La Izquierda debate
|
Tres estrategias en el movimiento alter-globalizaci�n
Jorge Sanmartino
Rebeli�n
El cap�tulo latinoamericano del Foro Social polic�ntrico realizado en
Caracas puso a contraluz las pol�micas y debates que lo recorren acerca de su
futuro, ahora que se abri� una nueva coyuntura continental.
Del Foro participaron m�s de 80 mil personas. Alrededor de 53 mil de manera
individual, 19 mil como delegados de las m�s diversas organizaciones y el resto
como periodistas, colaboradores y voluntarios. Las delegaciones de Venezuela,
Brasil y Colombia fueron las m�s numerosas.
Un nuevo contexto internacional
La participaci�n creciente de movimientos sociales y organizaciones
norteamericanas es un dato nuevo de los foros y parece expresar el nuevo clima
pol�tico anti-belicista que emerge en el pa�s del norte. Su s�mbolo, Cinthia
Sheehan, la madre de un soldado muerto en Irak que acamp� frente al rancho de
Bush en se�al de protesta, tuvo una presencia destacada en Caracas. El
contingente norteamericano, entre los que se encontraban las organizaciones
sociales y pol�ticas organizadoras de los movimientos y manifestaciones
antiguerra, vuelve a conectar las luchas y rebeliones de los pa�ses dependientes
y oprimidos con las aspiraciones pacifistas de crecientes porciones de la
sociedad norteamericana.
Durante las jornadas del Foro, una nueva escalada diplom�tica tuvo lugar entre
Venezuela y EEUU, cuando el gobierno local descubri� acciones de espionaje que
involucraban a altos jefes militares y decidi� expulsar al agregado naval
norteamericano, mientras EEUU replic� anunciando una medida similar contra la
jefa de gabinete del embajador venezolano en Washington. Aunque una intervenci�n
militar hoy es pr�cticamente imposible, no habr�a que subestimar las
declaraciones de Rumsfeld cuando compar� a Ch�vez con Hitler o las del General
James Hill, comandante de las FFAA estadounidenses para la zona sur cuando dijo
"estamos ante una nueva amenaza emergente en Am�rica Latina, que se observa en
Venezuela y Bolivia. Al lado del narcoterrorismo, de la guerrilla, etc. aparece
ahora el populismo radical. Y esto es una amenaza para los intereses de EEUU". O
las afirmaciones recientes de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, que
llam� hoy a la comunidad internacional a crear "un frente unido" contra el
presidente venezolano Hugo Ch�vez, al que present� como "un desaf�o para la
democracia" y un "peligro" para la regi�n por sus relaciones con Fidel Castro.
Estas declaraciones pretenden crear el terreno ideol�gico y pol�tico para una
eventual ofensiva sobre el continente, aunque posiblemente sus esfuerzos
inmediatos no est�n dirigidos a una intervenci�n directa sino a la creaci�n de
fuerzas locales de oposici�n (al estilo de la contra nicarag�ense) o de
sostenimiento moral y financiero de las derechas electorales para recomponer sus
filas hoy maltrechas, tanto en Venezuela como en Bolivia.
Pero la reacci�n hist�rica de la administraci�n norteamericana revela que su
accionar de conjunto en la regi�n adopta rasgos defensivos, si se la compara con
las �ltimas d�cadas de dominio indiscutido y la preponderancia de las relaciones
carnales con las camarillas pol�ticas locales durante los a�os '90. El nuevo
contexto, entonces, est� marcado por el giro a la izquierda de las masas,
rebeliones populares y nuevos gobiernos en algunos pa�ses que se muestran
independientes del imperialismo, sobre todo el de Ch�vez y habr� que ver en el
futuro el alineamiento de Evo Morales. De este modo Am�rica Latina es hoy un
laboratorio de experiencias y debates que han vuelto a colocar el imaginario
socialista y la capacidad de transformar la sociedad, luego de las derrotas y
las frustraciones del experimento stalinista y de la hegemon�a indiscutida del
discurso neoliberal. El nuevo contexto parece propicio para adicionar al famoso
No, ese grito de rebeli�n y rechazo, el Si de una alternativa real y efectiva
capaz de oponerse al capitalismo.
Los gobiernos de centroizquierda en Am�rica Latina
Ch�vez comete un error fundamental: confunde las necesidades diplom�ticas con
las caracterizaciones pol�ticas. En su discurso a la Asamblea de los Movimientos
Sociales en el Poliedro de Caracas llam� a Lula "gran compa�ero" y dijo que es
preciso 'apoyarlo' porque estamos en un proceso". Generalizando su teor�a de las
circunstancias afirm� que "No se puede pedir a Ch�vez que haga lo mismo que
Fidel. No se puede pedir a Lula que haga lo mismo que Ch�vez. O a Evo, lo mismo
que Kirchner. Estamos todos en un mismo proceso aunque cada uno en sus
circunstancias".
En Venezuela es com�n o�r sobre la existencia de un "frente antiimperialista
continental", aunque dif�cilmente pueda ser compatible con la pol�tica exterior
que ejercen desde la Casa Rosada en Argentina o el Planalto en Brasil. Parece
dif�cil creer que la participaci�n en las tropas de intervenci�n de la ONU en
Hait�, la distancia y nula colaboraci�n con Cuba o la intervenci�n en Bolivia en
concordancia con los deseos norteamericanos de estabilizaci�n regional, puedan
ser compatibles con la participaci�n, incluso impl�cita en algo semejante a un
"frente antiimperialista continental". Es evidente que existen profundas
diferencias entre las pol�ticas implementadas por los gobiernos de Uruguay,
Brasil o Argentina (y no s�lo en pol�tica exterior) de las medidas adoptadas por
Venezuela. Cualquier confusi�n al respecto podr�a colocar, como ya ha hecho con
importantes dirigentes del movimiento social y de los derechos humanos en
Argentina, a los movimientos de lucha en el campo de los explotadores y sus
representantes pol�ticos, que aplican, sino en su totalidad en su n�cleo
fundamental, lineamientos de continuidad con los gobiernos neoliberales.
Jerarqu�as y diversidad
Hace un a�o, en el marco del V Foro realizado en Porto Alegre, Ignacio Ramonet,
as� como Fran�ois Houtart[1], figura destacada en el Consejo Internacional del
F�rum, entre otros l�deres del movimiento, alertaron de que el evento corr�a el
riesgo de volverse "turismo revolucionario", reuniones "folkl�ricas", que la
fragmentaci�n de los debates en miles de propuestas dejar�a sin jerarqu�a ni
capacidad de decisi�n al foro y que se deb�an escoger acciones prioritarias y
llevarse acabo por todos los participantes. Al igual que otros intelectuales
ellos vieron en las acciones de gobierno como el de Venezuela las v�as para
concretizar los anhelos y utop�as de las asambleas ciudadanas. Hugo Ch�vez en su
discurso a la asamblea de los Movimientos Sociales que realiz� el viernes 27 en
el Poliedro de Caracas retom� el hilo conductor de Ramonet alertando sobre los
mismos problemas (folklorizaci�n, turismo) y proponiendo acciones conjuntas a
nivel global contra el imperialismo y su jefe "Mr. Danger". Evidentemente la
incapacidad del foro para establecer agendas prioritarias ha impedido hasta
ahora acciones comunes antiimperialistas de car�cter mundial, sistem�ticas y
efectivas, que hundan sus ra�ces en las luchas de los pueblos coordinadas
globalmente. Para Antonio Martins[2], integrante de ATACC- Brasil, el foro ha
sido un espacio abierto y laboratorio de ciencia social donde se reelaboran
permanentemente teor�as de la transformaci�n. Coloca en contacto a diversas
teor�as y escuelas sociales y no lo hace desde el punto de vista acad�mico o
s�lo de c�pulas partidarias, sino que rompe las barreras entre la ciencia y la
militancia, poniendo en di�logo a intelectuales y activistas de todos los
continentes, a diversas teor�as y experiencias en un mismo �mbito de debate. En
ese contexto el foro se ha vuelto una referencia mundial para gobernantes y
representantes pol�ticos de todas partes. Hay cosas realmente ciertas en esto.
Las grandes insurrecciones en las calles desde Seattle a fines de 1999 fueron un
impulso decisivo para la emergencia de este fen�meno nuevo. En los hechos, la
existencia de un espacio donde se practica el libre debate de ideas y el
intercambio de experiencias es una novedad del movimiento de lucha social
anticapitalista favorecido por las nuevas condiciones internacionales abiertas
hacia fines de los '90. Incluso ha permitido el conocimiento y la articulaci�n
de nuevas organizaciones y redes de acci�n internacional que hubieran sido
imposibles sin este espacio. Las mismas organizaciones revolucionarias que somos
una peque�a minor�a en el foro, donde predominan las expresiones pol�ticas e
ideol�gicas reformistas, los programas redistributivos, hemos podido avanzar,
gracias a este espacio, en intentos de reagrupamiento pol�tico y organizativo,
oponi�ndonos peri�dicamente a las visiones no-clasistas del mundo globalizado,
las omisiones mayoritarias a toda propuesta de ruptura radical con la sociedad
existente, los modelos neo-keynesianos, las relaciones preferenciales que muchos
l�deres del foro conservan con los gobiernos social-liberales de Europa o
Latinoam�rica o las visiones angelicales sobre las reformas necesarias en el
terreno de las finanzas internacionales, la ONU, o la paz mundial. A�n as� el
espacio de Forum se enfrenta a una crisis que es un producto combinado de su
crecimiento num�rico y pol�tico y de sus debilidades ideol�gicas.
Detr�s de la opini�n de que "no hay sujetos sociales "hist�ricos", m�s capaces
que otros para encabezar la transformaci�n del mundo" y que por lo tanto "no hay
campa�as que sean, a priori, m�s relevantes que las dem�s", que no hay
"direcciones ni partidarias ni intelectuales autorizadas a definir estas
campa�as en nuestro nombre, fuera de nuestros espacios de di�logo"[3] , se ha
rechazado campa�as y definiciones comunes concretas, puesto que los Forum s�lo
pueden ayudar a "construir actores colectivos, lugares de encuentro e
intercambio" pero no son la "instancia m�s adecuada para tomar decisiones". As�,
bajo la supuesta "lucha contra las jerarqu�as" los referentes del Foro se
incapacitan para definir los puntos fundamentales de una agenda de lucha mundial
inmediata, basada en la oposici�n a la guerra imperialista en Irak y la "guerra
preventiva" ideada por la administraci�n Bush, que hoy se contin�a mediante la
ofensiva sobre aquellos pa�ses a los que considera "ejes del mal" como Ir�n,
Venezuela, Siria o Corea del Norte, o sobre movimientos y partidos como el Hamas
o las Farc. La idea de que no cabe tomar decisiones a nombre de otros suena algo
parad�jico, puesto que no se deja de hacerlo: rechazar la puesta en pr�ctica de
formas democr�ticas de toma de decisiones para ejecutar planes globales de lucha
concretos y efectivos. Al mismo tiempo la apelaci�n a la diversidad y la
igualdad de problem�ticas oculta el n�cleo y los fundamentos de los males que
atraviesa la sociedad contempor�nea, regada de injusticias, guerras, degradaci�n
social y moral y cat�strofes ecol�gicas en nombre de la democracia y el mercado.
La preocupaci�n leg�tima por las cuestiones de g�nero, ecol�gicas o de otra
�ndole no se subestima ni se menosprecia cuando se las incorpora a la lucha m�s
vasta y abarcadora contra el imperialismo guerrerista y el capitalismo
depredador.
La pasividad y la abstenci�n, le sirven de manera directa a los se�ores de la
guerra, o indirectamente a sus aliados diplom�ticos que ejercitan un discurso
pacifista pero son c�mplices y hasta socios comerciales de la guerra, como
Alemania, Francia y otros pa�ses "civilizados". Muchos l�deres del Foro, que
mantienen estrechas relaciones con este tipo de gobiernos social-liberales
pretenden mantener a los mismos como lugares de debate, de intercambio cultural
y art�stico y as� evitar pronunciamientos y medidas que puedan comprometer o
poner en serios apuros a sus socios. Nadie puede rechazar algunos de los logros
que los dirigentes del foro mencionan, pero ellos podr�an servir como una
plataforma superior para la lucha antiimperialista. Todo lo que no progresa
termina por estancarse, e incluso retrocede. Samir Amin apuntaba a este desaf�o
cuando sostuvo en el marco del Foro en Caracas que "as� como la naturaleza, la
pol�tica tiene miedo al vac�o. Los cambios en el mapa de Am�rica Latina, y la
creciente situaci�n de inestabilidad en Irak y Medio Oriente, abren un nuevo
espacio de actuaci�n para las fuerzas que se oponen a la actual l�gica de
dominaci�n mundial comandada por EEUU". Por �ltimo, m�s parad�jico a�n resulta
ser el hecho de que los dirigentes del la CUT y el PT, o de la socialdemocracia
europea, que son tan influyentes en el foro, no puedan mostrar en sus pr�cticas
habituales ese desapego tan consecuente hacia las jerarqu�as y toma de
decisiones "en nombre de otros" que practican en el FSM.
Entre la autonom�a y el estado
El foro social desde su primera iniciativa en el 2001 incluy� un gran componente
autonomista. No se trataba s�lo de mantener la autonom�a del foro frente a los
distintos gobiernos y partidos, sino fundamentalmente de la convicci�n de que
los cambios esenciales en las relaciones sociales proven�an de lo que com�nmente
se denomina la "sociedad civil" y no del estado. All� estaban como testimonio
las experiencias fallidas y el posterior derrumbe tanto del estalinismo como del
estado benefactor y el estatismo practicado y proclamado por la
socialdemocracia. La idea del "poder constituyente" como elemento comunista
subversivo y creador frente al "poder instituido" cosificador de las relaciones
sociales y opresor de Tony Negri, o la teor�a del "anti-poder" en Holloway se
volvieron sentido com�n para los movimientos sociales de resistencia en casi
todo el mundo, sobre todo en el per�odo en que la oleada asfixiante de gobiernos
neoliberales que inundaba el mundo ni siquiera permit�a pensar la acci�n estatal
como factor de cambio y liberaci�n. En ese sentido los autores aut�nomos
hicieron �poca, reflejando un per�odo marcado por la deserci�n absoluta del
estado y la mercantilizaci�n de toda la vida social, como las pensiones de
retiro, los servicios p�blicos esenciales y hasta el tiempo libre.
Ahora el estado volvi� por sus fueros, aqu� y ahora, y su capital es Caracas. El
estado fue nuevamente asumido como el instrumento fundamental de cambio y ahora
la supina idea de "tomar el mundo sin cambiar el poder" parece, luego de un par
de a�os, un grito disonante, ingenuo, un recuerdo de c�mo fue colocado el
movimiento popular a la defensiva, sin capacidad real de maniobra en la lucha de
clases. Aunque ese eco no desapareci� ni mucho menos del escenario mundial, por
lo menos en Am�rica Latina parece haber quedado fuera de moda.
Emir Sader, Ramonet y otros intelectuales encabezan la exigencia de que se tome
en cuenta a los gobiernos latinoamericanos cuando se piensa en que "otro mundo
es posible". Para Sader "fracasaron tambi�n los movimientos sociales que
pretendieron mantenerse en la esfera de la lucha social, sustituyendo la lucha
pol�tica o intentando prescindir de ella. (�) En la propia Venezuela, los
participantes en el FSM encontrar�n un proceso pol�tico en el que efectivamente
se promueve la prioridad de lo social, se limita la libre circulaci�n del
capital financiero, se opone a la hegemon�a imperial belicista, se promueve
activamente la integraci�n latino-americana, tanto en los planos pol�tico y
econ�mico general, como en aspectos decisivos como el energ�tico y la
democratizaci�n de los medios de informaci�n"[4] .
As� estamos, mientras unos exigen mirar el siglo pasado para superar los l�mites
del reformismo estatista, el populismo y su culto al estado, con sus promesas,
mitos y desencantos, otros exigen ver m�s all� de las "resistencias sociales" y
pasar al terreno de los proyectos pol�ticos si se pretende superar la
intrascendencia.
Entre las tendencias ideol�gicas autonomistas y los renovados impulsos
keynesianos y estatistas que comienzan a brillar en el firmamento
latinoamericano, hay m�s cosas en com�n de lo que est�n dispuestos a admitir
cualquiera de sus integrantes. Baste con recordar la cuesti�n fundamental: su
oposici�n a las experiencias de rupturas revolucionarias radicales. Ya sea
porque el poder instituyente se vuelve, al estilo Foucoultiano, es decir por la
naturaleza misma del poder, un nuevo Leviat�n opresor, o bien porque las
rupturas radicales terminan eventualmente en dictaduras estalinistas, las v�as
revolucionarias para la transformaci�n social del mundo han sido declaradas
obsoletas y peligrosas. Las coincidencias te�ricas han tenido su correlato en
acuerdos pol�ticos concretos, como el apoyo al Si en el refer�ndum sobre la
Uni�n Europea en Francia o el apoyo al gobierno de Lula en Brasil.
La experiencia venezolana
Para los estat�latras como Sader -que han seguido defendido al PT incuso cuando
el barco ya estaba hundido-, sin el estado no hay posibilidad de cambios. Pero
se hace caso omiso del tipo de estado que puede efectuarlos. La Meca se mud� de
Brasil a Venezuela. En parte es comprensible. El gobierno venezolano ha
mantenido una pol�tica exterior independiente. Ch�vez ha sido valiente en
sentarse junto a Fidel Castro, comerciar y establecer relaciones con Ir�n,
Rusia, China o con qui�n sea, aunque le moleste a Norteam�rica. En ese sentido
Kirchner, Lula o Tabar� V�zquez no les llegan ni a los talones. Es real tambi�n
que los �ltimos a�os del gobierno venezolano, sobre todo luego del golpe fallido
y sobre todo de derrota del paro petrolero, ha adquirido una din�mica social que
ha operado cambios importantes. Las misiones, las reformas en salud, el combate
al analfabetismo, son indicadores de una nueva pol�tica social, que ha recibido
el apoyo de la inmensa mayor�a de los pobres del campo y la ciudad. Pero por
supuesto, esto no modifica el car�cter de clase del estado.
El proceso revolucionario en Venezuela tiene pendiente un camino claro en la
ruptura con la propiedad privada de los medios de producci�n estrat�gicos, los
medios de comunicaci�n que han sido la cuna del golpismo imperialista, y la
reforma agraria, instrumentos indispensables e insustituibles para reemprender
un proceso de reindustrializaci�n y recuperaci�n productiva de la renta
petrolera. El socialismo del siglo XXI s�lo puede abrirse paso si se parte de
estas medidas b�sicas. Y esto por supuesto exige profundizar el proceso
revolucionario, asimilando las lecciones de todo el siglo XX, en el que
movimientos de transformaci�n tantos o m�s profundos han tenido lugar en
Argentina, Per�, Brasil o M�xico sin que a la larga sean modificadas las
relaciones sociales fundamentales.
En segundo lugar el tipo de estado al que aspiramos los socialistas desde Marx,
es aquel que se construye con la fuerza y participaci�n desde debajo de la
inmensa mayor�a de los explotados, y que en parte comienza desde que se hace
efectiva esa participaci�n, a volverse un no-estado, un aparato que va
disolviendo y entregando sus potestades pol�ticas, que son reabsorbidas por la
sociedad de la que hab�a estado separada e incluso enfrentada
irreconciliablemente. En Venezuela el estado lo es todo, (o casi todo) mientras
que la sociedad es d�bil. Esta caracter�stica hist�rica construy� relaciones
desiguales entre el poder estatal y las masas, introdujo elementos cesaristas y
caudillisticos permanentes y le otorg� rasgos autoritarios y represivos
permanentes al sistema democr�tico bipartidista de adecos y copeyanos. La
potencia del caudillo s�lo puede surgir de la voluntad popular, pero para que el
mito perdure, esa voluntad debe ser entregada al jefe. Cuanto m�s se refuerza
esa autoridad, incluso si este adopta, como Ch�vez, medidas progresistas y
antiimperialistas, menos capacidad adquieren las masas para el auto-gobierno.
Llega un punto en que el gobierno de un hombre, un cesarismo progresivo frente
al poder imperialista, se vuelve una traba para el desarrollo de la polis
moderna, del gobierno democr�tico de las masas. El caudillo no tiene control ni
contrapeso. Los partidos pueden ser mediadores de las demandas presidenciales,
pero nunca pueden limitar o controlar, y menos a�n rechazar su poder.
La consecuencia de la debilidad hist�rica de lo que puede denominarse la
"sociedad civil" ha hecho que las masas hayan intervenido en momentos
espec�ficos y determinados del proceso revolucionario, como el golpe del 2002 o
el paro del 2002-2003, pero la gran mayor�a de las iniciativas permanentes de
organizaci�n y participaci�n de masas han sido adoptadas desde el gobierno y el
estado. Las misiones, los c�rculos bolivarianos, los consejos comunales. Incluso
la formaci�n de la UNT fue apadrinada desde arriba, aunque su formaci�n fue
catalizada por la participaci�n obrera en la lucha contra el paro. Pero existe
una dial�ctica de organizaci�n-cooptaci�n, basada en la ampliaci�n del espacio
de influencia partidista, que al mismo tiempo genera una tendencia din�mica
aut�noma y de autogobierno en el que han crecido organismos, y n�cleos aut�nomos
en comunidades, en el campo y los movimientos ind�genas, y a su vez una
dependencia estatal y subordinaci�n pol�tica de las mismas. Es un movimiento
contradictorio y un proceso vivo que est� a�n en desarrollo. La cogesti�n
obrera, reducida a pocas empresas, fue lograda gracias al protagonismo de los
trabajadores contra el look out patronal, e incluso en su momento apoyada desde
el gobierno, pero luego estancada e incluso desmantelada en PDVSA, o congelada
en el sistema el�ctrico. Mientras el estado se arroga representar a los
trabajadores, algunos de ellos exigen participar en la gesti�n de las empresas.
Las denuncias sobre la corrupci�n del aparato estatal, el rechazo masivo a los
"partidos del cambio" oficiales, e incluso el boicot de gobernantes, alcald�as o
funcionarios respecto a las medidas que el pueblo exige, demuestran hasta qu�
punto el aparato estatal le es ajeno a la poblaci�n, un agente clasista sobre
ella, jer�rquico, sostenedor de un sistema heter�nomo de relaciones sociales. No
es casualidad que s�lo la figura presidencial sea convocante y respetada, sin la
cual el proceso no avanzar�a. La relaci�n bonapartista del ejecutivo con las
masas expresa la debilidad y no la fortaleza del proceso, y convoca al
desarrollo de organizaciones aut�nomas de la clase trabajadora, los campesinos y
el pueblo pobre para desarrollar y facilitar el poder popular y el auto-gobierno
de las masas. La experiencia del "socialismo real" en los pa�ses del este
deber�a ser lo suficientemente aleccionadora sobre los riesgos de alentar y
justificar el burocratismo, el sustitucionismo y la toma de decisiones de corte
verticalista, incluso de aquellas medidas progresivas que se hacen en nombre del
antiimperialismo o del socialismo del siglo XXI. Ser�a ir�nico que pudi�ramos
extraer conclusiones adecuadas en el este, pero incapaces de mantener una l�nea
socialista consecuente e independiente en Am�rica Latina. La urgencia por
colocarse en el margen correcto en la lucha contra el imperio, no deber�a ser la
excusa para otorgar un cheque en blanco al nacionalismo de izquierda venezolano
ni al socialismo de estado cubano, con todo el valor y la valent�a (y la
simpat�a y el apoyo que nos merecen) tener que enfrentarse con un poder
imperialista mil veces superior. Al rev�s, una concepci�n libertaria,
genuinamente socialista, tal como lo formulara, m�s all� de sus puntos d�biles,
Lenin en El Estado y la revoluci�n, podr�a servir mil veces m�s al
socialismo tanto en Cuba como en Venezuela que un seguidismo acr�tico y una
concepci�n estatista y burocr�tica del mismo.
En resumen, se trata de superar la antinomia entre el autonomismo o el estatismo
burgu�s. El primero carece de proyecci�n pol�tica estatal sin la cual es
imposible derrotar al imperialismo y dar paso en la transici�n al socialismo.
Esta comienza a ser la lecci�n fundamental que puede dejar la experiencia de m�s
de diez a�os de lucha de los zapatistas en M�xico, que luego de errores
fundamentales en su estrategia aut�noma se encaminan a ensayar alternativas de
organizaci�n pol�tica a nivel nacional; o la de Ecuador, donde los movimientos
ind�genas y campesinos entregaron su propio poder a militares y a pol�ticos
veletas que signific� una derrota que a�n hoy los movimientos sociales est�n
pagando. O finalmente, la experiencia Argentina, donde pareci� que las pr�cticas
aut�nomas y experiencias barriales o productivas pod�an sustituir con �xito la
construcci�n de herramientas pol�ticas anti-capitalistas, aunque la
recomposici�n del estado y de la clase dominante recondujo esas experiencias con
relativa facilidad e incluso coopt� a muchos de sus integrantes.
El segundo caso, el estatismo reformista, niega la superaci�n de la propiedad
privada, la socializaci�n de los medos de producci�n y la gesti�n directa y
democr�tica de todos los asuntos p�blicos por parte de las masas, �nica
posibilidad de crear un nuevo tipo de estado que inaugure el camino a la
sociedad comunista. Por eso sus partidarios se encandilan con m�s m�nima medida
que alg�n gobernante de centroizquierda pueda tomar con la esperanza de que sean
dos o tres mil�metros m�s izquierdistas que los Menem, Cardozo o Battle, o
recrean la ilusi�n de un transito "por arriba" entre el nacionalismo de
izquierda y el socialismo y hacen un culto al poder emancipador del estado.
Hay una tercera variante que es necesario recuperar de acuerdo a la nueva �poca
en que vivimos. Se trata de volver a ubicar como centro de una estrategia
socialista la transformaci�n revolucionaria de la sociedad y la transici�n hacia
un no � estado, asegurado por la extensi�n de nuevas relaciones sociales al
interior de las sociedades m�s desarrolladas. Ni apoliticismo ingenuo en nombre
de un falso antiautoritarismo, ni fetichizaci�n del estado capitalista o
burocr�tico. Hay que pensar las v�as hacia una ruptura radical del estado
capitalista y el poder econ�mico, social y cultural de la clase dominante, y las
formas de transici�n estatal mediante la acci�n conciente y participaci�n
directa de las masas, �nica manera en que puede entenderse hoy en d�a el
socialismo.
orge Sanmartino es integrante del EDI (Economistas de Izquiersdas y de
Corriente Praxis)
Jorgesanmartino4@fibertel.com.ar
www.Corrientepraxis.org.ar
Fuente: lafogata.org