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La Izquierda debate

 

La fragmentaci�n perpetua: vicio de la izquierda

Marcelo Colussi

Cuando le suenan se�ales de alarma, la derecha -siempre y en cualquier parte del mundo- cierra inmediatamente sus filas y act�a como bloque monol�tico. En definitiva, cuando vive un ataque est� en juego su supervivencia como sector privilegiado; y eso, por lo que se ve, no admite dudas: o se une o la expropian, o depone diferencias y act�a como bloque o desaparece. La experiencia nos ense�a que siempre, a cara de perro, opta sin titubeos por la primera opci�n. Pero no sucede lo mismo en la izquierda. �Por qu�?
Como se ha dicho con cierta malicia, pero no sin una cuota de verdad: si algo define a las izquierdas pol�ticas es su man�a de estar siempre dividi�ndose, pele�ndose por minucias, fragment�ndose. Ese es un mal presente siempre y en cualquier parte del mundo, al igual que en la derecha su intuici�n de clase para unirse.
La cuesti�n es �por qu�?, y m�s importante a�n: �qu� hacer al respecto?
Sabido es que la izquierda pol�tica es siempre un sector bastante marginal en las sociedades; implica una toma de posici�n que, si bien tiene algo, o mucho, de afectiva, es ante todo intelectual. Ser de izquierda significa ir contra la corriente. Para decirlo descriptivamente: es m�s f�cil no "complicarse la vida" y no pensar de ese modo, lo cual sirve, antes que nada, "para meterse en problemas". Quien decide incorporar esas categor�as de pensamiento en su vida da un salto racional nada desde�able: se tiene que desembarazar de todos los valores que el peso de la tradici�n le confiere. Y ello implica un profundo paso intelectual. Luego -no siempre, pero s� en muchas ocasiones- puede venir un cambio sustantivo en la vida cotidiana (un pensamiento de izquierda no implica necesariamente una actuaci�n revolucionaria; pero es ya un gran paso).
Dado ese paso, es muy probable que se abran nuevos horizontes conceptuales: al empezar a ver el mundo con nuevas categor�as, al comenzar la "cr�tica implacable de todo lo existente" -tal como reclamaba el fundador del marxismo, padre intelectual de toda esta corriente- se descubren cantidad de mentiras sociales coaguladas, normalizadas, aceptadas desde siempre como naturales. No hay dudas que un pensamiento de izquierda es progresista y no se escandaliza ante ning�n cambio positivo; se supone que es abierto, tolerante, no racista, no sexista, no discriminatorio, no enfermizamente consumista.
Pero sigue estando en juego el tema del poder. No es ninguna novedad que dentro del campo de las izquierdas pol�ticas (que no es lo mismo que las protestas de la gente: las movilizaciones espont�neas, las reacciones ante injusticias, la pasi�n por no dejarse doblegar), los miembros que la componen viven muchas veces peleando entre s�, discutiendo y fragment�ndose como no lo vemos en los partidos pol�ticos de la derecha. Grupos peque�os, de cincuenta militantes, con frecuencia se separan. Las asambleas pol�ticas, los intercambios te�ricos, los debates a veces pueden ser pat�ticos, con discusiones interminables -y bizantinas- que no llevan a ning�n lado, donde lo que est� en juego es, en definitiva, ver "qui�n es m�s revolucionario".
Si queremos entender este fen�meno, quiz� no debi�ramos partir por denigrarlo: la lucha por el poder es humana, quiz� lo m�s intr�nsecamente humano que podamos encontrar. En el �mbito de lo que podr�amos decir "la derecha" -amplio por cierto: todas aquellas fuerzas que tienden a conservar el statu quo, desde empresas privadas a partidos pol�ticos, desde Estados a iglesias- tambi�n asistimos a una lucha interminable por el poder, por vencer al otro, al enemigo (al enemigo natural de clase, o al competidor dentro de su misma clase). Lo llamativo es que ante las amenazas peligrosas (la izquierda, la protesta, lo que le mueve los cimientos, la "chusma" enardecida) se une, cierra filas. Cosa que no pasa en el campo de la izquierda.
Tambi�n la lucha por el poder se da en ese �mbito. Lo preocupante es la fragmentaci�n interminable que pareciera ser su c�ncer; en vez de unirse, vive dividi�ndose. La consigna pareciera consistir en "qui�n lo dice mejor", "qui�n es m�s de izquierda". En otros t�rminos -y hablando del poder-: "�qui�n la tiene m�s larga?" (asumiendo que el poder, al menos hoy, est� construido en t�rminos masculinos).
Entendiendo que esto es humano, o "humano" tal como ha sido hasta ahora en la historia de las sociedades basadas en la divisi�n de clases y patriarcales donde alguno "triunfa" y muchos "pierden", entendiendo que, hoy por hoy, todos venimos de la misma matriz, tambi�n en los que pretenden un cambio est�n presentes estas estructuras. Tambi�n en la izquierda estamos llenos de taras, de estupideces, de "vicios". �Por qu� no iba a ser as�? �No somos tambi�n machistas o racistas en la izquierda muchas veces? Cuando se discute por la "pureza te�rica", �realmente se discute por eso, o hay m�s en juego? �No hay figuraciones y pavoneos tambi�n ah�?
�Hay vacuna contra ello? �Por qu� vivimos pele�ndonos por una coma en la declaraci�n, por una palabra o porque la marcha en vez de ir frente a la embajada de Estados Unidos va para el parque central? M�s all� de ser rid�culo (ni m�s ni menos que aquel que se pavonea con un autom�vil de lujo o con un Rolex de oro), la cuesti�n es que todo ello nos paraliza como propuesta de cambio real. Pelearse por una palabra es un puro ejercicio intelectual, acad�mico, no muy distinto de las discusiones de los te�logos medievales que debat�an sobre el sexo de los �ngeles. "Izquierdismo" lo llam� Lenin; "enfermedad infantil del comunismo". Quiz� no es una enfermedad en sentido estricto; es una condici�n humana, o una condici�n de lo que hoy es el ser humano (rid�culo esp�cimen guiado por el fantasma de "qui�n la tiene m�s larga"). Es m�s f�cil dividir que sumar, m�s c�modo criticar que construir. Infinidad de ejemplos ratifican que la izquierda -no siempre, claro, pero s� en muchas ocasiones- cuando tiene que sumar, se fragmenta, cuando tiene que estar con las masas, se queda discutiendo sobre un concepto.
Tragic�mica condici�n de nosotros, los intelectuales: pensar en forma cr�tica es buen�simo, es un paso adelante en el progreso humano. Pero a veces puede dar lugar a payasadas inconducentes: el sexo de los �ngeles o la coma en la declaraci�n. Tal vez si de vacuna contra todo ello se trata, podr�amos decir que. no hay vacuna espec�fica (quiz� no es una "patolog�a" como dec�a Lenin). Lo que debemos abrir es una cr�tica sobre el poder, y buscarle los ant�dotos a eso. �Por qu� fascina "el tama�o"? Algunos se pavonean con el Rolex de oro, otros se escinden porque la marcha "traicion�" la causa y no fue por la embajada sino hacia una plaza, y eso merece un "repudio revolucionario". Y lo dicen con toda seriedad, convencidos que est�n en posiciones revolucionarias. Lo cierto es que resulta muy dif�cil saber cu�ndo se pasa de lo revolucionario. a lo descabellado.
En definitiva, la producci�n intelectual es as�: no tiene garant�as. De miles de libros que se publican cada d�a alguno trascender�, y la inmensa mayor�a est� condenada a ser regalada por compromiso entre los amigos. Pero ese es el desaf�o: de entre tantos intrascendentes, alguno vale. De entre tantas y tantas discusiones bizantinas e intrascendentes, alguna dar� luz. Eso es la verdadera democracia genuina. La izquierda muchas veces se agota en estas discusiones, y eso no es malo. La cuesti�n es no perder de vista que muchas veces es el puro espejismo del poder el que nos gu�a -manifestado aqu� no con el Rolex sino en la posici�n "m�s principista", "m�s revolucionaria"-. Pero en definitiva, motorizados por la recurrente cuesti�n del "tama�o".
Si nos tomamos en serio eso de construir una nueva sociedad, debemos partir por abrir una cr�tica implacable de nuestra condici�n y apuntar a poder re�rnos del "tama�o": no importa si es un Rolex de oro, o si soy m�s revolucionario que los otros. No importa el "tama�o". Es decir: todos somos iguales, de verdad. Trabajar por ese ideal es el desaf�o. �Qu� otra cosa, sino, es el socialismo?
 

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