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La Izquierda debate

Balance de la reunificación alemana

A golpes de desigualdad

Roberto Domínguez Rivera
La Jornada

En 1989, el escritor Günter Grass criticó la reunificación de Alemania con el argumento de que se trataba de una simple anexión que obligaba a 16 millones de personas a olvidar su pasado. Tres lustros después, los resultados económicos del proceso son decepcionantes y la desigualdad prevalece en el país.

En noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín; en 2004 se observa otro tipo de derrumbe, el de las altas expectativas de bienestar generalizado para toda Alemania. Esto no es una sorpresa en el marco de la persistente debilidad de la economía y de las reformas estructurales económicas que, siendo necesarias, son impopulares y tardías. Una muestra del descontento es el resultado electoral en Brandeburgo y Sajonia en septiembre pasado, cuando el Partido Democrático Socialista, sucesor del difunto Partido Comunista, obtuvo 28 y 23% de las preferencias electorales, en tanto que el Partido Socialdemócrata del canciller Gerhard Schroeder ganó sólo 9.8% de los votos en Sajonia.
El desencanto económico no significa necesariamente que la reunificación alemana haya fracasado. De no haber ocurrido, probablemente no habría 25 miembros en la Unión Europea (UE) ni existiría el euro como moneda en 12 países. Sin embargo, la reconciliación política alcanzada con la unificación se está ensombreciendo y de no reajustar el modelo económico, el desencanto puede opacar la estabilidad interna y el ya de por sí complicado proceso de integración europea.
En lo que respecta al plano interno, el presidente de Alemania y ex director del FMI, Horst Kohler, ha planteado la actual situación reconociendo que los alemanes deben aceptar que la desigualdad entre regiones existe. A pesar de que los estados de la antigua RDA reciben transferencias del gobierno federal por aproximadamente 83 mil millones de euros al año, 4% del total del presupuesto alemán, el desempleo en esa región es de 18.5% de la población activa, más del doble que en la parte occidental.
Varias razones explican la desigualdad. En 2002, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, Alemania registró el salario manufacturero por hora más alto del mundo, 13% arriba del estadunidense y 45% más que en el Reino Unido. El problema es la baja productividad que sustenta dichas remuneraciones. Esta situación se acentúa en el caso de la antigua Alemania del Este, ya que la privatización de las empresas no ocurrió al parejo del cambio estructural necesario para competir en el mercado alemán unificado. Esta premura no favoreció al proceso de la convergencia.
Las disparidades económicas han producido la migración interna y la reubicación de los procesos productivos. Por ejemplo, la ciudad sajona de Löbau ha perdido un tercio de su población y tiene una tasa de desempleo de 23%. En otros casos, se ha creado una fuerte disparidad dentro de los mismos estados del este, como en Dresde, que ha florecido como el "valle del silicio de Sajonia", gracias a las inversiones en alta tecnología. Por otra parte, en la misma parte occidental hay regiones como, el estado de Sarre, con un desarrollo comparable a la parte oriental.
Para enfrentar la situación, Schroeder ha tratado de adaptar el sistema de bienestar alemán. Con el nombre de Agenda 2010, el gobierno ha diseñado un plan de acción para sacar a Alemania del atolladero económico y hacer más eficiente el Estado con la reducción de impuestos y subsidios, la limitación de los beneficios por desempleo y la reforma al sistema de salud, mediante pagos compartidos por tratamiento médico.
Analistas de la economía alemana coinciden en que las reformas que Schroeder impulsa han estado en el tintero durante décadas, pero se había evitado asumir el costo político. Esto se advierte, por ejemplo, en las tendencias del crecimiento de la población frente a la estructura económica prevaleciente. La tasa de fertilidad es de 1.3 niños por mujer, muy debajo del 2.1 necesario para mantener el número actual de los habitantes. Esto indica que la población se reducirá de 82 millones en 2004 a 58 en 2050 y, en consecuencia, el efecto sobre el sistema de pensiones es que pasará de tres trabajadores activos por cada retirado a 1.5 en 2040.
El curso de las reformas económicas en Alemania es vital para el conjunto de la UE. El efecto más inmediato es sobre el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, punto central de las relaciones económicas de la región. En su momento, fueron las economías más grandes las que decidieron los criterios del pacto, particularmente el referente a que el déficit presupuestal del gobierno no exceda 3% del producto interno bruto. En vista del estancamiento de la economía europea, particularmente la alemana, el mismo presidente saliente de la Comisión Europea, Romano Prodi, consideró el pacto como "estúpido". Alemania y Francia no han podido cumplir con los compromisos que ellos mismos acordaron y, por tercera ocasión consecutiva, ambos han excedido el límite del déficit presupuestal.
En tales circunstancias, el consejo de la UE decidió en noviembre de 2003 no imponer sanciones a Francia y Alemania, lo que ha obligado al replanteamiento de algunos de los objetivos del pacto. En septiembre pasado, la Comisión Europea propuso hacer el pacto más flexible, pragmático y creíble. Entre las medidas destaca el "enfoque sobre países específicos" y redefinir el concepto de "circunstancias excepcionales", con lo cual se pretende ampliar los márgenes de maniobra del déficit y puede representar una manera encubierta de evadir compromisos comunitarios.
Las tareas pendientes para la economía alemana, tanto en el campo interno como regional, son numerosas. Después de un descenso de la tasa de crecimiento del producto de 0.1 en 2003, el primero de signo negativo desde 1993, se estima que crecerá 1.5% en 2004 y 2.25% en 2005. Las reformas económicas en Alemania están en camino y no es sorpresa que habrá más costos políticos.
Mafred Stolpe, ministro responsable de la reconstrucción de Alemania del Este, recuerda que en 1990 había dos percepciones sobre lo que significaría la reunificación económica. Helmut Kohl consideraba que tomaría tres o cuatro años completarla de modo satisfactorio, en tanto que Johannes Rau, quien fue presidente de Alemania, señalaba que en la región del Ruhr se había trabajado en favor de cambios estructurales por tres décadas y todavía no se termina ese proceso. A partir del entorno actual, la percepción de Rau es la más apropiada para apreciar que la Alemania unificada exige cambios estructurales más profundos y que tomarán décadas para dar los frutos esperados. Es tiempo de reajustar las expectativas.