Compa�eras
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Butler frente a Braidotti
Sobre la transformaci�n social
Elvira Burgos D�az
Riff Raff
Es cuesti�n feminista fundamental la de trabajar desde la teor�a y desde la
pr�ctica, imbricadas la una con la otra, por la transformaci�n de la sociedad en
beneficio de las mujeres, y de los hombres tambi�n, a favor de un modo de
pensamiento y de organizaci�n de la vida donde las personas no permanezcan
sometidas o rebajadas en funci�n de la aplicaci�n de categor�as como sexo,
g�nero, sexualidad. Desde el principio mostramos nuestro total asentimiento a la
afirmaci�n de Judith Butler: "El feminismo trata la transformaci�n social de las
relaciones de g�nero, con lo que probablemente estar�amos todas de acuerdo,
aunque "g�nero" no sea la palabra preferida por algunas" . Sin dejar de
reconocer la necesidad de acciones y pr�cticas pol�ticas e institucionales
coincidimos asimismo con su defensa de la teor�a como tarea transformadora.
Porque "en el mismo acto de transformaci�n social todas las personas somos
fil�sofas no expertas, presuponiendo una visi�n del mundo, de lo que est� bien,
de lo que es justo, de lo que es detestable, de lo que la acci�n humana es o
puede ser, de lo que constituyen las condiciones de vida necesarias y
suficientes" .(2)
En el m�s reciente panorama feminista qu� sea la transformaci�n social o cu�l
sea un ejercicio transformador son preguntas distintamente contestadas
dependiendo del marco te�rico feminista que las formule. Sobresale el conflicto
-que no puede, en absoluto, reducirse al antagonismo entre igualdad y
diferencia- entre las teor�as del g�nero y las de la diferencia sexual,
conflicto que trae a escena un importante conjunto de problemas m�s all� de la
cuesti�n de si mujeres y hombres poseemos o no un unitario n�cleo humano. Butler
y Braidotti se insertan en paradigmas conceptuales no coincidentes pero entre
ellas disputan de un modo enriquecedor para el feminismo.
La autora que sin duda ha introducido en la escena del feminismo contempor�neo
la relevancia de la teor�a del g�nero y que ha discutido con energ�a la teor�a
de la diferencia sexual es Judith Butler. Ella recurre a m�ltiples marcos
conceptuales a los que somete a revisiones, cr�ticas y reformulaciones con el
fin de elaborar su propia innovaci�n te�rica. Realiza, adem�s, una labor,
expl�citamente perseguida, de traducci�n cultural en tanto que su formaci�n
vital e intelectual y sus fuentes textuales proceden a la vez del �mbito europeo
y del norteamericano. Rosi Braidotti es una de las m�s afamadas te�ricas de
segunda generaci�n de la diferencia sexual. Tampoco Braidotti, nacida en Italia,
educada en Australia y en Francia y actualmente instalada en Holanda, deja de
estimar el valor del cruce de fronteras culturales, ling��sticas y vitales.
Braidotti y Butler, no en vano, han dialogado y discutido entre ellas y han
hecho p�blico el resultado de su encuentro .(3)
Prop�sito central del pensamiento de Butler es revisar desde dentro, de un modo
inmanente, los conceptos y categor�as de uso frecuente en el marco feminista
para lograr abrir nuevas posibilidades para el feminismo. Le interesa
particularmente establecer alianzas fecundas entre el feminismo y los estudios
l�sbicos y gays, dos espacios de estudios que se distancian y que se conciben
frecuentemente el uno al margen del otro. El feminismo tiende, con demasiada
facilidad, a reducir la sexualidad al horizonte de la relaci�n heterosexual y
desde ah� conceptualiza la diferencia sexual y la diferencia de g�neros, lo que
ha podido ser cuestionado en tanto signo de heterosexismo. Los estudios l�sbicos
y gays, por su parte, oponi�ndose al heterosexismo del feminismo, reflexionan
sobre la sexualidad, sobre la diversidad de pr�cticas sexuales, pero concluyen
por eludir pensar la diferencia sexual as� como muestran indiferencia ante los
debates entre los paradigmas del g�nero y de la diferencia sexual. Para Butler,
la teor�a queer, que en principio surge del entrecruzamiento entre feminismo y
estudios l�sbicos y gays, y de la que Butler es considerada una de sus te�ricas
fundadoras, se inclina cada vez m�s a enfatizar las pr�cticas sexuales por
encima de la identidad de g�nero o sexual.
Al separar el g�nero de las pr�cticas sexuales, Butler afirma que se posibilita
el reconocimiento de un terreno de disonancias entre identidades de g�nero y
pr�cticas sexuales que, en efecto, puede ser muy productivo como objeto de
an�lisis. Ella, justamente, trata de estas disonancias dentro de su proyecto de
problematizar el g�nero. Pero asimismo se plantea hasta qu� punto pueden las
pr�cticas sexuales ser desvinculadas de la cuesti�n del g�nero. Quiz�, apunta
Butler, el tema del g�nero persista de modo inconsciente, pero importante, en el
juego sexual. Esto no significa mantener la irreductibilidad de la diferencia
sexual sino advertir que romper con el g�nero puede ser un modo de volverlo a
traer a escena sin que percibamos su retorno. El peso de las normas de g�nero no
se puede eliminar repentinamente, aunque nos imaginemos identificados
completamente con aquello que hacemos. Las normas de g�nero ejercen una funci�n
tambi�n en el terreno del placer sexual de las pr�cticas no hegem�nicas.
Precisamente, contin�a Butler, el que sea posible trabajar desorientando las
normas de g�nero forma parte del placer que nos suscitan tales pr�cticas
sexuales no convencionales (4). Estos temas son parte fundamental del trabajo de
Butler que nos presenta el g�nero como problema. De ah� que ella considere que
g�nero y sexualidades deben abordarse no seg�n una relaci�n causal y
determinista pero s� en relaci�n, aunque en problem�tica relaci�n. El feminismo
debe ofrecer, as� lo hace el de Butler, una cr�tica de la jerarqu�a de g�nero
que pueda ser incorporada a la teor�a radical de la sexualidad y, por su parte,
esta teor�a radical de la sexualidad debe enriquecer al feminismo.
En el modelo de teor�a del g�nero que elabora Butler, la reflexi�n sobre la
din�mica de las sexualidades minoritarias no s�lo es un tema abordado sino que,
como se acaba de indicar, es cuesti�n clave del an�lisis del g�nero. El
feminismo de Butler pretende movilizar a trav�s de la interrelaci�n entre
g�neros y sexualidades las categor�as del feminismo igualitario y las de la
diferencia sexual. El feminismo igualitario utiliza el g�nero como categor�a de
an�lisis pero no deja de concebirlo como una cualidad externa que la cultura
asigna, con posterioridad, a un n�cleo humano originario, el sujeto racional
aut�nomo, que es el lugar desde donde es posible la resistencia al patriarcado.
La teor�a de la diferencia sexual, por su parte, no facilita pensar la
proliferaci�n de sexualidades divergentes en sus disonancias con la dualidad de
g�neros y de sexos y en interacci�n con cuestiones clave como las de raza,
clase, posici�n colonial. En cuanto al g�nero, el feminismo de la diferencia
sexual, que lo considera ser un concepto producido y encerrado irremisiblemente
en el orden masculinista, falogoc�ntrico, de la cultura patriarcal occidental,
no permite m�s que la renuncia a tal categor�a de an�lisis. El g�nero es
entendido como un producto cultural que se sobrepone a un sujeto previamente
dado, esto es, el g�nero es un suplemento, un significado a�adido, un rol. El
feminismo de la diferencia sexual vuelve entonces la mirada hacia el sexo; busca
insistentemente aquello, el sexo, como dato no accidental, aut�ntico, que ha
quedado impensado, irrepresentado en el dominio del orden simb�lico masculino
que es el que ha impuesto la conocida l�gica de lo mismo -lo uno, el ser, el
hombre- y lo otro -lo negado, lo subordinado, la mujer-.
Para las te�ricas de la diferencia sexual, la mujer no es, entonces, como dijera
Beauvoir, lo Otro, sino que el sexo mujer es "lo otro de lo Otro", entendiendo
que el concepto de lo Otro de Beauvoir queda a�n atrapado dentro del orden
masculinista y que lo as� denominado "lo otro de lo Otro" es lo que estando
ausente, fuera de ese orden, hay que empe�arse en pensar para por su mediaci�n
dar expresi�n a un diferente orden simb�lico, el femenino, el de la madre.
Entonces, mientras que para el feminismo igualitario el t�rmino mujer remite al
orden de lo cultural y es el t�rmino sujeto humano, individuo racional, el que
se refiere al n�cleo previo que debe ser liberado de las constricciones
socioculturales, "mujer" para el feminismo de la diferencia sexual tiene una
doble connotaci�n: es palabra que alude a g�nero femenino (la mujer como lo
Otro) y en tanto tal su significado est� en manos del patriarcado; "mujer" en
cuanto sexo, cuerpo, diferencia femenina, es lo repudiado por el orden
masculinista y es, por consiguiente, lo que est� fuera de ese orden (la mujer
como lo otro de lo Otro).
En contra de la visi�n simplista que en ocasiones se ofrece de la teor�a de la
diferencia sexual, Butler, sin embargo, insiste en que el concepto de diferencia
sexual es irreductible, en consecuencia con lo dicho, tanto al concepto de
g�nero como al concepto de sexo cuando sexo significa mera asignaci�n sexual
desde la perspectiva m�dico-biol�gica. Butler se refiere expl�citamente (5) a
Rosi Braidotti, a la que estima especialmente, como autora que desde el marco de
la diferencia sexual no puede ser reducida, en su obra, a un pensamiento ni de
corte biologicista ni pr�ximo a la noci�n sociol�gica de g�nero. Braidotti
conceptualiza la diferencia sexual en una direcci�n en la que desaf�a tanto al
biologicismo como tambi�n al culturalismo, porque reflexiona sobre la
corporalidad en t�rminos semi�ticos y simb�licos al tiempo que considera que la
diferencia sexual aunque tiene una vida discursiva no puede ser reducida a
discurso. Rosi Braidotti nos propone, en efecto, "redefinir una teor�a
materialista transm�vil de la subjetividad feminista que trabaje dentro de los
par�metros de la dif�cil situaci�n posmoderna, sin idealizarla rom�nticamente,
pero sin caer tampoco en la nostalgia por un pasado supuestamente m�s saludable"
(6) . Para esta tarea, nombra como piedra b�sica angular el cuerpo, pero el
cuerpo que no ha de ser entendido en t�rminos esencialistas, de los que ella
constantemente intenta escapar en coherencia con su apuesta nom�dica de
inspiraci�n deleuziana. El cuerpo no funciona en su proyecto "ni como una
categor�a biol�gica ni como una categor�a sociol�gica, sino m�s bien como un
punto de superposici�n entre lo f�sico, lo simb�lico y lo sociol�gico" . (7)
Desde el punto de vista de la diferencia sexual, considerar el g�nero como
significado a�adido al sujeto supone desconsiderar c�mo trabaja en el lenguaje
la diferencia sexual para establecer la noci�n de sujeto y c�mo ese sujeto
construido, de car�cter masculino, excluye lo femenino de la formaci�n del
sujeto. Incluso aceptando que pueda haber un sujeto femenino, las te�ricas de la
diferencia sexual postulan que ese sujeto femenino no deja de ser un efecto de
la diferencia sexual. Afirman que la teor�a del g�nero malinterpreta el modo en
que se instala a trav�s del lenguaje la relaci�n asim�trica entre los sexos; que
el giro hacia el g�nero disimula las estructuras m�s fundamentales del lenguaje,
de la inteligibilidad, y que no comprende que el sujeto se elabora sobre la base
de una grieta que produce el inconsciente. As�, Braidotti opina que en el
contexto europeo, algunas versiones de los estudios de g�nero consideran la
producci�n cultural de la feminidad y de la masculinidad como an�logas, con lo
que se contradice el impulso feminista tendente a resaltar las posiciones
asim�tricas de los sexos que emergen en el lenguaje y en el inconsciente. Estos
estudios de g�nero adoptan una perspectiva anti-feminista que desradicaliza la
pol�tica feminista. Adem�s, esas focalizaciones exclusivas en el g�nero niegan
la historia feminista de Estados Unidos que reclama radical libertad sexual as�
como al feminismo espec�fico de las mujeres negras, que han hecho m�s complejo
el marco feminista al tener en cuenta las relaciones de poder que constituyen el
g�nero. Entonces, si en el contexto de Estados Unidos, la teor�a del g�nero se
ha dirigido a ir m�s all� del horizonte de la diferencia sexual que privilegia
la diferencia entre masculinidad y feminidad por encima de otras diferencias,
relaciones e instituciones, en el contexto europeo, el g�nero, por el contrario,
ha llegado a ser un modo de rechazar la pol�tica feminista al afirmar la
simetr�a de las posiciones de mujer y hombre.
Dada la complejidad se�alada al respecto de la diversidad de planteamientos
ofrecidos, a Butler lo que en este caso le interesa plantear es la importancia
de la pregunta sobre desde qu� posici�n feminista se reclama la destrucci�n de
la teor�a del g�nero. Es preciso afinar el an�lisis y evitar juicios demasiado
generalizadores porque ni bajo el r�tulo de teor�a del g�nero ni bajo el de
diferencia sexual se ofrece un �nico y monol�tico pensamiento.
Partiendo de la diferencia sexual el an�lisis feminista investiga el modo en que
est�n constituidos diferente y asim�tricamente la feminidad y la masculinidad.
Se recurre a un dominio de lo simb�lico considerando que es en ese dominio donde
se organizan las posiciones divergentes y donde se dan los par�metros de lo
social. Dicho de otro modo, la diferencia sexual analiza la asimetr�a de la
relaci�n entre los sexos y tambi�n la separaci�n de las esferas de lo simb�lico
y de lo social, postulando que lo simb�lico precede y organiza lo social. Por
otro lado, los estudios de g�nero muestran inclinaci�n hacia el sociologismo,
afirma Butler, no teniendo en cuenta la dimensi�n simb�lica y psiconal�tica por
la que se establecen en el lenguaje lo femenino y lo masculino.
Irigaray sostiene que lo femenino existe dentro del orden masculinista como un
significante y que, adem�s, lo femenino existe fuera de esa econom�a como
aquello repudiado para simular la representaci�n de lo femenino como lo femenino
mismo. En este sentido, podr�a ser que la teor�a del g�nero identifique
err�neamente la construcci�n de lo femenino dentro de la econom�a masculinista
con lo femenino mismo, con lo que se pierde la distancia cr�tica para llevar a
efecto un cuestionamiento de esa construcci�n de lo femenino. Lo que hace
Irigaray es situar a lo femenino en un lugar que excede su articulaci�n dada,
porque considera que toda articulaci�n de lo femenino est� gobernada por el
falogocentrismo. Butler indica, que desde esa argumentaci�n de Irigaray se
sostiene una inconmensurabilidad entre lo femenino, o la mujer, y el ser
viviente que plantea una serie de cuestionamientos cruciales. Las preguntas de
la teor�a del g�nero practicada por Butler son: si las representaciones
existentes son "fantasmas normativos" (8) , �c�mo podemos contestar la fuerza de
esas representaciones?; �c�mo debe proceder el feminismo en su esfuerzo por
representarse a s� mismo cuando considera lo femenino como el l�mite de la
representabilidad?
El problema para Butler es que desde la diferencia sexual se concibe lo
simb�lico como la escena fundadora del repudio de lo femenino. Ese repudio es
as� lo que capacita y estructura la articulaci�n de lo simb�lico mismo y lo
simb�lico, como campo de normatividad, estructura lo dado socialmente. Por lo
tanto, es central para el pensamiento de Butler, que replica esa radical
disyunci�n afirmada por la diferencia sexual, reflexionar sobre la relaci�n
entre lo simb�lico y lo social. Ella nos advierte de si no ser� que esa teor�a,
al reclamar la prioridad de la estructura del repudio de lo femenino en relaci�n
con el dominio de la organizaci�n social, deviene un modo de reforzar el repudio
de lo femenino y un modo de impedir la transformaci�n social. Los presupuestos
te�ricos de la diferencia sexual dificultan enormemente precisamente la acci�n
transformadora al insistir en un dominio simb�lico anterior al �mbito de lo
social y del que lo social depende. �Qu� significa -nos interroga Butler- decir
que la diferencia sexual es un orden simb�lico en lugar de afirmar que es un
orden social? La cuesti�n es si al defender su car�cter simb�lico no se est�
defendiendo con ello su naturaleza inmodificable. Al considerar al falo como
significante primario y a lo femenino como lo siempre repudiado, la
heterosexualidad de la escena psicoanal�tica queda reconsolidada. Se percibe ah�
que mantener que lo masculino y lo femenino son inevitablemente asim�tricos
contribuye a afianzar el sexismo y el heterosexismo de la cultura dominante.
Butler se pregunta: "�Y qu� pasar�a si no hubi�ramos hecho nada m�s que abstraer
el significado social de la diferencia sexual y exaltarla como estructura
simb�lica y, por tanto, pre-social? �Es �sta una manera de asegurarnos que la
diferencia sexual est� por encima de cualquier disputa?" .(9)
Plantearse de qu� modo se puede reconfigurar la relaci�n entre lo simb�lico y lo
social, con el fin de posibilitar que desde lo social se lleve a cabo una
alteraci�n de lo simb�lico, es un proyecto que persigue la teor�a del g�nero de
Butler. La distinci�n entre lo simb�lico y lo social debe ser problematizada y
as� lo hace el discurso de Butler, en el que lo social no se reduce a lo ya dado
socialmente ni se entiende la acci�n transformadora dentro del marco marxista de
una teleolog�a hist�rica. Quiz�, nos plantea Butler, esta problematizaci�n de la
distinci�n entre lo simb�lico y lo social pueda aliviar la tensi�n entre el
marco de la teor�a del g�nero y el de la diferencia sexual. Concibiendo el
g�nero como performativo, como hace Butler, como un conjunto de significados
adquiridos y variables quiz� sea factible pensar el g�nero en relaci�n din�mica
con los esquemas de la normatividad sexual (10) . En su Gender Trouble (11) ,
problematiza la supuesta coherencia, estabilidad y verdad del g�nero, y del
sexo, en tanto que quiere discutir el esencialismo del feminismo que asevera que
la identidad es algo natural dado ah�, esencia habitante en el interior del
cuerpo. Cierto que la teor�a de la diferencia sexual no mantiene sin m�s y en
todas sus formulaciones esa clase de esencialismo natural que disputa Gender
Trouble, pero muestra cierta preocupante tendencia a concebir la dominaci�n
patriarcal bajo el signo de lo inevitable. "�Existe realmente una diferencia
sexual que no sea su forma institucionalizada, la dominante, que es la
heterosexualidad en s� misma?" (12) , nos interroga Butler.
Lo simb�lico, tal y como es definido por el psicoan�lisis lacaniano y por
ciertos feminismos de la diferencia sexual, es sometido por Butler a una
revisi�n en la que los l�mites formulados a la representaci�n se abren a
rearticulaciones y a transformaciones desde la presi�n ejercida por las
pr�cticas sociales. Adem�s, ella cuestiona la separaci�n metodol�gica mantenida
por los estudios l�sbicos y gays entre la sexualidad, la diferencia sexual y el
g�nero al considerar que esa separaci�n mantiene el problema de lo femenino y
del feminismo como lo irrepresentable, lo que hace m�s fuerte la ley
convencional que dicta el dominio de lo masculino. Proclamar una sexualidad
liberada del g�nero y de la diferencia sexual es no cuestionar la supuesta
simetr�a entre lesbianismo y homosexualidad masculina que se basa en la idea de
la separabilidad de las lesbianas del feminismo y de la separabilidad del sexo
de la diferencia sexual. En contra de ello, Butler defiende la productividad
para el an�lisis, y para la acci�n transformadora, de la interrelaci�n entre
feminismo y teor�a queer, as� como el entrecruzamiento de los marcos de la
teor�a del g�nero y de la diferencia sexual en el seno del pensamiento
feminista.
Mas, sobre todo, en la tensi�n observada entre teor�as del g�nero y teor�as de
la diferencia sexual, es el pensamiento de Braidotti, como se dec�a, el que
Butler valora como de mayor provecho para el intercambio cr�tico. Butler reclama
la importancia de establecer distinciones entre las distintas autoras de la
diferencia sexual. Algunas, como la feminista alemana Barbara Duden, desarrollan
sus argumentos al respecto de la necesidad de la distinci�n entre los sexos
sobre una base biol�gica. Otras, las estructuralistas y las postestructuralistas
no interesadas en discutir el g�nero, defienden la diferencia sexual como fondo
del que surge el lenguaje y la cultura. Contin�a Butler: "Pero entonces aparece
otra distinci�n: est�n las que s�lo encuentran �til el paradigma estructuralista
porque ilustra la continua diferencia de poder entre hombres y mujeres en la
sociedad, y nos proporciona una forma de entender la profundidad con que esta
diferencia determina el orden simb�lico en que vivimos. Entre estas �ltimas,
creo, sigue existiendo una diferencia entre las que consideran que el orden
simb�lico es inevitable, y as� ratifican el patriarcado como estructura
inevitable de la cultura, y las que piensan que la diferencia sexual es
inevitable, b�sica, pero que su forma patriarcal es rebatible. Rosi Braidotti
pertenece a estas �ltimas, y ya pueden imaginarse por qu� es con ella con la que
probablemente he tenido conversaciones m�s �tiles, si no necesarias" (13) .
Teniendo presentes las voces deconstructivas -Deleuze y Foucault, adem�s de
Irigaray- Braidotti, ciertamente, formula la diferencia sexual en t�rminos de
aquellas diferencias "que las mujeres pueden establecer en la sociedad" (14) ,
como condici�n de posibilidad para pensar en todas sus otras diferencias y con
el fin de conformar una redefinici�n de la subjetividad femenina distanciada de
determinismos biol�gicos o ps�quicos.
Leamos, en lo que sigue, fragmentos de un intercambio comunicativo entre Butler
y Braidotti . (15)
Con insistencia mantiene Braidotti la tesis de que centrarse en el g�nero y no
en la diferencia sexual es evitar reflexionar sobre el problema de la asimetr�a
entre mujeres y hombres y, por tanto, imposibilitar el pensamiento feminista
sobre la dominaci�n masculina, pensamiento que Braidotti encuentra ya formulado
en el an�lisis de Beauvoir donde los hombres, en tanto representantes de lo
universal abstracto, se nos presentan desincardinados y desde ah� capaces de
transcendencia, y donde las mujeres aparecen relegadas, perdiendo su
subjetividad, al confinamiento en el espacio de sus cuerpos y as� ancladas en la
inmanencia. Butler impulsa, firme de igual modo, la idea de que la vuelta hacia
el g�nero es tambi�n, y sobre todo, un modo de enfrentar la noci�n r�gida de la
asimetr�a de los sexos defendida por la teor�a de la diferencia sexual, aunque
Braidotti no comparte esa intelecci�n de la diferencia sexual como teor�a
"monol�tica " y "ahist�rica". Para Butler, Braidotti no deja de mantener que la
asimetr�a es irreductible e irreversible al tiempo que sostiene que esa
asimetr�a debe ser el fundamento de la pol�tica feminista. "�Acaso no se limita
simplemente a reificar una asimetr�a social como una necesidad eterna,
instalando de ese modo el pathos de la exclusi�n como la "base" del feminismo?"
(16) , inquiere Butler.
Existe un margen para las mujeres en el que ellas no est�n sujetas al orden
simb�lico patriarcal, expone Braidotti, y ese margen, sostenido por la
experiencia vivida, es el que se debe aprovechar para la acci�n feminista. Para
Braidotti: "El punto de partida del proyecto de la diferencia sexual consiste en
la voluntad pol�tica de afirmar la experiencia corporal, vivida, de la mujer.
Esto implica el rechazo de la diferencia sexual desincardinada mediante la
valorizaci�n de un nuevo sujeto supuestamente "posmoderno" y "antiesencialista";
en otras palabras, el proyecto de la diferencia sexual conlleva la voluntad de
reconectar todo el debate sobre la diferencia con la existencia corporal y la
experiencia de las mujeres" (17) . La lucha feminista implica la adopci�n de un
planteamiento deliberado y consciente, aunque la identidad femenina tiene que
ver con el inconsciente, pero esa acci�n feminista defendida por Braidotti
reivindica la conexi�n de la pol�tica con la experiencia vivida de las mujeres.
Braidotti se apropia del concepto de deseo, de gran fuerza en Deleuze, como
instrumento productivo para el feminismo. El deseo, el deseo de libertad, es a
lo que da cauce el feminismo, entendiendo que la libertad, la justicia, no son
s�lo valores racionales; son, sobre todo, objeto de deseo. De ah� que la
pol�tica no deba ser fr�a y dogm�tica sino que deba estar vinculada con el
cuerpo, su experiencia, sus deseos.
Y a pesar de que este recurso a t�rminos como cuerpo, experiencia, pueda ser
interpretado f�cilmente como rasgo esencialista, de tal modo se lo plantea
Butler, Braidotti discutiendo esa lectura subraya que si bien la posici�n
simb�lica es com�n para las mujeres ello no implica que todas las mujeres sean
iguales ni que exista algo como una esencia fija femenina. Lo importante del
pensamiento de la diferencia sexual, "el punto de partida esencial es, pues, la
no coincidencia fundamental de la identidad con la idea tradicional cartesiana
de conciencia" (18) . Cierto que el concepto de diferencia presenta una serie de
problemas y que a su alrededor han surgido diversas contradicciones. Braidotti
no se ahorra el realizar una breve historia del uso europeo del concepto de
diferencia a la vez que afirma la necesidad de aceptar ese n�cleo de
contradicciones. "Diferencia" ha tenido una aplicaci�n racista; ha tendido a
justificar jerarqu�as a trav�s de la categor�a de lo otro de claras
connotaciones esencialistas.
Se debe reflexionar sobre la historia del t�rmino e intentar liberarlo de sus
conexiones con el poder y con la dominaci�n. La estrategia seguida por Braidotti
para ello es la de "una repetici�n mim�tica y creativa" (19) . No se trata,
entonces, de rechazar el t�rmino como inevitablemente esencialista. Lo no
aceptable es abandonar el marco de la diferencia sexual para substituirlo por el
del g�nero. Braidotti argumenta en este sentido relatando los resultados
lamentables, acontecidos en Europa, de la introducci�n de los estudios de g�nero
en las Universidades. El estudio de la masculinidad, en ciertos Departamentos,
ha ocupado el privilegio y los fondos econ�micos de la instituci�n, relegando
los estudios feministas. En Holanda, los llamados ir�nicamente por Braidotti
"muchachos brillantes" (20) , han llegado, en ocasiones, a dirigir y controlar
los estudios de g�nero. Ante tales situaciones no deseables para el feminismo,
el concepto de diferencia sexual persigue la potenciaci�n simb�lica de lo
femenino. Reclama la no disoluci�n de las mujeres en otras categor�as como
g�nero o postg�nero pero niega que ello suponga la adopci�n de una postura
heterosexista; cr�tica que en efecto le arroja la teor�a queer con respecto a la
que la teor�a de la diferencia sexual se mantiene, en coherencia, resistente. La
diferencia sexual no comparte las posturas del lesbianismo radical, matiza
Braidotti, pero el deseo homosexual femenino est� en el n�cleo de la teor�a de
la diferencia sexual y no la heterosexualidad. Braidotti comenta que la
heterosexualidad es pensada como una posibilidad a la que es posible dirigirse,
as� ha sucedido en Irigaray y no en Cixous.
Uno de los puntos m�s cuestionados por Butler del paradigma de la diferencia
sexual es su intelecci�n del orden de lo simb�lico en tanto se postula su
car�cter anterior y estructurador del �mbito de lo social, como as� ha sido
comentado en p�rrafos previos. �sta es una cr�tica persistente en la obra de
Butler, quien en este momento concreto alude a c�mo la separaci�n entre lo
simb�lico y lo social tiende a considerar lo simb�lico como estructura vac�a de
su socialidad, como una idealizaci�n de la organizaci�n social. Butler le
replica a Braidotti el mantenimiento de categor�as universalizadoras como la de
"sistema patriarcal de dominaci�n" (21) , cuando categor�as como �sa han sido ya
sometidas a incisivas y consistentes problematizaciones. Ha sido puesta en duda
la universalidad del patriarcado porque las relaciones de poder son
culturalmente variables y porque el tema del poder no puede ser abordado tan
s�lo desde la �ptica de la dominaci�n, tal y como nos ense�� Foucault.
A este respecto, Braidotti se�ala su apuesta en favor de la interrelaci�n entre
las esferas de lo simb�lico y lo social aunque afirma que uno y otro �mbito
est�n violentamente separados. Ello supone, para Butler, que aun pensados en
relaci�n no deja de postularse su diferenciaci�n as� como la insuperabilidad de
su distinci�n. Permanece, para Butler, la confusi�n, cierta ambig�edad e,
incluso, contradicci�n, en ladefensa de Braidotti del dinamismo e historicidad
de lo simb�lico en tanto que al mismo tiempo distingue lo simb�lico de lo social
y de lo material. Braidotti, mientras tanto, afirma querer ofrecer una
evaluaci�n del modo de operar del simb�lico patriarcal, por un lado; mostrar un
proyecto ut�pico feminista orientado hacia la destrucci�n de ese orden simb�lico
patriarcal con el fin de inaugurar un orden alternativo, por otra parte; y, en
tercer lugar, motivar la conversaci�n sobre este tema del orden simb�lico
masculino. En Deleuze, m�s que en Lacan, cuyo simb�lico asume el rasgo de un "esencialismo
ps�quico" (22) , halla Braidotti una conceptualizaci�n de lo simb�lico, como
proceso din�mico de pr�cticas significantes donde se entreteje lo ling��stico y
lo social (23) , mucho m�s propicia para el desarrollo y la formulaci�n de su
programa feminista.
En otros varios y abundantes textos, tambi�n Butler ha discutido el concepto
lacaniano de lo simb�lico, tem�tica recurrente en su pensamiento. Junto con
Gayle Rubin (24) , observa en Lacan consecuencias totalizadoras, desconectadas
de lo social, en su formulaci�n de lo simb�lico, donde lo simb�lico parece
indicar algo dentro de una supuesta naturaleza de la estructura cerebral como
sede del lenguaje. Lo simb�lico tiene que ver con la estructura del lenguaje
posibilitadora de la emergencia del sujeto hablante, y de la condici�n de lo
inteligible, en el marco de la diferencia sexual, lo que conlleva que el
lenguaje y la diferencia sexual son coextensivos. Se torna imposible adquirir
una posici�n en el lenguaje al margen de la diferencia sexual, fuera del
movimiento que establece los lugares de la madre y del padre as� como la
prohibici�n del incesto, determinando r�gidamente ese sistema de parentesco.
Rubin y Butler subrayan esta problem�tica de un sistema que establece la
diferencia sexual como diferenciaci�n primaria sin la que no es posible adquirir
capacidad ling��stica alguna. Ocurrir�a, desde la perspectiva lacaniana, que si
los humanos fu�semos hermafroditas o estuvi�ramos dotados para una asexual
reproducci�n, carecer�amos de lenguaje. De ah� que el feminismo elaborado a
partir de Lacan no estime el valor de lo social y desatienda la �ntima
implicaci�n de las estructuras ps�quicas con las estructuras sociales.
No todas las cuestiones problem�ticas se reducen para Butler, sin embargo, a la
asunci�n del marco lacaniano. Aunque el pensamiento de Deleuze sea m�s din�mico
en su conceptualizaci�n de lo simb�lico, en su intercambio comunicativo con
Braidotti no deja de ser contundente al afirmar: "Me pregunto si lo simb�lico
est� destinado a operar de esa forma, vale decir, como un conjunto de
estructuras y din�micas reguladoras que ponen un l�mite a lo que puede y no
puede ser elegido. �Qui�n, por ejemplo, es el autor que decide estas cuestiones
y por qu� la autor�a misma est� decidida de antemano precisamente por este
funcionamiento simb�lico? Pienso que lo simb�lico designa el car�cter idealizado
del poder regulador y que ese poder debe situarse y criticarse, en �ltima
instancia, dentro de una concepci�n intensificada de lo social. Se trata, pues,
de una clara diferencia entre nosotras" (25) .
De la exposici�n y comentario de este debate entre el paradigma del g�nero y el
de la diferencia sexual, del cruce de preguntas y respuestas entre Butler y
Braidotti, no perseguimos, sin embargo, poder dar por concluida la tensi�n del
conflicto, ahora o en un futuro. Lo contrario es m�s bien lo acertado. La
pol�mica es el n�cleo mismo de la productividad del pensamiento feminista.
Reconocer y apoyar el valor de la interrogaci�n abierta por las tesis
divergentes; poner en suspenso la seguridad de nuestras conceptualizaciones y
categor�as, as� como la cualidad de bondad y justicia de la organizaci�n de
nuestras vidas, tanto como dudar de la verdad de nuestro ser m�s �ntimo, de
nuestro sexo, es justamente lo destacable en mayor medida en este conflicto de
paradigmas. Ah� reside, en asumir el riesgo de la quiebra de nuestras certezas
ontol�gicas y epistemol�gicas, �ticas y pol�ticas, el potencial de
transformaci�n social, y de transformaci�n tambi�n de nosotras mismas, de la
teor�a y pr�ctica feminista.
En su ensayo "The End of Sexual Difference?" (26) Butler vuelve a referirse a
los planteamientos de Braidotti y a retomar el an�lisis de la dificultad
encerrada en los t�rminos que necesitamos usar. El feminismo, en sus diferentes
versiones, no entiende un�nimemente el concepto de igualdad como una defensa de
que mujeres y hombres son intercambiables. Nociones como las de igualdad,
justicia, libertad, no son un�vocas y hacen compleja una formulaci�n de car�cter
internacional de significado plenamente compartido. La cuesti�n, y es cuesti�n
subrayable, es que contin�a el debate sobre qu� es una mujer, c�mo se define la
categor�a y qui�n la define. �ste es un problema no resuelto y de ah� su inter�s
y su potencialidad productiva para Butler. Porque el feminismo no puede proceder
postulando un conjunto de premisas como punto de partida y como fundamento para
la confecci�n de su programa de trabajo. Es, al contrario, acci�n din�mica en
tanto sit�a en el punto de mira de la cr�tica sus premisas y presupuestos dentro
de un irrenunciable marco democr�tico abierto al conflicto de sus identidades.
Ello no supone la renuncia a la activa intervenci�n en el mundo sino comprender
que es justamente su vinculaci�n directa con las pr�cticas sociales y pol�ticas
el motivo de la emergencia de las internas disidencias del feminismo. Butler
afirma que "resistir el deseo de resolver esta disensi�n en una unidad es
precisamente lo que mantiene al movimiento vivo" (27) . Entendiendo adem�s, y
como ya se coment� al comienzo de este texto, que el feminismo en cuanto
movimiento social no es nunca algo completamente distinto del feminismo en tanto
teor�a, ya que el movimiento guarda siempre relaci�n con actos de teor�a y �sta,
la teor�a feminista, carecer�a de contenido sin el movimiento.
Perder el miedo a la cr�tica interna, aceptar que no hay premisas
incuestionables, que los valores no proceden del silenciamiento de la pol�mica;
as� como actuar en el reconocimiento de la complejidad que somos, constituyen
claras apuestas del feminismo elaborado y practicado por Butler. En este sentido
y en el contexto concreto de este ensayo, "The End of Sexual Difference?",
Butler se ocupa en indagar, de nuevo, en las relaciones conflictivas observables
entre los conceptos de "diferencia sexual", "g�nero" y "sexualidad". Su inter�s,
lejos de luchar por la victoria en el combate, incide en pensar por qu� son tan
importantes los t�rminos para aquellas personas que los utilizan y c�mo a la vez
que abren posibilidades en una direcci�n cierran otra variedad de caminos
viables.
La diferencia sexual es defendida, la mayor parte de las veces, como base
irrenunciable de la que surge el pensamiento, el lenguaje, el ser del cuerpo en
el mundo. Incluso lo que contra ella se puede argumentar, se afirma, est� ya
dependiendo de la diferencia sexual puesto que la diferencia sexual estructura
nuestro decir. Butler se pregunta, nos pregunta, si de la diferencia sexual, en
un sentido primario, procede toda significaci�n. De Irigaray resalta Butler a
este respecto c�mo en su �tica de la diferencia sexual considera a la diferencia
sexual no como un hecho o como algo dado ni como lo "real" de Lacan, sino como
"la cuesti�n de nuestro tiempo" (28) , marca de la modernidad que inaugura la
problem�tica de lo irresuelto como la nuestra propia. La diferencia sexual
afirmada por Irigaray es, en palabras de Braidotti, "la gran paradoja de nuestro
tiempo" (29) . Una cuesti�n que Irigaray se esfuerza en pensar; una cuesti�n que
persiste como as� lo indican tanto los argumentos a favor de la diferencia
sexual como los que a ella se oponen. En opini�n de Butler, en Irigaray la
diferencia sexual no adquiere el car�cter de lo fundacional; la diferencia
sexual, antes que llegar a configurarse como la base del feminismo, incita la
pregunta feminista, la actividad de la interrogaci�n. Esto explica la atenci�n
prestada a Irigaray porque para Butler los t�rminos deben ser usados,
reapropiados, incluso aquellos que en ocasiones han sido instrumentos de
exclusi�n y opresi�n, pero comprendiendo su apertura en direcciones divergentes,
no previsibles de antemano.
Cierto que puede ser fuerte el deseo de cerrar esa incertidumbre del futuro
provocadora de ansiedad. La actividad que interroga nuestros presupuestos,
nuestras convicciones, es considerada peligrosa pero porque s�lo se percibe como
un impulso hacia la p�rdida de nuestras convicciones, no teniendo en cuenta la
posibilidad de que ese trabajo de puesta en cuesti�n se encamine hacia una
revitalizaci�n de los conceptos e ideas en su alejamiento de sus lugares
fundacionales. Butler describe ese "miedo a pensar" como un miedo que ha sido
moralizado como signo de la defensa de lo pol�tico advirtiendo que en ese
sentido la pol�tica requiere de una cierta actitud "anti-intelectualista".
Negarse a pensar, a volver a pensar las opciones pol�ticas elegidas es, dice
Butler, "optar por una posici�n dogm�tica al precio tanto de la vida como del
pensamiento" . (30)
Cuestionar el feminismo, inquirir sobre las alteraciones de sus categor�as, no
es renunciar al feminismo ni al uso de sus t�rminos. Quiz� ese terror producido
por la interrogaci�n de los t�rminos, terror que asimila la dislocaci�n de los
t�rminos con la imposibilidad de su uso y con la puesta en duda de la vida
misma, apunta, nos propone Butler, a que t�rminos como "sujeto",
"universalidad", son asumidos en un sentido "moral", bajo la "forma de un
imperativo" (31) cuyo incumplimiento es terror�ficamente penalizado. Ello
explicar�a, pero no legitimar�a, la paralizante negativa a cuestionar los
t�rminos en los que se desarrolla la vida.
La tendencia, una tendencia fundacionalista, del marco pol�tico contempor�neo a
elaborar una firme base te�rica para la acci�n pol�tica, la ejemplifica Butler
aqu� comentando, no sin cierta iron�a, c�mo la propuesta metodol�gica de ciertos
estudios queer concluyen que mientras el g�nero es el asunto propio del
feminismo, el sexo y la sexualidad es el tema de an�lisis de los estudios
l�sbicos y gays. G�nero y sexualidad no deben confundirse, seg�n se propone
desde esos movimientos te�ricos y pol�ticos. Y, sin embargo, nos cuenta Butler,
en tono claramente cr�tico, que en 1995 (y en la actualidad contin�a en la misma
l�nea intensific�ndola a�n m�s )(32) el Vaticano propuso que la plataforma sobre
el estatuto de las mujeres de United Nations Non-Governamental Organizations (NGO)
deb�a condenar el t�rmino "g�nero" con el argumento de que esa noci�n es un
c�digo para la homosexualidad (33) . Para el Vaticano es el t�rmino "sexo" el
que se debe emplear como v�a para asegurar la conexi�n entre feminidad y
maternidad y como medio de mostrar la naturalidad y la divinidad de ese orden
necesario de los sexos. De hecho, algunos estados miembros de NGO se dejaron
dominar por las tesis del Vaticano y eliminaron la palabra "g�nero"
substituy�ndola por "sexo" en sus disposiciones preparatorias del encuentro de
1995 en Beijing. Con raz�n y con acierto, otros miembros del comit� reaccionaron
afirmando que las tesis de la Iglesia Cat�lica eran insultantes, que su
finalidad era "invertir los logros conseguidos por las mujeres intimid�ndolas y
bloqueando todo progreso futuro". Se opon�an a que las mujeres volvieran a ser
consideradas bajo la tradicional l�gica de "la biolog�a es el destino" que las
confina y las reduce a sus "caracter�sticas f�sicas sexuales" (34) . Reclamaban
en contra del Vaticano la reafirmaci�n del uso del t�rmino g�nero. Por lo tanto,
en esta pol�mica se�alada en torno a la noci�n g�nero se observa c�mo,
parad�jicamente, "g�nero" es tomada, en un caso, como palabra que sostiene a la
homosexualidad y, en otros casos, en los estudios l�sbicos y gays, "g�nero" es
considerada como palabra opuesta a homosexualidad. Adem�s, ocurre tambi�n que
desde dentro de la teor�a feminista, en algunas de sus versiones y como se ha
dicho m�s arriba, se desprecia la categor�a de g�nero como signo de cualidades
construidas y variables al tiempo que se defiende el concepto de diferencia
sexual en tanto que este concepto s� remite a diferencias fundamentales.
De acuerdo con el an�lisis de Butler, son dos movimientos pol�ticos, si bien
opuestos en muchas direcciones, los que rechazan el t�rmino g�nero. Para el
Vaticano g�nero se vincula con homosexualidad al potenciar la idea de que la
homosexualidad es un g�nero m�s, que ser homosexual es no ser ya ni mujer ni
hombre, como si la persona homosexual renunciara a su sexo de adscripci�n. De
ah� que la homosexualidad sea conceptualizada como una proliferaci�n de g�neros.
�ste es el miedo del Vaticano. Junto al g�nero masculino y al femenino se
situar�an la lesbiana, el homosexual, transexual, etc. El sexo reproductivo, el
mandato de la necesidad de la heterosexualidad, perder�a su lugar de privilegio
en favor de las sexualidades. Los estudios queer que mantienen la divisi�n
metodol�gica entre teor�a queer y feminismo, por su parte, participan de la
presunci�n de que la sexualidad excede y desplaza al g�nero proyectando la
utop�a de una vida posible m�s all� del g�nero. Sin embargo, se hace evidente
que mientras que el Vaticano rechaza al g�nero para volver al sexo la teor�a
queer se mueve no hacia el sexo sino hacia la sexualidad. El Vaticano no
queriendo la separaci�n entre sexo y sexualidad que pone en peligro el supuesto
de la naturalidad de la reproducci�n se opone al g�nero y a la teor�a queer. Y
la negativa al g�nero de la teor�a queer es, a la inversa, porque es la base del
feminismo y de su presunto asiento en la heterosexualidad. Pero tampoco se puede
dejar de considerar el hecho de que el t�rmino "g�nero" tambi�n en Estados
Unidos es en ocasiones aplicado, como indicador de meras caracter�sticas
culturalmente construidas, al margen del feminismo y de su dimensi�n pol�tica.
As� en programas de estudios de g�nero, algunos de ellos desarrollados asimismo
en la Europa del este, el g�nero adquiere legitimidad acad�mica eludiendo la
pol�mica feminista.
Una �nica y cerrada definici�n de g�nero no es suficiente. Esto aprendemos del
debate apuntado. Lo importante para Butler de este conflicto de perspectivas e
interpretaciones es la puesta en evidencia de la habilidad del t�rmino, de los
t�rminos, para deslizarse de modo m�ltiple y din�mico a trav�s del �mbito de lo
p�blico y de la cultura. La problematizaci�n del g�nero por la que aboga
reiteradamente Butler se inserta en este marco de intelecci�n de la tarea del
feminismo.
La complejidad de la tensi�n provocada por la polis�mica categor�a "g�nero" se
ve acrecentada a�n m�s cuando, como ya se observ� con anterioridad, se atiende a
la teor�a que opone al concepto de g�nero el de diferencia sexual. Ah�, frente
al significado de g�nero como construcci�n social de la feminidad y de la
masculinidad se alza el valor simb�lico de la diferencia sexual y la
especificidad de lo femenino en el terreno pol�tico. Junto a Braidotti, Butler
menciona dentro de esta cr�tica al g�nero efectuada por el modelo de la
diferencia sexual a Naomi Schor y Elizabeth Grosz, sin por ello pretender agotar
la enumeraci�n de te�ricas que se reconocen en esta l�nea de pensamiento. Pero
qu� sea la diferencia sexual no es un asunto de f�cil y sencilla resoluci�n.
Butler insiste en que si no es una simple facticidad, si es algo ps�quico es
tambi�n algo social y de una manera que todav�a no est� articulada. �sta es la
cuesti�n de nuevo subrayada por Butler. Las estructuras ps�quicas est�n
conectadas con la din�mica del poder social. La diferencia sexual trae a escena
la dificultad de delimitar el principio y el final, las lindes y fronteras, de
aquello denominado como lo biol�gico, lo ps�quico, lo discursivo, lo social.
Braidotti niega la reducci�n de la diferencia sexual a lo biol�gico, a lo
cultural, a lo social. Entonces, nos interroga Butler, cabe preguntar sobre
d�nde se asienta la base ontol�gica de la diferencia sexual. Tal vez sea que la
diferencia sexual permanentemente dificulta su determinaci�n, que en parte sea
dada y en parte construida, ambas cosas. Si ello es as�, la diferencia sexual
plantea una cuesti�n, no una respuesta, la cuesti�n de la relaci�n de lo
biol�gico con lo cultural y con lo social como tensi�n que reclama no su
resoluci�n sino ser pensada y repensada. Productivo para el feminismo antes que
decidir en qu� consiste la diferencia sexual es dejar abierta e irresuelta en su
problematizaci�n la pregunta sobre la diferencia sexual. De este modo se
posibilita, en el presente y para el futuro, rearticulaciones de la categor�a en
direcciones de consecuencias ni naturales ni necesarias para la organizaci�n
social de la sexualidad.
En su libro Metamorphoses (35) Braidotti, nos dice Butler, argumenta sobre la
necesidad de poner l�mites a las transformaciones del cuerpo. No en todas las
direcciones est�n legitimadas, desde un punto de vista �tico, pol�tico y
feminista, las modificaciones corporales y, por tanto, la aplicaci�n del
desarrollo tecnol�gico. Aquellas que trabajan por desdibujar o superar la
diferencia sexual, que pretenden ir m�s all� de la diferencia corporal, son las
rechazadas por Braidotti sobre la base de que se acomodan al falogocentrismo
reistaurando el dominio de lo masculino e impidiendo la presencia del simb�lico
espec�fico femenino. El cuerpo y la diferencia son para Braidotti las
condiciones y el instrumento de la transformaci�n y sin ellos la alteraci�n de
la norma no puede acontecer. Cierto que Braidotti, en contra de algunas
opiniones cr�ticas con las teor�as postestructuralistas en tanto reclaman la
necesidad de un sujeto unitario para la tarea de la transformaci�n, sostiene la
capacidad de transformaci�n en un sujeto concebido deleuzianamente, pero tambi�n
psicoanal�ticamente, de modo m�ltiple y m�vil, siendo �sta una de sus
aportaciones principales de su trabajo filos�fico. Sobre la multiplicidad se
eleva la voluntad afirmativa y ah� reside no su negaci�n sino la potencia para
la acci�n del sujeto. La interacci�n de las fuerzas m�ltiples es generadora de
nuevas posibilidades de vida. Pero el punto de vista adoptado por Braidotti
afirma que parte de estas fuerzas de capacidad transformadora y que trabajan a
trav�s de significados corporales son inconscientes, que el sujeto no es pura
consciencia, que algo hay que precedi�ndome me constituye como yo.
Que la diferencia sexual produce al sujeto quiere decir, seg�n Butler, que el
sujeto es un cuerpo afectado por otros cuerpos. S�lo desde el cuerpo, entonces,
se puede dar la transformaci�n porque los procesos corporales, procesos que son
especificados en t�rminos de diferencia sexual, son las condiciones de
posibilidad de la transformaci�n. La diferencia sexual "es el nombre para un
simb�lico futuro que viene a valorar lo no-uno como la condici�n de la vida
misma" . (36)
Ambas autoras feministas, Braidotti y Butler, son incluidas dentro del marco
feminista postestructuralista. Aunque ciertas posiciones son coincidentes en una
y en otra, no por ello dejan de enfrentarse en otros aspectos, como aqu� se
viene mostrando, porque sus fuentes de referencia y sus problem�ticas
privilegiadas son distintas. Butler se esfuerza por reflexionar sobre estas
facetas de sus respectivas divergencias, mas como camino para enriquecer el
debate feminista. Acuerda con Braidotti en el reconocimiento de que su teor�a
incorpora la dimensi�n de la falta, el trabajo de la negaci�n en sentido
hegeliano; por ello se ocupa de la melancol�a, del duelo, de la culpa, el
terror, y dirige su pensamiento hacia cuestiones relativas a la vida, a la
posibilidad de vida, y a la diversas formas de violencia social. Analiza el
sufrimiento, el dolor, la p�rdida de aquellas personas, por ejemplo, que se ven
obligadas a emigrar o que son expulsadas de sus casas, pa�ses. Braidotti, por su
parte, se centra m�s fundamentalmente en conceptos como el de afirmaci�n y
transformaci�n. Se propone pensar la dif�cil cuesti�n de la transformaci�n desde
la afirmaci�n. No se trata de que rechace el sufrimiento sino de que lo
considera un lugar posible para la instauraci�n de nuevas posibilidades, un
sitio para la afirmaci�n transformadora.
Esta forma de lectura propiciada por el texto de Braidotti retiene el inter�s de
Butler quien valora su capacidad para contrarrestar el pesimismo de ciertas
teor�as que proclaman que nuestras vidas son efectos del trabajo tramposo de los
procesos sociales. Tambi�n subraya Butler la potencia de Braidotti para proponer
formas de agencia inspiradas en la din�mica de la multiplicidad, distintas a las
falogoc�ntricas dominantes negadoras del cuerpo y de la diferencia sexual. Pero,
entre Butler y Braidotti hay, no obstante, puntos de desacuerdo que el aprecio
butleriano por la riqueza productiva del encuentro cr�tico no quiere dejar de
analizar. La diferencia sexual es, con insistencia, el tema de la pol�mica. Para
Butler no querer ajustarse al marco de la diferencia sexual no supone sin m�s la
adopci�n de una perspectiva devaluada sobre lo femenino ni, menos a�n, el giro
hacia una actitud mis�gina. La b�squeda de la proliferaci�n de la feminidad en
m�ltiples direcciones, que subscribe asimismo Braidotti, no tiene por qu�
someterse necesariamente al horizonte de la diferencia sexual en su
conceptualizaci�n binaria. Butler nos pregunta si no ser� posible desplazar la
categor�a de diferencia sexual fuera de la constricci�n del binarismo y en favor
de la multiplicidad.
�ste es el trabajo esforzado perseguido por Butler a lo largo de su obra:
quebrar la estrechez impositiva de consecuencias violentas y opresivas, incluso
negadoras de vida, de la ley imperativa, que reclama coherencia y estabilidad,
de la dualidad de sexos-g�neros. Y �sta es, en nuestra opini�n, una meta
realmente valiosa para el feminismo, para lo humano. Mujeres amando a mujeres;
mujeres que sin renunciar a la feminidad no se acomodan a la categor�a mujer si
no es a trav�s de la permutaci�n de la categor�a; mujeres cuyo deseo (como el
deseo butch) indica no s�lo participaci�n en el deseo de las mujeres y de lo
femenino, tambi�n juega con la masculinidad, con una masculinidad no fundada en
los hombres, como se ejemplifica en los estudios de Judith Halberstam sobre
Female Masculinity (37) , sobre masculinidades encarnadas en cuerpos de mujeres
que no pueden ser simplemente entendidas como una consecuencia del repudio de lo
femenino, que, por el contrario, exigen ser pensadas como una mutaci�n posible
de lo femenino y de lo masculino no reductibles a la l�gica falogoc�ntrica. La
masculinidad puede emerger en cuerpos de mujeres porque lo masculino y lo
femenino no pertenecen en exclusiva a cuerpos diferentemente sexuados. El
lenguaje de la diferencia sexual no es suficiente. La constituci�n del cuerpo
obedece a una multiplicidad de fuerzas. No se justifica, entonces, que esa
multiplicidad tambi�n perseguida por otra parte por Braidotti quede recluida en
el marco binario de la diferencia sexual. Si la diferencia, dice Butler, "no es
un c�digo para la normatividad heterosexual, entonces seguramente necesita ser
articulada para que la diferencia sea entendida como lo que desorganiza la
coherencia de toda postulaci�n de identidad" . (38)
Estas cuestiones, los diferentes caminos de apropiaci�n del deseo y del g�nero,
no deben dejar de ser cruciales centros de inter�s de la teor�a feminista si
lucha por abrir espacios m�s liberadores para las mujeres, para los hombres y
sus relaciones mutuas y si, asimismo, persigue extender el concepto de lo humano
para posibilitar la vida de aquellas personas que siendo expulsadas de la
categor�a no hallan cobijo para llevar a efecto sus vidas. El feminismo de
Braidotti ofrece variados elementos productivos para la tarea de la
transformaci�n social. Butler los ha especificado con acierto. Sin embargo, aqu�
coincidimos con la fil�sofa norteamericana en replicar las limitaciones del
marco conceptual de la diferencia sexual. Es la problematizaci�n del g�nero en
su atravesamiento con el deseo y las sexualidades practicada por Butler con una
fuerza y una inteligencia inigualada, por el momento, por ninguna otra teor�a de
nuestros d�as, la que sin duda valoramos como la m�s potente acci�n capaz del
logro de una transformaci�n social de alcance extensivo a la pluralidad de
fluidas identidades presentes en la sociedad contempor�nea.
Notas
Este texto ha sido publicado en Riff Raff. Revista de Pensamiento y
Cultura, n.� 027 extra, 2� �poca, invierno 2005, pp. 144-161.
2 -Judith Butler, "La cuesti�n de la transformaci�n social", en Judith Butler,
Elisabeth Beck-Gernsheim y L�dia Puigvert, Mujeres y transformaciones sociales,
Barcelona, El Roure, 2001, p. 7. El texto, que en su primera y m�s extensa
versi�n fue publicado en espa�ol, se ha recogido en ingl�s, con el t�tulo de "The
Question of Social Transformation", en el reciente libro Undoing Gender, New
York and London, Routledge, 2004, pp. 204-231. Judith Butler, "La cuesti�n de la
transformaci�n social", op. cit., p. 7. Aunque en la redacci�n espa�ola que
hemos citado se ha usado el g�nero gramatical femenino en las palabras "todas" y
"algunas", el texto en ingl�s utiliza palabras no marcadas ni en femenino ni en
masculino. El texto dice: "Feminism is about the social transformation of gender
relations. Probably we could all agree on that, even if "gender" is not the
preferred word for some", p. 204. Hay que resaltar a este respecto que la
escritura de Butler muestra una intencionada predilecci�n por los t�rminos
realmente gen�ricos, que no presentan marca de g�nero y que engloban sin
ambig�edad sem�ntica a las mujeres y a los hombres. Esta preocupaci�n de Butler
por el lenguaje de sus ensayos y su renuncia a escribir en femenino forman parte
de sus tesis feministas subversoras de las identidades de g�nero normativas
asentadas en un cerrado binarismo de sexos. Rosi Braidotti with Judith Butler, "Feminism
by Any Other Name. Interview", en Elizabeth Weed and Naomi Schor (eds.),
Feminism meets queer theory, Bloomington, Indiana University Press, 1997, pp.
31-67. Traducci�n espa�ola, "El feminismo con cualquier otro nombre", en Rosi
Braidotti, Feminismo, diferencia sexual y subjetividad n�made, Barcelona, Gedisa,
2004, pp. 69-106.
4- V�ase, Judith Butler, "Agains Proper Objects", en Elizabeth Weed and Naomi
Schor (eds.), Feminism meets queer theory, op. cit., pp. 1-30.
5- Ib�d., p. 19.
6- Rosi Braidotti, Sujetos n�mades. Corporizaci�n y diferencia sexual en la
teor�a feminista contempor�nea, Buenos Aires, Paid�s, 2000, p. 27.
7- Ib�d., pp. 29-30.
8- Judith Butler, "Agains Proper Objects", op. cit., p. 22.
9- Judith Butler, "La cuesti�n de la transformaci�n social", op. cit., pp.
13-14.
10- Judith Butler, "Agains Proper Objects", op. cit., p. 23.
11- Judith Butler, Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity, New
York and London, Routledge, 1990 (segunda edici�n de 1999). Traducci�n espa�ola:
El g�nero en disputa. El feminismo y la subversi�n de la identidad, M�xico,
Paid�s, 2001.
12- Judith Butler, "La cuesti�n de la transformaci�n social", op. cit., p. 14.
13- Ib�d., p. 13.
14- Rosi Braidotti, Sujetos n�mades. Corporizaci�n y diferencia sexual en la
teor�a feminista contempor�nea, op. cit., p. 123.
15- V�ase, "El feminismo con cualquier otro nombre", op. cit. pp. 69-106.
16- Ib�d., p. 82.
17- Ib�d., p. 83.
18- Ib�d., p. 86.
19- Ib�d., p. 89.
20- Ib�d., p. 87.
21- Ib�d., p. 100.
22- Ib�d., p. 103.
23- Ib�d., p. 102.
24- V�ase, "Sexual Traffic. Interview. Gayle Rubin with Judith Butler", en
Elizabeth Weed and Naomi Schor (eds.), Feminism meets queer theory, op. cit.,
pp. 74-75.
25- "El feminismo con cualquier otro nombre", op. cit., p. 102.
26- Judith Butler, "The End of Sexual Difference?", en Judith Butler,
UndoingGender, New York and London, Routledge, 2004, pp. 174-203. Este texto se
public� por primera vez en forma distinta en Misha Kavka and Elizabeth Bronfen (eds.),
FeministConsequences: Theory for a New Century, New York, Columbia University
Press, 2001.
27- Ib�d., p. 175.
28- Ib�d., p. 177.
29- Rosi Braidotti, "Deleuze, �tica y derechos humanos", entrevista realizada
por Amalia E. Fischer P. a Rosi Braidotti, publicada en Rosi Braidotti,
Feminismo, diferencia sexual y subjetividad n�made, op. cit., p. 229.
30- Judith Butler, "The End of Sexual Difference?", op. cit., p. 180.
31- Ib�d., p. 181.
32- Es de dominio p�blico que en las recientes declaraciones (del a�o 2004) del
Vaticano, el cardenal Joseph Ratzinger, encargado dentro de la Congregaci�n para
la doctrina de la fe de redactar el documento "Carta a los obispos de la Iglesia
Cat�lica sobre la colaboraci�n del hombre y la mujer en la Iglesia y en el
mundo", ha condenado al feminismo radical y a la ideolog�a de g�nero con el
argumento de que desconsidera la natural diferencia de sexo alentando la idea de
la posibilidad de la elecci�n del g�nero y porque equipara la homosexualidad con
la heterosexualidad incitando hacia una sexualidad polimorfa. Para Ratzinger es
ese feminismo radical el culpable de la lucha de sexos y el responsable de la
desestructuraci�n de la familia natural, esto es la unidad compuesta de padre y
madre. Lo interesante, por otra parte, de este conjunto de desprop�sitos de
car�cter dogm�tico moralizante al estilo m�s tradicional y reaccionario, es que
revela la importancia de la teor�a y de la pr�ctica feminista como instrumentos
capaces de una efectiva transformaci�n social. No de otro modo se explica el
af�n del Vaticano por adoctrinar sobre la naturaleza del hombre, de la mujer y
sobre el �nico modo natural de su relaci�n.
33- Judith Butler, "The End of Sexual Difference?", op. cit., p. 181.
34- Ib�d., p. 182.
35- Rosi Braidotti, Metamorphoses: Towards a Materialist Theory of Becoming,
Cambridge (England), Polity Press, 2002.
36- Judith Butler, "The End of Sexual Difference?", op. cit., p. 194.
37- Judith Halberstam, Female Masculinity, Durhan and London, Duke University
Press, 1998.
38Judith Butler, "The End of Sexual Difference?", op. cit., pp. 202-203.
Fuente:www.lafogata.org