A pesar de que se evidencia un apoyo creciente de organizaciones, naciones y
personalidades del mundo, existen muchas voces influyentes que no paran con su
intromisión e insulto desmedidos al nuevo proyecto boliviano. Tales ataques
vienen ahora de todos lados y de todas partes. Parecería ser que existe, en
ciertas personas, un deseo de erosionar el echo de que los bolivianos se
despiertan e inician el progreso de una de las naciones mejor dotadas de
recursos naturales y posición geográfica. Lo cierto es que Bolivia no puede
limitarse a las deficiencias intelectuales y conceptuales de otros.
El académico y conferencista de izquierda norteamericano James Petras confirma
que los movimientos sociales estarán pendientes de que el gobierno mantenga su
línea de compromiso eleccionario. Se espera la conformación de un gobierno que
no postergue la resolución de las demandas sociales, y que ataque frontalmente
el tema de la pobreza de la mayoría nacional. En lo que Petras se equivoca, no
obstante, es en su afirmación de que el manejo de los asuntos económicos y
políticos no deba obedecer a metodologías bolivianas, lo que considera un
ridículo, y en cambio seguir a doctrinarismos trillados e inflexibles. Petras es
miope al comenzar un ataque prematuro a Evo Morales y su gobierno- aunque ya se
dejó escuchar su letanía de disconformidad incluso antes de las elecciones.
Tenemos que considerar, en primera instancia, que si Evo Morales empieza a
resolver los problemas sociales y económico críticos de Bolivia, sin injerencia
extranjera, desempleará a muchos profesionales sociales que, por décadas, han
venido construyendo la multimillonaria industria de la 'limosna social' en
países como Bolivia. Esta 'limosna social' no ha brindado resultados
proporcionales a su inversión y ha beneficiado más a la oligarquía servicial que
a las mayorías pobres, desplazando el progreso en áreas críticas de desarrollo
como la salud y la educación.
Al atacar el modelo boliviano de desarrollo, ¿pretende Petras decir que la
capacidad de acumulación de riqueza nacional e incremento del ahorro interno es
propiedad y bien sólo de los países desarrollados? O, como insinúa, ¿qué una
aplicación del capitalismo andino `por y para los andinos' sería 'ridícula'? Por
un lado, eso de que los bolivianos no pueden hacerlo, a menos de que se
implanten las medidas desarrollistas de afuera hacia adentro, con obvias
consecuencias desventajosas para los bolivianos, tiene un eco arrogante muy
familiar a la campaña electoral de PODEMOS- a quienes la pedantería tan solo de
sus siglas les costó las elecciones. Donde Petras y PODEMOS yerran es en olvidar
la historia de los pueblos, sobretodo del pueblo boliviano. Sus plataformas
políticas, una de extrema izquierda y la otra de extrema derecha, no vislumbran
el momentum desarrollista de Bolivia, que no puede ser tabula rasa para todos
los pueblos en cuanto a la implementación de medidas requeridas para el
beneficio humano se refiere. Los doctrinarismos de ambas tendencias son
manifestaciones políticas rezagadas, que no alcanzan el paso de marcha firme del
pueblo erguido, caminando no rumbo a la izquierda ni a la derecha, sino de
frente hacia la consolidación de la nación y su soberanía y el desarrollo de una
base económica fuerte y transparente. La diferencia del gobierno del MAS es que
pretende encaminarse hacia ese futuro subsanando, a cada paso, el déficit social
sin demorar ningún plan de justicia social, pero también sin idealismos
doctrinarios estáticos que no nos dan el pan de cada día y nos condenan a más
pobreza.
La formulación de Petras de que Evo Morales y su movimiento se han 'derechizado'
en los 2 últimos años es otra falacia y limitación intelectual. Lo cierto es que
Bolivia nunca fue un país radical en aras de una revolución socialista extrema
que nos devuelva al siglo XX de Cambodia o Vietnam o inclusive de la Unión
Soviética, con el consecuente sacrifico de millones de vidas. La realidad
socio-política boliviana es tan palpable y latente como su pobreza. En Bolivia,
el sufrimiento parte de la unidad familiar incapacitada de sostenerse y
alimentarse por falta de empleos- en las ciudades- y de infraestructura y acceso
a mercados- en el agro. La esperanza del pueblo surge de poder ver el fruto de
sus esfuerzos realizados, no como políticos uniformados marchando al son de
alguna doctrina radical impuesta, sino como partícipes de los mercados de
productos y servicios en una sociedad con oportunidades y sin prejuicios. Lo que
Petras no comprende, y considera ridícula al generalizarla, es que la parte más
importante de la producción agregada de Bolivia parte precisamente del proceso
de la administración de bienes y servicios, por humilde que estos sean, en manos
bolivianas y en mercados bolivianos, constituyéndose así la base del soporte
material directo a las familias bolivianas. La función del estado no es la de
manipular las vidas de los ciudadanos, pero más bien ayudar a las familias a
conseguir una estabilidad económica real y persistente, rompiendo las barreras
sociales. El gobierno debe impulsar mejorías en la infraestructura del
desarrollo entregando en manos del pueblo el camino a los mercados internos y
externos; también debe promover la salud pública para no padecer de enfermedades
curables; y, por supuesto impulsar la educación para incorporar mejor al
boliviano al mundo moderno y a una mejor vida.
Es cierto que Petras percibe una Bolivia más generalizada donde los
hidrocarburos son un factor internacional en plena contienda geopolítica. Sin
embargo, aquí también la sabiduría nacional tiene la capacidad de poder conducir
políticas realistas y pragmáticas que partan de las exigencias sociales de todos
los bolivianos, excluyendo la oligarquía 'cleptócrata' que ya va preparando
maletas. Las demás acusaciones de Petras son de carácter personal y ridículo.