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COMPA�ERAS

Colombia, Mujeres: V�ctimas perennes de la trata de personas

La expresi�n triste de Mar�a* se mezcla con rabia, impotencia y mucho miedo. Es un miedo que no se le quita de encima pese a que ya pasaron cinco meses desde que logr� escapar de sus captores en Estados Unidos, a donde la llevaron enga�ada con un falso contrato de trabajo.

Helda Mart�nez
IPS

Las contrataciones falsas son uno de los ganchos para atraer personas, en especial mujeres j�venes para explotaci�n sexual. Pero tambi�n son v�ctimas del tr�fico hombres y mujeres de cualquier edad, usados bajo condiciones de esclavitud en distintos oficios.

En Colombia, el delito afecta anualmente, seg�n los datos disponibles, a unas 70 mil personas, lo que la sit�a en el tercer lugar de Am�rica Latina, detr�s de Rep�blica Dominicana y Brasil.

En conjunto, Am�rica Latina es en la actualidad el nuevo destino destacado del tr�fico humano, un puesto que Jap�n ocup� en la d�cada de los 80 y Espa�a en la de los 90.

El secretario general de la Organizaci�n de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, urgi� el 13 de este mes, en Nueva York, a que los pa�ses endurezcan las medidas contra lo que se llama la esclavitud del siglo XXI.

Ban pidi� reducir la impunidad frente al esc�ndalo de que cada a�o millones de personas sean compradas y vendidas como si fuesen ganado, y record� que "la mayor�a de las v�ctimas son mujeres y ni�os".

Colombia, por ejemplo, se convirti� en los �ltimos a�os en receptor de v�ctimas del delito, procedentes casi siempre de los vecinos Ecuador y Per�. Estados Unidos ha sido y es el principal receptor del tr�fico de latinoamericanos con fines de explotaci�n.

"El a�o pasado desmantelamos una banda que ten�a a 30 peruanos encerrados, trabajando en Bucaramanga", capital del norte�o departamento de Santander, dijo a IPS bajo anonimato un oficial de Investigaci�n de Interpol Colombia.

Pero las estad�sticas reflejan s�lo parcialmente la dimensi�n del delito porque muchas v�ctimas no denuncian por miedo a que los traficantes cumplan sus amenazas, por verg�enza social o porque no comprenden la magnitud de la violaci�n a sus derechos.

"Una mujer me dijo que le hab�a ido peor que mal, que ni le pagaron nada, pero que no denunciar�a porque era solo mala suerte", dijo a IPS la abogada Lina Parra, de la no gubernamental Fundaci�n Esperanza, que atiende a las v�ctimas de trata de personas en Colombia desde hace 13 a�os y en Ecuador desde hace tres.

"Y si la v�ctima no quiere, no insistimos porque consideramos que ya violaron suficientemente todos sus derechos como para ejercer mayor presi�n", contin�o Parra.

La reacci�n de las v�ctimas no cambia que la dimensi�n del delito se equipara con el tr�fico de estupefacientes y de armas. Se desarrolla, adem�s, con estructuras que hacen muy complejo determinar los responsables, porque cada paso se maneja divorciado del siguiente.

"Primero hacen la captaci�n, luego el traslado y despu�s la explotaci�n. Pero algunas personas son rescatadas tras ser captadas, otras son trasladadas pero no explotadas, lo que deriva las denuncias hacia el delito de secuestro, por ejemplo", explic� Parra.

En la dificultad de desmantelar las redes coincidieron tres funcionarios de Interpol que hablaron con reserva de su nombre.

Pero resaltaron que Colombia pas� hace dos a�os a abanderar la lucha contra la trata en la regi�n, tras una labor de 15 a�os con mejora de los m�todos de investigaci�n y la coordinaci�n entre las instituciones.

El impulso inicial lo dio la Fundaci�n Esperanza, que en 1995 conform� el primer grupo interinstitucional contra la trata. Ahora se transform� en un Comit� integrado por 14 instituciones, entre ellas la ONU, dos ministerios, la Fiscal�a General, el Instituto de Bienestar Familiar, Interpol y la propia Fundaci�n.

Este mismo mes, unas 30 colombianas fueron reclutadas con enga�os y llevadas a la ciudad de Ibarra, en Ecuador, donde tuvieron la suerte de ser rescatadas d�as despu�s de ser confinadas en un centro de prostituci�n.

Pero Parra explic� que el episodio mostr� tambi�n que el trauma no cesa con la liberaci�n.

A lo vivido durante el cautiverio se sum� el amarillismo e insensibilidad con que los medios de comunicaci�n trataron el rescate y la situaci�n de las mujeres, lo que represent� un nuevo trauma, relataron las v�ctimas en el albergue de la Fundaci�n en Ecuador.

La Fundaci�n acoge a las v�ctimas al menos un mes, atiende su salud f�sica y psicol�gica, les ayuda a retomar su vida y les apoya en la denuncia y el juicio, cuando se producen.

Por su parte, los funcionarios de Interpol reconocieron la falta de recursos para hacer frente a "la complejidad del delito, diferente a cualquier otro".

Pero consideraron positivo que se haya modificado el C�digo Penal para endurecer el castigo. Las penas para los traficantes o explotadores de personas van ahora de 10 a 15 a�os.

Queda mucho por hacer, sin embargo. Citaron como ejemplo la necesidad de capacitar a jueces y fiscales para que comprendan la dimensi�n del delito, sus causas y consecuencias. S�lo as�, aseguraron, el sistema de justicia dejar� de percibir a las v�ctimas como responsables del propio delito.

"Muchas veces escuchamos durante los procesos que se 'machaca' a las v�ctimas con frases como 'para que se fueron' o 'como no se dieron cuenta' de que se les ofrec�an oportunidades falsas", cit� uno de los entrevistados.

Mar�a y el miedo que no cesa

Pero la gente cae en la trampa cuando est� urgida de oportunidades. Fue el caso de Mar�a, de 40 a�os, original de un pueblo del central departamento de Tolima y residente en las cercan�as de Bogot�, cuando fue captada por las mafias.

Todav�a la domina el miedo, reconoci� a IPS, y a�n teme que sus captores la encuentren a ella o a sus hijos. Eso pese a que se sienta protegida por la Fundaci�n y su caso avance en la Fiscal�a. "Quiero volver a ser yo, pero no puedo", sintetiz�.

Otro sentimiento que la domina es la rabia, porque en noviembre de 2008 acept� un contrato que fue revisado por ella y su familia, antes de decidir que la oferta de un trabajo como servicio dom�stico en casa de unos millonarios colombianos en Estados Unidos era una salida temporal al desempleo y a la falta de recursos que la angustiaba.

La oferta lleg� por un pariente en cuya inocencia Mar�a a�n conf�a. "No sab�a qui�nes estaban detr�s", dijo.

Pero todo cambi� cuando lleg� a una ciudad estadounidense de la que prefiere no dar detalles. Le decomisaron su pasaporte y otros documentos, le impusieron jornadas que iban de 5:00 de la ma�ana a medianoche, con el �nico descanso de media tarde los domingos, y redujeron su alimentaci�n diaria a unas pocas verduras.

En los 39 d�as de esclavitud que soport�, Mar�a rebaj� de 58 a 41 kilogramos, mientras la forzaban a pasar horas de rodillas en tareas extenuantes de limpieza, vigilada y amenazada.

Todav�a peor, se le impidi� todo contacto con su familia, relat� Mar�a despacio, como tratando de exorcizar lo vivido. Una mujer salvadore�a, empleada en una casa vecina a donde estaba confinada, not� su acelerado adelgazamiento y su actitud cohibida y busc� un momento de descuido de sus captores para dialogar con ella.

Le habl� en espa�ol, le aclar� que todo lo que hac�an con ella era ilegal, le explic� c�mo reactivar el tel�fono que sus captores manten�an bloqueado y le dio el n�mero de emergencia para buscar ayuda con la polic�a, que inicialmente se limit� a obligar a los victimarios a que le entregasen el pasaporte y advertirles del trato irregular que le daban a la mujer.

Esa noche, la sometieron a todo tipo de amenazas para ella y su familia en Colombia. Le aseguraron que la denunciar�an por varios delitos y pasar�a a�os en una c�rcel, si no firmaba un documento que exoneraba de toda responsabilidad a sus secuestradores.

Termin� huyendo disfrazada y en una camioneta, ayudada por la vecina salvadore�a y su marido, mientras sus victimarios pensaban que dorm�a.

La llevaron a un centro de atenci�n para v�ctimas de trata de personas. "All� empec� recuperarme, habl� con mi familia, con mis hijos varias veces, y pude darme cuenta de las dificultades que enfrentan muchas personas como yo. Coincid� con otras dos colombianas y otras cuatro se fueron el d�a que entr�", explic�.

Mar�a dijo ser consciente de que tuvo mucha suerte y que su caso es leve respecto de lo que soportan otras muchas personas comerciadas como carne humana por las mafias. Por esas v�ctimas quiere llegar hasta el final, y cree que cuanto m�s se sepa que le pas� a ella, menos caer�n en los enga�os de los que fue v�ctima.

* Mar�a es un nombre ficticio, a petici�n de la testigo.

Fuente: lafogata.org

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