La disciplina de fuego en el
combate
Verde Olivo,
8 de mayo de 1960
Las armas modernas de infantería, como:
la pistola ametralladora, el fusil automático, las ametralladoras, los
fusiles lanzagranadas, los morteros, &c., poseyendo gran rapidez y volumen
de fuego, constituyen el armamento básico de las unidades y, por lo tanto,
de su empleo dependerá en resumidas cuentas, el resultado del combate.
Para poder sacar el máximo rendimiento de
cualquiera de las armas por separado y en su conjunto, no basta con que todos
los combatientes conozcan su funcionamiento y sepan dispararlas con precisión.
En el combate adquiere importancia capital lo que se llama «disciplina de fuego».
No basta con saber tirar. Se requiere saber cuando, con qué armas, con
qué rapidez y contra qué blanco nuestro fuego resultará
más eficaz.
Por otra parte, las armas automáticas y
semiautomáticas «tragan» tanta munición que sin una férrea
disciplina de fuego corremos el peligro de encontrarnos sin munición
y desarmados al llegar el momento culminante del combate. Bastará recordar,
que una escuadra de 7 hombres armados con 6 fusiles automáticos y 1 lanzagranadas
es capaz de disparar en un minuto 2400 balas y unas 10 granadas, o sea, cerca
de 70 kilogramos de munición, mucho más de lo que hace falta,
en circunstancias normales, para sostener todo un día de combate.
Por todo esto, durante el combate (sea éste
defensivo u ofensivo) la tarea principal de los jefes de escuadra y pelotón
reside en la dirección y control del fuego. El jefe de la escuadra dirige
y controla el fuego de sus hombres, el del pelotón el fuego de sus escuadras.
Todos los combatientes (salvo los centinelas) deben
de abstenerse de hacer fuego con sus armas sin orden expreso de su jefe inmediato.
En el combate ofensivo, el jefe del pelotón
al fijar las misiones a las escuadras determina la dirección de progresión
de las mismas, los objetivos enemigos a batir con el fuego de cada una de ellas,
el orden con que una escuadra protege el avance de la otra indica también
la cadencia del fuego a efectuar y el gasto de municiones que se autoriza para
cada etapa del combate. El jefe de la escuadra por su parte hace lo mismo con
cada uno de sus hombres y progresando con ellos cuida de que en ningún
momento la disciplina de fuego se altere.
Más importancia adquiere aún, si
cabe, la disciplina de fuego en el combate defensivo cuando es imposible determinar
de antemano la duración del mismo. El jefe del pelotón, al fijar
las posiciones a ocupar por las escuadras y los sectores de tiro de las mismas,
parte del principio de no dejar lugares sin batir con mínimo gasto de
municiones. Indica también las distancias a que se autoriza a abrir el
fuego con las diferentes armas (como regla: no mas lejos de 1000 metros para
las ametralladoras, de 500 metros para los fusiles automáticos y de 200
para las pistolas ametralladoras). A excepción de los casos en que se
hallen aisladas, las escuadras abren el fuego sólo con la autorización
del jefe del pelotón. El jefe de la escuadra controla el fuego de sus
hombres prestando especial atención a la concentración del mismo
sobre el enemigo más peligroso, sin permitir con todo esto, que exijan
de las armas cadencias de fuego demasiado elevadas. (La mayor efectividad de
las armas automáticas, al mismo tiempo que una vida más larga
de las mismas, se consigue con las siguientes cadencias de fuego: fusil automático
en ráfagas de 2-3 balas; ametralladora ligera 4-5 balas por ráfaga;
ametralladora pesada 7-8. Las pausas entre ráfaga y ráfaga dependerán
de la situación concreta, pero nunca serán más cortas que
el tiempo necesario para afinar de nuevo la puntería.)
Combatiente: Recuerda que el arma que está
en tus manos y las municiones para ella, han sido pagadas con los sudores del
pueblo para defender la Patria. Cuida del arma como de la niña de tus
ojos y que cada una de tus balas cueste la vida a un invasor, a un enemigo de
la Patria.
(Tomado de Escritos y discursos,
tomo 1, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana 1972
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