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COMPA�ERAS....


Capitalismo y patriarcado
Comunidad feminista

Por Victoria Siloff

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El femicidio de Micaela Garc�a ha venido a provocar en el pa�s una conmoci�n particular que tuvo sus bases sobre todo en el rol del Juez Rossi en la causa. Como es sabido el Juez desoy� los dict�menes periciales que establec�an que no era aconsejable liberar a Wagner, y si bien los jueces pueden apartarse de dichos dict�menes, de hacerlo s�lo pueden decidirlo de manera fundada, es decir, dando las razones de dicha decisi�n. La resoluci�n de Rossi nos lleva a pensar que si Wagner hubiese estado en prisi�n hoy Micaela estar�a viva, es esa posibilidad la que ha encendido la mecha para que se avive el punitivismo no s�lo en los medios (que siempre aportan lo suyo en �ste sentido) sino en la calle, en la verduler�a, en el supermercado, en las escuelas, en la universidad y ya hay proyectos legales en �ste sentido impulsados por el oficialismo nacional. Pero lo m�s grave es que este discurso tambi�n se ha visto avivado en sectores feministas. Y califico a esto como "grave" porque en ciertos rincones oscuros como �stos es donde sin darnos cuenta, (o m�s grave a�n si existe en realidad conocimiento) venimos a aportar al "sentido com�n" que legitima la mano dura, que torna m�s inexistentes de lo que ya son, las garant�as constitucionales referidas a un debido proceso (art 18 C.N), todo lo cual tiene consecuencias concretas y horrorosas ya sabemos sobre qu� sector social.

Es sumamente necesario empezar a pensar, desarrollar y profundizar un feminismo que no est� arraigado solamente a las instituciones estatales, donde conquistar m�s derechos es sin�nimo de mayor igualdad, donde lograr mayores y m�s duros castigos penales para femicidas u hombres que ejercen violencia de g�nero parece ser la soluci�n, mas en los hechos no es eso sin�nimo de mayor libertad de existencia. Como mujeres estamos padeciendo en cada acto de libertad un riesgo de vida. En esa urgencia en la cual nos encontramos, donde una mujer es asesinada cada 28 horas, y desde una perspectiva institucionalista no se est� solucionando nada, por el contrario parece aumentar el nivel de violencia alimentando as� a un sistema en s� mismo violento.

En ese sentido siempre consider� que para poder abordar un problema, es indispensable tomar conocimiento de las causas del mismo, para ello es necesario investigar, estudiar ese fen�meno y desde all� partir para encontrar la soluci�n, no desde sus efectos o consecuencias donde quien llegue siempre llegar� tarde. Los femicidios son un fen�meno social, y responden o vienen a ser un s�ntoma de una disfunci�n social. Hay algo que los provoca, pero tambi�n algo que los sostiene, y algo que no los est� frenando: no atacar sus causas es algo que hace que inexorablemente el fen�meno se siga manifestando. Podemos resumir todo esto en una palabra: patriarcado. Pero entonces vamos a necesitar adentrarnos m�s en la cuesti�n, porque si hablamos de un problema social, que se origina en un vivir patriarcal no vamos a encontrar respuestas individuales o particulares sino, justamente sociales. El patriarcado actual se asienta en redes constituidas desde relaciones de poder ya existentes, y condicionadas por el capital. Y ah� es donde pareciera que deber�amos husmear m�s.

Hace unos d�as Reynaldo Sietecase entrevist� a la investigadora y antrop�loga argentina Rita Segato quien tiene a�os dedicados al trabajo de investigaci�n con violadores en Brasilia. En dicha entrevista Segato explica que frente a la cantidad de casos de femicidios, y violaciones seguidas de femicidios en nuestro continente, los motivos son varios: "Creo que hay varias razones. La primera es que la violencia contra las mujeres, de la forma letal en la que la estamos presenciando en la Argentina, es un s�ntoma de un momento del mundo y, sobre todo, de nuestras sociedades. Al referirme a esta �poca suelo utilizar el concepto de "due�iedad". Este concepto excede al de desigualdad, porque marca la existencia de figuras que son due�as de la vida y de la muerte. Esto, evidentemente, irrumpe en la realidad, en el inconsciente colectivo, en la manera en que los hombres que obedecen a un mandato de masculinidad (que es un mandato de potencia), y en la forma en la que realizan y prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres. El sistema, por tanto, no se explica solamente en la relaci�n entre hombres y mujeres sino en esta situaci�n tan particular. En Am�rica Latina, el contexto es particularmente hostil para las mujeres que viven, como dec�a, un momento de especial inseguridad. Es evidente que en el mundo entero existen problemas de g�nero, pero en nuestro continente -cada vez m�s controlado por formas paraestatales de control social no regidas exactamente por la ley- la vulnerabilidad de las mujeres es mayor."

Ni la tierra ni las mujeres somos territorios de conquista

Estamos ante una �poca donde la mujer en muchos lugares del mundo est� siendo reconocida como nunca antes en el campo de los derechos, pero a�n as� la vida de la mujer se ve en peligro, en un peligro alarmante. Pareciera que la sociedad latinoamericana no est� desvisti�ndose de patriarcado al mismo tiempo que viene el feminismo conquistando derechos. O mejor dicho, la sociedad latinoamericana no viene desnud�ndose de violencia, al mismo tiempo que viene visti�ndose de derechos, y/ o conquistas sociales. Entonces conviven relaciones de poder patriarcales con libertades conquistadas, hay un destiempo, hay desorden, es una suerte de caos moral. Ah� es donde se activan los dispositivos de control social paraestatales: como si vinieran a restablecer el "orden" que se ve alterado en esas relaciones de poder que est�n queriendo ser, y siendo modificadas desde sus mismas instituciones que lo ven�an a garantizar: desde el Estado. Por ende esa "correcci�n" se hace desde fuera: "paraestatalmente". Desde el Estado se destruye la comunidad, para organizar institucionalmente a las personas, con jerarqu�as, con burocracias, con autoritarismos, con violencias. Y desde fuera de �l se crean dispositivos que ayudan a sostenerlo cuando este parece correrse de ese lugar, pero tambi�n podr�an crearse (de hecho ya existen, como las comunidades zapatistas) comunidades que aun institucionalizadas, no lo son desde las l�gicas del poder, ni la violencia sobre el otrx , sino desde la confianza, desde el sentido de la comunidad. Cabe preguntarnos de todas maneras, qu� concebimos por comunidad, y en ese punto siguiendo a Zibechi encuentro que la comunidad es contraria a la institucionalizaci�n. La institucionalizaci�n para �l es estancamiento, y la comunidad es movimiento constante, es dispersi�n, y por eso mismo no se identifica con formas cerradas o fijas por el contrario, con formas transversales y abiertas que permitan la cooperaci�n. Y en ese punto es indispensable la autonom�a, no como modo de generar comunidades enfrascadas, porque de serlo la autonom�a fracasar�a r�pidamente, sino justamente abiertas, basadas en la pluralidad y diversidad que desde all� deciden hacer posibles, concretas y reales sus potencialidades sin adoptar la frialdad, dureza, y violencias que ofrecen el capital y el Estado. Quiz�s comenzar a generar comunidades aut�nomas y autogobernables pero institucionalizadas todav�a, sea un paso en el camino hacia la verdadera comunidad de la que habla el uruguayo.

"Algunas feministas dicen que el g�nero masculino reacciona al avance de las mujeres en el campo del trabajo y la autoridad pol�tica. Pero en el caso de Bolivia esta tesis no se sustenta porque las mujeres siempre tuvieron una posici�n dominante en el mercado y respecto al dinero, y tuvieron autoridad pol�tica desde su parcialidad, el espacio dom�stico, que en las sociedades comunitarias, a diferencia de las sociedades modernas, es pleno de politicidad . Por eso, el problema es el espacio que ocupan hoy en el campo del Estado y del avance del Estado sobre la comunidad, destruyendo los v�nculos comunitarios y colectivistas, aun, muchas veces, en nombre de los buenos prop�sitos del discurso modernizador. Ah� se generan tensiones en la medida en que el frente estatal no es solamente estatal, sino estatal-empresarial y medi�tico, es decir, indisociable de los intereses empresariales-corporativos. Este pacto estatal-empresarial va rasgando el tejido comunitario. En esta situaci�n de avance del frente estatal, siempre colonial, empresarial y medi�tico, el hombre de esa comunidad, el hombre ind�gena, se transforma en el colonizador dentro de casa, y el hombre de la masa urbana se convierte en el patr�n dentro de casa. En otras palabras, el hombre del hogar ind�gena-campesino se convierte en el representante de la presi�n colonizadora y despojadora puertas adentro, y el hombre de las masas trabajadoras y de los empleos precarios se convierte en el agente de la presi�n productivista, competitiva y operadora del descarte puertas adentro." Afirma Segato .

Generalmente vemos que el rol del Estado se agota en otorgar mayores "derechos", poniendo a la mujer a la par del hombre en algunas cuestiones, no en otras. En tanto y en cuanto la mujer, su cuerpo, y su capacidad le sirvan al sistema de explotaci�n capitalista, ella podr� ir accediendo a esos lugares en y desde el Estado. La mujer hoy ocupa muchos espacios antes designados s�lo para hombres, pero los hombres son quienes aun no vienen a intercambiar esos roles -en la misma proporcionalidad-, "masculinos" por aquellos que se entienden "femeninos". Ni hablar, si la persona es travesti, transexual, lesbiana, homosexual, el sistema patriarcal se resiste aun m�s ante ellos.

El Estado m�s all� de eso no llega, y la mayor�a de las veces su instancia, su "respuesta" se hace presente s�lo desde el Poder Judicial que viene a intentar brindarle "justicia" a la mujer violentada, o a la familia de la mujer asesinada, y en definitiva a la sociedad afectada por un femicidio, llegando tarde, cuando llega. Una de las respuestas que surgi� desde el Estado, en 2012 luego de marchas bajo la consigna "Ni Una Menos" se dio concretamente en el sistema penal, fue la modificaci�n del C�digo Penal de la Naci�n que vino a hacer lo hace: profundizar el punitivismo . Se modific� el art 80, el que establece que "s e impondr� reclusi�n perpetua o prisi�n perpetua, al que matare: 1�. A su ascendiente, descendiente, c�nyuge, ex c�nyuge, o a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relaci�n de pareja, mediare o no convivencia. 4�. Por placer, codicia, odio racial, religioso, de g�nero o a la orientaci�n sexual, identidad de g�nero o su expresi�n."

A pesar de esta modificaci�n donde la pena se endurece, y a pesar de condenas existentes en este sentido los femicidios no han disminuido, por el contrario han ido en aumento y es de destacar que los �ltimos femicidios seguidos de violaciones y abusos aberrantes culminan siempre desechando el cuerpo de la mujer como basura. Pero no s�lo aquellos femicidios, donde la muerte es dada por una pareja o ex pareja est�n en aumento, sino que tambi�n lo est�n los cr�menes contra todo lo que exprese femineidad, o lesione al patriarcado: travestis, lesbianas, transexuales, homosexuales.

A su vez, es de destacar que en Argentina tenemos un poder judicial integrado por una clase media alta, y alta, conservadora, elitista, sumamente patriarcal. Que con esas caracter�sticas y formateada en el derecho (con todas las instituciones patriarcales y capitalistas) se ve no s�lo incapacitada para abordar este fen�meno social de manera integral y completa, sino, adem�s inclinada hacia al punitivismo.

El derecho es el "deber ser", no el "ser". El derecho viene a decirnos cu�l es la conducta recta que debemos adoptar para vivir "armoniosamente" en sociedad. Y de no cumplirse con esa conducta que el derecho considera "recta", se castiga a esa persona que viola la ley. No le interesan las causas, ni busca revertir lo sucedido, porque no puede. Establece conductas deseadas, deseables. La sanci�n no es un elemento apenas del derecho penal, sino del derecho como dispositivo de control social, que viene a intentar "corregir" esas conductas no rectas. Y en este sentido, abogadas, abogados, personas que trabajan en el Poder Judicial, es decir quienes abordan estos fen�menos al menos desde la dimensi�n punitiva no est�n comprendiendo en su totalidad a los femicidios, ni a los "cr�menes sexuales". Porque justamente se los aborda de esa forma, y no como cr�menes del poder. Segato e n este sentido nos dice: "La mujer, y esto es f�ctico, no es un ciudadano igual que el hombre. En tal sentido, la ley no puede ser aplicada de la misma forma. Tiene que haber una adaptaci�n de la aplicaci�n de la ley a un campo distinto que es el campo del poder. Debe entenderse que es un error hablar de cr�menes sexuales: son cr�menes del poder, de la dominaci�n, de la punici�n. El violador es el sujeto m�s moral de todos. En el acto de la violaci�n �l est� moralizando a la v�ctima. Yo he trabajado a�os entrevistando violadores. Los abogados, los jueces, no est�n formados, no tienen educaci�n suficiente como para entender qu� es un crimen sexual."

A una mujer entonces se la asesina por ser mujer en �ste sistema de relaciones, por ser mujer y por no estar cumpliendo ese rol de mujer en ese sistema de relaciones. A los cuerpos libres de esas estructuras, se los humilla, se los castiga, se los profana, se los viola, se los mata, porque ser mujer - ser cuerpo que exprese femineidad o libertad- en la estructura de nuestra sociedad no es igual a ser un hombre. Seg�n el patriarcado y las normas morales que lo configuran as� es como debe ser, con lo cual si empiezan las mujeres a querer ser m�s libres, ese poder "masculino" se ve afectado, se ve disminuido, la relaci�n de poder se esfumar�a, y el hombre ya no se siente tal, ya no "es" hombre, pierde masculinidad, su existencia como tal se ve ultrajada. " Su situaci�n es de una indigencia existencial absoluta. Si a esto le sumamos el tema de la mirada rapi�adora sobre el planeta y sus criaturas (y no olvidemos la ra�z com�n de las palabras rapi�a y rape, violaci�n en ingl�s), tendremos el cuadro completo de la transformaci�n de la vida en cosa, la transformaci�n de las personas en mercanc�a, en primer lugar el pasaje de las mujeres a esa condici�n de objeto, a su disponibilidad y desechabilidad , ya que la m�mesis de los hombres con la posici�n de poder de sus pares y opresores encuentra en ellas las v�ctimas a mano para dar paso a la cadena de mandos y expropiaciones". Nos explica la antrop�loga.

Entonces hay que partir desde esa realidad: no estamos siendo iguales, porque el sistema est� estructurando las relaciones de esa manera. Para que la igualdad se alcance, para que la libertad de existir realmente sea conquistada por las mujeres, - y por todxs los sujetxs que se ven oprimidxs en el sistema patriarcal- no es menester s�lo ennumerar m�s derechos, o endurecer penas a quien las mata. El problema parece ser lo que viene a estructurar esas relaciones de poder; que claramente est� antes que el derecho.

El Estado no deja de ser un instrumento m�s para lograr conquistas feministas, pero a su vez no deja de servirle y de responder a un sistema patriarcal y capitalista; no deja de llegar tarde, no deja de ser responsable. No deja de ser violento, no logra proteger a las personas, porque es parte de esta guerra que estamos transitando.

La �tica de la comunidad

Si estamos inmiscuidxs en un sistema que nos educa en el individualismo, que nos estimula desde el terror, que naturaliza la violencia y hace un show del dolor provocando falta de empat�a, un desencuentro con el otrx , y una falta de fe en la humanidad, es muy f�cil entonces que desde fuera del Estado se hagan efectivos dispositivos de control social, y a su vez que �stos se justifiquen socialmente tanto o m�s que la violencia estatal. Es decir, la violencia se legitimiza , se hace necesaria, se llega a gozar de ella, el dolor del otrx me cierra por m�s que la causa sea una banalidad como: violar una ley patriarcal (usar una pollera, o un short). Se busca corregir mediante el castigo; eso hace el Estado, y eso hacen los medios de control social paraestatales tambi�n, los cuales est�n vi�ndose profundizados. El violador, postula Segato viene as� a ser un "sujeto moralizador", viene a reprender, a castigar, desde el poder que puede ejercer, porque se ve habilitado a hacerlo, la libido est� en ese poder, no en el hecho sexual en s� mismo. El violador usa el cuerpo de la mujer como mensaje a la sociedad frente a ese desorden, o caos moral del que hable m�s arriba: a trav�s de la v�ctima se viola a toda la sociedad.

Por m�s empoderadas que estemos las mujeres, por m�s consientes de nuestros derechos, y aunque logremos reducir el n�mero de femicidios gracias a las pol�ticas p�blicas en este sentido, no dejar�n de existir femicidas , golpeadores, violadores. Porque es un problema social. Nos incluye a todxs y nos incluye en �ste sistema que es capitalista y patriarcal; violento. La soluci�n a la violencia, a esa relaci�n de poder, no se dar� jam�s desde las l�gicas del poder. Es necesario crear y profundizar otras l�gicas , otras clases de relaciones. Segato en entrevistas realizadas por Mariana Carabajal y Ver�nica Gago para P�gina 12 explica que se debe apostar a los v�nculos comunitarios, al colectivismo, a la amistad . Entrar en la relaci�n cara a cara y cuerpo a cuerpo. Conocernos. "Esa atm�sfera comunitaria, localizada, arraigada, es lo �nico capaz de proteger a las personas" asegura.

Rita Segato insiste en que no se debe abandonar la lucha feminista del campo estatal, por leyes, pol�ticas e instituciones propias. Pero nos insta a llevar adelante otras luchas: "con estrategias autogestionadas de autoprotecci�n. Necesitamos v�nculos m�s fuertes entre mujeres, v�nculos que blinden los espacios de nuestras vidas, independientemente de las leyes y las instituciones, y que rompan el modelo de la familia nuclear. Es necesario que las estrategias de autodefensa proliferen pero no como pr�cticas vanguardistas, sino como pr�cticas de las rutinas, de las calles, de las casas, en la vida cotidiana de la gente tal como es".

En definitiva, la lucha feminista no deber�a enfocarse solo en la dimensi�n punitivista, sino en lograr de manera "paraestatal" -sin abandonar las luchas en el Estado- generar comunidad feminista, en todas sus dimensiones, en todos sus rincones, y con/ en todas las personas que la habitan. Un feminismo que no s�lo problematice las relaciones entre hombres y mujeres, sino que cuestione el sistema econ�mico, pol�tico, "cultural", que asuma el rol en esta guerra, que cuestione el racismo, las violaciones cotidianas sobre los cuerpos, y tambi�n en consecuencia cuestione el punitivismo como m�todo de "aprendizaje", que cuestione el dolor como instrumento de castigo, es decir: la violencia, porque as� han controlado nuestras cuerpas, as� han ido someti�ndonos, as� nos han pisoteado y lastimado a nosotras y a nuestras pasadas, as� y por eso es que nos siguen matando. Es necesario un feminismo que se propague en las calles, en las familias, en los trabajos, en las redes cotidianas de encuentro, donde no solo incluya a mujeres sino que incluya a su vez a todxs lxs v�ctimxs del patriarcado, y del capitalismo. Es entiendo yo, indispensable replantearnos el valor que le estamos dando a la vida, el valor que le estamos dando al mundo, a las cosas, a la tierra, a las libertades.

Y en este punto encuentro fundamental el planteo que nos hace el fil�sofo argentino Dar�o Zsztajnszrajber, y a quien ya he citado en esta reflexi�n que �l hace. Anteriormente lo cit� en un escrito sobre "gatillo f�cil"y lo cito hoy nuevamente, porque en el marco de la guerra que transitamos guerra que se est� ejerciendo en diferentes cuerpos y en diferentes formas lo que �l viene a decirnos es igualmente interesante. Porque es el sistema violento que nos enreda, la �tica ego�sta, los medios masivos de desinformaci�n, y el mismo Estado el que nos hace naturalizar �stos actos horrorosos, propios de una guerra, cuando no intentar explicarlos, querer en fin que el mal de alguna manera "nos cierre". Y all� reside la responsabilidad que tenemos como sociedad. As� Zsztajnszrajber c itando a Levinas nos dice: "tenemos que resistir todo intento de justificar lo injustificable, y por eso frente al mal injustificable solo cabe una cosa: resistir con un bien injustificable: el otro siempre es m�s importante que yo". Es necesario, nos dice el fil�sofo argentino, fundar otra �tica, "despu�s de las masacres y atrocidades de los �ltimos tiempos se debe crear, una �tica que se funde en la responsabilidad infinita que tengo frente al sufrimiento del otro". Y en esto de construir una nueva �tica Segato tambi�n nos habla de generar condiciones que no existen, que nacer�n de la f� en el otrx , la fe de que nosotrxs los seres humanos podemos cambiar: "porque la vida es cambio y el cambio es tiempo tanto en la historia individual como en la historia colectiva".

Vemos entonces que la tarea nos compete a todxs , es colectiva. Y la solidaridad, la empat�a, la conciencia social, rescatar la vida con dignidad, salirse de la l�gica cosificadora e individualista son todas inexorablemente claves para poder desterrar de la sociedad la necesidad de "justificar" el mal, de hacer que �ste nos cierre, que nos tranquilice alguna explicaci�n. El mal, el sufrimiento del otrx, como sujetx en el cual yo me constituyo, y en donde yo a la vez me diferencio, no debe tranquilizarnos. En definitiva la lucha feminista no s�lo debe proponerse terminar la violencia contra la mujer, sino luchar para que el capitalismo y el patriarcado caigan juntos.

Victoria Siloff, abogada militante del Encuentro de Organizaciones.

Fuente: lafogata.org

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