La guerra de
guerrillas
Capítulo II
La guerrilla
1. El guerrillero,
reformador social
Ya habíamos identificado
al guerrillero como un hombre que hace suya el ansia de liberación del
pueblo y, agotados los medios pacíficos de lograrla, inicia la lucha, se
convierte en la vanguardia armada de la población combatiente. Al comenzar
la lucha, lo hace ya con la intención de destruir un orden injusto y, por
lo tanto, más o menos veladamente con la intención de colocar algo
nuevo en lugar de lo viejo.
Habíamos dicho también que en las condiciones actuales de América,
por lo menos, y de casi todos los países poco desarrollados económicamente,
los lugares que ofrecían condiciones ideales para la lucha eran campestres
y por lo tanto la base de las reivindicaciones sociales que levantará el
guerrillero será el cambio de la estructura de la propiedad agraria.
La bandera de la lucha durante todo este tiempo será la reforma agraria.
Al principio, esta bandera podrá estar o no completamente establecida en
sus aspiraciones y en sus límites, o simplemente se referirá al
hambre secular del campesino por la tierra donde trabaja o la que quiere trabajar.
Las condiciones en que se vaya a realizar una reforma agraria dependen de las
condiciones que existan antes de iniciar la lucha y de la profundidad social de
la misma. Pero el guerrillero, como elemento consciente de la vanguardia popular,
debe tener una conducta moral que lo acredite como verdadero sacerdote de la reforma
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que pretende. A la austeridad obligada por difíciles condiciones de la
guerra debe sumar la austeridad nacida de un rígido autocontrol que impida
un solo exceso, un solo desliz, en ocasión en que las circunstancias pudieran
permitirlo. El soldado guerrillero debe ser un asceta.
Y en cuanto a las relaciones sociales, variarán de acuerdo con el desarrollo
de la guerra. En el primer momento, recién iniciados casi, no podrá
ni siquiera intentarse cambio alguno en la composición social del lugar.
Las mercancías que no puedan comprarse serán pagadas con bonos y
rescatados los mismos en la primera oportunidad.
Al campesino siempre hay que ayudarlo técnica, económica, moral
y culturalmente. El guerrillero será una especie de ángel tutelar
caído sobre la zona para ayudar siempre al pobre y para molestar lo menos
posible al rico, en los primeros momentos del desarrollo de la guerra. Pero ésta
seguirá su curso; las contradicciones seguirán agudizándose,
llegará un momento en que muchos de los que miraban con cierta simpatía
a la revolución se pondrán en una posición diametralmente
opuesta; darán el primer paso en la batalla contra las fuerzas populares.
En este momento el guerrillero debe actuar y convertirse en el abanderado de la
causa del pueblo, castigando con justicia cualquier traición. La propiedad
privada deberá adquirir en las zonas de guerra su función social.
Vale decir, la tierra sobrante, el ganado no necesario para la manutención
de una familia adinerada, deberá pasar a manos del pueblo y ser distribuido
equitativa y justicieramente.
Debe siempre respetarse el derecho del poseedor a recibir un pago por las pertenencias
utilizadas para el bien social, pero ese pago se hará en bonos («bonos
de esperanza», les llamaba nuestro maestro el general Bayo, refiriéndose
al vínculo que queda establecido entre deudor y acreedor).
La tierra y pertenencias o industrias de enemigos connotados y directos de la
revolución deben pasar inmediatamente
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a manos de las fuerzas revolucionarias. Y aprovechando el calor de la guerra,
estos momentos en que la fraternidad humana adquiere sus valores más altos,
debe impulsarse todo tipo de trabajo en cooperativas que la mentalidad de los
habitantes del lugar permita.
El guerrillero, como reformador social, no sólo debe constituir un ejemplo
en cuanto a su vida, sino que también debe orientar constantemente en los
problemas ideológicos, con lo que sabe o con lo que pretende hacer en determinado
momento y, además, con lo que va aprendiendo en el transcurso de los meses
o años de guerra que actúan favorablemente sobre la concepción
del revolucionario, radicalizándolo a medida que las armas han demostrado
su potencia y a medida que la situación de los habitantes del lugar se
ha hecho carne en su espíritu, parte de su vida, y comprende la justicia
y la necesidad vital de una serie de cambios cuya importancia teórica le
llegaba antes, pero cuya urgencia práctica estaba escondida la mayor parte
de las veces.
Y esto sucede muy a menudo porque los iniciadores de la guerra de guerrillas o,
por mejor decir, los directores de la guerra de guerrillas, no son hombres que
tengan la espalda curvada día a día sobre el surco; son hombres
que comprenden la necesidad de los cambios en cuanto al trato social de los campesinos
pero no han sufrido, en su mayoría, las amarguras de ese trato. Y sucede
entonces -y aquí estoy ampliando la experiencia cubana y partiendo de ella-
que se produce una verdadera interacción entre estos directores que enseñan
al pueblo con los hechos la importancia fundamental de la lucha armada y el pueblo
mismo que se alza en lucha y enseña a los dirigentes esas necesidades prácticas
de que hablamos. Así, del producto de esta interacción del guerrillero
con su pueblo, surge la radicalización progresiva que va acentuando las
características revolucionarias del movimiento y le van dando una amplitud
nacional.
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2. El guerrillero
como combatiente
La vida y característica
del guerrillero, fundamentalmente esbozadas, exigen una serie de condiciones físicas,
mentales y morales para adaptarse a ella y poder cumplir a cabalidad la misión
encomendada.
La primera interrogación que surge es, ¿cómo debe ser el soldado
guerrillero? Y hay que contestar que el soldado guerrillero debe ser preferentemente
habitante de la zona. Porque allí tiene sus amistades a quienes recurrir
personalmente; porque, al pertenecer a la misma zona, la conocerá -que
es uno de los factores importantes de la lucha guerrillera el conocimiento del
terreno- y, porque estará habituado a las vicisitudes que en ella pase
y podrá entonces rendir un mejor trabajo, sin contar con que agregará
a todo esto, el entusiasmo de defender lo suyo o luchar por cambiar el régimen
social que atenta contra su mundo.
El combatiente guerrillero es un combatiente nocturno, y al decir esto se dice
también que tiene todas las cualidades de la nocturnidad. Debe ser solapado,
marchar hacia el lugar del combate, por llanos o montañas, sin que nadie
se entere de sus pasos y caer sobre el enemigo aprovechando el factor sorpresa,
muy importante de recalcar en este tipo de lucha. Luego del pánico que
causa toda sorpresa, debe lanzarse a la lucha implacablemente, sin admitir una
sola debilidad en los compañeros y aprovechando el menor indicio de ella
por parte del contrario. Cayendo como una tromba, destruyéndolo todo, sin
dar cuartel que no sea el que las circunstancias tácticas aconsejen, ajusticiando
a quien haya que ajusticiar, sembrando el pánico entre los combatientes
enemigos, pero, al mismo tiempo, tratando benévolamente a los vencidos
indefensos, respetando también a los muertos.
Un herido debe ser sagrado, curársele lo mejor posible -salvo que su vida
anterior lo haga acreedor a un castigo de la magnitud de la muerte, en cuyo caso
se procederá de acuerdo con los antecedentes del sujeto-. Lo que nunca
puede hacerse es llevar un prisionero, salvo que se tenga ya una sólida
base de operaciones, inexpugnable para el enemigo. En caso contrario, ese prisionero
se convertirá en arma peligrosa contra la seguridad de los habitantes de
la región o la guerrilla misma por los informes que pudiera dar al reintegrarse
al ejército de donde proviene. Si no fuera un connotado criminal, se le
dejará en libertad luego de arengarlo.
El combatiente guerrillero debe arriesgar su vida cuentas veces sea necesario,
estar dispuesto a rendirla sin el menor asomo de duda en el momento preciso pero,
al mismo tiempo debe ser precavido y no exponerse nunca innecesariamente. Todas
las precauciones posibles deben ser tomadas para evitar un desenlace adverso o
un aniquilamiento. Por ello es importantísimo en todo combate la vigilancia
total de los puntos por donde puedan llegar refuerzos al enemigo, incluso para
evitar un cerco, cuyas consecuencias no suelen ser tan grandes en cuanto a la
magnitud del desastre físico que ocasiona, sino del desastre moral que
reporta la pérdida de fe en las posibilidades de la lucha.
Sin embargo, debe ser audaz, analizar correctamente los peligros y las posibilidades
de una acción y estar siempre presto a tomar una actitud optimista frente
a las circunstancias y a encontrar una decisión favorable aún en
los momentos en que el análisis de las condiciones adversas y favorables
no arroje un saldo positivo apreciable.
Para que el guerrillero pueda sobrevivir en medio de las condiciones de la lucha
y acción del enemigo, se
precisa un grado de adaptabilidad que permita al combatiente identificarse con
el medio en que vive, adaptarse a él, aprovecharlo lo más posible
como su aliado. Al mismo tiempo precisa una rápida concepción y
una inventiva instantánea que permita cambiar el curso de los hechos de
acuerdo con la marcha de la acción decisiva.
Estas adaptabilidades e inventivas de los ejércitos populares son las que
arruinan todas las estadísticas y las que frenan el impulso de los amos
de la guerra.
El guerrillero no debe, de ninguna manera, dejar a un compañero herido
a merced de las tropas enemigas pues la suerte de éste será, casi
seguramente, la muerte. Cueste lo que cueste, hay que retirarlo de las zonas de
combate para trasladarlo a un lugar seguro. Las más grandes fatigas y los
más grandes peligros deben correrse para esta tarea. El soldado de guerrillas
debe ser un extraordinario compañero.
Al mismo tiempo, será callado. Todo lo que se diga o se haga delante de
él debe permanecer reservado estrictamente a su propio conocimiento, nunca
permitirse una sola palabra de más, aun con los propios camaradas de lucha,
pues el enemigo tratará en todo momento de introducir sus hombres dentro
de la estructura de la guerrilla para tratar de enterarse de planes, lugares y
medios de vida seguidos o utilizados por ella.
Además de las cualidades morales que hemos apuntado, debe poseer una serie
de cualidades físicas importantísimas. El soldado guerrillero tendrá
que ser infatigable. Habrá que encontrar un más allá en el
momento en que el cansancio parezca ser ya intolerable. Siempre tiene que relucir
su gesto, sacado de lo más hondo del convencimiento, que obligue a dar
otro paso, no el último tampoco, pues conseguirá otro, y otro, y
otro hasta llegar al lugar designado por los jefes.
Debe ser sufrido hasta un grado extremo, no sólo para sobrellevar las privaciones
de alimentos, de agua, de vestido y techo a que se ve sometido en todo momento,
sino también para soportar las enfermedades y las heridas
que muchas veces deben curarse sin mayor intervención del cirujano, con
la sola acción de la naturaleza; y debe serlo así, porque la mayoría
de las veces el individuo que abandona la zona guerrillera, para ir a curarse
algún mal o alguna herida, es asesinado por el enemigo.
Para cumplir estas condiciones, necesita también una salud de hierro que
lo haga resistir todas estas adversidades sin enfermarse y que convierta su vida
de animal acosado en un factor más de fortalecimiento, para hacerse, ayudado
por la adaptabilidad natural, algo así como una parte misma de la tierra
donde combate.
Todas estas consideraciones nos lleven a preguntarnos: ¿cuál será
la edad ideal para el guerrillero? Siempre estos límites son muy difíciles
de precisar por una serie de características sociales y hasta individuales
que amplían o disminuyen la cifra. Un campesino, por ejemplo, será
mucho más resistente que un hombre de ciudad. Un hombre de ciudad, acostumbrado
a los ejercicios físicos y a la vida sana, será mucho más
eficiente que un hombre que viviera toda su vida detrás de un escritorio,
pero, en términos generales, se puede decir que la edad máxima del
combatiente, en la etapa absolutamente nómada de la guerrilla, no debe
ser mayor de cuarenta años, salvo algunas excepciones que se dan, sobre
todo, entre los campesinos. Uno de los héroes de nuestra lucha, el comandante
Crescencio Pérez, entró en la Sierra con sesenta y cinco años
y era en ese momento uno de los hombres más útiles de la tropa.
Podemos preguntarnos también si es necesaria una composición social
determinada entre los miembros de una guerrilla. Se ha dicho que esta composición
social debe ajustarse a la que tenga la zona elegida como centro de operaciones,
es decir, que el núcleo combatiente del ejército guerrillero debe
ser campesino.El campesino es, evidentemente, el mejor soldado, pero esto no quiere
decir de ninguna manera que se excluya a los demás elementos de la población,
quitándoles la oportunidad de luchar por una causa justa. Además,
las excepciones individuales son muy importantes también en este aspecto.
Todavía no se ha fijado la edad límite inferior. Creemos que no
se debe aceptar, salvo, también circunstancias especialísimas, a
menores de dieciséis años en la contienda. Aquí en general,
estos muchachos, casi niños, no tienen el suficiente desarrollo como para
poder soportar los trabajos, las inclemencias, los sufrimientos a que serán
sometidos.
Puede decirse que la mejor edad del guerrillero fluctúa entre los veinticinco
y los treinta y cinco años, etapa en que la vida ha tomado cauces definitivos
para todos y quien se va, abandonando su hogar, sus hijos y su mundo entero, ya
ha meditado bien su responsabilidad y lo hace con la decisión firme de
no retroceder un paso. También entre los niños hay casos extraordinarios
de combatientes que han logrado las más altas graduaciones de nuestro Ejército
Rebelde, pero no es esto lo normal y, por uno que haya mostrado sus grandes condiciones
combatientes, hay decenas que debieron ser reintegrados a sus hogares y que constituyeron
durante mucho tiempo un lastre peligroso para la guerrilla.
El guerrillero, ya lo dijimos, es un soldado que lleva, como el caracol, su casa
a cuestas, de modo que tiene que ordenar su mochila de forma tal que la menor
cantidad de utensilios rinda la mayor utilidad posible. Solamente llevará
lo imprescindible, pero lo conservará a través de todas sus peripecias
como algo fundamental que no puede perderse, sino en situaciones adversas extremas.
Por eso mismo, también su armamento será exclusivamente el que lleve
consigo. Muy difícilmente habrá reaprovisionamiento, sobre todo
de balas; no mojarlas, repasarlas siempre, contarlas una a una para que no se
pierdan, es la consigna, y el fusil, mantenerlo en constante estado de limpieza,
bien engrasado, con el cañón reluciente, siendo conveniente que
el jefe de cada grupo aplique algún castigo a los que no tengan en estas
condiciones el armamento.
Gentes con características tan nobles de devoción y firmeza que
las permitan actuar en las condiciones adversas ya descritas; tiene que tener
un ideal. Este ideal es simple, sencillo, sin mayores pretensiones, y, en general,
no va muy lejos, pero es tan firme, tan claro, que por él se da la vida
sin la menor vacilación. Es, en casi todos los campesinos, el derecho a
tener un pedazo de tierra propia para trabajarla y a disfrutar de un trato social
justo. Entre los obreros, tener trabajo, recibir un salario adecuado y también
un trato social justo. Entre los estudiantes y profesionales se encuentran ideas
más abstractas como es el sentido de la libertad por la que se lucha.
Todo esto nos lleva a preguntarnos cómo vive el guerrillero. Su vida normal
es la caminata. Vamos a poner, por ejemplo, un guerrillero de montaña situado
en las regiones boscosas, con acoso constante por parte del enemigo. En estas
condiciones, una guerrilla se mueve durante las horas del día para cambiar
de posición, sin comer; llega la noche, y en algún claro, cerca
de una aguada, se establece el campamento siguiendo la acostumbrada organización,
juntándose cada grupo para alimentarse en común y, al atardecer,
se encienden los fogones, con lo que haya.
El guerrillero come cuando puede y todo lo que puede. A veces fabulosas raciones
desaparecen, en las fauces del combatiente, y otras pasa dos o tres días
de ayuno, sin menguar su capacidad de trabajo.
La vivienda será el cielo abierto; interpuesto entre éste y la hamaca,
un pedazo de tela impermeable de nylon, más o menos grande, y debajo de
la hamaca y de la tela, la mochila, el fusil y las balas, es decir, los tesoros
del guerrillero. Hay lugares donde no conviene quitarse los zapatos ante la posibilidad
de un ataque sorpresivo del enemigo. El zapato es otro de sus preciados tesoros.
Quien tiene un par de ellos asegura una existencia feliz dentro del ámbito
de las necesidades imperantes.
Así irá transcurriendo día tras día, sin acercarse
a ningún lugar, escapando a todo contacto que no haya ya
previamente establecido, viviendo en las zonas más agrestes y pasando hambre,
sed a veces, frío, calor; sudando en las continuas marchas, secando su
sudor sobre él y agregando nuevos sudores, sin que haya la posibilidad
de un aseo continuo (aunque esto dependa también de la disposición
individual de la persona, como en todos los casos).
Durante la pasada guerra, al entrar en el caserío de El Uvero, después
de una marcha de 16 kilómetros y una lucha de dos horas 45 minutos a pleno
sol, mas muchos días pasados en condiciones muy adversas; a orillas del
mar, con una temperatura cálida, con un sol rajante, nuestros cuerpos despedían
un olor característico y agresivo que repelía cualquier extraño
que se acercara. Nuestro olfato estaba completamente sincronizado con ese tipo
de vida; las hamacas de los guerrilleros se conocían por su característico
olor individual.
En las condiciones descritas, los campamentos deben ser fácilmente levantables,
no deben quedar huellas que lo delaten; la vigilancia tiene que ser extrema. Por
diez hombres que duerman, debe haber uno o dos en vela, renovarse continuamente
los centinelas y mantener todas las entradas del campamento bien vigiladas.
La vida de campaña enseña una serie de trucos para hacer la comida,
unos para hacerla más rápida, otros para condimentarla con cualquier
pequeñez que se encuentre en el monte, otros para inventar nuevos platos
que den un aspecto variado al menú guerrillero, compuesto esencialmente
de tubérculos, granos, sal, algo de aceite o manteca y, muy especialmente,
trozos de carne de algún animal sacrificado, esto en cuanto al panorama
de un grupo operando en sectores de áreas tropicales.
Dentro del andamiaje de la vida combatiente, el hecho más interesante,
el que lleva a todos al paroxismo de la alegría y hace marchar con renovados
bríos, es el combate. El combate, clímax de la vida guerrillera,
se produce en el momento oportuno en que ha sido localizado e investigado algún
campamento enemigo lo suficientemente débil como para ser aniquilado, o
en el momento en que una columna adversaria avance hacia el territorio directamente
ocupado por la fuerza liberadora. Ambos casos son diferentes.
Contra el campamento, la acción será global y tenderá fundamentalmente
a cazar a los miembros de las columnas que vengan a romper el cerco, porque nunca
un enemigo atrincherado es la presa favorita del guerrillero; el enemigo en movimiento,
nervioso, falto de conocimiento del terreno, temeroso de todo, sin protecciones
naturales para defenderse, es la presa ideal. Por mala situación que tenga
quien está parapetado, con poderosas armas para repeler una agresión,
no estará nunca en las mismas condiciones de una larga columna que es atacada
sorpresivamente por dos o tres lugares, fraccionada, y cuyos atacantes se retiran
antes de cualquier reacción en caso de no poder cercarla y destruirla totalmente.
Si no hay posibilidades de derrotar por hambre o sed o por un asalto directo a
los que están atrincherados en el campamento, después que el cerco
haya dado sus frutos destruyendo a las columnas invasoras, debe retirarse. En
el caso de que la columna guerrillera sea demasiado débil y la columna
invasora demasiado fuerte, la acción se centrará sobre la vanguardia.
Hay que tener una predilección especial por ésta, cualquiera que
sea el resultado a que se quiere llegar, pues después que se ha golpeado
unas cuantas veces sobre la misma y se ha difundido entre los soldados la noticia
de la muerte casi constante de quienes ocupan los primeros lugares, la renuencia
a ocuparlos provoca hasta verdaderos motines. Por ello, debe siempre golpearse
allí, aunque además se golpee en cualquier otro punto de la columna.
Del equipo del guerrillero depende la mayor o menor facilidad con que pueda cumplir
su función y adaptarse al medio. El guerrillero, aun reunido en los pequeños
conglomerados que constituyen su grupo de acción, tiene características
individuales. Debe tener en su mochila todo lo necesario para subsistir en caso
de quedar solo durante algún tiempo y, además, su casa habitual.
Al dar la lista del equipo, nos referimos esencialmente al que podría llevar
un individuo colocado en las situaciones de inicio de una guerra, en terreno accidentado,
con lluvia frecuente, frío relativo y acoso del enemigo, es decir, nos
colocamos en la situación del inicio de la guerra cubana de liberación.
El equipo del guerrillero se divide en esencial y accesorio. Entre lo primero
está la hamaca que permite descansar adecuadamente. Además, siempre
se encuentran dos árboles donde tenderla y puede servir, en caso de dormir
en el suelo, de colchón, siempre que haya lluvia o esté el terreno
mojado, lo que ocurre con mucha frecuencia en las zonas montañosas tropicales,
la hamaca es imprescindible para poder conciliar el sueño, un pedazo de
tela impermeable de nylon es su complemento. Se usa el nylon de un tamaño
que permita cubrir la hamaca, con cuatro cordeles atados en sus respectivos puntas
y un cordel mediano que se ata en los mismos árboles donde será
tendida. El último cordel sirve entonces de divisoria de las aguas y el
nylon se ata por sus puntas a cualquier otro arbusto cercano formando una pequeña
tienda de campaña.
La frazada es imprescindible, pues hace mucho frío en la montaña
al caer la noche. Es necesario llevar también un abrigo que permita a su
poseedor afrontar los cambios extremos de temperatura. El vestuario se compondrá
de pantalón y camisa de trabajo rudo, sea de uniforme o no. Los zapatos
deben ser de la mejor construcción posible y uno de los primeros artículos
que hay que tener en reserva, pues sin ellos se hace muy difícil la marcha.
Como el guerrillero lleva la casa a cuestas en la mochila, ésta es algo
muy importante. Las más primitivas pueden hacerse con un saco cualquiera
al que se adaptan dos asas de soga, pero son preferibles las de lona que existen
en el mercado o hechas por algún talabartero. Siempre el guerrillero debe
llevar alguna comida personal, además de la que tiene la tropa o se consuma
en el lugar de descanso. Artículos imprescindibles son: el más importante,
manteca o aceite, necesario para el consumo
de grasas del organismo; productos enlatados que no deben consumirse sino en circunstancias
en que ya no exista, materialmente, la posibilidad de lograr comida para cocinar,
o cuando haya demasiadas latas y su peso impida la marcha; las conservas de pescado,
de gran poder nutritivo, la leche condensada, buen alimento, sobre todo por la
gran cantidad de azúcar que contiene, y, además, por su sabor una
golosina, puede llevarse también leche en polvo; el azúcar es otra
parte esencial del equipo; y lo es la sal, sin la cual la vida resulta un martirio.
Algunas sustancias que sirvan de condimento a las comidas, para lo cual las más
comunes son la cebolla y el ajo, aunque puede haber otras que varíen de
acuerdo con la característica del país. Con esto cerramos el capítulo
de lo esencial.
El guerrillero debe llevar plato, cuchara y cuchillo de monte que le sirva para
todos los diferentes trabajos necesarios. El plato puede ser de campaña
o también alguna olla o lata donde se cocine desde un pedazo de carne frita
hasta una malanga, una papa o se haga alguna infusión como té o
café.
Para cuidar el fusil es necesario grasas especiales, que deben ser muy cuidadosamente
administradas -el tipo de aceite de máquina de coser es muy bueno si no
hay uno especial- pañoletas o paños que sirvan para repasar constantemente
las armas y una baqueta para limpiarlas por dentro, trabajo que debe efectuarse
con cierta frecuencia. La canana será de fabricación standard
o casera según las posibilidades pero debe ser suficientemente buena para
no perder ni un solo proyectil; las balas son la base de la lucha, sin ellas todo
lo demás sería vano, hay que cuidarlas como oro.
Debe llevarse una cantimplora o un botellón con agua, pues es imprescindible
beberla en abundancia y no siempre se está en condiciones de lograrla en
el momento indicado. Entre los medicamentos hay que llevar los de uso general
en todos los casos, como puede ser la penicilina u otro tipo de antibiótico,
sobre todo el tipo oral, bien cerrados, calmantes febrífugos como la aspirina
y medicamentos adecuados para combatir las enfermedades endémicas del lugar.
Pueden ser tabletas contra el paludismo, sulfas para diarreas, antiparasitarios
de cualquier tipo, en fin, acoplar la medicina a las características de
la región. Es conveniente, en lugares donde haya animales venenosos, que
se lleve el suero correspondiente, el resto del equipo médico debe ser
quirúrgico. Además, pequeños equipos personales para curas
de menor importancia.
Un complemento habitual y sumamente importante en la vida del guerrillero, es
la fuma, ya sean tabacos, cigarros o picadura para la pipa, pues el humo que puede
echar en momentos de descanso es un gran compañero del soldado solitario.
La pipa es muy útil, pues permite aprovechar al máximo, en los momentos
de escasez, todo el tabaco de los cigarros o el que queda en las colillas de los
puros. El fósforo es importantísimo no sólo para encender
cigarros sino para prender el fuego, que es uno de los grandes problemas del monte
en época de lluvia. Es preferible llevar fósforos y un encendedor,
de modo que si a éste le falta la carga queden aquellos como sustitutos.
Es conveniente que se lleve jabón, no tanto para el aseo personal como
para el de las vasijas, pues son frecuentes las infecciones intestinales o irritaciones
producto de las comidas fermentadas que se ingieren conjuntamente con la nueva,
debido a la vasija sucia. Con todo el equipo descrito, un guerrillero puede tener
la seguridad de vivir en el monte en cualquier condición adversa los días
necesarios para capear la situación, por mala que sea.
Hay accesorios que a veces son útiles y otras constituyen un estorbo, pero
que, en general, prestan gran utilidad. La brújula es uno de ellos, aunque,
en una zona dada, al principio se utiliza mucho como complemento para la orientación
pero, poco a poco, el conocimiento del terreno hace innecesario este instrumento,
por otro lado, muy difícil de usar en terrenos montañosos, pues
la ruta que indica no es frecuentemente la ideal para
llegar de un lugar a otro, ya que la línea recta suele estar cortada por
obstáculos insalvables. Otro implemento útil es un pedazo de tela
de nylon extra para tapar todos las equipos en un momento de lluvia. Recuérdese
que la lluvia es, en los países tropicales, muy constante en ciertos meses
y que el agua es enemiga de todos los implementos del guerrillero, ya sea comida,
armamento, medicinas, papeles o ropa.
Una muda de ropa puede ser llevada pero constituye en general carga de novatos.
Lo usual es llevar como máximo un pantalón, suprimiendo la ropa
interior y otros artículos como la toalla. Es que la vida del guerrillero
enseña el ahorro de energía para llevar la mochila de un lado a
otro e irá quitando todo lo que no tiene valor esencial.
Un pedazo de jabón que sirva tanto para lavar los enseres como el aseo
personal, un cepillo de dientes y la pasta, son los adminículos de aseo.
Es conveniente que se lleve algún libro, intercambiable entre los miembros
de la guerrilla, libros que pueden ser buenas biografías de héroes
del pasado, historias o geografías económicas, preferentemente del
país, y algunas obras de carácter general que tiendan a elevar el
nivel cultural de los soldados y disminuyan la tendencia al juego u otra forma
de distraer el tiempo, a veces demasiado largo en la vida del guerrillero.
Siempre que haya un espacio extra en la mochila debe llenarse de comida, salvo
en zonas que ofrezcan condiciones muy ventajosas para la alimentación.
Pueden llevarse golosinas o comida de menor importancia que sirva de complemento
a las básicas. La galleta puede ser una de ellas, aunque ocupa mucho lugar
y se rompe convirtiéndose en polvo. En los montes cerrados es útil
llevar un machete; en los lugares muy húmedos una botellita con gasolina
o conseguir madera resinosa del tipo del pino que permita en un momento dado hacer
fuego aunque el leño esté mojado.
Debe ser un complemento habitual del guerrillero, una libreta que sirva para anotar
datos, para cartas al exterior
o comunicación con otras guerrillas, así como lápiz o pluma.
Siempre debe tener a mano pedazos de cordel, o soga, que tiene múltiples
aplicaciones y además aguja, hilo y botones para la ropa. El guerrillero
que lleve este equipo tendrá una sólida casa a sus espaldas, de
un peso considerable pero suficiente para asegurarse la vida más cómoda
dentro de la dura faena de la campaña.
3. La organización
de una guerrilla
La organización de una
guerrilla no puede hacerse siguiendo un esquema rígido; habrá innumerables
diferencias, producto de la adaptación al medio en que se aplique. Por
razones de exposición supondremos que nuestra experiencia tiene valor universal,
pero recordando siempre que, al divulgarla, se está dejando, en cada momento,
la posibilidad de que haya una nueva manera de hacerlo que convenga más
a las particularidades del grupo armado de que se trate.
El número de los componentes de la guerrilla es uno de los problemas más
difíciles de precisar; hay diferentes números de hombres, diferente
constitución de la tropa, como ya hemos explicado. Vamos a suponer una
fuerza situada en terreno favorable, montañoso, con condiciones no tan
malas como para estar en perpetua huida, pero no tan buenas como para tener base
de operaciones. Un núcleo armado situado en este panorama no debe tener
como unidad combatiente más de 150 hombres y ya esta cantidad es bastante
alta; el ideal sería unos cien hombres. Esto constituye una columna y está
mandada, también de acuerdo con la escala jerárquica cubana, por
un comandante, es bueno recalcar que en nuestra guerra se hizo omisión
de los grados de cabo y de sargento, por considerarlos representativos de la tiranía.
Partiendo de estas premisas, un comandante manda el total de las fuerzas, de 100
a 150 hombres, y habrá tantos capitanes como grupos de 30 ó 40 hombres
puedan
formarse. El capitán tiene la función de dirigir y aglutinar su
pelotón, hacerlo pelear casi siempre unido y encargarse de la distribución
y de la organización general del mismo. En la guerra de guerrillas la escuadra
es la unidad funcional. Cada una, aproximadamente de 8 a 12 hombres, tiene un
teniente, el que cumple unas funciones análogas a las de capitán
para su grupo, pero tiene que estar en constante subordinación a éste.
La tendencia operacional de la guerrilla, que es actuar en núcleos pequeños,
hace que la verdadera unidad sea la escuadra; 8 ó 10 hombres es el máximo
que puede actuar unido en una lucha en estas condiciones y, por lo tanto, actuará
el grupo bajo las órdenes del jefe inmediato, muchas veces separados del
capitán aunque en el mismo frente de lucha, salvo circunstancias especiales.
Lo que no se debe hacer nunca es fraccionar la unidad y mantenerse así
en los momentos en que no hay lucha. Cada escuadra y pelotón tendrán
asignados el sucesor inmediato en caso de que caiga el jefe, el que debe estar
lo suficientemente entrenado para poder hacerse cargo inmediatamente de su nueva
responsabilidad.
Uno de los problemas fundamentales de esta tropa, en la cual desde el último
hombre hasta el jefe deben recibir el mismo trato, es la alimentación.
Esta adquiere una importancia extrema debido no sólo a la subnutrición
crónica, sino también por ser el reparto el único acontecimiento
cotidiano. La tropa, muy sensible a la justicia, mide con espíritu crítico
las raciones; nunca debe permitirse el menor favoritismo con nadie. Si por alguna
circunstancia la comida se reparte entre toda la columna, debe establecerse un
orden y respetarlo estrictamente y, al mismo tiempo, respetar también las
cantidades y calidades de alimentos dado a cada uno. En la distribución
de vestimentas el problema es diferente; serán artículos de uso
individual. Deben primar en estos casos dos hechos; primero, la necesidad que
tengan los reclamantes, que casi siempre serán superiores a la cantidad
de objetos a distribuir y, segundo, el tiempo de lucha y los méritos que
tenga cada uno de los mismos.
El sistema del tiempo y los méritos, difícil de precisar, debe ser
llevado en cuadros especiales por algún encargado de ello, sujeto a la
inspección directa del jefe de la columna. Exactamente igual sucede con
los otros artículos que eventualmente lleguen y que no sean de uso colectivo.
El tabaco y los cigarros deben ser repartidos de acuerdo con la norma general
de igual trato a todo el mundo.
Para esta tarea de reparto debe haber personas encargadas especialmente de hacerlo.
Es preferible que pertenezcan directamente a la Comandancia. La Comandancia realiza,
pues, tareas administrativas, de enlace, muy importantes, y todas las otras fuera
de lo normal que deban hacerse. Los oficiales de más inteligencia deben
estar en ella, sus soldados deben ser despiertos y de un sentido de sacrificio
llevado al máximo, pues las exigencias serán en la mayoría
de los casos superiores a la del resto de la tropa; sin embargo, no pueden tener
derecho a ningún trato especial en la comida.
Cada guerrillero lleva su equipo completo pero hay una serie de implementos de
importancia social dentro de la columna que deben ser distribuidos equitativamente.
Para esto pueden establecerse dos criterios, dependiendo ellos de la cantidad
de gente desarmada que tenga la tropa. Uno de ellos es el distribuir todos los
objetos como medicinas, implementos médico-quirúrgicos u odontológicos,
comida extra, vestuario, enseres generales sobrantes, implementos bélicos
pesados, en forma igualitaria entre todos los pelotones, que se responsabilizarán
de la custodia del material asignado. Cada capitán distribuirá los
enseres entre las escuadras, y cada jefe de escuadra entre sus hombres. Otra solución
a emplear, cuando no toda la tropa está armada, es hacer escuadras o pelotones
especiales encargados del transporte; esto suele ser más beneficioso, pues
no se recarga tanto al soldado, ya que los desarmados están libres del
peso y responsabilidad del fusil. De este modo no corren tanto peligro de perderse
las cosas, pues están más concentrados y al mismo tiempo constituye
un
incentivo para los portadores cargar más y mejor y demostrar más
entusiasmo, ya que puede ser uno de los premios que permita el empuñar
el arma en un futuro. Estos pelotones marcharán en las últimas posiciones
y tendrán los mismos deberes y el mismo trato que el resto de la tropa.
Las tareas a realizar en una columna varían de acuerdo con la actividad
de la misma. Si permanece en el campamento habrá equipos especiales de
vigilancia. Conviene tener tropas aguerridas, especializadas, a las que se les
dé algún premio por esta tarea, y que en general consiste en cierta
independencia o en distribuir algún exceso de golosinas o tabaco entre
los miembros de las unidades que hagan tareas extraordinarias, después
de haber repartido lo que corresponde a toda la columna. Por ejemplo, si son 100
hombres y hay 115 cajetillas de cigarros, esas 15 cajetillas extras podrán
ser distribuidas entre los miembros de las unidades a las que me he referido.
La vanguardia y la retaguardia, perfectamente diferenciadas del resto, tendrán
a su cargo las tareas principales de vigilancia, pero cada uno de los pelotones
debe tener la suya propia. Cuanto más lejos del campamento se vigile, estando
en zona libre, sobre todo, mayor es la seguridad del grupo.
Los lugares elegidos deben estar en una altura, dominar una amplia área
de día y ser de difícil acceso durante la noche. Si se va a permanecer
algunas jornadas, es conveniente construir defensas que permitan sostener el fuego
adecuadamente en caso de un ataque. Estas defensas pueden ser destruidas al retirarse
la guerrilla del lugar o abandonar las mismas si las circunstancias ya no hacen
necesario un ocultamiento total del paso de la columna.
En sitios en que se establezcan campamentos permanentes, las defensas deben ir
perfeccionándose en forma constante. Recuérdese que en una zona
montañosa, en terreno adecuadamente elegido, la única arma pesada
efectiva es el mortero. Utilizando techos adecuados con los materiales de la región,
maderas, piedra, &c., se
logra hacer refugios perfectos que impiden la aproximación de las huestes
contrarias, resguardando a las propias de los obuses.
En el campamento es muy importante mantener la disciplina, disciplina que debe
tener características educativas, haciendo que los guerrilleros se acuesten
a determinada hora, se levanten también a hora fija, impidiendo que se
dediquen a juegos que no tengan una función social y que tiendan a disolver
la moral de la tropa, prohibiendo la ingestión de bebidas alcohólicas,
&c. Todas estas tareas las realiza una comisión de orden interior,
elegida entre los combatientes de más méritos revolucionarios. Otra
misión de éstos, es impedir que se encienda fuego en lugares visibles
desde lejos, o que se levanten columnas de humo cuando todavía no ha anochecido
y también vigilar que se limpie el campamento al abandonarlo la columna,
si es que se quiere mantener un absoluto secreto de la permanencia en determinado
lugar.
Hay que tener mucho cuidado con los fogones, cuyas huellas duran mucho tiempo,
por lo que es necesario taparlos con tierra, enterrando además los papeles,
las latas, y residuos de alimentos que se hayan consumido. Durante la marcha debe
existir el más absoluto silencio en la columna. Los órdenes se pasan
por gestos o susurros y va corriendo la voz de boca en boca hasta llegar al último.
Si la guerrilla marcha por lugares desconocidos, abriéndose camino o guiándose
mediante algún práctico, la vanguardia irá a unos cien o
doscientos metros o más, adelante, según las características
del terreno. En lugares que pudieran prestarse a confusiones en cuanto a la ruta,
se dejará un hombre en cada desvío esperando al de atrás,
y así sucesivamente hasta que llegue el último de la retaguardia.
Esta también irá algo separada del resto de la columna, vigilando
los caminos posteriores, y tratando de borrar lo más posible la huella
del paso de la misma. Si hubiera caminos laterales que ofrecieran peligro, constantemente
tiene que haber un grupo que vigile el citado camino hasta que pase el último
hombre. Es más práctico que esos grupos se utilicen de un solo pelotón
especial, aunque pueden ser de cada pelotón, con la obligación de
entregar el puesto a los miembros del siguiente y reintegrarse ellos a su lugar
y así sucesivamente hasta que pase toda la tropa.
La marcha debe ser no solamente uniforme y en orden establecido, sino que éste
hay que mantenerlo siempre, de modo que se sepa que el pelotón número
1 es la vanguardia, el pelotón número 2 el que le sigue, en el medio
el pelotón número 3 que puede ser la Comandancia; luego el número
4, y la retaguardia el pelotón número 5, o en el número de
ellos que constituyan la columna, pero siempre conservando el orden. En marchas
nocturnas el silencio debe ser mayor y la distancia entre cada combatiente acortarse,
de modo de no sufrir extravíos, con el riesgo consecuente de verse obligado
a dar voces o encender alguna luz. La luz es el enemigo del guerrillero en la
noche.
Ahora bien, si todas estás marchas tienen como fin atacar, al llegar un
punto indicado, a donde deban retornar todos una vez logrado el objetivo, se dejarán
los pesos superfluos, mochilas, ollas, por ejemplo, y cada pelotón seguirá
con sus armas y equipos bélicos exclusivamente. Ya el punto a atacar debe
haber sido estudiado por gentes de confianza que hayan hecho los contactos, traído
la relación de los guardias del enemigo, traída también la
orientación del cuartel, el número de hombres que lo defienden,
&c., y entonces se hace el plan definitivo para el ataque y se sitúan
los combatientes, considerando siempre que una buena parte de las tropas debe
destinarse a detener los refuerzos. En caso de que el ataque al cuartel sea solamente
una distracción para provocar una afluencia de refuerzos que deban pasar
por caminos donde se embosque fácilmente la gente, después de realizado
el ataque un hombre debe rápidamente comunicar al mando el resultado, por
si fuera necesario levantar el cerco para no ser atacados por las espaldas. De
todas maneras siempre tiene que haber vigías en los caminos de acceso al
lugar del combate, mientras se produce el cerco o el ataque directo.
De noche, es preferible siempre un ataque directo. Puede llegar a conquistarse
el campamento si se tiene el empuje y la presencia de ánimo necesarios
y no se arriesga mucho.
En el cerco, sólo resta esperar e ir haciendo trincheras, acercándose
cada vez más al enemigo, tratando de hostilizarlo por todos los medios
y, sobre todo, tratando de hacerlo salir por el fuego. Cuando se esta bien cerca,
el «cóctel molotov» es un arma de extraordinaria efectividad. Cuando no
se ha llegado a tiro de «cóctel», pueden emplearse escopetas con un dispositivo
especial. Estas armas, bautizadas por nosotros en la guerra con el nombre de M-16,
consisten en una escopeta calibre 16, recortada, con un par de patas agregadas
en forma tal que éstas formen un trípode con la punta de la culata.
El arma así preparada estará en un ángulo aproximado de 45
grados; éste se puede variar corriendo hacia adelante o hacia atrás
las patas delanteras. Se carga con un cartucho abierto al que se le han sacado
todas las municiones. Este se adapta perfectamente a un palo lo más cilíndrico
posible, dicho palo viene a ser el proyectil y sobresale del cañón
de la escopeta. En la punta que sobresale se le agrega un complemento de latón
con un amortiguador de goma en la base y una botella de gasolina. Este aparato
tira las botellas encendidas a 100 metros o más y tiene una puntería
bastante exacta. Es un arma ideal para cercos donde los enemigos tengan muchas
construcciones de madera o material inflamable y también para disparar
a los tanques en terrenos abruptos.
Una vez finalizado el cerco con el triunfo, o levantándolo cumplidos los
objetivos, todos los pelotones se retiran en orden hacia los lugares donde están
sus mochilas y se sigue la vida normal.
La vida nómada del guerrillero, en esta etapa, lleva a un gran sentido
de confraternidad con los compañeros, pero también, a veces, a peligrosas
rivalidades entre grupos o pelotones. Si no se canalizan éstas para producir
emulaciones beneficiosas, se corre el riesgo de
fragmentar la unidad de la columna. Es muy conveniente la educación de
los guerrilleros desde la más temprana iniciación de la lucha, explicándoles
el sentido social de la misma y sus deberes, en fin, clarificando su mente y dándoles
lecciones de moral que les vayan forjando el carácter y hagan que cada
experiencia adquirida se convierta en una nueva arma de superación y no
en un simple adminículo más para luchar por la supervivencia.
Uno de los grandes factores educativos es el ejemplo. Por ello los jefes deben
constantemente ofrecer el ejemplo de una vida cristalina y sacrificada. El ascenso
del soldado debe estar basado en la valentía, capacidad y espíritu
de sacrificio; quien no cumpla esos requisitos a cabalidad no debe tener cargos
responsables, pues en algún momento provocará cualquier accidente
indeseable.
La conducta del guerrillero estará sujeta a juicio cuando se acerque a
una casa cualquiera a pedir algo. Los moradores del lugar sacarán conclusiones
favorables o desfavorables de la guerrilla, de acuerdo con la forma como se solicite
algún servicio, un alimento, algo necesario, y de los métodos usados
para conseguir lo deseado. Muy cuidadoso debe ser el jefe en la explicación
detallada de estos problemas, en darles la importancia que se merecen y adoctrinar
también con el ejemplo. Si se fuera a entrar a un pueblo, deben prohibirse
las bebidas alcohólicas, exhortar a la tropa antes, darle el mayor ejemplo
posible de disciplina y vigilar constantemente las entradas y salidas del poblado.
La organización, capacidad combativa, heroicidad y espíritu de la
guerrilla tienen que sufrir su prueba de fuego en el caso de un cerco, que es
la situación más peligrosa de la guerra. En la jerga de nuestros
guerrilleros, en la guerra pasada, se llamaba «cara de cerco» a la cara de angustia
que presentaba algún amedrentado. Cerco y aniquilación llamaban
pomposamente a sus campañas los jerarcas del régimen depuesto. Sin
embargo, para una guerrilla conocedora del terreno, unida ideológica y
emocionalmente con el jefe, no es este un problema
de mucha importancia. Hay simplemente que parapetarse, tratar de evitar el avance
del enemigo y su acción con equipo pesado, y esperar la noche, aliada natural
del guerrillero. Al oscurecer, con el mayor sigilo posible, después de
explorar y elegir el mejor camino, se irá por él, utilizando el
medio de escape más adecuado y observando el más absoluto silencio.
Es sumamente difícil que en esas condiciones, en la noche, se pueda impedir
a un grupo de hombres que escape del cerco.
4. El combate
El combate es el drama más
importante de la vida guerrillera. Ocupa sólo momentos en el desarrollo
de la contienda; sin embargo estos instantes estelares adquieren una importancia
extraordinaria pues cada pequeño encuentro es una batalla de índole
fundamental para los combatientes.
Ya habíamos apuntado anteriormente que el ataque debe realizarse siempre
de tal modo que de garantías de triunfo. Además de lineamientos
generales sobre la función táctica del ataque en la guerra de guerrillas,
se deben apuntar las diferentes características que pueda presentar cada
acción. En primer lugar, adoptamos para la descripción el tipo de
lucha en terreno apto, porque es realmente el modelo de origen de la guerra de
guerrillas y es el aspecto en el cual se necesita manejar algunos principios anteriores
a la experiencia práctica para resolver ciertos problemas. La guerra del
llano es, como siempre, el producto de un avance de las guerrillas por su fortalecimiento
y el de las condiciones del medio ambiente y esto lleva aparejado un aumento de
la experiencia, de quien lo ejecuta y, por ende, un aprovechamiento de esa experiencia.
En la primera época de la guerra de guerrillas, sobre el territorio insurgente
se internarán en forma profunda las columnas enemigas; de acuerdo con las
fuerzas de estas columnas se harán dos tipos de ataques diferentes. Uno
de ellos sistemáticamente provoca en un determinado número de meses,
la pérdida de la capacidad ofensiva
de los mismos y precede cronológicamente al otro. Se realiza sobre las
vanguardias; los terrenos desfavorables impiden que las columnas avancen con suficiente
defensa en sus flancos; de este modo tiene que haber siempre una punta de vanguardia
que, al internarse y exponer las vidas de sus componentes, esté garantizando
la seguridad del resto de la columna. Cuando no hay hombres suficientes, no se
cuenta con reservas y además el enemigo es fuerte, se debe ir siempre a
la destrucción de esa punta de vanguardia. El sistema es sencillo, necesita
solamente cierta coordinación. En el momento en que aparece la punta de
vanguardia por el lugar estudiado -lo más abrupto posible- se deja penetrar
a los hombres necesarios y se inicia un fuego mortífero sobre estos. Un
pequeño grupo tiene que contener al resto de la columna por algunos momentos
para que se recojan las armas, municiones y equipos. Siempre debe estar presente
en el soldado guerrillero que su fuente de abastecimiento de armas está
en el enemigo y que salvo circunstancias especiales, no se debe dar batalla que
no esté conducida a conseguir estos equipos.
Cuando la fortaleza de la guerrilla lo permita, se hará un cerco completo
de la columna; por lo menos, se dará esa impresión. En ese caso
la vanguardia tiene que ser tan fuerte y estar tan bien atrincherada que resista
los embates frontales del enemigo, calculando, naturalmente, su poder ofensivo
y su moral de combate. En el momento en que aquél es detenido en algún
lugar especial, las fuerzas guerrilleras de retaguardia surgen atacándolo
por la espalda. Como será un lugar elegido con tales características
que sea difícil la maniobra por los flancos, fácilmente podrán
estar apostados francotiradores que mantengan a toda la columna, 8 ó 10
veces superior en número, quizás, dentro del cerco de fuego. En
estos casos, siempre que haya fuerzas suficientes, deben controlarse todos los
caminos con emboscadas para detener los refuerzos. El cerco se irá cerrando
gradualmente, sobre todo por la noche. El guerrillero conoce los lugares donde
combate, la columna invasora los
desconoce, el guerrillero crece en la noche y el enemigo ve crecer su miedo en
la oscuridad. En esta forma puede, con cierta facilidad, destruirse una columna
totalmente, o infligirle tales pérdidas que le impidan volver al campo
o necesite mucho tiempo para reagruparse.
Cuando la fuerza de la guerrilla es mínima y se quiere de todas maneras
detener o disminuir el avance de la columna invasora, deberán distribuirse
grupos de tiradores que fluctúen de dos a diez en cada uno de los cuatro
puntos cardinales rodeando a esta columna. En esta forma podrá entablarse
un combate por el flanco derecho, digamos; cuando el enemigo centre su acción
sobre este flanco y cargue sobre él, en el momento preciso, se iniciará
el tiroteo por el flanco izquierdo; en otro momento por la retaguardia o la vanguardia
y así sucesivamente.
Con un pequeñísimo gasto de parque se podrá tener al enemigo
en jaque perpetuo.
La técnica del ataque a un convoy o posición enemiga debe adaptarse
a las condiciones del lugar elegido para el combate. Debe asegurarse, en general,
que el primer ataque a un lugar cercado sea por sorpresa, en horas nocturnas contra
algún puesto avanzado. Un ataque por sorpresa realizado por comandos adiestrados
puede liquidar fácilmente una posición, pues cuenta con la ventaja
de lo imprevisto. Para un cerco en regla, las zonas de escape pueden ser controladas
con pocos hombres y los caminos de acceso defendidos con emboscadas, distribuidas
de tal forma que al ser rebasada una, se repliegue o simplemente se retire y quede
una segunda y así sucesivamente. En casos donde no exista el factor sorpresa,
dependerá que se triunfe o no en el intento de tomar el campamento, de
la capacidad de la fuerza cercadora para detener los intentos de las columnas
de auxilio. En estos casos suele haber apoyo de artillería, morteros y
aviones, además de tanques por parte del enemigo. En terrenos aptos el
tanque es un arma de
poco peligro; debe transitar por caminos estrechos y es fácil víctima
de las minas. En general la capacidad ofensiva que tienen estos vehículos
en formación pierde aquí su valor, pues deben marchar en fila india,
o a lo más de dos en dos. La mejor arma, la más segura contra el
tanque, es la mina, pero, en la lucha cuerpo a cuerpo, fácil de realizar
en lugares abruptos, el «cóctel molotov» es un arma de extraordinario valor.
No hablemos ya de la bazooka, que significaría para la fuerza guerrillera
un arma decisiva pero difícil de alcanzar, por lo menos en los primeros
momentos. Contra el mortero existe el recurso de la trinchera con techo. El mortero
es un arma de formidable eficacia para usar contra un lugar cercado pero a la
inversa, es decir, contra sitiadores móviles disminuye su poder si no es
usado en baterías grandes. La artillería no tiene mayor importancia
en este tipo de lucha pues debe estar emplazada en lugares de cómodo acceso
y no ve los blancos, que son movedizos. La aviación constituye la principal
arma de las fuerzas opresoras, pero también su poder de ataque se ve muy
reducido por el hecho de que pequeñas trincheras, en general en lugares
no visibles, constituyen su único blanco. Podrán tirarse bombas
de alto poder explosivo, o bombas de gasolina gelatinosa, todo lo cual constituyen
más bien inconvenientes que verdaderos peligros. Además, acercándose
lo más posible a las líneas defensivas enemigas, se hace muy difícil
para la aviación atacar con eficacia estas puntas de vanguardia.
Cuando se sitien campamentos con construcciones de madera o inflamables, si es
que se puede llegar a una distancia corta, es un arma importantísima el
ya citado «cóctel molotov». En distancias más largas se pueden arrojar
también botellas del material inflamable, con su mecha ya encendida disparándolas
con una escopeta calibre 16, como ya dijimos anteriormente.
De todos los tipos de minas a usar, el más efectivo pero que conlleva una
eficiencia técnica no siempre posible, es la mina teleexplotada, pero las
de contacto, de mecha y, sobre todo, las eléctricas con cordón,
son de extrema
utilidad y constituyen, en caminos de serranía, defensas casi inexpugnables
para las fuerzas populares.
Una buena medida de defensa contra los carros blindados es, en los caminos, hacer
zanjas inclinadas, de modo que el tanque entre fácilmente en ellas y después
le cueste trabajo salir, en la forma que el grabado lo explica y que es fácilmente
ocultable al enemigo, sobre todo en marchas nocturnas, o cuando no puede mandar
infantería por delante de los tanques, dada la resistencia de las fuerzas
guerrilleras.
Otra forma común de avance del enemigo, en zonas no totalmente abruptas,
es en camiones más o menos abiertos. Las columnas son precedidas por algunos
carros blindados y luego viene la infantería transportada en camiones.
De acuerdo con la fuerza de la guerrilla, se puede cercar la columna íntegra,
o se la puede diezmar, atacando alguno de los camiones y explotando simultáneamente
minas. Hay que actuar rápidamente en este caso, quitar las armas de los
enemigos caídos y retirarse. Si las condiciones lo permiten, se puede hacer
un cerco total, como ya lo dijimos, observando las reglas generales del mismo.
Para el ataque a camiones abiertos, un arma de mucha importancia y que debe ser
utilizada en todo su poderío, es la escopeta. Una escopeta calibre 16,
con balines, puede cubrir 10 metros, casi toda el área del camión,
matando algunos de los ocupantes, hiriendo a otros y provocando una confusión
enorme. En el caso de poseerlas, las granadas son armas excelentes para estos
casos.
Para todos estos ataques, es fundamental, porque es una de las características
elementales de la táctica guerrillera, la sorpresa, por lo menos al momento
de sonar el primer disparo. Y ésta no puede producirse si los campesinos
de la zona conocen de la presencia del ejército insurgente. Es por ello
que todos los movimientos de ataque deben hacerse nocturnos. Solamente hombres
de probada discreción y lealtad pueden conocer estos
movimientos y establecer los contactos. Debe marcharse con mochilas llenas de
alimentos para poder sobrevivir dos, tres o cuatro días en los lugares
de emboscada.
Nunca debe confiarse demasiado en la discreción campesina, primero porque
hay una lógica tendencia a hablar, a comentar los hechos con otras personas
de la familia o de confianza y, luego, porque la bestialidad natural con que tratan
a la población los soldados enemigos después de una derrota, siembra
el terror entre ésta, y ese terror provoca el que alguno, tratando de cuidar
su vida, hable más de lo debido revelando noticias fundamentales.
En general debe elegirse como lugar de emboscada alguno que esté por lo
menos a un día de camino de los establecimientos habituales de la guerrilla,
que el enemigo siempre conocerá con mayor o menor aproximación.
Hemos dicho anteriormente que la forma de disparar señala en un combate
la situación de las fuerzas oponentes; de un lado el tiro violento, nutrido,
del soldado de línea -con parque abundante y acostumbrado a eso-, y del
otro, el metódico, esporádico, del guerrillero que conoce el valor
de cada cápsula y se dispone a gastarla con un cabal sentido del ahorro,
no disparando nunca un tiro más de lo necesario. Tampoco es lógico,
por ahorrar parque, dejar escapar a un enemigo o no hacer funcionar una emboscada
a plenitud, pero debe prevenirse en cálculos anteriores el parque que podrá
gastarse en determinadas circunstancias y ceñir la ocasión al consejo
de esos cálculos.
El parque es el gran problema del guerrillero. Armas se consiguen siempre y las
que ingresan no se van de la guerrilla, pero el parque se va tirando y, además,
en general, se capturan armas con su parque, y nunca o pocas veces parque solo.
Cada arma que ingresa tiene sus tiros, pero no puede contribuir al de los demás
pues no hay sobrantes. El principio táctico del ahorro de los disparos
es fundamental en este tipo de guerra.
Nunca puede un jefe guerrillero, que se precie de serlo, descuidar la retirada.
Deben éstas ser oportunas, ágiles, que permitan salvar toda la impedimenta
de la guerrilla, ya sean heridos, mochilas, municiones, &c., y nunca debe
ser sorprendido el rebelde en retirada ni puede permitirse el lujo de dejarse
rodear.
Por todo ello, el camino elegido debe ser custodiado en todos aquellos lugares
donde eventualmente el ejército enemigo pueda hacer avanzar tropas para
tratar de tirar un cerco; ha de haber un sistema de correo que permita avisar
rápidamente a los compañeros si alguna fuerza trata de rodearlos.
En el combate siempre ha de haber hombres desarmados. Esos hombres recogerán
el fusil de algún compañero herido o muerto, algún fusil
incorporado en combate perteneciente a un prisionero, se ocuparán de los
mismos, del traslado de los heridos y de la transmisión de mensajes. Además
debe contarse con un buen cuerpo de mensajeros, de piernas de hierro y de seriedad
probada, que den los avisos necesarios en el menor tiempo posible.
Es muy relativo el número de hombres que se necesitan al lado de los combatientes
armados, pero se puede calcular en dos o tres para cada diez, entre los que asistirán
al combate y realizarán todas las tareas necesarias en la retaguardia,
defendiendo las posiciones de retirada o estableciendo los servicios de mensajes
de que hablamos anteriormente.
Cuando se hace una guerra de tipo defensivo, es decir, cuando está empeñada
la guerrilla en no permitir pasar de determinado lugar a una columna invasora,
la lucha se convierte en una guerra de posiciones, pero debe tener siempre al
inicio las características anotadas de sorpresa. En este caso, en que se
van a hacer trincheras y otra serie de sistemas defensivos que son fácilmente
observables por los campesinos del lugar, debe asegurarse que éstos permanezcan
en la zona amiga. En general, en este tipo de guerra, se establece por el gobierno
el bloqueo de la región y los campesinos que no han huido, deben ir a comprar
sus alimentos primordiales a establecimientos situados en zonas fuera de la acción
de las guerrillas. El que estas personas en momentos culminantes, como el que
estamos describiendo, salgan de la región, constituye un peligro muy grande,
por las infidencias y las confidencias que pudieran eventualmente suministrar
al ejército enemigo. La política de tierra arrasada debe constituir
la base de la estrategia del ejército guerrillero en estos casos.
Ahora bien, las defensas y todo el aparato defensivo, deben hacerse de tal manera
que siempre la vanguardia enemiga caiga en una emboscada. Es muy importante el
hecho psicológico de que los hombres de vanguardia mueran ineludiblemente
en cada combate, pues esto va creando dentro del ejército adversario una
conciencia cada vez más marcada de este hecho, que lleva a un momento en
que nadie quiere ser vanguardia; y es obvio que una columna si no tiene vanguardia
no puede moverse, pues alguien debe asumir esta responsabilidad.
Por lo demás, pueden realizarse cercos, si se estima conveniente, maniobras
dilatorias de ataques de flanco, o simplemente detener frontalmente al enemigo,
pero en todos los casos deben fortificarse los lugares que sean susceptibles de
ser utilizados por el enemigo para tareas de flanqueo.
Desde ya, esto está indicando que se cuenta con más hombres y más
armas que en los combates anteriormente descritos, pues es evidente que consume
mucho personal el bloqueo de todos los eventuales caminos convergentes de una
zona, que pueden ser muchos. Debe aumentarse aquí todo género de
trampas y de ataques contra los vehículos blindados y darle la mayor seguridad
posible a los sistemas de trincheras estables, por lo tanto, localizables. En
general, en este tipo de lucha la orden que se da es la de morir en las defensas
y hay que asegurar a cada defensor el máximo de posibilidades de sobrevivir.
Cuando más oculta se haga una trinchera para la observación lejana,
mejor es y, sobre todo, es bueno hacerle techos, para que la labor de los morteros
se nulifique. Los morteros de los usados en campaña 60.1 u 85 mm no pueden
perforar un buen techo hecho simplemente con materiales de la región, que
puede ser un piso de madera, tierra y piedras cubierto por un material que lo
esconda a la vista del enemigo. Siempre debe hacérsele una salida que permita,
en caso extremo, escapar al defensor sin mayores peligros para su vida.
Todo este andamiaje indica bien claramente que no existen líneas de fuego
determinadas. La línea de fuego es algo más o menos teórico
que se establece en determinados momentos cumbres, pero son sumamente elásticas
y permeables por ambos bandos. Lo que existe es una gran «tierra de nadie». Pero
la característica de la «tierra de nadie» de una guerra de guerrillas,
es que en ella existe población civil y que esa población civil
colabora en cierta medida con alguno de los dos bandos, aunque en abrumadora mayoría
con el bando insurrecto. No puede ser desalojada masivamente de la zona por su
extensión y porque crearía problemas de abastecimiento a cualquiera
de los contendientes al darle comida a una cantidad considerable de habitantes.
Esta «tierra de nadie» es perforada por incursiones periódicas (diurnas
en general) de las fuerzas represivas y nocturnas de las fuerzas guerrilleras.
Estas últimas encuentran allí una base de sustento de mucha importancia
para sus tropas que debe ser cuidada en el orden político, estableciendo
siempre las mejores relaciones con los campesinos y comerciantes.
En este tipo de guerra, el trabajo de los no combatientes directos, vale decir
de los que no portan un arma, es importantísimo. Ya señalamos algunas
características de los enlaces en los lugares de combate, pero el enlace
es una institución dentro de la organización guerrillera; los enlaces,
hasta la más lejana comandancia si la hay, o hasta el más lejano
grupo de guerrilleros, deben estar encadenados de tal forma que siempre pueda
llegarse,
por el sistema más rápido conocido en la región, de un lugar
a otro, y esto debe ser tan valedero en tierras de fácil defensa, es decir
en territorios aptos, como en tierras inaptas. No se admite, por ejemplo, que
una guerrilla operando en tierra inapta, vaya a permitir los sistemas modernos
de comunicación, como son el telégrafo, los camiones, &c., salvo
algunos inalámbricos imposibles de destruir pero que solamente pueden ir
a guarniciones militares sólidas que defiendan dicho sistema, pues si cae
en manos de la fuerza liberadora, hay que variar claves y frecuencias, tarea a
veces bastante engorrosa.
En todos estos casos estamos hablando con la memoria de lo ocurrido en nuestra
guerra de liberación. El informe diario y verídico de todas las
actividades del enemigo se complementa con el de enlace. El sistema de espionaje
debe ser muy bien estudiado, muy bien trabajado y sus individuos elegidos con
él máximo esmero. El mal que puede hacer en estos casos un «contraespía»
es enorme, pero aún sin llegar a ese extremo, son muy grandes los males
que pueden sobrevenir de resultas de una información exagerada, ya sea
aumentando o disminuyendo el peligro. Es difícil que éste se disminuya.
La tendencia general de hombre del campo es a aumentarlos y exagerarlos. La misma
mentalidad mágica que hace aparecer fantasmas, y toda serie de seres sobrenaturales,
crea también ejércitos monstruosos donde apenas hay un pelotón,
una patrulla enemiga. Además, el espía debe ser lo más neutro
posible, desconociéndose para el enemigo toda clase de conexión
con las fuerzas de liberación. No es una tarea tan difícil como
parece y se encuentran muchos a través de la guerra: comerciantes, profesionales
y hasta religiosos pueden prestar su concurso en toda esta serie de tareas y dar
el informe a tiempo.
Es una de las más importantes características de la guerra de guerrillas,
la diferencia notable que hay entre la información que logran las fuerzas
rebeldes y la información que poseen los enemigos. Mientras éstos
deben transitar por zonas absolutamente hostiles, donde se
encuentran con el hosco silencio de los campesinos, aquéllos, es decir
los defensores, cuentan en cada casa con un amigo y hasta con un familiar y constantemente
van circulando los partes a través de los sistemas de enlace hasta alcanzar
la jefatura central de la guerrilla o el núcleo guerrillero que esté
en la zona.
Cuando se produce una penetración enemiga en territorio ya declaradamente
guerrillero donde todos los campesinos responden a la causa del pueblo, se crea
un problema serio; la mayoría de ellos trata de escapar con el ejército
popular, abandonando sus hijos y sus quehaceres, otros llevan hasta la familia
completa y algunos se quedan esperando los acontecimientos. El inconveniente más
grave que puede provocar una penetración enemiga en territorio guerrillero
es el que queden cantidad de familias en situación apretada y a veces desesperada.
Debe dárseles el máximo de apoyo a todas ellas, pero prevenirlas
de los males que pueden sobrevenir por una huida hacia zonas inhóspitas,
lejos de sus lugares habituales de abastecimiento y expuestas a las calamidades
que suelen provocarse en estos casos.
No se puede hablar de un «patrón de represiones» por parte de los enemigos
del pueblo; en cada lugar, de acuerdo con circunstancias específicas, sociales,
históricas y económicas, los enemigos del pueblo actúan de
una manera más o menos intensamente criminal, aunque siempre son iguales
los métodos generales de represión. Hay lugares donde la huida del
hombre hacia la zona guerrillera, dejando a su familia en la casa no provoca mayor
reacción. Hay otros donde esto basta para quemar las pertenencias del individuo
o requisarlas y otros donde la huida provoca la muerte de todos sus familiares.
Es natural que se haga adecuada distribución y organización de los
campesinos que van a ser afectados por un avance enemigo, de acuerdo con las normas
que se conozcan sobre la guerra en esa zona o país determinado.
Lo evidente es que hay que prepararse para expulsar al enemigo del territorio
afectado, actuando profundamente
sobre los abastecimientos, cortando completamente las líneas de comunicaciones,
destruyendo por medio de pequeñas guerrillas los intentos de abastecerse
u obligándolo a invertir grandes cantidades de hombres en hacerlo.
En todos estos casos de combates, factor muy importante en cada lugar en que se
traba uno, es la correcta utilización de las reservas. El ejército
guerrillero, por sus características, muy pocas veces puede contar con
ellas, pues siempre da golpes donde hasta la labor del último individuo
debe ser regulada y empleada en algo. Sin embargo, dentro de estas características,
deben tenerse hombres listos en tal o cual lugar, para responder a un imprevisto
y poder detener una contraofensiva o definir una situación en un momento
dado. De acuerdo con la organización de la guerrilla y con las características
y posibilidades del momento, se puede tener, para estos menesteres, un pelotón
«comodín», pelotón que siempre debe ir a los lugares del mayor peligro,
que puede bautizársele como «pelotón suicida» o con cualquier otro
título, pero que en realidad cumpla las funciones que el nombre indica.
Este pelotón «suicida» debe estar en todos los lugares donde se decida
un combate; en los ataques por sorpresa de la vanguardia, en la defensa de los
sitios más vulnerables y peligrosos, en fin, donde quiera que el enemigo
amenace con quebrar la estabilidad de la línea de fuego. Debe integrarse
por absoluta voluntariedad y constituir casi un premio pare el individuo el ingresar
en este pelotón. Se llega a hacer con el tiempo la niña mimada de
cualquier columna guerrillera y el guerrillero que ostente el distintivo de pertenecer
a ese cuerpo cuenta con la admiración y el respeto de todos sus compañeros.
5. Principio,
desarrollo y fin de una guerra de guerrillas
Ya hemos definido sobradamente
lo que es una guerra de guerrillas. Vamos a relatar entonces el desarrollo ideal
de ella, naciendo en un núcleo único, en terreno favorable y describiéndola
a partir de allí.
Es decir, vamos a teorizar nuevamente sobre la experiencia cubana. Al inicio,
hay un grupo más o menos armado, más o menos homogéneo, que
se dedica casi exclusivamente a esconderse en los lugares más agrestes,
más intrincados, manteniéndose en escaso contacto con los campesinos.
Da algún golpe afortunado, crece entonces su fama y algunos campesinos
desposeídos de sus tierras o en luchas por conservarlas y jóvenes
idealistas de otras clases van a engrosarla; adquiere mayor audacia para andar
por lugares habitados, mayor contacto con la gente de la zona; repite algunos
ataques, huyendo siempre después de darlos; de pronto sostiene un combate
con alguna columna y destroza su vanguardia; sigue incorporando hombres, ha aumentado
en número, pero su organización permanece exactamente igual, sólo
que disminuyen las precauciones y se aventura sobre zonas más pobladas.
Más tarde establece campamentos provisionales durante algunos días,
los que son abandonados al tenerse noticias de la cercanía del ejército
enemigo o sufrir bombardeos o, simplemente, al tener sospechas de alguno de estos
riesgos. Sigue el aumento numérico de la guerrilla conjuntamente con el
trabajo de masas que va haciendo de cada campesino un entusiasta de la guerra
de liberación y, al final, se elige un lugar inaccesible, se inicia la
vida sedentaria y empiezan las primeras pequeñas industrias a establecerse
allí: la zapatería, la fábrica de tabacos y cigarros, algún
taller de costura, la armería, panadería, hospitales, radio si lo
hubiera, imprenta, &c.
Ya la guerrilla tiene una organización, una estructura nueva. Es la cabeza
de un gran movimiento con todas las características de un gobierno en pequeño.
Se establece la auditoría para la administración de justicia, se
dictan algunas leyes, si fuera posible, y continúa el trabajo de adoctrinamiento
de las masas campesinas, y obreras si las hubiera cerca, atrayéndolas a
la causa. Se desata alguna ofensiva enemiga y es derrotada; aumenta el número
de fusiles y por ende el número de hombres con que cuenta esta guerrilla.
Pero, en un momento dado, su radio de acción no aumenta en la proporción
en que sus hombres lo han hecho; en ese momento se separa una fuerza del tamaño
que sea necesario, columna o pelotón, &c., y va hacia otro lugar de
combate.
Empezará allí el trabajo aunque con características algo
diferentes, por experiencias que trae, por la permeabilización de las zonas
de guerra por las tropas de liberación. Mientras, el núcleo central
sigue aumentando, ha recibido ya aportes sustanciales de lugares lejanos, en alimentos,
alguna vez en fusiles; siguen llegando hombres; continúan las tareas de
gobierno con la promulgación de leyes; se establecen escuelas que permiten
el adoctrinamiento y entrenamiento de los reclutas. Los jefes van aprendiendo
a medida que se desarrolla la guerra y en capacidad de mando va creciendo con
las responsabilidades del aumento cuantitativo y cualitativo de las fuerzas.
En un momento dado, si hubiera territorios lejanos, parte hacia ellos un grupo
a establecer todos los adelantos que ya se han logrado, continuando el ciclo.
Pero también existirá un territorio enemigo, el territorio desfavorable
para la guerra de guerrillas. Allí se van introduciendo grupos pequeños
que asaltan en los
caminos, que rompen puentes, que colocan minas, que van sembrando la intranquilidad.
Con los vaivenes propios de la guerra, sigue aumentando el movimiento; ya el gran
trabajo de masas permite la movilidad fácil de esas fuerzas en terreno
desfavorable y se crea entonces la última etapa que es la guerrilla suburbana.
El sabotaje aumenta considerablemente en toda la zona. Se paraliza la vida de
la misma; es conquistada. Se va hacia otras zonas, se combate con el ejército
enemigo en frentes definidos; se les ha conquistado ya armas pesadas (pueden ser
hasta tanques), se lucha de igual a igual. El enemigo cae cuando se transforma
el proceso de victorias parciales en victorias finales, es decir, se le lleva
a aceptar batalla en las condiciones puestas por el bando guerrillero y allí
se le aniquila, provocando su rendición.
Es esto un boceto, que transcribe lo que fue pasando en las distintas etapas de
la guerra de liberación cubana, pero que tiene aproximadamente un contenido
universal. Sólo que no siempre puede darse el acoplamiento del pueblo,
condiciones y líder como se dio en nuestra guerra. Innecesario es decirlo:
Fidel Castro resume en sí las altas condiciones del combatiente y el estadista
y a su visión se debe nuestro viaje, nuestra lucha y nuestro triunfo. No
podemos decir que sin él no se hubiera producido la victoria del pueblo,
pero sí que esa victoria hubiera costado mucho más y fuera menos
completa.
Tomado
de Escritos y discursos, tomo 1,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1972
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