A sus padres
[marzo 1965]
Queridos viejos:
Otra vez siento bajo mis talones el costillar de
Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.
Hace de esto casi diez años, les escribí
otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor
soldado y mejor médico; lo segundo ya no me interesa, soldado no soy
tan malo.
Nada ha cambiado en esencia, salvo que soy
mucho más consciente, mi marxismo está enraizado y depurado. Creo
en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan
por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero,
y lo soy, solo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar
sus verdades.
Puede ser que ésta sea la definitiva.
No lo busco pero está dentro del cálculo lógico de probabilidades.
Si es así, va un último abrazo.
Los he querido mucho, sólo que no
he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis
acciones y creo que a veces no me entendieron. No era fácil entenderme,
por otra parte, créanme, solamente, hoy. Ahora, una voluntad que he pulido
con delectación de artista, sostendrá unas piernas flácidas
y unos pulmones cansados. Lo haré.
Acuérdense de vez en cuando de este
pequeño condotieri del siglo XX. Un beso a Celia, a Roberto, Juan Martín
y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran abrazo de hijo pródigo
y recalcitrante para ustedes.
Ernesto.
Página Principal | Volver| Imprimir esta página