no es el comunismo". Esta es la visión del capitalismo, su manera de entender la política, es decir, la subjetividad política que quiere imponer en el mundo: la lucha política de los pueblos no es por ideas, por principios en los que se juega el destino colectivo de la humanidad, sino que es la consecuencia de necesidades básicas insatisfechas. Los pueblos no se levantan por el comunismo que es una idea, un pensamiento, algo que afirma en acto la humanidad del hombre. No, para el yanqui los hombres se mueven, igual que los animales, porque tienen hambre. De ahí que la política se debe convertir en la administración de las necesidades y el equilibrio -según muy variadas recetas- de la lucha entre intereses. La política debe subordinarse a la economía, hay que desterrar la política como pensamiento. El cuerpo humano está condenado al sufrimiento o al consumismo, jamás al pensamiento.

Como consecuencia de ello, nos recuerda el venezolano, Kennedy propuso la Alianza para el Progreso que volcó 20.000 millones de dólares, no como un préstamo a devolver sino como una inversión para erradicar el hambre y la miseria de América Latina. Según ese plan, recuerda Chávez: "Kennedy propuso reforma agraria, entrega de tierra a los campesinos […] cobrar impuestos a los más ricos, para redistribuir los ingresos. Kennedy dijo -con una claridad impresionante, desde su punto de vista, por supuesto- : ‘Los que le cierran el camino a la revolución pacífica, le abren al mismo tiempo el camino a la revolución violenta…’y llamó a los pueblos a hacer una revolución pacífica". Momento delicado porque estaba hablando flanqueado por la delegación cubana, así que aclaró las veces que pudo que él no era kennedysta ni mucho menos, recordó la invasión a Cuba en la Bahía de los Cochinos, etc. y siempre que lo citaba hacía una aclaración que rezaba: "desde su (el de Kennedy)punto de vista, por supuesto". ¿A qué viene todo esto? A que en definitiva la propuesta de Chávez es exactamente igual a la de Kennedy. Primero empezó a tirar datos económicos de intercambios comerciales y convenios que llevaba adelante su gobierno con otros de la región, indicando que si se hacían algunas cuentas referidas a porcentajes de financiación, tiempo, tasas y descuento de porcentajes, quedaba en limpio que Venezuela estaba prestando al resto de los gobiernos dinero a un interés casi irrisorio. Por eso finalmente propone a la contra-cumbre su proyecto "La Alianza Contra el Hambre" el "ALCHA".

Y no podía esperarse otra cosa. El populismo del Siglo XXI, que en definitiva es el de siempre, pero ahora inofensivo y taponando toda nueva política de emancipación, se presenta en el mismo dispositivo teórico (la política es un medio para satisfacer las necesidades básicas) y práctico (una alianza para combatir el hambre) que el que "con una claridad impresionante" aventuró el imperialismo hace medio siglo. Chávez, envuelto en el torbellino de su "estar en contra" nunca podrá percatarse que su constante y compulsiva aclaración cuando citaba a Kennedy: "desde su punto de vista, por supuesto" intentaba recubrir la inconfesable realidad: "desde su punto de vista, por supuesto" que es idéntico al mío.

Por último quisiera señalar que ese gran ausente, muestra una novedad o, mejor dicho, repone una virtud de las grandes políticas de emancipación, y que es la de erradicar el número como criterio para decidir o valorar el significado de cualquier política. Pero también, y en este caso es bien patente, la de construir un tiempo propio, autónomo del ritmo del sistema. Como el sistema intenta reducir la política a la economía, a un programa económico, es el pulso del mercado y sus necesidades el que termina marcándole el compás a la política. Y si a esto le sumamos el empeño de los manifestantes que marcharon a Mar del Plata en ser los héroes de lo "anti", de lo "en contra", etc. veremos sin dificultad que los acontecimientos que nos ocupan fueron siempre manejados por el Amo.

En nuestro país, estaba todo triste y parado después de las elecciones del 23 de octubre. Sabemos que no hay cosa más paralizante de las energías inventivas para pensar-hacer la política que los dispositivos electorales que nos mandan elegir y votar como el acto supremo de la vida política. No voy a repetir los argumentos por los cuales considero que la "democracia" así presentada es la ideología política del sistema mundial capitalista, y que hasta que no se ponga en cuestión ese tema vamos a seguir encerrados en el mismo círculo. Pero vale la pena recordar que todas las variantes políticas que se dieron cita en Mar del Plata, cumplieron religiosamente y sin chistar el sacrosanto acto de ir y votar, poniendo así el sello invisible, pero que entraña un cerrojo de hierro, que sanciona la aprobación unánime de este sistema político. ¿Por qué no hubo la misma energía para repudiar ese bochorno electoral? Pregunta ingenua la mía, ¡cómo van a ir contra las elecciones, la representación, los partidos, etc., si ellos viven de eso! Pero vino Bush, y entonces salimos contra Bush; porque el ALCA es un proyecto de EE.UU, salimos contra el ALCA; cuando estemos presionados a firmar un acuerdo con los banqueros del FMI, saldremos a protestar contra el FMI. El resultado de todo esto es que siempre giramos en torno a lo que supuestamente queremos modificar. Así salimos de la esterilidad del voto "democrático" y nos metemos en la esterilidad de un acto cuyo único contenido es ratificar que estamos en contra.

Al final de este trabajo voy a aclarar que no se trata de estar en contra de los que están en contra, pero de lo que no me cabe duda alguna es que si a un acto político uno va sabiendo de antemano lo que quiere escuchar, y lo escucha, y si al regresar nada nuevo se ha producido en la manera de pensar, si todo fue como uno lo preveía, entonces, repito, no tengo ningún empacho en decir que eso es políticamente estéril. Y quizás sea hora de reflexionar si no es mejor no hacer nada cuando uno no tiene nada nuevo que ofrecer a seguir repitiendo machaconamente lo mismo. Los zapatistas abren ciertos lapsos de "silencio" para pensar en común lo que están haciendo o se proponen hacer.

Quiero coronar con dos citas de Marcos, una referida al número y la otra al tiempo, para ir perfilando algunas ideas que se tejen del lado de este nosotros, y que pueden ayudar a entender porqué el EZLN fue el gran ausente de la cumbre de los pueblos y en especial del discurso de Hugo Chávez.
El número:
"La lógica mediática y la lógica cuantitativa de que una organización es importante por el número de gente que tiene no pega con nosotros".
El tiempo:
"Habíamos aprendido que no debíamos nunca sujetarnos al tiempo del poderoso, sino que teníamos que seguir nuestro propio calendario e imponerlo al de arriba. Así lo seguimos haciendo. Por eso se desesperan con nuestro modo".

3. El alba del nosotros.

No soy ni somos zapatistas. Creo ver en esta inédita experiencia un horizonte común y difuso a la vez, en donde compartimos unos pocos principios sobre los que creo se puede pensar-hacer, hoy y aquí, un camino para reinventar una nueva subjetividad política emancipativa. Este nosotros no debe construirse y alimentarse en la simple oposición a las viejas políticas. Si nosotros hiciéramos con la política de los viejos partidos de izquierda y del populismo lo mismo que le criticamos que ellos hacen respecto a la política del sistema, entonces seríamos una simple variante de aquello con lo que queremos romper. Y nosotros aspiramos a romper en serio.

Es por eso que no estamos en contra de lo viejo, sino a distancia. La distancia es un modo muy diferente del de la negación por oposición. Ponerse a distancia significa la necesidad de marcar un lugar para que la distancia tome cuerpo, se haga real. Si no se inventa ese lugar es imposible medir la distancia. En cambio, la oposición nunca puede fundar un espacio propio, nunca puede producir una distancia real, porque al menor intento de separación pierde toda su fuerza y razón de ser puesto que se separa de la misma fuente que lo alimenta. Con lo único que cuenta es con cierta libertad para cambiar los personajes que ocupan los lugares de la estructura en la que convive. Al que está arriba podrá ponerlo abajo, así vivirá la ilusión de que está combatiendo al dispositivo, pero la esencia del dispositivo consiste precisamente en mantener que siempre haya un lugar arriba y otro a bajo.

En lo que se refiere a la distancia la dificultad estriba en que no debe pensarse como una exterioridad respecto a aquello de lo que quiere distanciarse, sino que debe tratarse de una distancia inmanente. A los efectos del tema que nos convoca quiere decir que el nosotros se ubica en el interior mismo de la situación política y desde allí opera. Por ejemplo, nosotros no haríamos jamás campaña contra la cumbre de los pueblos, contra el repudio a Bush, etc. Haremos otra cosa o no haremos nada. Todo dependerá de la potencia que vaya adquiriendo ese nosotros.

La fuerza de esta crítica al discurso populista de Chávez mide la distancia que nuestra política pudo construir para no coincidir con su proyecto político. No se alimenta del anti-populismo. Nosotros planteamos la política a distancia del Estado, pero eso no significa estar en contra del Estado, ni afuera del Estado ni ignorar el Estado. El sentido profundo de esa consigna consiste en que el Estado impone una determinada manera de entender y practicar la política (la que hoy hacemos sin darnos cuenta, como si fuera algo natural) pero nosotros queremos otra. Nuevamente, dependerá de la potencia que pueda tener la invención de esa otra que se producirá una distancia real con las políticas de Estado. Siempre será en situación, es decir, ante un problema real planteado, que se podrá medir la capacidad de una nueva política de marcar su distancia con lo viejo.

En consecuencia nada tenemos que objetar y alentamos todas las medidas que tome Chávez en Venezuela en caminadas a mejorar las condiciones de existencia del pueblo venezolano. Para nosotros eso es una obligación y no una gracia, teniendo en cuenta que desde 1789 los Estados modernos han declarado la igualdad de todos los ciudadanos y eso conlleva la exigencia de que el Estado sea para todos y no para algunos. Por el contrario, respecto a lo que mantenemos una distancia irrenunciable es al pensamiento político populista del Chavismo, en la medida en que intenta hacer pasar esas medidas como las pruebas irrefutables del carácter supuestamente emancipador de su política. Para nosotros esas medidas (por otra parte ínfimas respecto al potencial real del Estado y la verborrea del enterrador del capitalismo) no tienen nada que ver con la emancipación y si mucho con la gestión.

Resumiendo, para estar en contra no hay que inventar nada, el plato siempre lo sirve otro; en cambio, si queremos practicar la política a distancia, entonces si no se inventa nada nuevo la distancia será inexistente. Nosotros queremos subvertir la política, esto quiere decir abrir una distancia con la existente. Y esto no es fácil. Sin embargo esta escritura es testimonio de que algo está pasando en la política. Es un efecto real de un nosotros que va tomando cuerpo y que tiene sus señales débiles y muchas veces no tan débiles. Incluso ese nosotros nos trae mensajes y advertencias que dicen que deberá organizarse de una manera inédita, inédita e incomprensible para la vieja política que ha confundido a la política con la organización (el partido) a tal punto que cree que si la política no es de un partido no es política. Ha fundido la política con el partido.

Los zapatistas parecen intuir algo parecido a esta aurora. Ellos creen que son "el síntoma de algo más grande que está pasando en todo el mundo"[…] "A todos corresponde ya definir esto y darle rumbo, se puede llamar como se vaya a llamar, pero el Zapatismo como lo que ocurrió en 1994, en toda la guerra de palabras que se ha llevado desde entonces, es el síntoma de algo más que está pasando en Sudamérica, en Norteamérica, Europa, Asia, África y Oceanía".

Para entusiasmarnos aún más con este nosotros incipiente que recorre el mundo, podemos constatar que nuestras dificultades parecen ser las propias a toda situación cercana a un alumbramiento. Como se puede comprobar sin dificultad alguna, el Manifiesto Comunista de 1848 es una crítica radical a la política tal como se la había entendido hasta ese momento. Sin embargo, Marx, en 1843 se encontraba desorientado respecto a la manera y el rumbo que tomarían las "nuevas ideas". Escuchemos lo que le escribe en ese año a su amigo Ruge: "Aún casi mayores que los obstáculos externos parecen ser las dificultades internas. Pues si no media duda alguna en cuanto a ‘de dónde venimos’, reina en cambio, gran confusión acerca de ‘hacia dónde vamos’. No sólo se ha producido una anarquía general entre los reformadores, sino que cada cual se ve obligado a confesar que no tiene una idea exacta de lo que se trata de conseguir". Así es, es más fácil tener en claro aquello que ya no va más, ese cadáver que nos reveló la contra cumbre de Mar del Plata, que el rumbo de lo nuevo, de lo que hay que inventar.

* Director de la revista acontecimiento, integrante del Grupo Acontecimiento.

Nota: Todas las citas del Zapatismo han sido sacadas de los números 16 y 29/30 de la revista acontecimiento.