El partido marxista-leninista
Este pequeño libro está destinado a
iniciar a los militantes del Partido, en el amplio y riquísimo acervo de
las ideas marxistas-leninistas.
La elección de los temas es simple y efectiva.
Se trata de un capítulo del Manual de marxismo-leninismo de Otto
V. Kuusinen y de una serie de discursos de Fidel Castro. La selección
es buena porque en el capítulo del Manual de marxismo-leninismo
se sintetiza la experiencia de los partidos hermanos y se da un esquema general
de lo que debe ser y cómo debe actuar un partido marxista-leninista,
y en la sucesión de discursos del compañero Fidel se ve desfilar
la historia política de nuestros país a través de las palabras
en algunos casos autobiográficos, del dirigente de la Revolución.
Las dos cosas están íntimamente ligadas,
la teoría general como expresión de las experiencias del Partido
Comunista de la Unión Soviética y de los partidos marxista-leninistas
de toda la humanidad y la aplicación práctica de estas ideas generales
a nuestras especiales características. De las peculiaridades que dan
el marco al desarrollo de los acontecimientos sociales en esta región
del mundo, no debe inferirse que existan excepciones históricas; simplemente,
en el marco general de la teoría, hija de la experiencia, cabe el caso
específico de la situación cubana que agrega nuevas experiencias
al movimiento obrero del mundo.
El manual nos enseña con meridiana claridad
qué es un partido marxista leninista: «personas fundidas por una comunidad
de ideas que se agrupan para dar vida a las concepciones marxistas, es decir,
para llevar a cabo la misión histórica de la clase obrera.» Explica
además cómo un partido puede vivir aislado de la masa, cómo
debe estar en permanente contacto con ella, cómo debe ejercer la crítica
y la autocrítica y ser muy severo con sus propios errores; cómo
no debe basarse solamente en conceptos negativos de lucha contra algo, sino
también en conceptos positivos de lucha por algo, cómo los partidos
marxistas no pueden cruzarse de brazos esperando que las condiciones objetivas
y subjetivas, formadas a través del complejo mecanismo de la lucha de
clases, alcancen todos los requisitos necesarios para que el poder caiga en
manos del pueblo como una fruta madura. Enseña el papel dirigente y catalizados
de este partido, vanguardia de la clase obrera, dirigente de su clase, que sabe
mostrarle el camino el triunfo y acelerar el paso hacia nuevas situaciones sociales.
Insiste en que aún en los momentos de reflujo social, es necesario saber
retroceder y mantener firmes los cuadros para apoyarse en la próxima
ola y avanzar más lejos, hacia el fin fundamental del partido en la primera
época revolucionaria, que es la obtención del poder.
Y es lógico que este partido lo sea de clase.
Un partido marxista-leninista mal podría ser de otra manera; su misión
es buscar el camino más corto para lograr la dictadura del proletariado
y sus militantes más valiosos, sus cuadros dirigentes y su táctica
salen de la clase obrera.
No puede concebirse que la construcción
del socialismo se inicie con un partido de la clase burguesa, con un partido
que tuviera entre sus integrantes una buena cantidad de explotadores y éstos
fueran encargados de fijar su línea política. Evidentemente, una
agrupación de ese tipo sólo puede dirigir la lucha en una etapa
de liberación nacional, hasta ciertos niveles y en determinadas circunstancias.
En el momento siguiente, la clase revolucionaria se convertiría en reaccionaria
y se establecerían nuevas condiciones que obligarán a la aparición
del partido marxista-leninista como dirigente de la lucha revolucionaria. Y
ya, en América al menos, es prácticamente imposible hablar de
movimientos de liberación dirigidos por la burguesía. La Revolución
cubana ha polarizado fuerzas; frente al dilema pueblo o imperialismo, las débiles
burguesías nacionales eligen el imperialismo y traicionan definitivamente
a su país. Se pierde casi totalmente la posibilidad de que en esta parte
del mundo se produzca un tránsito pacífico al socialismo.
Si el partido marxista-leninista es capaz de prever
las etapas históricas a sobrevenir y es capaz de convertirse en bandera
y vanguardia de un pueblo aún antes de haber liquidado la etapa de liberación
nacional -tratándose de nuestros países colonizados- entonces
ese partido habrá cumplido una doble misión histórica y
podrá afrontar las tareas de la construcción del socialismo con
más fuerza, con más prestigio entre las masas.
Luego vienen la experiencia cubana; experiencia
rica por todo lo que tiene de nuevo, por todo lo que tiene de vigoroso en esta
época de desarrollo de la revolución americana y también
por lo rico en enseñanzas que son sus errores, analizados y corregidos
públicamente, en contacto con las masa y ante el juicio de la opinión
pública.
Particularmente importantes son los discursos del
compañero Fidel referidos al Partido Unido de la Revolución Socialista
y a los métodos de trabajo empleados en las ORI que marcan dos etapas
fundamentales de nuestro desarrollo. En la primera se expresa la confusión
franca de un revolucionario cabal que ha llegado al pináculo del camino
ascendente de la evolución de su pensamiento y proclama sin dudas, ante
el mundo, su profesión de marxista-leninista. Pero lo hace, no como una
simple afirmación verbal, sino mostrando los rasgos, los hechos más
salientes de la evolución del dirigente, de la evolución del movimiento
y del Partido hacia una conjugación destinada a integrar el Partido Unido
de la Revolución Socialista.
Analizándose a sí mismo, el compañero
Fidel reconoce la cantidad de concepciones regresivas que el medio había
inculcado en él; cuenta cómo instintivamente fue luchando contra
esas concepciones y forjándose en la lucha, cuenta de sus dudas y explica
el por qué de esas dudas y cómo se resolvieron.
Es esta etapa el Movimiento 26 de Julio constituía
algo nuevo, muy difícil de definir; Fidel Castro, héroe del Moncada,
prisionero de Isla de Pinos, entrena un grupo de expedicionarios que tiene como
misión alcanzar las costas de Oriente, iniciar el incendio revolucionario
de la provincia y separarla del resto de la isla en un primer momento o avanzar
inconteniblemente, de acuerdo con las condiciones objetivas, hasta la propia
Habana, en una sucesión de victorias más o menos sangrientas.
La realidad golpeó sobre nosotros; no estaban
dadas todas las condiciones subjetivas necesarias para que aquel intento cristalizara,
no se habían seguido todas las reglas de la guerra revolucionaria que
después aprenderíamos con nuestra sangre y la sangre de nuestros
hermanos en dos años de dura lucha. Fuimos derrotados y allí comenzó
la más importante historia de nuestro movimiento. Allí se mostró
su verdadera fuerza, su verdadero mérito histórico; nos dimos
cuenta de los errores tácticos cometidos y de que faltaban algunos factores
subjetivos importantes; el pueblo tenía conciencia de la necesidad de
un cambio, faltaba la certeza de su posibilidad. Crearla era la tarea, y en
la Sierra Maestra comienza el largo proceso que sirve de catalizador al movimiento
entero de la Isla y que va provocando huracanes ininterrumpidos, incendios revolucionarios
ininterrumpidos en todo el territorio.
Se empieza a demostrar con los hechos que el Ejército
Revolucionario, con la fe y el entusiasmo del pueblo correctamente encaminados,
en condiciones favorables para la lucha, puede ir aumentando su fuerza mediante
el adecuado uso de las armas y destruir un día el ejército enemigo.
Esa es una gran lección en nuestra historia. Antes de lograr el triunfo,
ha ido cambiando la correlación de fuerzas hasta convertirse en inmensamente
favorable al movimiento revolucionario; se han creado las condiciones subjetivas
necesarias para realizar el cambio y provocado la crisis de poder esencial para
el mismo. Se da una nueva experiencia revolucionaria a América, se demuestra
cómo las grandes verdades del marxismo-leninismo se cumplen siempre;
en este caso, que la misión de los dirigentes y de los partidos es la
de crear todas las condiciones necesarias para la toma de poder y no convertirse
en nuevos espectadores de la ola revolucionaria que va naciendo en el seno del
pueblo.
Al mismo tiempo, al mostrar la necesidad de que
los núcleos armados que defienden la soberanía popular están
a cubierto de sorpresas, de ataques, de aniquilamientos, indica la importancia
de que la lucha armada tenga por escenario los terrenos más favorables
a la guerra de guerrillas, es decir, los lugares más accidentados de
las zonas rurales. Ese es otro aporte de la Revolución a nuestra lucha
de emancipación americana; del campo se va a la ciudad, de menos a mayor,
creando el movimiento revolucionario que culmina en La Habana.
En otra parte Fidel expresa claramente: condición
esencial del revolucionario es saber interpretar la realidad. Refiriéndose
a la huelga de abril, explica cómo no supimos interpretarla en ese momento
y por ello sufrimos una catástrofe. ¿Por qué se declara la huelga
de abril? Porque había en el seno del movimiento una serie de contradicciones
que nosotros llamamos de la Sierra y del Llano y que se hacía patentes
a través del análisis de los elementos considerados fundamentales
para decidir la luchas armada, los que eran diametralmente diferentes en cada
una de las alas.
La Sierra estaba dispuesta a derrotar al ejército
cuantas veces fuera necesario, ir ganándole batalla tras batalla, conquistando
sus armamentos y llegar algún día a la toma total del poder sobre
la base de su Ejército Rebelde. El Llano era partidario de la lucha armada
general en todo el país con un epílogo de huelga general revolucionaria
que expulsara a la dictadura batistiana y sentara la autoridad de los «civiles»
como gobernantes convirtiendo al nuevo ejército «apolítico».
El choque de esta tesis es continuo y no es lo
más adecuado para la unidad de mando que se requiere en momentos como
éste. La huelga de abril es preparada y decretada por el Llano con la
anuencia de la dirección de la Sierra que no se siente capaz de impedirla,
aunque tiene serias dudas sobre su resultado y con las expresas reservas del
PSP que advierte el peligro a tiempo. Los comandantes revolucionarios van al
Llano para ayudarla y así Camilo Cienfuegos, nuestro inolvidable Jefe
del Ejército, empieza a hacer sus primeras incursiones en la zona de
Bayamo.
Estas contradicciones tiene una raíz más
honda que las discrepancias tácticas: el Ejército Rebelde ya es
ideológicamente proletario y piensa en función de clase desposeída;
el Llano todavía sigue pequeño burgués, con futuros traidores
en su dirección y muy influenciado por el medio en que se desenvuelve.
Era una lucha menos por el control interno, en
el marco de la gran lucha revolucionaria por el poder. Los recientes acontecimientos
de Argelia se explican claramente por analogía con la Revolución
cubana: el ala revolucionaria no se deja desplazar del poder y lucha conquistándolo
íntegro, el Ejército de Liberación es el representante
genuino de la revolución que triunfa.
Los choques se suceden periódicamente y
solamente se logra la unidad de mando (todavía no acatada por todos,
sin embargo) cuando Fidel es nombrado Primer Ministro, algunos meses después
de logrado el triunfo de la Revolución. Hasta ese momento ¿qué
habíamos hecho?; habíamos adquirido, como dijera Fidel, el derecho
a empezar. Sólo habíamos culminado una etapa que se basaba en
la lucha a muerte contra el sistema establecido en Cuba, representado en el
dictador Batista, pero el hecho de seguir consecuentemente una línea
revolucionaria tendente a mejorar el estado de nuestra sociedad y liberarla
lo más posible de todas la trabas económicas, nos llevaba por
fuerza a una lucha frontal con el imperialismo.
Para el desarrollo y profundización de nuestra
ideología el imperialismo ha sido un factor muy importante; cada golpe
que nos daba precisaba una respuesta; cada vez que reaccionaban los yanquis,
con su soberbia habitual, tomando alguna medida contra Cuba, nosotros teníamos
que tomar la contramedida necesaria y de esta manera iba profundizándose
la Revolución.
El Partido Socialista Popular entraba en este frente
y los compañeros de vieja militancia revolucionaria y los compañeros
que llegaban al poder a través de la luchas en la Sierra empezaban una
tarea de fusión. Ya en ese momento Fidel advertía contra algunos
peligros del sectarismo y criticaba al que restregara en la nariz de otros los
15 o 20 años de militancia y el sectarismo de las barbas en la Sierra
o del tiratiros de la ciudad.
En la época de la lucha armada había
un grupo de compañeros que trataban de defender al movimiento del aparente
caudillismo del compañero Fidel y cometieron el mismo error, que se repitiera
después en la época del sectarismo, de confundir los grandes méritos
del dirigente, los grandes méritos del líder de la Revolución
y sus innegables dotes de mando, con el individuo cuya única preocupación
era asegurarse el apoyo incondicional de los suyos y establecer un sistema de
caudillaje. Fue una lucha de principios falsos llevada por un grupo de compañeros,
lucha que no terminó siquiera el primer de enero o el momento en que
Fidel asumiera el cargo de Primer Ministro, sino mucho después, cuando
el ala derecha del 26 de Julio era destrozada. Así cayeron, por oponerse
a la voluntad popular, Urrutia, Miró Cardona, Ray, Hubert Matos, David
Salvador y tantos otros traidores.
Surge, después de la victoria total contra
el ala derecha, la necesidad de estructurar un partido: el Partido Unido de
la Revolución, exponente del marxismo leninismo en las condiciones de
Cuba. Debiera ser un organismo ligado a las masas y por cuadros estrictamente
seleccionados, de una organización centralizada y elástica a la
vez y, para todo ello, confiábamos ciegamente en la autoridad ganada
en muchos años de lucha por el Partido Socialista Popular, haciendo dejación
casi total de nuestros criterios organizativos. De esta manera se fueron creando
una serie de condiciones para que madurara el fruto del sectarismo.
En el proceso de estructuración, el compañero
Aníbal Escalante se encargaba de la organización y comenzaba una
etapa negra aunque, felizmente, muy corta, de nuestro desarrollo. Se erraba
en los métodos de dirección; el Partido perdía sus cualidades
esenciales de ligazón a las masas, del ejercicio del centralismo democrático
y del espíritu de sacrificio. Recurriendo a veces, a verdaderos malabarismos
se colocaban gentes sin experiencia y sin méritos en lugares dirigentes,
por el hecho de haberse acomodado a la situación imperante.
Las ORI pierden su función de motor ideológico
-y de control de todo el aparato productivo a través de esta función-
y pasa a ser un aparato administrativo; en estas condiciones, los llamados de
alerta que debían venir de las provincias, explicando la serie de problemas
que allí existían, se perdían, porque quienes debían
analizar el trabajo de los funcionarios administrativos eran precisamente los
dirigentes del núcleo que cumplían una doble función de
partido y de administración pública.
La etapa de los conceptos equivocados, de las equivocaciones
garrafales y de los trasplantes mecánicos ha finalizado, afortunadamente.
Las viejas bases en que se fundara este engendro sectario se han roto.
Frente a los interrogantes, la decisión
de la Dirección Nacional presidida por Fidel fue volver a las masas,
recurrir a las masas, y así se estableció el sistema de consulta
de todos los centros de trabajo para la elección de los obreros ejemplares
por la masa, la posibilidad de ser seleccionados para integrar los Núcleos
del Partido, de un partido íntimamente unido a ellas.
Como parte de los cambios del Partido se reformó
el sistema de educación, premiando con ella, no como en momentos pasados,
a los amigos, a los «claros», a los «bachilleres del marxismo», sino a los mejores
trabajadores, a los hombres que han demostrado con su actitud frente a la Revolución,
con su trabajo diario y su entusiasmo y espíritu de sacrificio las superiores
dotes de miembro del partido dirigente.
De acuerdo con eso se han cambiado todos los criterios
y empieza una nueva época de vigorización del Partido y de los
métodos. Se abre ante nosotros un amplio y luminoso camino de construcción
socialista en la que al Partido le toca la tarea de conducción. Esa conducción
no será la de la orden mecánica y burocrática, la del control
estrecho y sectario, la del mandar hacer, la del consejo que debe seguirse en
cuanto a expresión verbal y no por constituir un ejemplo vivo, la del
privilegio de las ideas o de la historia pasada.
El partido del futuro estará íntimamente
unido a las masas y absorberá de ellas las grandes ideas que después
se plasmarán en directivas concretas; un partido que aplicará
rígidamente su disciplina de acuerdo con el centralismo democrático
y, al mismo tiempo, donde existan, permanentes, la discusión, la crítica
y la autocrítica abiertas, para mejorar el trabajo continuamente. Será
en esta etapa un partido de cuadros, de los mejores, y éstos deberán
cumplir su tarea dinámica de estar en contacto con el pueblo, transmitir
las experiencias hacia las esferas superiores, transmitir a las masas las directivas
concretas y ponerse en marcha al frente de éstas. Primeros en el estudio,
primeros en el trabajo, primeros en el entusiasmo revolucionario, primeros en
el sacrificio; en todo momento los más buenos, más puros, más
humanos que todos los otros, deben ser los cuadros de nuestro partido.
Porque hay que recordar siempre que el marxista
no es una máquina automática y fanática dirigida, como
un torpedo, mediante un servomecanismo hacia un objetivo determinado. De este
problema se ocupa expresamente Fidel en una de sus intervenciones: «¿Quién
ha dicho que el marxismo es la renuncia de los sentimientos humanos, al compañerismo,
al amor al compañero, al respeto al compañero, a la consideración
al compañero? ¿Quién ha dicho que el marxismo es no tener alma,
no tener sentimientos? Si precisamente fue el amor al hombre lo que engendró
el marxismo, fue el amor al hombre, a la humanidad, el deseo de combatir la
desdicha del proletariado, el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el
calvario y toda la explotación sufrida por el proletariado, lo que hace
que de la mente de Carlos Marx surja el marxismo cuando precisamente podía
surgir el marxismo, cuando precisamente podía surgir una posibilidad
real y más que una posibilidad real, la necesidad histórica de
la Revolución social de la cual fue intérprete Carlos Marx. Pero,
¿qué lo hizo ser ese intérprete sino el caudal de sentimientos
humanos de hombres como él, como Engels, como Lenin?»
Esta apreciación de Fidel es fundamental
para el militante del nuevo partido, recuérdenlo siempre, compañeros,
grábenselo en la memoria como su arma más eficaz contra todas
las desviaciones. El marxista debe ser el mejor, el más cabal, el más
completo de los seres humanos pero, siempre, por sobre todas las cosas, un ser
humano; un militante de un partido que vive y vibra en contacto con las masas;
un orientador que plasma en directivas concretas los deseos a veces oscuros
de la masa; un trabajador incansable que entrega todo a su pueblo; un trabajador
sufrido que entrega sus horas de descanso, su tranquilidad personal, su familia
o su vida a la Revolución, pero nunca es ajeno al calor del contacto
humano.
En el terreno internacional nuestro Partido tendrá
deberes importantísimos; como el primer país socialista de América,
un ejemplo a seguir por otros países, una experiencia viva para se captada
por los demás partidos hermanos; una experiencia viviente, repetida y
cambiante, que muestra a la luz del conocimiento público todos sus aciertos
y sus errores. En esta forma su ejemplo es más didáctico y no
tiene la aspiración de ser elevado solamente ante quienes han hecho profesión
de fe del marxismo-leninismo, sino ante las masas populares de América.
La Segunda Declaración de La Habana es una
guía para el proletariado, el campesinado y los intelectuales revolucionarios
de América; nuestra propia actitud será guía permanente.
Debemos ser dignos de ese lugar que tenemos, debemos trabajar todos los días
pensando en nuestra América y fortalecer más y más las
bases de nuestro estado, su organización económica y su desarrollo
político, para poder también, al mismo tiempo que nos superamos
internamente, convencer más y más a los pueblos de América
de la posibilidad práctica de iniciar el camino del desarrollo socialista,
en la etapa actual de correlación de fuerzas internacionales.
Todo esto sin olvidarnos de que nuestra capacidad
emocional frente a los desmanes de los agresores y los sufrimientos de los pueblos,
no puede estar limitada al marco de América, ni siquiera al marco de
América y los países socialistas juntos; debemos practicar el
verdadero internacionalismo proletario, recibir como afrenta propia toda agresión,
toda afrenta, todo acto que vaya contra la dignidad del hombre, contra su felicidad
en cualquier lugar del mundo.
Nosotros, militantes de un partido nuevo, en una
nueva región liberada del mundo y en nuevas situaciones, debemos mantener
siempre en alto la misma bandera de dignidad humana que alzara nuestro Martí,
guía de muchas generaciones, presente hoy con su frescura de siempre
en la realidad de Cuba: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el
golpe dado a cualquier mejilla de hombre.»
Prólogo al libro El
partido marxista-leninista, publicado por la Dirección Nacional del
Partido Unidode la Revolución
Socialista de Cuba, La Habana, 1963
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