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La Izquierda debate
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Sin principios no hay izquierda
Marcos Roitman
La Jornada
La izquierda en toda su dimensi�n pol�tica, social e intelectual se constituye
hist�ricamente como una alternativa a la explotaci�n del ser humano. Es una
lucha contra la esclavitud y, a la par, es una b�squeda por construir la
igualdad en la pr�ctica radical de la democracia. Se presenta como un proyecto
�tico de vida. No es una propuesta econ�mica de gesti�n empresarial fundada en
la ganancia del capital, el ego�smo, el lucro y la alienaci�n del ser humano.
Eso se llama capitalismo. En ello radica la diferencia que separa a la izquierda
de la derecha.
Sin embargo, desde los a�os 70 del siglo XX se produce un abandono de los
principios te�ricos y pol�ticos que constituyen los pilares sobre los cuales se
levant� en el siglo XIX el proyecto �tico de la izquierda. Hoy parecen
recuperarse desde diferentes espacios. Hay cierto retorno de la pol�tica, y ello
est� motivado por la deshumanizaci�n a la que somete el mercado a la vida
ciudadana. Una esperanza a la democracia pol�tica. El triunfo del Frente Amplio
en Uruguay debe entenderse en esta perspectiva. Lo cual atrae el peligro de una
derecha seducida por revivir viejas pr�cticas desestabilizadoras de golpes de
Estado. Esta vez sin la muerte y la violencia de anta�o, pero persiguiendo los
mismos objetivos: evitar la consolidaci�n de proyectos de justicia social y
democracia econ�mica y pol�tica con dignidad para los pueblos latinoamericanos.
Pero volvamos a nuestro argumento: durante los a�os 70, quienes pose�an la
representaci�n institucional de la izquierda en Europa occidental y Am�rica
Latina, me refiero a los partidos comunistas franc�s, espa�ol e italiano, y en
Am�rica Latina igualmente partidos socialistas o comunistas y sus intelectuales
org�nicos, cercanos y socialdem�cratas en sus diferentes vertientes, abandonan
la lucha por construir una sociedad con justicia social, con igualdad, con
democracia, con un control sobre el capital financiero, con reforma agraria, con
propiedad estatal en las �reas b�sicas para el desarrollo nacional, con
impuestos progresivos al capital y exenci�n a las rentas m�s bajas, en favor de
una concepci�n posibilista de la pol�tica consistente en cambiar el proyecto de
izquierdas por votos para gobernar. Ya ni siquiera el dilema se present� en la
dualidad: reforma o revoluci�n. Se trat� de llegar al gobierno sin pensar en el
porqu� y para qu�. Para tal efecto se hizo necesario transformar comportamientos
y mutar ideas. Lo primero, perderse el respeto a s� mismo. En otras palabras,
dejar de ser. Tanto como partido pol�tico, como dirigente y como persona. Fue
una alteraci�n en todos los �rdenes de la vida. Renegar de los valores �ticos y
de los principios que se dec�a defender. Hablo de principios, no de dogmas.
Poner en cuesti�n el valor intr�nseco del socialismo y el comunismo sobre la
base de cr�ticas maniqueas y caricaturescas, realizando juegos malabares entre
Hitler y Lenin, Stalin y Mussolini y se�alar que ellos son una y la misma cosa.
Toda una amalgama cuyo objetivo consiste en mostrar que la izquierda no supo
valorar los beneficios, las posibilidades y las potencialidades que brinda una
econom�a de mercado para ejercer un gobierno con sensibilidad social dentro de
un capitalismo con rostro humano.
Sueltas las amarras �ticas, ser de izquierda se transforma en una propuesta
est�tica donde desaparece la lucha contra la explotaci�n, la injusticia social y
la construcci�n de una sociedad democr�tica. Con esta contrarrevoluci�n, el
ronroneo entre los representantes institucionales de la izquierda de los a�os 70
sirvi� para corroborar las tesis de la derecha m�s reaccionaria: las izquierdas
no eran democr�ticas. Su adscripci�n a la democracia era instrumental, su
objetivo: socavarla para instaurar la "nefasta" dictadura del proletariado. La
"nueva" izquierda, si quer�a ser reconocida y participar en el juego, deb�a
abjurar p�blicamente y reconocer su mal�fico objetivo. Y as� lo hicieron. La
derecha satisfecha nunca dudar� de sus nuevos compa�eros de viaje. Aunque
siempre les recordar� su pasado leninista, troskista, marxista, mao�sta,
estalinista, etc�tera. Mientras tanto, la derecha no cambiar� de sitio, ni se
democratizar�. Seguir� explotando, matando, asesinando, evadiendo impuestos,
corrupta, promoviendo guerras y ejerciendo el poder como y de la manera que
desea, y no se le podr� tocar. Todo a cambio de nada. M�s papistas que el papa,
con carnet de buena conducta la "nueva" izquierda pasa de la dictadura del
proletariado directamente a la divisi�n de poderes de Montesquieu y el principio
de gobierno de Locke.
La izquierda como proyecto �tico-cultural y pol�tico-social supone convicci�n.
Ocupa un lugar en el mundo de las ideas, de los principios, si se desplaza deja
el hueco, queda un vac�o. Los a�os 70 viven este fen�meno ideol�gico y pol�tico.
Ocupar su sitio es dif�cil. Sin embargo, quienes originariamente lo hicieron, y
hoy siguen pensando que la representan, se llevaron consigo parte del
mobiliario, de la historia, de la representaci�n, y ahora pretenden quemar la
casa, declararla en ruina o directamente demolerla. Y si no logran ninguno de
los tres objetivos, la desmantelan y buscan reconstruirla acorde a los mandatos
exigidos por sus nuevos socios, la derecha, en el barrio rico, para cumplir
nuevas funciones. Pero es otra casa, sirve otros intereses y alberga otros
inquilinos. No hay nadie de izquierda en ella, entre otras cosas porque no es
una casa de izquierdas. Por mucho que se declamen y se rasguen las vestiduras,
en ello estriba el dilema. Han perdido la dignidad, o lo que es lo mismo, el
respeto a los dem�s. En un continuo rebajar los principios en pos de una vida
f�cil y c�moda que les permite inhibir la conciencia y acoplar sus ideas al
social-conformismo. En sus redes justifican cualquier tipo de acci�n inhibitoria
de la conciencia. Un ejemplo, el extremo de apoyar la derecha m�s reaccionaria y
tradicionalista, bajo el concepto de voto �til.
Ser de izquierda es una �tica de vida cuya dimensi�n social supone luchar contra
la explotaci�n, por la justicia social, la democracia radical, la reforma
agraria, el salario digno, la educaci�n gratuita, el socialismo y la liberaci�n.
Nada puede justificar desplazar los principios de la izquierda en pos de
gobernar. La alternativa de la izquierda sigue antimperialista y
anticapitalista. Por ende, una izquierda en el siglo XXI sin principios sigue
sin ser izquierda.
25 Octubre 2004