Qué es un «guerrillero»
Revolución,
19 de febrero de 1959
Quizá no haya país en el mundo en que
la palabra «guerrillero» no sea simbólica de una aspiración libertaria
para el pueblo. Solamente en Cuba esta palabra tiene un significado repulsivo.
Esta Revolución, libertadora, en todos sus extremos, sale también
a dignificar esa palabra. Todos saben que fueron guerrilleros aquellos simpatizantes
del régimen de esclavización española que tomaron las armas
para defender en forma irregular la corona del rey de España; a partir
de ese momento, el nombre queda como símbolo, en Cuba, de todo lo malo,
lo retrógrado, lo podrido del país. Sin embargo, el guerrillero
es, no eso, sino todo lo contrario; es el combatiente de la libertad por excelencia;
es el elegido del pueblo, la vanguardia combatiente del mismo en su lucha por
la liberación. Porque la guerra de guerrillas no es como se piensa, una
guerra minúscula, una guerra de un grupo minoritario contra un ejército
poderoso, no; la guerra de guerrillas es la guerra del pueblo entero contra la
opresión dominante. El guerrillero es su vanguardia armada; el ejército
lo constituyen todos los habitantes de una región o de un país.
Esa es la razón de su fuerza, de su triunfo, a la larga o a la corta, sobre
cualquier poder que trate de oprimirlo; es decir, la base y el substratum de la
guerrilla está en el pueblo.
No se puede concebir que pequeños grupos
armados, por más movilidad y conocimiento del terreno que tengan, puedan
sobrevivir a la persecución organizada de un ejército bien pertrechado
sin ese auxiliar poderoso. La prueba está en que todos los bandidos,
todas las gavillas de bandoleros, acaban por ser derrotados por el poder central,
y recuérdese que muchas veces estos bandoleros representan, para los
habitantes de la región, algo más que eso, representan también
aunque sea la caricatura de una lucha por la libertad.
El ejército guerrillero, ejército
popular por excelencia, debe tener en cuanto a su composición individual
las mejores virtudes del mejor soldado del mundo. Debe basarse en una disciplina
estricta. El hecho de que las formalidades de la vida militar no se adapten
a la guerrillera, que no haya taconeo ni saludo rígido, ni explicación
sumisa ante el superior, no demuestran de manera alguna que no haya disciplina.
La disciplina guerrillera es interior, nace del convencimiento profundo del
individuo, de esa necesidad de obedecer al superior, no solamente para mantener
la efectividad del organismo armado que está integrado, sino también
para defender la propia vida. Cualquier pequeño descuido en un soldado
de un ejército regular es controlado por el compañero más
cercano. En la guerra de guerrillas, donde cada soldado es unidad y es un grupo,
un error es fatal. Nadie puede descuidarse. Nadie puede cometer el más
mínimo desliz, pues su vida y la de los compañeros le va en ello.
Esta disciplina informal, muchas veces no se ve.
Para la gente poco informada, parece mucho más disciplinado el soldado
regular con todo su andamiaje de reconocimientos de las jerarquías que
el respeto simple y emocionado con que cualquier guerrillero sigue las instrucciones
de su jefe. Sin embargo, el ejército de liberación fue un ejército
puro donde ni las más comunes tentaciones del hombre tuvieron cabida;
y no había aparato represivo, no había servicio de inteligencia
que controlara al individuo frente a la tentación. Era su autocontrol
el que actuaba. Era su rígida conciencia del deber y de la disciplina.
El guerrillero es, además de un soldado
disciplinado, un soldado muy ágil, física y mentalmente. No puede
concebirse una guerra de guerrillas estática. Todo es nocturnidad. Amparados
en el conocimiento del terreno, los guerrilleros caminan de noche, se sitúan
en la posición, atacan al enemigo y se retiran. No quiere decir esto
que la retirada sea muy lejana al teatro de operaciones; simplemente tiene que
ser muy rápida del teatro de operaciones.
El enemigo concentrará inmediatamente sobre
el punto atacado todas sus unidades represivas. Irá la aviación
a bombardear, irán las unidades tácticas a cercarlos, irán
los soldados decididos a tornar una posición ilusoria.
El guerrillero necesita sólo presentar un
frente al enemigo. Con retirarse algo, esperarlo, dar un nuevo combate, volver
a retirarse, ha cumplido su misión específica. Así el ejército
puede estar desangrándose durante horas o durante días. El guerrero
popular, desde sus lugares de acecho, atacará en momento oportuno.
Hay otros profundos axiomas en la táctica
de guerrillas. El conocimiento del terreno debe ser absoluto. El guerrillero
no puede desconocer el lugar donde va a atacar, pero además debe conocer
todos los trillos de retirada así como todos los caminos de acceso o
los que están cerrados. Las casas amigas, y enemigas, los lugares más
protegidos, aquellos donde se puede dejar un herido, aquellos otros donde se
puede establecer un campamento provisional, en fin, conocer como la palma de
la mano el teatro de operaciones. Y eso se hace y se logra porque el pueblo,
el gran núcleo del ejército guerrillero, está detrás
de cada acción.
Los habitantes de un lugar son acémilas,
informantes, enfermeros, proveedores de combatientes, en fin, constituyen los
accesorios importantísimos de su vanguardia armada.
Pero frente a todas estas cosas; frente a este
cúmulo de necesidades tácticas del guerrillero, habría
que preguntarse: «¿por qué lucha?», y, entonces surge la gran afirmación:
«El guerrillero es un reformador social.
El guerrillero empuña las armas como protesta
airada del pueblo contra sus opresores, y lucha por cambiar el régimen
social que mantiene a todos sus hermanos desarmados en el oprobio y la miseria.
Se ejercita contra las condiciones especiales de la institucionalidad de un
momento dado y se dedica a romper con todo el vigor que las circunstancias permitan,
los moldes de esa institucionalidad.»
Veamos algo importante: ¿qué es lo que el
guerrillero necesita tácticamente? Habíamos dicho, conocimiento
del terreno con sus trillos de acceso y escape, velocidad de maniobra, apoyo
del pueblo, lugares donde esconderse, naturalmente. Todo eso indica que el guerrillero
ejercerá su acción en lugares agrestes y poco poblados. Y, en
los lugares agrestes y poco poblados, la lucha del pueblo por sus reivindicaciones
se sitúa preferentemente y hasta casi exclusivamente en el plano del
cambio de la composición social de la tenencia de la tierra, es decir,
el guerrillero es, fundamentalmente y antes que nada, un revolucionario agrario.
Interpreta los deseos de la gran masa campesina
de ser dueña, de la tierra, dueña de los medios de producción,
de sus animales, de todo aquello por lo que ha luchado durante años,
de lo que constituye su vida y constituirá también su cementerio.
Por eso, en este momento especial de Cuba, los
miembros del nuevo ejército que nace al triunfo desde las montañas
de Oriente y del Escambray, de los llanos de Oriente y de los llanos de Camagüey,
de toda Cuba, traen, como bandera de combate, la Reforma Agraria.
Es una lucha quizás tan larga como el establecimiento
de la propiedad individual. Lucha que los campesinos han llevado con mejor o
peor éxito a través de las épocas, pero que siempre ha
tenido calor popular. Esta lucha no es patrimonio de la Revolución. La
Revolución ha recogido esa bandera entre las masas populares y la ha
hecho suya ahora. Pero antes, desde mucho tiempo; desde que se alzaran los vegueros
de La Habana; desde que los negros trataran de conseguir su derecho a la tierra
en la gran guerra de liberación de los 30 años; desde que los
campesinos tomaran revolucionariamente el Realengo 18, la tierra ha sido centro
de la batalla por la adquisición de un mejor modo de vida.
Esta Reforma Agraria que hoy se está haciendo,
que empezó tímida en la Sierra Maestra, que se trasladó
al Segundo Frente Oriental y al macizo del Escambray, que fue olvidada algún
tiempo en las gavetas ministeriales y resurgió pujante con la decisión
definitiva de Fidel Castro es, conviene repetirlo una vez más, quien
dará la definición histórica del «26 de julio».
Este Movimiento no inventó la Reforma Agraria.
La llevará a cabo. La llevará a cabo íntegramente hasta
que no quede campesino sin tierra, ni tierra sin trabajar. En ese momento, quizás,
el mismo Movimiento haya dejado de tener el por qué de existir, pero
habrá cumplido su misión histórica. Nuestra tarea es llegar
a ese punto, el futuro dirá si hay más trabajo a realizar.
Tomado de Escritos y discursos,
tomo 1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1972
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